Redacción Farmacosalud.com
Coincidiendo con la 32º Reunión Anual de la Sociedad Española de Sueño (SES), celebrada recientemente en Sevilla de forma conjunta con el 27º Congreso de la European Sleep Research Society (ESRS), se ha dado a conocer un anticipo de lo que será la ‘Guía Faros sobre el sueño normal y sus trastornos en Pediatría’. El nuevo documento, que se publicará el año que viene en formato digital, aborda un amplio abanico de temas, entre los que se encuentra un aspecto “generalmente olvidado”, como es el descanso nocturno de las madres durante la gestación, señala el Dr. Óscar Sans, coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la Sociedad Española de Sueño (SES) y jefe de la Unidad de Trastornos del Sueño del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona. En esta línea, cabe destacar que recibir suplementos de hierro y tener una buena higiene del sueño son soluciones ideales para las embarazadas que no duermen bien.
“Durante el embarazo hay, clásicamente, un período de anemia fisiológica, es decir, la madre suele tener bajos niveles de hierro y de ferritina (reservas de hierro). “A menudo, se asocian unas escasas reservas de ferritina o hierro a un mal descanso nocturno o a fragmentaciones del sueño. Si esas cantidades están bajas, es interesante que se suplemente a la gestante con hierro con el fin de mejorar su descanso. En caso de padecerse muchos despertares nocturnos y una vez verificada la presencia de escasos niveles de ferritina, se recomienda suplementar con 75 ng/ml de hierro (nanogramos por mililitro en sangre)”, arguye el Dr. Sans desde www.farmacosalud.com.
“Todas las otras medidas indicadas para que las gestantes puedan dormir bien son muy parecidas a las aplicadas en niños que tienen problemas para descansar por la noche: mantener unas correctas rutinas de higiene del sueño, llevar a cabo algo de ejercicio físico (pero no practicarlo a últimas horas del día) y, sobre todo, prestar mucha atención a la mujer según la fase del embarazo (el sueño puede empeorar en el primer y tercer trimestre por efecto de una posible compresión del feto), cuando se dan las condiciones para que la embarazada pueda roncar o incluso sufrir apneas”.
Menores y escolaridad
En la guía hay un capítulo novedoso, el dedicado al sueño de los menores y la escolaridad, en el que se habla de las consecuencias de dormir mal -en cantidad o en calidad- y la posible visibilidad de este contratiempo en el colegio. Puesto que son síntomas que pueden observarse en clase, los profesores tienen la oportunidad de identificarlos: alumnos que se duermen en el aula, que caen en la desatención o incluso en la hiperactividad… “los niños más pequeños tienen más tendencia a estar desatentos, irritables o de malhumor a medida que transcurre la jornada, mientras que los adolescentes, además de ese malhumor, se quedan dormidos en clase”, argumenta el especialista.
La ‘Guía Faros sobre el sueño normal y sus trastornos en Pediatría' ha sido coordinada por el Hospital Sant Joan de Déu y ha contado con la participación de numerosos expertos en medicina pediátrica del sueño. El manual está orientado “básicamente a familias, pero también queremos que llegue a profesionales sanitarios que tienen contacto con este ámbito de la salud, sobre todo pediatras de Atención Primaria, que es el primer sitio donde los padres explican los problemas de sueño de sus hijos”, explica Sans mediante un comunicado. El nuevo documento, lejos de ser un tratado de fisiopatología sobre el descanso nocturno, tiene “un toque absolutamente divulgativo para que las familias entiendan la importancia del sueño y sepan qué hacer y dónde acudir si tienen problemas de este tipo con sus hijos o adolescentes”, agrega.
¿Qué es el ‘sueño normal’?
La guía parte de lo más esencial -explicar por qué el sueño es importante- y ofrece información sobre lo que es el ‘sueño normal’ y sus peculiaridades en cada etapa (es importante saber qué es lo natural y sano para saber diferenciarlo de lo patológico).
Pero… ¿qué es el ‘sueño normal’? “Las necesidades a la hora de dormir son diferentes en función de la edad pediátrica”, contesta el Dr. Sans. Así, es natural que, en los primeros meses de vida, los lactantes necesiten muchas más horas de sueño, de la orden de entre 14-17 horas, pero a medida que los menores van creciendo esas necesidades disminuyen. Además, el descanso diurno, las famosas ‘siestas’ de los niños, deben dejar de hacerse a partir de los 5 años de edad, cuando el sueño ya debería estar consolidado solamente durante el período nocturno. Luego se pasa a 11-12h de sueño en edad preescolar, 10h en edades escolares y unas 9h en la adolescencia. “Dejemos el mito de las 8 horas para el adulto”, remarca el coordinador del grupo de trabajo de Pediatría de la SES.
Parasomnias, insomnio, síndrome de retraso de fase…
El manual, asimismo, aporta contenidos sobre el sueño de los niños con trastornos del neurodesarrollo (TDAH, autismo, etc.) y sobre las alteraciones del descanso más habituales. De los más de 100 trastornos de esta clase, los más frecuentes en pediatría son:
• Parasomnias, que son aquellos eventos que ocurren durante el sueño, como el sonambulismo, terrores nocturnos o despertares confusionales y, evidentemente, las pesadillas. Son muy frecuentes, ya que se manifiestan en un 20-30% de la población pediátrica.
