Redacción Farmacosalud.com
Podrá gustar o no podrá gustar. Pero lo que está clarísimo es que el ensayo -y futuro libro- ‘Hacia un mundo feliz’ no dejará indiferente a nadie. Su autor, el doctor Hilario Blasco-Fontecilla, psiquiatra del Niño y Adolescente en el Hospital Universitario Puerta de Hierro (Majadahonda, en Madrid) y en los centros terapéuticos de menores de Consulting Asistencial Sociosanitario, asegura que el diagnóstico más frecuente en las consultas tanto de los psicólogos clínicos como de los psiquiatras es “el de ‘trastorno adaptativo’. Básicamente, un trastorno adaptativo es una situación en la que una persona tiene un problema de la vida cotidiana -como por ejemplo un desamor o un conflicto laboral- que supera la capacidad adaptativa del sujeto. Pues bien. Las consultas externas de los centros de salud mental, tanto de los psiquiatras como de los psicólogos clínicos, están saturadas de personas que acuden por problemas de la vida cotidiana. Han desplazado a los pacientes ‘clásicos’, aquellos aquejados de esquizofrenia, trastorno bipolar y depresiones endógenas, entre otros. Pero, ¿cómo es posible que una de las máquinas biológicas más perfectas que ha diseñado la naturaleza necesite de psicofármacos para superar este tipo de situaciones?”.
“Nadie entiende que el sufrimiento forma parte de la vida y se nos vende felicidad, y por ende, salud. Nos han inculcado que la felicidad se puede comprar. Y lo mismo sucede con la salud”, asevera el experto. Por todo ello, Blasco-Fontecilla considera que los trabajadores de salud mental deben enseñar a los pacientes a “aceptar que la infelicidad y el sufrimiento forman parte de la vida”. Es una manera de luchar contra lo que, a su entender, está ocurriendo en nuestra sociedad: “Creo que hay una deliberada imbecilización del ser humano”. A lo que el doctor añade, a modo de pregunta-respuesta: “¿Para qué quieren convertirnos en imbéciles? Para lo mismo que en cualquier otra área de la vida en las sociedades posmodernas: para consumir, cuanto más y más rápido, mejor”.
En internet existe un vídeo de Blasco-Fontecilla donde se dan unas pinceladas sobre todas estas cuestiones. Su contenido, según parece, ya “ha molestado a algún compañero psiquiatra”, explica el autor del ensayo. Y es que Blasco-Fontecilla no se muerde la lengua a la hora de expresar sus opiniones, incluso cuando inciden en su propio colectivo profesional. “Una de las cosas que critico en Hacia un mundo feliz es que los residentes en Psiquiatría realizan una formación en psicoterapia intensiva que se la pagan de su propio bolsillo y, sin embargo, muestran mucho menos interés por la psicofarmacología. De hecho, algunos son incapaces de reconocer muchas de las interacciones entre psicofármacos cuando usamos polifarmacia”, afirma el doctor, quien argumenta que “algunos de mis compañeros son capaces de realizar virguerías psicoterapéuticas, pero desconocen si el metilfenidato es o no metabolizado a nivel hepático, o no saben diagnosticar un delirium. No lo puedo entender, ni compartir”.
-Usted habla de Aldoux Huxley y su famosa obra ‘Un mundo feliz’. ¿Por qué?
De la trilogía clásica de distopías publicadas en el siglo XX (1984 de George Orwell y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, además de la obra de Huxley), la que más me impactó como adolescente fue Un mundo feliz. Hay aspectos de las tres obras que son patentes hoy en día. La idea de que nos estamos acercando peligrosamente al mundo feliz de Huxley me ha perseguido en los últimos años. Ahora, como padre, era el momento de re-leer a Huxley, y señalar que su mundo feliz ya está aquí, o a la vuelta de la esquina. Como padre, me preocupa que aspectos nucleares de las tres distopías se hayan convertido en una realidad palpable. Y me preocupa que a nadie le preocupe esto.
-Usted sostiene que la felicidad y la salud -la felisalud- se han convertido en un imperativo cultural de las posmodernas sociedades consumistas. ¿Qué es la felisalud?
