Redacción Farmacosalud.com
“‘Decir 'quien no se siente feliz es porque no quiere sentirse feliz’ es una solemne tontería. Y si no, que se lo digan a la pobre gente afectada por un cáncer infantil, o a aquellos que tienen depresión o sufren un trastorno obsesivo-compulsivo, o un trastorno por consumo de sustancias… pacientes que, además, se dan perfecta cuenta de que les gustaría no estar anclados en su enfermedad”. Son palabras del nuevo presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), el Dr. Celso Arango, en relación con los que venden felicidad amparados por la moda del 'pensamiento positivo'. “¿Han hecho algún estudio que demuestre que pueden convertir en felices a los infelices?”, se pregunta Arango.
El nuevo presidente de la SEP se ha propuesta terminar con el “estigma que, a lo largo de la historia, ha perseguido a la Psiquiatría, y peor todavía, a las personas que padecen un trastorno mental grave”. De hecho -afirma el psiquiatra-, a un paciente que sufre una patología mental “le causa más malestar interno que los vecinos le miren mal, o que no le hablen, o que no quieran que forme parte de esa comunidad, que ‘escuchar voces’”. Con respecto al drama de los suicidios, el Dr. Arango destaca que “la formación de médicos de Atención Primaria, las campañas de sensibilización, etc pueden reducir el número de este tipo de muertes. Dinamarca, después de haber llevado a cabo planes de prevención, ha pasado de ser uno de los países con mayor tasa de suicidio del mundo a ser uno de los países con menor tasa en Europa”.
-Como nuevo presidente de la SEP, su objetivo prioritario es aunar a toda la Psiquiatría española en un proyecto común que fomente un mayor protagonismo de los mensajes positivos de la profesión como estrategia para terminar con el ‘estigma’. ¿A qué estigma se refiere?
Me refiero al estigma que, a lo largo de la historia, ha perseguido a la Psiquiatría, y peor todavía, a las personas que padecen un trastorno mental grave. Es un estigma que, en muchas ocasiones, está originado por una falta de conocimiento y por una serie de asociaciones que se hacen cuando no somos capaces de predecir algo. Tradicionalmente, se ha relacionado a la Psiquiatría con aspectos negativos: debilidad de la persona, violencia o agresividad… e incluso en los medios de comunicación se utilizan términos médicos como esquizofrenia o psicosis para hablar de cosas que no se parecen en nada a esos trastornos.
-¿En ese sentido, la población general española aún esconde que va al psiquiatra, por miedo a que se les tilde de ‘locos’ o de personas que ‘están mal de la cabeza’?
Sí, se hace… aunque se hace menos que antes… de hecho, incluso ahora lo que es la parte más psicológica de la palabra es algo que está bien visto y, en un determinado nivel socioeconómico, gusta decir que -igual que se tiene un personal trainer o un coach- se tiene un psicólogo personal. La parte de la Psiquiatría todavía está denostada, todavía hay miedo a lo que es la reacción de la sociedad. Y eso es terriblemente injusto. Cuando uno ha visto suficientes casos tras muchas horas en la consulta y habla con los pacientes y sus familias, percibe que, en ocasiones, produce mayor desazón o más dolor o carga el rechazo y la respuesta que tiene la sociedad ante estos trastornos, que los síntomas del trastorno por sí mismos. O sea, a un paciente le causa más malestar interno que los vecinos le miren mal, o que no le hablen, o que no quieran que forme parte de esa comunidad, que ‘escuchar voces’. Sucedió en su día con el virus del VIH, cuando estaba totalmente estigmatizado; llegó a suceder cuando desconocíamos mucho sobre el tema del cáncer (tiempo atrás se llegó a decir que algunos cánceres podían ser contagiosos), y si bien todos esos prejuicios han ido desapareciendo, no ha sido así del todo con los trastornos psiquiátricos.
Estoy convencido de que la relación de la Psiquiatría con ese conjunto de aspectos negativos tiene que ver con el desconocimiento. Por lo tanto, los profesionales tenemos la obligación de dar a conocer que, en el ámbito de la Psiquiatría, igual que en el resto de disciplinas médicas, se avanza en el conocimiento científico y se descubren nuevas maneras de mejorar el diagnóstico, el screening y el tratamiento. Por otro lado, hay una relación inversa entre el nivel de formación /estatus del país y el estigma que tiene nuestra profesión: el estigma es mayor en países más pobres y menor en países más ricos.
-Otro de sus retos es trabajar para la elaboración de un plan nacional de prevención del acoso escolar en los colegios. ¿Cómo debería ser ese programa, a quién debería implicar?
El plan es un ejemplo. A día de hoy, conocemos los efectos nocivos del acoso escolar (bullying) en los colegios a nivel de Psiquiatría, a nivel de medicina en general y a nivel social. Es un problema de salud pública: el acoso escolar afecta en el sentido de que se multiplica por dos el número de suicidios, aumentan por tres los casos de depresión y ansiedad, se duplican los casos de psicosis, etc, En otros países ya existe un plan nacional de prevención del bullying; es un buen ejemplo de cómo podemos disminuir la incidencia de patologías mentales, y además de una manera coste-efectiva.