• insomnio, o dificultad para iniciar o mantener el sueño. Afecta aproximadamente a un 20% de la población infantil
• síndrome de apnea obstructiva del sueño, muy similar a la de los adultos. Se generan ronquidos y pausas respiratorias durante la noche, lo que provoca un sueño fragmentado, de mala calidad. Es una alteración que incide en entre el 2-4% de la población pediátrica
• Síndrome de las piernas inquietas. Igual que en personas de mayor edad, los menores pueden quejarse de malestar en las piernas, lo que les dificulta el proceso de iniciar o mantener el sueño. También les puede fastidiar durante el día. Este síndrome afecta a un 1-2% de la población pediátrica.
• Trastornos asociados al ritmo circadiano, es decir, aquellos que guardan relación con el reloj central del organismo, el que regula el sueño y la vigilia. La más habitual de estas alteraciones se ve en adolescentes y se conoce como síndrome de retraso de fase (SRF). Son jóvenes que tienen tendencia a dormirse tardíamente durante la noche por experimentar un cronotipo muy parecido al de los búhos, o sea, un cronotipo nocturno (en humanos, inclinación a dormirse tarde y, si es posible, levantarse también tarde, por la mañana). “El problema es que estos jóvenes son pacientes que por la mañana tienen que ir al instituto y, eso, evidentemente, les provoca una privación de sueño”. La prevalencia del síndrome del retraso de fase oscila entre el 6-15% en la población adolescente.
La mejor terapia, hábitos de sueño saludables
El nuevo documento también aborda los tratamientos existentes para la población infantil que ve dificultada la conciliación con su descanso nocturno.
De entrada, cabe constatar que hay un conjunto de patologías -como las apneas, piernas inquietas, parasomnias, etc.- que constituyen el 20% de lo que son las afecciones del sueño pediátrico. El 80% restante de los trastornos guardan una estrecha relación con las rutinas y hábitos de sueño, es decir, muchos de los contratiempos a la hora de iniciar o mantener el descanso están vinculados con unas malas rutinas o hábitos.
“Cuando hablamos de todo esto -interviene Sans-, estamos remarcando que no sólo estamos hablando de poner el niño a dormir a la misma hora y levantarlo a la misma hora, sino que hay que cuidar todos los procesos básicos durante las 24 horas de la jornada, dado que todo lo que hacemos durante el día nos va a condicionar la manera en que vamos a pasar la noche, y al revés (cuanto mejor pasemos la noche, mejor pasaremos el día)”.
“De ahí que los horarios de las comidas sean tan importantes: sabemos que si hacemos una cena tardía, o incluso si visitamos la nevera tras la cena para practicar algo de picoteo (por ejemplo, viendo la ‘tele’), lo que va a pasar es que nuestro reloj central interprete, debido al proceso digestivo en curso, que todavía no toca ir a dormir, por lo que va a retrasarse la hora de inicio del sueño”, destaca el facultativo del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona.
Lo mismo ocurre con la actividad física: realizar ejercicio 2-3 horas antes de la hora de acostarse va a ir en contra de un inicio de sueño normalizado. Y, si a todo esto se le añade, durante el período vespertino, el uso de tecnología electrónica como teléfonos móviles, tablets u ordenador -en los que la luz brillante y azulada de la pantalla va a comunicar al cerebro que es de día-, “el potente estímulo lumínico resultante dará una sensación diurna, por lo que el cuerpo no se pondrá en modo sueño y, lógicamente, el comienzo del descanso llegará un poco más tarde”, advierte.
“En población infantil, no vale la pena iniciar ningún tipo de tratamiento farmacológico si todas las rutinas de higiene del sueño no están correctamente establecidas”, sentencia el Dr. Sans.
Reivindicar el descanso nocturno como el cuarto pilar de la salud
A juicio de este galeno, la Guía Faros trata de volver a reivindicar el descanso nocturno como el cuarto pilar de la salud: “tenemos claro que una buena alimentación es básica, lo mismo que una vida con movimiento y un buen estado emocional; pero quizás la parte del sueño la tenemos más olvidada. Y es una pena, porque al final el sueño interacciona con los otros pilares de salud… así que un buen descanso es importante para alimentarnos mejor, para hacer más ejercicio y para estar mejor emocionalmente”.
Por su parte, la Dra. Milagros Merino, presidenta de la SES, subraya que las alteraciones del sueño en la edad pediátrica son frecuentes, “pero a diferencia de lo que ocurre en la edad adulta, también afectan - muchas veces de manera intensa- a la calidad de vida del entorno familiar del niño o adolescente y no sólo a su propio desarrollo”. Los síntomas de esas alteraciones son motivo de consulta cada vez más frecuente en Atención Primaria, donde, en su opinión, “un buen número de los problemas podrían resolverse o evitarse con una buena información a cuidadores y profesores sobre los hábitos correctos”.
En ese sentido, para la Dra. Merino el manual presentado ahora contribuye a que los niños y adolescentes (y/o sus cuidadores y profesores) tengan cada vez más la capacidad de cuidar del descanso y se impliquen de forma “autónoma y eficaz” en el manejo y prevención de las enfermedades asociadas al sueño, siendo capaces de reconocer precozmente los signos de alerta propios de un problema de salud tan relevante.
“Es fundamental el reconocimiento de los problemas y trastornos del sueño en la infancia y adolescencia y, sobre todo, facilitar recomendaciones basadas en la evidencia científica. Igualmente, es muy importante facilitar herramientas a los profesionales sanitarios, profesores y cuidadores para afrontar estas alteraciones y minimizar su probable infradiagnóstico. Además, mediante una adecuada información de los más jóvenes, sería posible prevenir el desarrollo de muchos de los trastornos del sueño que aparecen en adultos”, asevera Merino, quien también recuerda que, durante los primeros años de vida, se vive una serie de “cambios importantes en el desarrollo que conducen a unos patrones de sueño y vigilia que estarán presentes finalmente en los adultos”.