Redacción Farmacosalud.com
Si alguien siente un temor desproporcionado e inexplicable por los cambios de rasante, es lógico pensar que se le haya generado una fobia a este tipo de pendiente por el miedo a que, de golpe y porrazo, enfrente suyo aparezca un coche circulando por el carril equivocado y pueda producirse un choque. Pero no, las denominadas fobias extrañas -médicamente deberían ser llamadas fobias complejas- son eso, complejas, y como buena muestra de ello el doctor Carles Lupresti, psiquiatra y gestor del Instituto Lupresti (Barcelona), explica el caso de un paciente al que le daba igual si por el otro lado de la carretera se acercaba un coche o no, dado que lo que en realidad le preocupaba era que tras la pendiente hubiera la nada y pudiera caer por un precipicio: “Me acuerdo de un señor que tenía una fobia que se caracterizaba por la imposibilidad de superar los cambios de rasante. Él, al no ver la continuidad de la carretera, tenía una sensación de vacío. Tenía que parar el coche, ir al otro lado para comprobar que seguía habiendo carretera, cuando él sabía perfectamente que la había, pero la tenía que ver, y a continuación volvía otra vez al coche para pasar por ese tramo hasta el próximo cambio de rasante, donde tenía que repetir la misma operación.”
Lupresti desea aclarar que, desde un punto de vista estrictamente psiquiátrico, la fobia se centra en el concepto del temor, en tanto que “desde hace relativamente pocos años la palabra ‘fobia’ ha salido un poco del entorno técnico -que sería ‘miedo desproporcionado’- y se ha utilizado como un término que equivale a rechazo. Hablamos de turismofobia o de homofobia, cuando en realidad lo que se quiere describir con este término es una cuestión de rechazo”. Según el doctor, otros trastornos complejos remiten a la fobia social, que sería “la percepción o la sensación de que cuando tú intervengas o cuando tú digas algo, vas a ser evaluado y juzgado negativamente”, o la agorafobia, que es el “miedo a que te pueda ocurrir algo y que cuando esto te ocurra te pueda ser difícil escapar o que te ayuden, o que con todo ello se muestre una vulnerabilidad ante los demás”.
-¿Cuándo se puede decir que una persona tiene una fobia?
Cuando se detecta que su respuesta frente a un objeto cualquiera (animal, por ejemplo) o una situación es claramente desproporcionada y además se mantiene en el tiempo a base de una conducta de evitación. De hecho, cada vez que se evita una situación fóbica se está reforzando de una forma inconsciente que el miedo se perpetúe.
-Usted sostiene que se tiende a pensar que este trastorno es consecuencia de un trauma, si bien en 9 de cada 10 casos existen causas genéticas de por medio. ¿Entendemos que son causas genéticas de tipo neurológico o mental?
Esta cuestión está en continua evolución y el debate es superinteresante. Si comparamos nuestro cerebro con un ordenador, podríamos decir que cuando nacemos llevamos en buena parte un programa Office incorporado. Esto quiere decir que hay algunas memorias ancestrales que se pierden en la noche de los tiempos, remontándose a millones de años, que nos facilitan el aprendizaje a la hora de valorar riesgos y peligros. Pero en algunas personas, por razones que se desconocen, este programa en un momento determinado puede disparar una intensidad tal de miedo que no se corresponde con la situación objetiva. Por ejemplo, sabemos que tenemos mucha facilidad para desarrollar fobia a las serpientes, aunque no hayamos tenido nunca ninguna experiencia traumática con ellas.
En cambio, es muy difícil ser fóbico a una flor, por poner un ejemplo. Es decir, tenemos ciertos programas que nos facilitan que podamos adquirir miedos desproporcionados, fobias, a determinadas situaciones u objetos aunque previamente no hayamos pasado ningún aprendizaje. Por ejemplo, el miedo al vacío. En este caso, aparte de las recomendaciones que pueda hacerte tu madre -‘niño, no te acerques al precipicio’-, si nos ponemos frente al vacío de un precipicio o de un balcón seguro que la sensación es profundamente desagradable y facilita que huyamos o que nos retiremos de la situación de peligro, aunque nadie nos haya alertado antes sobre dicho riesgo.
-¿Entonces… se nace con la fobia o bien la fobia se ‘hace’ a partir de los avatares de la vida?
Las dos cosas. O sea, en un momento determinado puede suceder que estos programas genéticos de los que hablaba favorezcan que, a partir de una situación traumática, pueda desarrollarse con mayor facilidad una fobia. La mayor parte de fobias, insisto, aparecen en la historia de un individuo sin que necesariamente haya existido ningún tipo de trauma o ningún susto vinculado a un elemento fóbico. También es cierto que la educación, la transmisión a través del entorno cultural (familia, amigos, etc) pueden facilitar el miedo a determinadas situaciones. Entraríamos aquí en el tema no tanto de las fobias como de las supersticiones.