Es la equiparación de la felicidad o bienestar y la salud. En la Conferencia Internacional de Salud que tuvo lugar en Nueva York entre el 19 y 22 de Junio de 1946, en el preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud (OMS) se definió a la salud como el “estado de completo bienestar físico, mental, y social”, y no simplemente como la ausencia de enfermedad. Es entendible que se hiciera esa definición tras la Segunda Guerra Mundial. El problema es que esa definición de máximos se ha convertido en un dogma de fe. Hoy en día, nadie entiende que el sufrimiento forma parte de la vida y se nos vende felicidad, y por ende, salud. Nos han inculcado que la felicidad se puede comprar. Y lo mismo sucede con la salud. Y además, que tenemos el derecho y deber de ser felices…
-¿A grosso modo, qué quiere explicar con su ensayo ‘Hacia un mundo feliz’?
Muchas cosas. Uso la obra de Huxley como pretexto para responder a muchas de las dudas que me origina la disciplina que ejerzo y amo, la Psiquiatría. Pero es un libro para el público general, no sólo para un público especializado.
El ensayo tiene tres grandes partes. La 1ª está centrada en dejar claro que el concepto de salud es un concepto maleable que ha sido modificado a lo largo de la Historia, y que muchas de las contradicciones a las que nos vemos abocados los médicos hoy en día tienen su raíz en la definición totalitaria de salud que realizó la OMS tras la Segunda Guerra Mundial.
La 2ª parte versa sobre cómo son las sociedades posmodernas que construimos entre todos y que probablemente explican la medicalización de problemas de la vida cotidiana. Somos hijos de la superabundancia, del hartazgo de los sentidos, de la búsqueda constante de lo novedoso, de lo fugaz. Vivimos en “sociedades líquidas” en palabras de Zygmunt Bauman.
Y finalmente, la 3ª parte se centra en tres conceptos básicos para entender la medicina y salud de hoy en día: medicalización, medicina del deseo, y creación de enfermedades. Estos procesos han derivado en que, por ejemplo, en la Psiquiatría, en el año 1952, en la primera versión del Manual Estadístico de Enfermedades Mentales americano, el famoso “DSM”, se hablase de 106 trastornos mentales. En la 5ª versión (DSM-5), recientemente publicada, ya se habla de 357 trastornos mentales… ¿Qué le parece a usted que la homosexualidad fuera clasificada como un trastorno mental, según esta clasificación, hasta la publicación en 1980 de su 3ª versión?
-Usted revela que, en la actualidad, los psiquiatras recetan más fármacos para el desamor que para enfermedades mentales graves como la esquizofrenia. ¿Eso es bueno, es malo, o ni bueno ni malo, sino ilógico?
Y es así. Tal y como señalo en el ensayo, en un artículo que publicamos sobre la asistencia en los últimos 20 años en la Comunidad de Madrid, el diagnóstico más frecuente en las consultas tanto de los psicólogos clínicos como de los psiquiatras era el de “trastorno adaptativo”. Básicamente, un trastorno adaptativo es una situación en la que una persona tiene un problema de la vida cotidiana -como por ejemplo un desamor o un conflicto laboral- que supera la capacidad adaptativa del sujeto. Pues bien. Las consultas externas de los centros de salud mental, tanto de los psiquiatras como de los psicólogos clínicos, están saturadas de personas que acuden por problemas de la vida cotidiana. Han desplazado a los pacientes ‘clásicos’, aquellos aquejados de esquizofrenia, trastorno bipolar y depresiones endógenas, entre otros. Pero, ¿cómo es posible que una de las máquinas biológicas más perfectas que ha diseñado la naturaleza necesite de psicofármacos para superar este tipo de situaciones? Ante un problema de la vida cotidiana, ¿es tomar algo de “soma” la solución? No olvidemos que los psicofármacos, en general, y los antidepresivos y antipsicóticos en particular, se suelen prescribir para al menos uno o dos años. Como mínimo. ¿En qué nos han convertido?
Respecto a la segunda parte de la pregunta, creo que es bueno que los trabajadores de salud mental podamos ayudar a nuestros pacientes a estar bien con ellos mismos. Y eso implica, no sólo recetar, sino también enseñarles a aceptar que la infelicidad y el sufrimiento forman parte de la vida. Por eso, creo que la asistencia en salud mental que brindamos, al menos en España, dentro del sistema público de salud, es muy completa. Creo que eso es bueno. Es un lujo que, afortunadamente, nos podemos permitir. Ahora, ¿le parece a usted justo que, en ocasiones, no podamos valorar con la regularidad que se precisa a pacientes con esquizofrenia, trastorno bipolar, o síndrome de Asperger, porque las consultas estén saturadas de personas que acuden por problemas de la vida cotidiana y que, quizás, debieran ser resueltos de otra manera, no medicalizándolos?
