Redacción Farmacosalud.com
Fiebre. Tan conocida y al mismo tiempo tan desconocida. Por ejemplo, nos alarmamos cuando sube la temperatura corporal, pero eso no tiene por qué significar que esas décimas de más sean el enemigo: “Es habitual tratar los episodios febriles, aunque existen pruebas de que la fiebre resulta más beneficiosa que perjudicial; la excepción es el paciente con antecedentes de convulsiones febriles”, comentan las doctoras Francisca Yagüe Torcal y Victoria López Corominas, facultativas del servicio de Urgencias de Pediatría en el Hospital Universitario Son Espases (Palma de Mallorca) y miembros de la Sociedad de Pediatría Balear (SOPEBA). De hecho, "la fiebre es la respuesta a una determinada enfermedad; sin embargo, los padres clásicamente han asociado la mala evolución de sus hijos enfermos con la presencia de la fiebre y no con la enfermedad que la provoca", explican. Otro ejemplo… a veces, en una infección grave, no se registra un ascenso de la temperatura corporal: “Los mecanismos que regulan la temperatura (termorreguladores) de los niños de menos de 3 años aún no están completamente desarrollados y por ello no funcionan bien. En muchas ocasiones, ante enfermedades banales sube mucho la temperatura y, sin embargo, en una infección grave, sobre todo en lactantes menores de 2 meses, pueden no presentar fiebre o ser muy escasa”, señalan Yagüe y Corominas.
Y, en cuanto a los métodos tradicionales para bajar la fiebre, ambas doctoras también puntualizan que “los métodos físicos (toallas, sábanas mojadas o baños) no están aconsejados, incluso pueden ser contraproducentes si no se combinan con antipiréticos. Si se utiliza el baño para bajar la temperatura debe ser con agua tibia y dejar que se enfríe lentamente, nunca con agua fría. Y está totalmente contraindicado realizar friegas de alcohol”.
-El temor exagerado e infundado respecto de la fiebre, o fiebre-fobia, existe, claramente, en nuestro medio [1]. ¿Esa reacción exagerada frente a los estados febriles sólo afecta a padres primerizos o también incluye a progenitores que tienen más de un hijo/a?
Una de los motivos principales, sino el mayor, de una familia para acudir al pediatra es la fiebre. Según algunos estudios realizados en hospitales pediátricos, sí que existe el temor exagerado y sin fundamento a la fiebre, y eso provoca acciones potencialmente de riesgo y aumenta la angustia por la enfermedad del hijo; debería ser una fobia reconocida para así poder actuar sobre ella educando en la salud y así neutralizarla o al menos moderarla. En principio, todas las patologías de los hijos preocupan más en el caso de los padres primerizos, pero en el caso de la fiebre el pánico se mantiene aunque se tengan varios hijos, lo que provoca múltiples visitas, muchas veces innecesarias, tanto al pediatra habitual del niño como a los servicios de urgencias.
-En un artículo[2] se sostiene que la fiebre-fobia es un término que expresa el temor de padres y médicos ante la presencia de fiebre en el niño. ¿Realmente también hay facultativos de la medicina que toman excesivas medidas para atajar la fiebre infantil?
La fiebre es la respuesta a una determinada enfermedad; sin embargo, los padres clásicamente han asociado la mala evolución de sus hijos enfermos con la presencia de la fiebre y no con la enfermedad que la provoca. Quizá esta excesiva preocupación de los padres se ha trasladado al personal sanitario y, en lugar de conseguir moderar la angustia de las familias, en estudios realizados en el sector sanitario se ha objetivado que se sobreactúa frente a la fiebre, incluso por parte de los profesionales.
-Aunque ustedes sean pediatras, nos gustaría preguntarles si tienen constancia de lo siguiente: ¿la fiebrefobia también afecta a adultos que cuidan de pacientes no pediátricos o incluso afecta a los mismos pacientes adultos que presentan fiebre?
