Redacción Farmacosalud.com
A lo largo de esta semana la mayoría de escuelas españolas inician el curso 2015-2016. En paralelo, algunas alergias también empezaran su ‘curso’ particular, algo que cada vez es más habitual. Y es que según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), el número de alérgicos a alimentos ha pasado del 2-3% en 1992 al 7% en 2005, incremento que se ha cebado especialmente en niños y adolescentes, dos grupos de población que pasan la mayor parte del día en el colegio. De hecho, un tercio de las reacciones alérgicas en los niños se da por primera vez en la escuela. Lo peor de todo es que, en paralelo, se ha registrado también un aumento considerable de casos de anafilaxia -la reacción alérgica más grave, dado que puede llegar a ser mortal- por alimentos en los menores de 4 a 9 años. “Afortunadamente, se ha avanzado mucho en la concienciación de esta enfermedad y, por ejemplo, en los comedores escolares se toman medidas eficaces para prevenir un contacto accidental con los alimentos a los que el niño es alérgico”, explica a www.farmacosalud.com la doctora Paloma Ibáñez, presidenta del Comité de Alergia Infantil de SEAIC. “Sin embargo, aún sigue habiendo reticencias ante la administración en la escuela de la medicación para las reacciones alérgicas, en especial los dispositivos de adrenalina precargada. Todo el mundo que tenga relación con niños alérgicos, sobre todo a alimentos, tiene que ser consciente de que esta medicación puede salvar la vida del niño y que no produce ningún efecto adverso importante”, enfatiza Ibáñez, quien no especifica a qué segmento de la sociedad en concreto alude cuando habla de que existen “reticencias” a la hora de administrar la adrenalina en el entorno escolar.
Sea como fuere, subraya la doctora, “en los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo para informar y formar a la población, y muy especialmente a docentes y cuidadores, sobre cómo prevenir, reconocer y tratar las reacciones alérgicas y muy especialmente las reacciones anafilácticas, que son las más graves. De hecho, la Sociedad Española de Alergia, en colaboración con la Asociación Española de Padres de Niños Alérgicos a Alimentos, ha elaborado un ‘Protocolo de actuación ante una reacción alérgica en la escuela' para el reconocimiento y tratamiento de estas reacciones, muy sencillo y fácil de aplicar”.
Dos tercios de los menores y sus cuidadores no saben cómo aplicar la adrenalina
Otra sociedad médica que también se ha pronunciado al respecto ha sido la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). Esta organización sostiene que la mayoría de los colegios no están preparados para atender a los niños alérgicos, en tanto que sólo Galicia y Baleares cuentan con un programa específico de atención para estos pacientes. Entre las carencias más frecuentes en los colegios figuran la falta de: protocolos de atención ante reacciones alérgicas, formación específica en alergias a profesores y personal de comedores y un botiquín con adrenalina. Según datos de la SEICAP, entre el 4 y el 8% de los menores tienen alergia a alimentos y casi la mitad de los padres están preocupados porque su hijo alérgico tenga que comer en el colegio. “Aunque los niños diagnosticados saben qué pueden comer y qué no y cuáles son los síntomas de una reacción, siempre puede ocurrir un accidente. Además, cada vez hay más niños que debutan con reacciones alérgicas en el colegio”, asegura el doctor Luis Echeverria, coordinador del grupo de trabajo de Alergia Alimentaria de la SEICAP.
Según datos de una encuesta realizada por la SEICAP, la mitad de los niños han sufrido algún problema en las salidas organizadas por el centro escolar. Por eso, para este especialista, hay que prestar atención a “cualquier aspecto relacionado con la comida en el entorno escolar: celebraciones de cumpleaños, recreos, convivencias o excursiones”. Las reacciones alérgicas en el entorno escolar pueden estar provocadas por distintas causas. “La falta de diagnóstico previo, la ingestión incontrolada del alimento, algo que es muy habitual entre niños; la ignorancia de la composición de una comida o de la existencia de reacciones cruzadas entre alimentos; la ingestión inadvertida por etiquetado incompleto o incorrecto, o los contactos indirectos o contaminación como las servilletas o los utensilios de cocina pueden provocar una reacción alérgica, ya sea leve o, incluso, un shock anafiláctico”, precisa este experto. Tal y como se ha apuntado anteriormente, el shock anafiláctico es la reacción de hipersensibilidad más grave, dado que puede causar la muerte. La adrenalina es el tratamiento de urgencia en caso de shock anafiláctico. Sin embargo, según un informe de la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI), dos tercios de los menores y sus cuidadores no saben cómo usar un autoinyector de adrenalina. Por ello, se debe insistir en la necesidad de formar en la administración del tratamiento frente a una posible crisis. “Todos los centros escolares deberían disponer de adrenalina y se debería saber administrarla. Es un fármaco de uso sencillo que puede salvar vidas. La correcta administración de adrenalina, por parte de la persona que haya recibido formación para ello, puede hacer que el niño se recupere o sus síntomas sean leves hasta que llegue la asistencia sanitaria”, explica el doctor Juan Carlos Juliá, coordinador del grupo de trabajo de Educación Sanitaria de la SEICAP.