No obstante, el bullying no es el único problema, también hay otros: aumenta la diabetes y la obesidad, disminuye el rendimiento académico y las posibilidades de tener empleo, se reducen las ganancias económicas de aquellos que acaban teniendo empleo, etc.
Es decir, igual que digo eso, lo del acoso escolar, digo que es necesario un plan nacional de prevención del suicidio, o un plan nacional de intervención temprana en psicosis. O sea, que tenemos que ser capaces de hacer prevención en salud mental: prevención primaria y secundaria, no terciaria, y hacerlo guiados por la evidencia. Hay que ver dónde, realmente, puede registrarse una disminución de las patologías mentales y qué intervenciones pueden llevarse a cabo para ahorrar dinero al sistema público, y no digo el sistema de sanidad pública, digo el sistema público en general, porque muchas de estas intervenciones, como el aprendizaje socio-emocional en los colegios, se traducen en un ahorro, por ejemplo, a nivel de justicia (hay menos gente en la cárcel). Implementar acciones basadas en la evidencia para reducir la incidencia de los trastornos mentales, y, una vez que éstos han aparecido, procurar que su curso o pronóstico sea mejor -por ejemplo, realizando una intervención temprana en psicosis-, es una de las líneas que tenemos que intentar conseguir en los próximos años.
-Ahondando en el terrible problema de los suicidios… ¿cómo piensa abordar este tipo de tragedias desde su cargo?
Esta semana tenemos ya una primera reunión de trabajo para la futura elaboración de un Libro Blanco sobre el suicidio en España. Hay 17 comunidades autónomas (CCAA) y cada una de ellas tiene o no tiene planes estratégicos de salud mental, donde incluye o no incluye intervenciones para reducir el suicidio. Aunque no toda persona que se quita la vida sufre un trastorno mental, más del 90% de esos sujetos sí que lo padecían. La formación de médicos de Atención Primaria, las campañas de sensibilización, etc pueden reducir el número de este tipo de muertes. Dinamarca, después de haber llevado a cabo planes de prevención, ha pasado de ser uno de los países con mayor tasa de suicidio del mundo a ser uno de los países con menor tasa en Europa. O sea, podemos reducir el número de suicidios, pero para ello hace falta que haya una serie de mínimos que deben cumplir las distintas CCAA y que haya una inversión inicial.
-También se propone trabajar para la creación de unidades de psicosis…
Sí, hemos publicado un Libro Blanco de la intervención temprana en psicosis en España, donde decimos que, en caso de sufrir un primer episodio psicótico, sólo el 32% de la población española va a tener acceso a una de estas unidades de intervención temprana. Eso, comparado con el 100% del Reino Unido, Dinamarca, Australia o Noruega, nos deja muy lejos de lo que sería ideal u óptimo y de lo que entidades sin ánimo de lucro, basadas en la evidencia NICE del Reino Unido, recomiendan. En el Reino Unido, por ley, cualquier ciudadano que sufra un primer episodio psicótico tiene que ser tratado en una unidad multidisciplinaria, una unidad de intervención temprana en psicosis, en menos de 7 días. ¿Por qué? Porque se ha demostrado que disminuyen las tasas de rehospitalización, que son muy caras; disminuye el suicidio, que es una desgracia enorme; disminuyen las posibilidades de acabar desempleado, es decir, mejora el acceso al trabajo de estas personas… y además, hay un retorno económico de 18 libras por cada libra invertida en dichas unidades.
-De cara a su mandato figura, asimismo, mejorar el abordaje frente a los daños nocivos que puede tener el cannabis en ciertos adolescentes. ¿Qué es lo que actualmente se está haciendo mal en este ámbito?
Yo creo que ha habido una banalización. Por otra parte, preguntas muchas veces: ‘¿es malo el azúcar?’ Pues no es malo, pero demasiado sí, y por eso ha habido todas estas campañas sobre obesidad en los colegios… Para ser más concretos: hay gente que toma azúcar y no le pasa nada, pero hay otros que toman azúcar y, como son diabéticos, tienen serios problemas. Con el cannabis pasa algo parecido: hay personas que pueden fumar cannabis y no pasarles absolutamente nada (no pasarles nada más que padecer los efectos nocivos del hábito de fumar y los efectos del cannabis como sustancia en sí, pero sin ‘psicotizarse’ por mucho que fumen), mientras que hay otras que, bien desde el punto de vista genético, bien desde el punto de vista de neurodesarrollo, ven como su cuerpo reacciona hasta el extremo de que se producen síntomas psicóticos (delirios, alucinaciones), y estos síntomas permanecen una vez que ha desaparecido el factor precipitante, que es el consumo de cannabis.