Nuestra sociedad se ha medicalizado y actualmente el consumo de medicamentos en general ha aumentado. Es de suponer que la fiebrefobia también afectará a adultos que cuiden a pacientes no pediátricos. El miedo irracional hace que se administren en exceso medicamentos que, además de atentar contra la fisiología misma de la fiebre, aumentan la incidencia de efectos adversos que pueden incidir negativamente en la salud.
-¿Cuándo se habla de febrícula y cuando de fiebre?
Fiebre: temperatura axilar > 38ºC o rectal >38,5ºC.
Fébrícula: Temperatura más alta de lo normal pero sin llegar a fiebre: temperatura axilar >37ºC y <38ºC.
Cuando se alcanzan los 40ºC hay que acudir al pediatra para que el niño sea evaluado, aunque no sea siempre sinónimo de enfermedad grave.
-¿Ante la febrícula, hay que administrar algún tratamiento al paciente pediátrico?
No, en esta circunstancia hay que observarle y esperar a ver si sube o bien desaparece espontáneamente. Para ello no lo abrigaremos demasiado, le tendremos con ropa cómoda y mantendremos la casa a una temperatura de ambiente normal, no demasiado caliente.
-¿Cuándo hay que dar algún tipo de medicamento para la fiebre en niños?
Es habitual tratar los episodios febriles, aunque existen pruebas de que la fiebre resulta más beneficiosa que perjudicial; la excepción es el paciente con antecedentes de convulsiones febriles. El dar o no una medicación dependerá más del estado general del niño que de un determinado nivel de temperatura. Como norma general, cuando el termómetro marque más de 38ºC se puede dar un antitérmico (paracetamol o ibuprofeno) para que le baje y el niño se encuentre mejor. Si se da en jarabe, el efecto suele empezar al cabo de 30-45 minutos. Si se da en supositorio (paracetamol o metamizol) el efecto será un poco más rápido. El efecto consiste en hacer bajar la temperatura del niño 1 ó 2 grados sobre la temperatura previa, es decir, si tenía 39º no le bajará hasta 36º. Este descenso durará entre tres horas y media a cuatro, volviendo a subir la temperatura cuando ceda dicho efecto.
La mayoría de los síndromes víricos son autolimitados y sólo requieren administrar antipiréticos y aumentar la ingestión de líquidos por el riesgo de deshidratación. El niño también se beneficiará de otras medidas como por ejemplo mantener la temperatura del ambiente normal, evitando abrigarle demasiado; el niño debe estar vestido cómodamente y hay que dejar que haga lo que quiera (estar acostado o levantado). Hay que ofrecerle líquidos -seguramente tendrá más sed- pero no forzarle a comer… aunque pierda algo de peso, ya lo recuperará cuando mejore. Por este motivo siempre recomendamos que no vuelvan a la guarderías hasta que hayan superado el proceso febril (al menos deben haber permanecido 24 horas afebriles en el domicilio), y si es posible que hayan recuperado el apetito.
-¿Cuándo hay que administrar analgésico y cuándo no para la fiebre en población pediátrica?
Los analgésicos que habitualmente utilizamos en pediatría (paracetamol, ibuprofeno o metamizol) tienen también efecto antitérmico, por lo que estaría indicado administrarlos cuando haya fiebre superior a 38ºC, como ya hemos explicado anteriormente, y también cuando el niño tenga dolor, independientemente de la fiebre, por ejemplo en las otitis, que generalmente son muy dolorosas.
El paracetamol es el más seguro para los niños de corta edad y, como norma general, debe evitarse el ácido acetilsalicílico en niños y adolescentes.
-En pediatría se suelen dar fármacos antipiréticos (antitérmicos) que a la vez tienen propiedades analgésicas (calman el dolor) ¿En niños, es bueno o no reforzar esa combinación alternándola con un antipirético más potente si la fiebre es muy alta?