-¿Si alguien dice que sufre ‘Luprestifobia’ sin haberle conocido a usted, esa persona puede tener razón, o bien tiene otro tipo de problemas, o incluso estaría mintiendo por la razón que sea? La pregunta no tiene ningún tipo de mala intención, tan sólo es para ver hasta qué punto es complejo valorar la certeza de una fobia…
Interesante cuestión… porque desde hace relativamente pocos años la palabra ‘fobia’ ha salido un poco del entorno técnico -que sería ‘miedo desproporcionado’- y se ha utilizado como un término que equivale a rechazo. Hablamos de turismofobia o de homofobia, cuando en realidad lo que se quiere describir con este término es una cuestión de rechazo. Pero ya digo que a veces se toman palabras del lenguaje técnico para darles un sentido distinto. Y contestando a la pregunta sobre la hipotética ‘Luprestifobia’… primero: si esa persona no me conoce sería un prejuicio, y si este prejuicio llega a tal intensidad que va más allá de la posibilidad de conocerme, pues probablemente esta persona tendría un problema de hostilidad poco madurada.
-Por cierto… ¿si una persona está ‘enganchada’ a algo, se trata y se cura, puede después llegar a desarrollar una fobia a esa sustancia (alcohol, por ejemplo), aparato (móvil, por.ej.) o práctica (sexo por.ej) de la que el paciente era dependiente?
No suele ocurrir. Pero en algunos casos, ocurre. En algunos casos se produce una especie de sobrerreacción, siendo a veces más cómodo que se desarrolle un intenso temor hacia lo que en un momento determinado te produjo un daño intenso, como podría ser un tóxico o una droga; en ocasiones puede ser incluso económico, bajo un punto de vista emocional, dar paso a esta especie de temor desproporcionado. Pero que uno desarrolle este tipo de temor tampoco es la mejor recomendación. Es preferible tener conciencia de enfermedad, saber que tienes un problema y que hay que bregar con él casi cada día.
-¿Cómo se diferencia una fobia ‘normal’ o ‘habitual’ -por decirlo de algún modo- de lo que se considera una fobia extraña?
Las fobias extrañas, tal y como su nombre indica, son fobias que aparecen en muy pocas proporciones. Hay como un cierto placer en buscar nombres raros a fobias y temores, a objetos inusuales. En vez de hablar de fobia a cosas raras, como podría ser la fobia a los cuchillos o la fobia a las cuerdas, etc, es mejor hablar, aunque sea más difícil, de las fobias complejas, como sería la fobia social, que es altamente destructiva, o la agorafobia, que también supone una severa limitación para la vida de los individuos. La fobia social se caracteriza por la percepción o la sensación de que cuando tú intervengas o cuando tú digas algo, vas a ser evaluado y juzgado negativamente. Sería como una timidez, pero de alto grado, para entendernos.
-La agorafobia sería el temor a los espacios abiertos…
Va más allá. En un principio, cuando en el siglo XIX se acuñó el término, estaba reducido a esa determinación. Después se ha mantenido la misma palabra pero se ha ampliado el concepto, que podríamos resumir como el surgimiento de un miedo a que te pueda ocurrir algo y que cuando esto te ocurra te pueda ser difícil escapar o que te ayuden, o que con todo ello se muestre una vulnerabilidad ante los demás. El temor puede ser a un espacio abierto o cerrado; básicamente, es el miedo a que te ocurra algo, de tal manera que lo que determina tu malestar es la incapacidad o bien de huir o de recibir ayuda, o bien de que te encuentres en una situación incómoda, o sea, para decirlo coloquialmente, encontrarte en una situación del tipo ‘hacer el numerito’.
Hay una película que recomiendo: es ‘Copycat’, estrenada en los años 90 y protagonizada por Sigourney Weaver. En ella se explica como una psicóloga especialista en asesinos en serie desarrolla una agorafobia debido a una situación traumática. Es un thriller extraordinariamente bien hecho y que trata con bastante respeto un caso peculiar de este trastorno.
[Fragmento de la película ‘Copycat’]
-¿Cuáles son las fobias más extrañas (o complejas) que usted haya tratado o haya tenido conocimiento de su existencia?
