David González Jara, autor del libro ‘Los secretos de flora’ (Ariel): David G. Jara (@DavidGJara) es doctor y licenciado en Bioquímica por la Universidad Rey Juan Carlos I de Madrid y la Universidad de Salamanca, respectivamente. También estudió las licenciaturas de Ciencias Químicas y Ciencias Ambientales. Científico multidisciplinar y docente de formación, en la actualidad compagina su afición por la divulgación con la docencia como Profesor Titular en la especialidad de Biología y Geología en el CEO Mirador de la Sierra en Villacastín (Segovia). Es autor de varios ensayos científicos, algunos galardonados con el Premio Europeo de Divulgación Científica y el Premio Prismas de divulgación Casa de las Ciencias. En Ariel ha publicado ‘Bacterias, bichos y otros amigos’ y ‘El reino ignorado’.
Redacción Farmacosalud.com
Nunca un mundo tan silencioso ha tenido tanto que decir. Las plantas no hablan, no gritan, únicamente susurran cuando el viento agita sus tallos y mece sus hojas, pero lo que pueden llegar a revelar estremece hasta al más incrédulo. Pueden facilitar la vida como quitarla con tanta rapidez porque, en ese mundo prácticamente mudo, su altavoz es el inmenso poderío que atesoran. David González Jara, autor del libro ‘Los secretos de flora’, se erige en algo así como un portavoz autorizado del sorprendente y apasionante reino vegetal.
Escritos que, quizás, sean una flipada monumental
«Después de Marco Aurelio fueron muchos los personajes célebres, especialmente literatos, que se volvieron adictos a la flor de la adormidera. Quizás el más paradigmático de todos, debido a que en 1821 relató su experiencia de placer y dolor con el opio en su libro ‘Confesiones de un inglés comedor de opio’, haya sido el escritor romántico Thomas de Quincey; pero sabemos que otros muchos novelistas y poetas, como Edgar Allan Poe, Baudelaire, Rimbaud o Wilkie Collins, también consumían de forma habitual el producto extraído del fruto en forma de cápsula de la Papaver somniferum», escribe González Jara.
A tenor de esta revelación, está más o menos claro que el reino vegetal puede haberse convertido, en cierta manera, en musa de artistas, ni que sea accidentalmente… ¿o bien intencionadamente, mediante una activación en modo flipante?: “la literatura nos abre la puerta a una infinidad de mundos posibles que poco o nada tienen que ver con la realidad que vivimos cada día. Ciertas sustancias que sintetizan las plantas hacen algo parecido al conducirnos a lugares inimaginables a través de la alteración de nuestra percepción. No parece casual que muchos literatos en busca de inspiración hayan recurrido al uso de sustancias psicotrópicas presentes en el reino de la flora; de modo que tampoco parece descartable que alguna de sus obras haya sido escrita bajo el efecto de alguna droga de origen vegetal”, señala el autor de 'Los secretos de flora'.
La nicotina no nació para ser fumada, sino para ahuyentar a seres glotones
La obra de González Jara expone en público otras perlas de obligado conocimiento para todo mortal que quiera saber en qué mundo vive. Por ejemplo, en su libro se lee que, «en realidad, la nicotina que contiene el tabaco es una sustancia fabricada por algunas plantas (especialmente por la especie Nicotiana tabacum) para defenderse de los herbívoros que tratan de depredarla. Es una estrategia que no resulta demasiado económica, pero deshacer unos cuantos cigarrillos en un recipiente con agua y, pasados unos días, rociar con ella los rosales del jardín permite librarlos de los insidiosos pulgones».
Curioso... un alcaloide (la nicotina) que repele a los bichos pero que atrae a los humanos, en concreto a los fumadores… “muchos, muchísimos de los elementos que fabrican las plantas son metabolitos secundarios que emplean para defenderse de los herbívoros. Estas moléculas desencadenan su toxicidad cuando actúan sobre una serie de receptores que posee el insecto, pero que también tenemos nosotros, por lo que desde este punto de vista, la nicotina es un veneno para ambos. La clave está en el tamaño del individuo: las pequeñas dosis de nicotina a las que se expone un fumador impiden que se manifieste su toxicidad, pero no evita que un consumo continuado induzca a cambios sobre su sistema nervioso. De hecho, son las alteraciones a nivel cerebral provocadas por la nicotina las responsables de que esta sustancia sea tremendamente adictiva para el ser humano”, describe este licenciado en Bioquímica.