Estuvo muy de moda la alternancia entre el paracetamol y el ibuprofeno, pero posteriormente -aunque se pueda hacer en casos seleccionados- se ha considerado que no es lo aconsejado. Ambos fármacos pueden tener efectos secundarios, así que mejor sólo dar uno. Asimismo, las dosis de los dos fármacos son muy dispares y han llevado a muchas confusiones, y con ello a posteriores intoxicaciones, cuando se usan de forma alterna.
Hoy en día recomendamos que si es posible controlar la fiebre con uno de ellos (con el que se esté habituado a las dosis), permanecer con uno. Sin embargo, si la temperatura es muy alta -no se puede controlar porque sube a las pocas horas- se pueden utilizar los dos y además ayudarse de medidas físicas, como paños o baños templados.
-¿Cuándo hay que poner al menor en la bañera en caso de fiebre?
Los métodos físicos (toallas, sábanas mojadas o baños) no están aconsejados, incluso pueden ser contraproducentes si no se combinan con antipiréticos. Si se utiliza el baño para bajar la temperatura debe ser con agua tibia y dejar que se enfríe lentamente, nunca con agua fría. Y está totalmente contraindicado realizar friegas de alcohol. Cuando se tiene fiebre no te resulta agradable que te den un baño, así que se podría dar sólo en casos imprescindibles.
-¿Cuándo hay que llevar el lactante en estado febril a Urgencias?
Hay que llevar al niño si su temperatura supera los 40ªC, o si tiene fiebre y es menor de 6 meses.
También habrá que llevar al niño -sea lactante o no- si:
-el niño respira con dificultad.
-si es un lactante y está muy irritable.
-si está muy decaído, poco activo y se queda dormido aunque consigamos controlar la temperatura con los antitérmicos, sobre todo si presenta mucho dolor de cabeza y vomita.
-si no es capaz de tragar (es muy importante la hidratación en los niños).
-si le aparecen manchas de color rojo por el cuerpo (sobre todo aquellas que no desaparecen a la presión).
-si empieza a decir cosas incoherentes, impresiona por estar ausente, o no responde normalmente.
-si da la sensación de gravedad.
-¿La fiebre evoluciona igual en un lactante que en un niño de 3 años, por poner un ejemplo?
Los mecanismos que regulan la temperatura (termorreguladores) de los niños de menos de 3 años aún no están completamente desarrollados y por ello no funcionan bien. En muchas ocasiones, ante enfermedades banales sube mucho la temperatura y, sin embargo, en una infección grave, sobre todo en lactantes menores de 2 meses, pueden no presentar fiebre o ser muy escasa. Según como se encuentre el niño, si presenta aspecto de gravedad aunque no tenga fiebre, habrá que acudir al centro médico.
-¿Cómo se distingue una convulsión por fiebre de la que no está originada por este motivo?
Las convulsiones febriles (CF) son un proceso común en la infancia y suponen la manifestación convulsiva más frecuente en los servicios de urgencias de pediatría. Consisten en una crisis convulsiva asociada a temperatura mayor de 38ºC, sin infección del sistema nervioso central ni alteración metabólica, que aparece en lactantes y niños de entre 6 meses y 6 años de edad. Se descartan aquellos niños que hayan presentado una historia previa de convulsión afebril.
-Pueden ser típicas: aquellas que duran menos de 15 minutos, son generalizadas (tónico-clónicas, tónica, clónicas o atónicas) y no recurren en las primeras 24h.
-Las atípicas: duran más de 15 min, o son focales o recurren en menos de 24h.
Las convulsiones febriles son un trastorno familiar, más frecuente en varones, que suelen aparecer el primer día de la fiebre.
El riesgo de mortalidad de la propia convulsión febril es prácticamente nulo (hay que explicarlo a los padres porque les genera mucha angustia). Tras la primera convulsión febril el riesgo de recurrencia es de un 25%, aumentando a medida que presentan más episodios y si el paciente es menor de 1 año, si existe historia de CF en familiares de primer grado, si las CF aparecen con escasa fiebre, o bien existe poco tiempo entre el inicio de la fiebre y la aparición de la CF.