La agorafobia y la fobia social, bajo el punto de vista de nuestro lenguaje técnico, son de las que consideramos como fobias complejas, en tanto que se dan en distintas circunstancias y abarcan muchos ámbitos de la vida. Esto se pone en contraposición a lo que llamamos fobias simples, como podría ser la susodicha fobia a las serpientes, por poner un ejemplo bastante frecuente. Hay una situación poco habitual, la fobia a las tempestades, que además es complicada de tratar porque, así como en las fobias a objetos como podrían ser las arañas o serpientes, dispones de un amplio rango de posibilidades o recursos para que la persona se vaya enfrentando paulatinamente a ello, en el caso de las tormentas o utilizas audios u otras tecnologías, como podría ser la realidad virtual, o si no tratar esta fobia es realmente complicado, ya que en el caso de una tormenta no puedes controlar su aparición.
-¿Existe alguna especie de ‘ranking’ de fobias extrañas (complejas), tanto por la propia singularidad de su existencia como por su prevalencia (teniendo en cuenta que ya son muy poco habituales por ser extrañas)?
Sí que lo hay, pero la verdad es que jamás me ha interesado. O sea, me interesa tener claro el concepto de fobia y poder hacer el diagnóstico de una forma clara, con independencia de que el objeto sea de lo más raro o inusual. Y una cosa muy importante es saber colocar aquel síntoma, la fobia, en su contexto más amplio. Así, hay muchas personas que dicen ‘es que yo tengo fobia a volar’ o ‘tengo fobia a conducir’, cuando en realidad, siendo esto cierto, lo importante es ver que hay algo que lo explica mucho mejor, como podría ser el caso de una agorafobia. Muchas personas que dicen ‘no, yo es que solamente tengo miedo a volar’, pues no es verdad. Es decir, su abanico de miedos es muchísimo más amplio, lo que ocurre es que el miedo a volar es quizás lo más espectacular o lo que más interfiere en su vida personal. Por ejemplo, si es una persona con una actividad comercial, pues es evidente que su miedo a volar va a ser, aunque tenga otros problemas, algo de primer rango.
Me acuerdo de un señor que tenía una fobia que se caracterizaba por la imposibilidad de superar los cambios de rasante. Él, al no ver la continuidad de la carretera, tenía una sensación de vacío. Tenía que parar el coche, ir al otro lado para comprobar que seguía habiendo carretera, cuando él sabía perfectamente que la había, pero la tenía que ver, y a continuación volvía otra vez al coche para pasar por ese tramo hasta el próximo cambio de rasante, donde tenía que repetir la misma operación. Y cada operación de comprobación tenía que realizarla muy rápidamente porque se diluía la sensación de certeza, es decir, su miedo era tan intenso que la visión del espacio real tenía que mantenerse fresca en su recuerdo durante unos segundos, porque si no, al cabo de poco, volvía otra vez la sensación de temor.
-¿Tenía miedo de que tras el cambio de rasante hubiera la nada y pudiera caer por un precipicio?
Exactamente. Ese era su miedo. Era un hombre perfectamente cuerdo y, aunque en su lóbulo frontal se le decía ‘tranquilo, que hay carretera’, en otra parte de su cerebro se le decía ‘no, no, como tú no lo ves, allí hay el vacío’. Si venía un coche o no de frente tras el cambio de rasante le daba igual.
-¿La sociedad actual está favoreciendo algún tipo nuevo de fobia compleja?
Yo diría que no. La sociedad actual cada vez incorpora a más gente a un mundo de incertidumbre y de provisionalidad en muchos aspectos. Y es que hay reglas del juego que están cambiando profunda y rápidamente -sin ir más lejos, en la esfera laboral- y con ello aumenta la ansiedad, porque hay unos niveles de incertidumbre superiores a los que había hace 25 o 30 años.
-¿Cuáles son los resultados terapéuticos a la hora de tratar las fobias, ya sean simples o complejas?
El tratamiento de las complejas, tal y como su nombre indica, revisten mayor complejidad, pero básicamente hay un principio general: podríamos llamarlas las enfermedades del miedo. El miedo es algo insustituible para que las especies prosperen. El miedo te produce una evaluación del riesgo y pones en marcha todas tus capacidades para defenderte. Y en este sentido, no existe otra salida que favorecer el enfrentamiento con la situación que te produce temor… aquí está el salero del tratamiento: debe haber un buen entendimiento con el paciente para poderle proporcionar una graduación suficiente como para que él pueda hacer frente a este temor y no le sea insalvable. Y después utilizar juiciosamente el soporte farmacológico para que este abordaje, para que esta iniciativa emocional, por decirlo así, no sea algo insalvable.
-¿Así, pues, se pueden llegar a curar estos trastornos?
Sí, los resultados en general son muy buenos. En algunas fobias complejas puede haber cierta tendencia a la recidiva, pero en las fobias simples los resultados suelen ser espectaculares.