Además, no creo que sea ilógico, como sugiere la pregunta. Creo que hay una deliberada imbecilización del ser humano. El recientemente fallecido Gustavo Bueno señalaba que el gran problema de España era la estupidez. Añadiría: no sólo de España. El 40% de los españoles no lee nada nunca. Los italianos, un 60%.... Y sin embargo, el 60% de la población occidental conecta por la noche la televisión… El creciente predominio de la imagen sobre la palabra, la transformación del homo sapiens heredero de la cultura escrita por el homo videns “para el cual la palabra está destronada por la imagen”, en palabras de Giovanni Sartori, permite establecer un paralelismo con la transmisión del conocimiento religioso en la Edad Media a través de la imaginería de iglesias y catedrales. La televisión, que inicialmente se había postulado como un medio de enorme potencial educativo, ya no es únicamente un instrumento de entretenimiento, sino peor, un instrumento a las órdenes del condicionamiento brutal y masivo de la población a través de la publicidad y del adoctrinamiento. Porque la televisión, tal y como señala Giovanni Sartori, “da menos informaciones que cualquier otro instrumento de comunicación”, y además filtra la información de manera que solo es noticia aquello que es digno de ver. La lectura exige reflexión. La televisión, no. Es fugaz como nuestra sociedad. Ni siquiera ha sido necesario quemar los libros, como en Fahrenheit 451.
¿Para qué quieren convertirnos en imbéciles? Para lo mismo que en cualquier otra área de la vida en las sociedades posmodernas: para consumir, cuanto más y más rápido, mejor. ¿Sabe cuál es uno de los secretos del éxito de Inditex? Que sus productos nunca duran más de dos semanas en las tiendas… La inmediatez y el consumismo dominan toda nuestra vida. Así que, no me parece para nada ilógico. Todo lo contrario. Hay muchos actores que sacan tajada de todo esto. En vez de “pan y circo”, hoy tenemos “pan y fútbol”. Y si eso no llena su vacío, ¡tome soma!
-¿Las personas prefieren ser enfermas a infelices?
Pues, lamentablemente, eso parece. Si una persona lo está pasando mal en un proceso de divorcio o cuando muere un ser querido y decide apoyarse en sus amigos y familiares y usar sus recursos personales para sortear la situación sin requerir asistencia médica, es probable que se sienta mal, que sea infeliz en muchos momentos durante meses o incluso años. Pero es que eso forma parte de la vida. Si, por el contrario, decide ir a un tipo especial de médicos que somos los Psiquiatras, en realidad está decidiendo que se le coloque una etiqueta, y que probablemente se le ponga un antidepresivo. Si no, seguiría yendo al cura, como se hacía antaño.
Pero no quiero que se me malinterprete. Hay muchas personas que tienen procesos depresivos genuinos, de base endógena, trastorno bipolar, esquizofrenia, TDAH, Asperger, etc. Y en estos pacientes sí que es necesario el tratamiento farmacológico, aunque no sólo. ¿Sabe? A veces tengo la sensación de que el mundo está al revés: nuestras consultas están llenas de clientes que en realidad no necesitan tratamientos, y muchos de los pacientes que realmente sí lo necesitan, o no acuden o no quieren ser tratados por los psiquiatras.
-Por cierto, se está hablando de que en un futuro -quizás no muy lejano- los robots con apariencia humana (estéticamente casi humanos) suplirán las carencias afectivas e incluso sexuales de las personas. ¿Será entonces el fin de las pastillas para el desamor, o bien entonces surgirá medicación farmacológica para aquellas personas que no se sientan suficientemente amadas o satisfechas por su androide?
Los robots que usted plantea tienen un ejemplo cinematográfico excelente en los replicantes de Blade Runner, un filme típicamente posmoderno repleto de imágenes de “destrucción creadora”, característica nuclear del posmodernismo. En mi opinión, la salud mental que ofrecemos en los países occidentales es un reflejo de las sociedades en las que vivimos. La gente cada vez va menos a las Iglesias. Los nuevos templos son los centros comerciales. El consumo es el Dios que idolatramos. Lo mismo que compramos ingentes cantidades de ropa que no necesitamos, también consumimos felisalud, aunque en realidad tampoco la necesitemos. Pero nos hacen creer que sí.