Por lo tanto, hay una clara relación entre el consumo de esa sustancia, especialmente si se trata de cannabis de alta potencia, y un mayor número de casos de psicosis. Tenemos 7 veces más casos de psicosis en el sur de Londres o en Ámsterdam que en ciudades como Santiago de Compostela.
-Usted se propone ‘rescatar’ la Especialidad de Psiquiatría de la Infancia y de la Adolescencia. ¿En qué momento se encuentra este tema?
Es una especialidad que ya existió, puesto que se creó en el año 2014. Yo mismo fui el presidente de la Comisión Nacional de Especialidades de Psiquiatría del Niño y Adolescente. El Gobierno en su momento cometió una torpeza. Me explico: cuando se crea una nueva especialidad de medicina, tiene que hacerse por Real Decreto. Y, como les cuesta mucho sacar reales decretos, por aquel entonces sacaron muchas cosas en un mismo Real Decreto. Una de las cosas que incluyeron nada tenía que ver con la especialidad, sino que era un tema de troncalidad, y el Real Decreto se impugnó. Como se impugnó, se cayó todo lo que había en el texto, con lo cual la especialidad apareció y desapareció.
Eso fue en 2014. Desde entonces hemos trabajado codo con codo con el Ministerio de Sanidad para intentar que ese daño colateral fuese mantenido el menor tiempo posible y se volviera a crear otra vez la especialidad siguiendo las directrices de la Comisión Europea, siguiendo lo que opinan el resto de disciplinas médicas de este país, siguiendo lo que opinan las asociaciones científicas de Psiquiatría de nuestro país, siguiendo lo que opinan y piensan las asociaciones de pacientes, familiares, etc. De los 17 pasos que, según el procedimiento, hay que dar para aprobar un nuevo Real Decreto para la creación de una especialidad, se dieron 16. Cuando llegó el último Gobierno tenía que darse el paso 17, que consistía en remitir la propuesta al Consejo de Estado. Sin embargo, se nos ha dicho que no van a seguir adelante con ninguna especialidad, ni con esta ni con ninguna, y que se están repensando cómo harán, en el futuro, un Real Decreto para la aprobación de nuevas especialidades.
Han actuado sin tener en cuenta que la Especialidad de Psiquiatría de la Infancia y de la Adolescencia ya existía, sin tener en cuenta que se ha seguido el procedimiento al uso, o sea, el vigente a día de hoy, y que el nuevo procedimiento en el que están pensando no paraliza el actual. Es un ejemplo más de una muy mala gestión por parte del Ministerio de Sanidad en todo lo que tiene que ver con volver a tener la Especialidad de Psiquiatría de la Infancia y de la Adolescencia, que ya teníamos. En definitiva, se trata de ‘rescatar’ la especialidad que en 2014 ya existía. De hecho, el Ministerio de Sanidad expidió títulos de especialista.
Han pasado cinco años en balde. Cinco años que no han servido para nada. ¿Y eso qué significa? Pues significa que hemos perdido la oportunidad de tener especialistas bien formados para tratar a los niños y adolescentes con trastornos mentales en España. Significa que cuando alguien va y habla de actuar precozmente, por ejemplo en autismo, y no permite que salga la especialidad, se está contradiciendo.
-¿Qué opina de la moda del ‘pensamiento positivo’ amparada en el concepto de autoayuda? ¿Quien no se siente feliz es porque no quiere sentirse feliz?
Decir ‘quien no se siente feliz es porque no quiere sentirse feliz’ es una solemne tontería. Y si no, que se lo digan a la pobre gente afectada por un cáncer infantil, o a aquellos que tienen depresión o sufren un trastorno obsesivo-compulsivo, o un trastorno por consumo de sustancias… pacientes que, además, se dan perfecta cuenta de que les gustaría no estar anclados en su enfermedad. O que se lo digan al inmigrante que está intentando un día tras otro cruzar un territorio… o al que está ahora mismo en Siria bajo un bombardeo y ve como mueren sus hijos.
La tristeza, no la patológica, sino la tristeza ‘normal’ o fisiológica, la reactiva ante acontecimientos que nos desbordan como seres humanos, es algo innato, es parte de la naturaleza humana. Yo entiendo que pretender sociedades que sean felices es algo así como reivindicar los anuncios de marketing de la Coca-Cola, por poner un ejemplo.
-Las redes sociales han ayudado a vender felicidad y a difundir la moda del 'pensamiento positivo'…
Toda la vida ha habido vendedores de crecepelo. ¿Dónde está la evidencia de que ese pensamiento funciona? ¿Han hecho algún estudio que demuestre que pueden convertir en felices a los infelices? Si el tema está ahora en redes sociales quiere decir que estamos ante un fenómeno preocupante, porque cualquiera puede crear escuela e instaurar una religión de eso… es decir, instaurar la religión de los que son siempre felices.