No se ha podido demostrar que las CF típicas causen daño cerebral alguno, daños que son excepcionales en las CF complejas. Sí se ha asociado daño neuronal en las CF prolongadas y recidivantes, por lo que en niños con antecedentes de convulsiones febriles, a veces los pediatras aconsejan administrar medicación anticonvulsivante si la crisis dura más de 3-5 minutos.
-El termómetro de mercurio está en desuso, pero no faltan los que defienden sus virtudes ante el termómetro electrónico…
Los termómetros de mercurio están actualmente en desuso por la toxicidad del mercurio. Si se rompen, el mercurio que se libera es tóxico para el medio ambiente y es por ello que no deben utilizarse. Sin embargo, es cierto que eran los más exactos.
Actualmente el termómetro más fiable es el de galio, aunque presenta el inconveniente de que para hacer una medición correcta requiere más tiempo (cuatro minutos si se mide temperatura axilar y dos si se hace rectal). Además, al ser de vidrio puede romperse.
El termómetro digital axilar es más rápido y no se rompe con facilidad, pero no hace mediciones exactas.
El termómetro ótico en los lactantes no es fiable porque tienen un conducto auditivo pequeño. Los termómetros de frente, chupete… no son fiables.
-Por cierto, hace unas semanas FACUA-Consumidores en Acción aseguraba que Dalsy 20 mg/ml suspensión oral omite en su prospecto efectos secundarios relacionados con la capacidad psicomotriz de los menores [3]. La asociación advertía que el medicamento contiene un colorante amarillo anaranjado que puede provocar en algunos casos "efectos negativos sobre la actividad y la atención de los niños", algo a lo que no se hace alusión en el prospecto.
Posteriormente, FACUA hizo un llamamiento a la calma ante un comunicado de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) en el que se señalaba que no hay motivo para la alarma. Por si todavía hubiera algún progenitor preocupado… ¿hay alguna razón para alarmarse por el tema Dalsy?
En absoluto hay que alarmarse. Para que pudiera producir los efectos tóxicos a los que se refiere FACUA tendrían que tomarse casi 20 veces la dosis antitérmica que habitualmente utilizamos los pediatras. Por ello, la Agencia Española de Medicamento y productos Sanitarios, organismo dependiente del Ministerio de Sanidad, ha emitido un comunicado en el que dice literalmente "el contenido de colorante E-110 en el medicamento Dalsy 20 mg/ml, suspensión oral, hace altamente improbable que se alcancen dosis que se acerquen siquiera a la ingesta diaria admisible para el contenido de este colorante en los alimentos. Por ello, se considera que la información actualmente contenida en la ficha técnica, etiquetado y prospecto del medicamento es adecuada y que no hay motivo para la alarma".
También la Asociación Española de Pediatría recalca que la información de FACUA no debe ser motivo de alarma entre los padres, ni es razón “para dejar de utilizar el medicamento”.
Referencias
1. MORAGA M FRANCISCO, HORWITZ Z BENJAMÍN, ROMERO S CAROLINA. Fiebrefobia: conocimiento y actitud de los padres respecto de la fiebre. Rev. chil. pediatr. [Internet]. 2007 Abr [citado 2016 Sep 21] ; 78( 2 ): 160-164. Disponible en: http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0370-41062007000200006&lng=es. http://dx.doi.org/10.4067/S0370-41062007000200006
2. Razón Behar Roberto. Fiebrefobia. Rev Cubana Pediatr [Internet]. 2011 Dic [citado 2016 Sep 21] ; 83( 4 ): 431-441. Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-75312011000400011&lng=es
3. Web de FACUA. ‘El medicamento para niños Dalsy omite en su prospecto algunos efectos secundarios, advierte FACUA’ https://www.facua.org/es/noticia.php?Id=10709