Los hijos de padres alérgicos tienen más probabilidades de tener alergia
El programa Alerta Escolar, puesto en marcha en Galicia y Baleares, cuenta con material didáctico, vídeos y una serie de protocolos en anafilaxia dirigidos a profesores que permiten explicar de forma sencilla qué es la anafilaxia, cómo reconocerla y cómo administrar la adrenalina. Además, permite a los profesionales del ámbito sanitario impartir una formación de primeros auxilios (en caso de emergencia) referente, entre otras, a patologías de asma, alergias y anafilaxia. “Esta iniciativa está destinada a los profesionales de los centros educativos de infantil, primaria, secundaria y educación especial, en centros públicos, privados o concertados. El objetivo es la formación del personal para saber cómo actuar en caso de emergencia”, precisa Juliá. Otra de las vertientes que componen el programa Alerta Escolar es el registro del alumnado que presenta patologías crónicas como asma, alergias con riesgo de anafilaxia, diabetes, epilepsia y cardiopatías congénitas con riesgo de muerte súbita. Es decir, son niños que pueden presentar una situación de riesgo vital.
Quienes en principio no deben obsesionarse con la posible aparición de reacciones alérgicas son las familias con antecedentes por este tipo de afecciones. “Efectivamente -comenta la doctora Ibáñez-, los hijos de padres alérgicos tienen más probabilidades de ser alérgicos; sin embargo, no se puede predecir el tipo de alergia que podrían desarrollar. Un niño con padres alérgicos a alimentos puede manifestar una alergia respiratoria por alérgenos inhalantes y a la inversa o incluso no tener alergia en toda su vida. Por este motivo, si el niño no ha tenido nunca síntomas alérgicos no hay que tomar ninguna medida preventiva”.
Asma: si no se han hecho los deberes en verano…
La EAACI ha trabajado en la elaboración de un documento sobre Estándares Mínimos Internacionales para la Alergia Infantil en la Escuela que tiene como objetivo homogeneizar el mínimo de requisitos para la seguridad de cualquier niño que sufra alergia en todo el mundo. El documento, que ofrece recomendaciones y pautas de actuación, establece entre sus conclusiones la necesidad del reconocimiento de esta condición en los niños como el primer paso para su correcta atención. Recientemente se ha publicado en España el ‘Documento de consenso sobre recomendaciones para la escolarización segura del alumnado alérgico a alimentos y/o látex’. Se trata de un trabajo realizado por representantes de educación y sanidad de las administraciones central y autonómica que tiene un doble objetivo: por un lado, facilitar propuestas que ayuden a la escolarización y a la gestión de un ambiente más seguro para este alumnado, y por otro lado, orientar sobre la forma de actuar ante una emergencia sanitaria que se produzca en el centro educativo.
Junto con la alergia a alimentos, el asma es la otra manifestación alérgica más frecuente en la infancia. Así las cosas, en algunos países del mundo se relaciona el mes de septiembre con la ‘epidemia de asma’. El verano es la mejor estación para los asmáticos porque disminuyen los síntomas de su patología, pero al comenzar el curso coinciden varios factores que hacen aumentar las hospitalizaciones y las visitas a urgencias por agudizaciones. De hecho, en verano puede haber una falsa sensación de control de la enfermedad y algunos pacientes dejan de tomar sus medicamentos. “Algunos padres tienen el concepto de que el tratamiento para controlar y prevenir los síntomas de asma se debe realizar sólo durante el periodo escolar. Sin embargo, hay que recordar que el asma es una enfermedad crónica y que si se suspende el tratamiento de base destinado a la prevención puede que el bronquio responda rápidamente a estímulos, como las infecciones respiratorias, tan frecuentes al inicio del curso escolar, y el niño puede sufrir crisis de asma. Por otra parte, el verano es una época en la que se cumplen menos los horarios y es más fácil olvidar la toma de medicación”, argumenta la presidenta del Comité de Alergia Infantil de SEAIC.
La natación, el deporte más recomendado para los niños asmáticos
Por otro lado, los alergólogos llevan mucho tiempo insistiendo en que el deporte no sólo no es contraproducente, sino que resulta saludable para los niños que padecen asma. La actividad deportiva mejora el desarrollo del niño y favorece una buena condición física, ayudando a disminuir la intensidad de las crisis asmáticas. Según Ibáñez, “habitualmente la natación, en piscinas abiertas, es el deporte más recomendado para los niños asmáticos. Toleran peor la carrera libre y los deportes que requieren correr como el fútbol. Sin embargo, el objetivo del tratamiento es que el asma esté bien controlada para que el niño pueda realizar las actividades normales para su edad, disfrute de lo que le guste y pueda relacionarse normalmente con sus compañeros”.