Pero si algo caracteriza a las sociedades y al hombre posmoderno, es el vacío. Parece evidente que el desequilibrio en la ecuación tener/ser -por la superioridad aplastante del numerador- nos está llevando al vacío más absoluto. Chillida “fotografío” magistralmente nuestra sociedad con sus esculturas. Cabe preguntarse si esta superabundancia vacua nos dejará satisfechos. Creo que no. El deseo, como Eros, parece insaciable. Pero el aburrimiento, el hastío será nuestro castigo. Puede que, en el fondo, tenga razón Zygmunt Bauman y que en la naturaleza inherente al deseo esté escrita su autodestrucción.
Por otra parte, no es sencillo predecir en qué nos convertiremos. Mi impresión es que otro literato indispensable en la actualidad, Michael Houellebecq, refleja hacia dónde se está dirigiendo el ser humano. La tecnificación de la medicina permitirá que en el futuro los seres humanos prescindamos de muchas funciones fisiológicas. En septiembre de 2003, la todopoderosa Food and Drug Administration (FDA) estadounidense aprobó el primer estudio para la contracepción oral de ciclo extendido (‘extended cycle oral contraception’; ECOC), que permitía reducir el número de ‘períodos’ o menstruaciones de 13 a 4, ya que las mujeres pasaban a tener ciclos de 3 meses y no de 28 días. Cabe preguntarse cuántas de las lectoras de esta entrevista valorarían tomar este tipo de tratamientos para tener únicamente 4 períodos anuales. Pero, ¿es esto Medicina? ¿Estamos hablando de salud o esto es otra cosa? ¿No estamos instrumentalizando la Medicina? ¿Por qué? ¿Para qué?
Blade Runner-Tráiler español / Fuente: Youtube
-En su ensayo titulado ‘Hacia un mundo feliz’ se comenta que se están medicalizando problemas de la vida cotidiana como son la calvicie, la falta de deseo sexual, o la timidez. ¿Si estos problemas derivan en consecuencias psicológicas para los afectados, cómo cree usted que deben ser abordadas dichas consecuencias?
En primer lugar, es evidente la medicalización en esas y muchas otras circunstancias. Si no se trata de una calvicie secundaria a un problema médico, simplemente de una alopecia androgenética en un varón, ¿cuál es el problema? La pregunta no debiera ser qué hacer si estos problemas derivan en consecuencias psicológicas, sino por qué razón una situación normal como la calvicie tiene implicaciones o puede llegar a ser devastadora en una persona. Era más divertido cuando asociábamos la calvicie masculina a la potencia sexual, aunque no fuera cierta esa relación. ¿Quién está interesado en convertir en problema de salud aquello que no lo es? ¿Por qué tenemos que ser todos iguales, tener grandes melenas, ser deportistas sexuales o la alegría de la fiesta? Por cierto, no sé si se lo he dicho, pero me estoy quedando calvo, y mi esposa es la primera en insistir en que me haga un trasplante capilar…
-Usted sostiene que el acoso escolar se ha medicalizado innecesariamente y que se ha pasado a tratarlo con pastillas. ¿Así pues, a qué abordaje terapéutico debe someterse un niño que sufre una profunda depresión por ser víctima de bullying? ¿O no debe someterse a ningún tratamiento médico, sino más bien recibir apoyo psicológico de su entorno social y familiar?