“Son muy pocos los antídotos que conocemos”
En ‘Los secretos de flora’ se abordan, inevitablemente, las plantas homicidas o venenosas. Y, a este respecto, se confirma que, en ocasiones, vale la pena saber poco o casi nada de alguna faceta de la vida… o de la muerte, claro, vista la desprotección en la que estamos instalados. Porque, “en realidad -admite González Jara-, son muy pocos los antídotos que conocemos que sirvan para tratar un envenenamiento de origen vegetal. Y los que existen, como la naloxona, que revierte los efectos de la morfina y otro tipo de opioides, no tienen su origen en el mundo vegetal. Lo que sí es cierto es que, dentro del mundo de las plantas, encontramos muchos de los más potentes venenos conocidos, pero también multitud de sustancias que pueden ser, y de hecho algunas ya lo son, empleadas para tratar y curar enfermedades”. Bueno, pues, visto así, quizás sí que valga la pena ahondar en este tipo de cuestiones...
Sí, vale la pena porque los seres humanos del presente, tan imbuidos como estamos de nuestra inmensa sapiencia -ya fabricamos Inteligencia Artificial (IA) a puñados-, no sabemos de la misa ni la mitad sobre cuánto nos puede ofrecer aún la naturaleza. Preocupante, cuanto menos, preocupante: “los vegetales son los grandes alquimistas de la naturaleza, productores de una ingente cantidad de moléculas que, históricamente, hemos empleado para combatir la malaria, mitigar el dolor y la inflamación o para tratar el cáncer. Actualmente, el 25% de los fármacos que utilizamos proceden directa o indirectamente del mundo de las plantas. Con estos escuetos datos, podemos hacernos una idea del tesoro químico que esconde el reino vegetal, y del que sólo hemos aprovechado una ínfima cantidad. Las investigaciones científicas irán revelando muchos de los secretos químicos que esconden las plantas, algunos de los cuales servirán para mejorar nuestra calidad de vida”, aduce el autor del nuevo libro.
En cuestión de favoritismos sobre especies vegetales, a González Jara le resulta difícil elegir una de ellas como la gran excelsa entre las excelsas, “pues algunas son especialmente bellas, mientras que otras presentan adaptaciones sorprendentes al medio en el que se desarrollan; las hay que son capaces de cazar insectos, e incluso conocemos algunas que se mimetizan simulando ser piedras o esparcen sus semillas mediante pequeñas explosiones”.
“Pero si nos atenemos a la capacidad para producir sustancias que resultan útiles para el ser humano, no dudo en elegir al árbol del cacao o cacaotero (Theobroma cacao). El cacao no es sólo el principal ingrediente del chocolate, sino que además contiene más de quinientos componentes químicos, entre los que se encuentran potentes antioxidantes y moléculas que incrementan el flujo sanguíneo a nivel cerebral y, con ello, favorecen la memorización y el aprendizaje. A buen seguro que, en no demasiado tiempo, la ciencia nos irá revelando otros muchos secretos que esconde la química que maneja el cacaotero”, asegura.
El ‘plátano de sombra’ puede aportar mucha luz antipatógena
Y hay más. A modo de ejemplo, el poderío oculto de un árbol muy habitual en las ciudades: «este todoterreno del mundo vegetal es muy apreciado en el medio urbano tanto por la sombra que producen sus grandes hojas palmeadas (no en vano al híbrido Platanus × hispanica lo llamamos ‘plátano de sombra’) como por su capacidad para acumular contaminantes en la corteza y capturar materia particulada con sus hojas. Más allá de las enormes cantidades de polen que fabrican sus flores, los científicos han descubierto otro tipo de sustancia que los plátanos también sintetizan en abundancia y que ocultan como un tesoro en su corteza, hojas y frutos: unos compuestos químicos de naturaleza fenólica que se denominan de forma genérica ‘platanósidos’. Estas sustancias son, como tantas otras en otros tantos vegetales, metabolitos secundarios que el árbol utiliza para protegerse de microorganismos y animales herbívoros, y que en ciertos contextos el hombre ha empleado en su propio beneficio.
Los primeros ensayos realizados con los metabolitos que produce el plátano occidental han descubierto al menos cuatro sustancias capaces de impedir el crecimiento del Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM). El SARM es probablemente la bacteria multirresistente a los antibióticos más peligrosa para los humanos, por su dificultad para tratar las infecciones que provoca y por el hecho de propagarse a través del simple contacto con la piel».
¿Qué más nos depara el jardín, el bosque, la selva, el páramo, el desierto…? Sólo la flora, un mundo tan silencioso como circunspecto, lo sabe… y quizás, con suerte, la literatura vuelva a convertirse en su mayor propagandista.