En este tema, vamos paso por paso. En primer lugar, me gustaría señalar que fui director científico de la Fundación de Victimología Científica y presidente de la Sociedad Española de Victimología Científica, y que valoro todos los años a muchos niños y adolescentes que lamentablemente sufren de acoso escolar. Así que creo que sé de lo que hablo. El acoso escolar, definido como una situación repetitiva, sostenida en el tiempo, en el que uno o más niños o adolescentes ‘machacan’ a otro chaval, existe. ¡Vaya que si existe! Pero, ¿es un problema médico y su solución tiene que ser médica? Rotundamente, no. Y creo que tenemos ejemplos en países con un sistema educativo mejor que el nuestro, como es el caso de Finlandia, en el que el abordaje de este problema no tiende a ser medicalizado. El programa KIVa (contra el acoso escolar, en finlandés) ha logrado prácticamente erradicar el acoso escolar en Finlandia. Pues bien. Se trata de un programa educativo, no médico. Una de las consecuencias fue el aumento del bienestar y la disminución de la depresión y ansiedad de los menores…
Una cosa es que, efectivamente, tengamos que usar medicaciones para tratar a algunos menores deprimidos por causa de los ‘matones’. Y otra muy distinta que el acoso escolar sea un problema médico, que no lo es. Se trata de un problema complejo, de base social, y educativa, y que tiene que ver con dinámicas de grupo, tan típicamente humanas, en la que alguien es excluido. Para el adolescente, el verse ‘estigmatizado’ y fuera del grupo es terrible, y una de las principales causas de suicidio, ya que la relación con sus iguales cobra mayor importancia que la que tienen incluso con sus familiares. Además de fármacos en ocasiones, hay que reforzar siempre su autoestima (por ejemplo, recomiendo mucho que practiquen artes marciales). Pero esto no es la solución. Para atajar el problema, hay que ir a la raíz. ¿Por qué hay matones, víctimas y espectadores? ¿Quién permite que se dé esa situación? ¿Por qué nos tenemos que contentar con tratar las consecuencias, cuándo podemos atajar el problema de raíz como han hecho en Finlandia?
Hacia un mundo feliz - Hilario Blasco (Editorial Libros.com, 2016)
Fuente: libros.com / Youtube
-Su ensayo no habrá gustado a algunos psiquiatras y compañías farmacéuticas…
De momento, lo único que no les puede haber gustado es el vídeo, ya que el libro aún no está editado y el ensayo sólo lo han leído unas 15 personas. Y sí, parece que ya el vídeo ha molestado a algún compañero psiquiatra. Cuando escribo no lo hago pensando en halagar a las personas. Si hay alguien a quien no le guste, ¡que le eche azúcar!
Pero sí, creo que, efectivamente, tiene usted razón. El colectivo de los psiquiatras es muy heterogéneo, está totalmente atomizado en diferentes escuelas y líneas de pensamiento. La Psiquiatría es, probablemente, la más contradictoria de todas las especialidades médicas. Por ejemplo, una de las cosas que critico en Hacia un mundo feliz es que los residentes en Psiquiatría realizan una formación en psicoterapia intensiva que se la pagan de su propio bolsillo y, sin embargo, muestran mucho menos interés por la psicofarmacología. De hecho, algunos son incapaces de reconocer muchas de las interacciones entre psicofármacos cuando usamos polifarmacia. Es bueno que los psiquiatras tengamos conocimientos de psicología clínica, antropología, sociología, comunicación, y un largo etcétera. Pero no deberíamos olvidar que los psiquiatras somos médicos y que nuestra formación en psicofarmacología debiera ser nuclear. Algunos de mis compañeros son capaces de realizar virguerías psicoterapéuticas, pero desconocen si el metilfenidato es o no metabolizado a nivel hepático, o no saben diagnosticar un delirium. No lo puedo entender, ni compartir. Pero es que yo soy un psiquiatra biologicista, a pesar de lo cual he escrito un ensayo que se titula Hacia un mundo feliz…
Respecto a las compañías farmacéuticas, no tendrían por qué sentirse ‘atacadas’. De hecho, en mi ensayo defiendo a ‘la Industria’, de alguna manera. El recurso ‘fácil’ es culpar a la Industria y/o a los profesionales sanitarios de la medicalización de la vida cotidiana. Pero la realidad es más compleja. Sanitarios -con los médicos a la cabeza-, los propios pacientes, la Industria y los medios de comunicación tienen su parte de responsabilidad en tener la medicina y sanidad que tenemos. Las sociedades que habitamos, las construimos entre todos. Hacia un mundo feliz no es un libro de antipsiquiatría. Pero sí pretende agitar conciencias. Y creo que sería bueno que, efectivamente, molestara.
-¿Cuándo veremos publicado ‘Hacia un mundo feliz’ en forma de libro a través de libros.com?
En torno a 6 meses, aunque espero que sea antes, y sobre todo, antes de la feria del libro del 2017. Pero eso depende de la editorial libros.com
Por cierto, si alguien lo quiere comprar, este es el link:
https://libros.com/crowdfunding/hacia-un-mundo-feliz/
Gracias.