Redacción Farmacosalud.com
“Cualquier cosa puede hacer enfadar a la piel atópica”. Así de explícita se muestra la doctora Eulalia Baselga, dermatóloga pediátrica del Hospital de Sant Pau y de la Clínica Dermik de Barcelona. Según Baselga, el problema básico de los afectados de dermatitis atópica es que su piel “es de mala calidad, no protege adecuadamente”, con lo cual “cualquier insulto a esta piel la hace enfadar y provoca un brote de dermatitis atópica”. Los ‘insultos’ pueden ser: exceso de calor, clima demasiado seco, pólenes ambientales, estrés, cloro de las piscinas, uso de productos demasiado agresivos, ropa sintética… “Las alergias es uno de los desencadenantes, pero no todos los niños atópicos son alérgicos a las mismas cosas e incluso puede ser que no sean alérgicos a nada”, puntualiza la especialista.
De entrada, cabe diferenciar entre la dermatitis atópica y otras dermatitis en lactantes, como la dermatitis seborreica. “La dermatitis atópica y la dermatitis seborreica no tienen nada que ver, son muy diferentes tanto por el mecanismo de producción como por diferentes expresiones clínicas”, aclara Baselga. Por ejemplo, la dermatitis seborreica se manifiesta mediante granitos rojos y normalmente aparece en los tres primeros meses de vida, mientras que la dermatitis atópica -aunque con excepciones-, aparece a partir de los tres meses de vida. De igual modo, la afección atópica produce picor, pero en la afección seborreica, “por muy aparatosa que sea y por muy rojos que estén los granitos, no suele molestar al lactante y éste duerme con toda tranquilidad”, especifica la doctora. Baselga expone otras diferencias en el vídeo que ilustra este artículo.
“Cuanto más alta es la IgE, más severa es la dermatitis atópica”
En general, existe una relación entre los niveles del anticuerpo IgE y la intensidad de la dermatitis atópica: “Cuanto más altos son los niveles de IgE, más severa es la dermatitis atópica”, afirma. De todos modos, no se puede establecer de manera automática que aquel paciente que tenga 3.000 IgE está la mitad de mal que aquel que presente 6.000 IgE. “Esto no funciona así -prosigue Baselga-; en realidad, la IgE lo que nos dice es que esa persona es alérgica a algo, se ha sensibilizado a algo. Los niños atópicos, como tienen una piel defectuosa y absorben mejor todos los alergenos, se vuelven más alérgicos”. Así pues, volverse más alérgico implica tener una IgE más alta y todos esos alergenos serán un desencadenante de dicha enfermedad cutánea. Con todo, “también vemos niños que no se vuelven alérgicos a nada pero siguen teniendo una piel muy seca y atópica y tendrán otros desencadenantes”, con lo que “pueden estar igual de mal que un niño con una IgE elevada”, explica la facultativa.
La piel atópica no realiza la función natural de la capa cutánea, que es defenderse de las infecciones. La piel sana dispone de una especie de antibiótico natural, los conocidos como péptidos antimicrobianos, que los niños atópicos fabrican en menor cantidad. Eso supone tener una piel más susceptible a infecciones, por lo que “los niños atópicos tienen más verrugas y más moluscos que los no atópicos”, y sobre todo tienen “más susceptibilidad” frente a las bacterias, en especial el ‘estafilococo aureus’, indica la dermatóloga. Tanto es así, que incluso en cultivos realizados cuando los niños atópicos se encuentran fuera de la fase de los brotes, muchos de esos menores están literalmente “colonizados por ‘estafilococo aureus’”, según asegura. Para prevenir esta sobreinfección o tener a raya al ‘estafilococo aureus’ existen los antisépticos y los antibióticos tópicos. Entre los problemas que pueden surgir por la aplicación de esos productos, se encuentra la irritación de la piel en el caso de los antisépticos, y la creación de resistencias en el caso de los antibióticos.
“El sol es un tratamiento para la dermatitis atópica”
El verano no es un buen aliado de la dermatitis atópica. “Los niños atópicos en verano es cuando mejor están; o sea precauciones pocas, las precauciones deben tomarse en invierno, o en épocas de polen o en cambios de temperatura o de estaciones, que es cuando se ponen peor”, explica Baselga, quien añade que “el sol es un tratamiento para la dermatitis atópica” (sin olvidar que hay que prevenir las quemaduras solares). De hecho, el sol, combinado con la humedad propia de las zonas próximas al mar, son ideales para los niños atópicos. Estos pacientes deben evitar en la medida de lo posible las picaduras de insectos (los niños atópicos pueden ser muy alérgicos a ellas). También se recomienda usar filtros solares físicos (pantallas minerales) con el fin de evitar posibles alergias derivadas del uso de los filtros químicos.
Existe un variado arsenal terapéutico contra la dermatitis atópica, que es una enfermedad crónica que cursa con brotes de diferente intensidad. Los tratamientos pueden administrarse escalonadamente atendiendo precisamente a la variabilidad que presenta dicha dolencia. En casos leves, procede hidratar la piel y en brotes suaves se utilizan tratamientos tópicos, mientras que en brotes más severos hay que recurrir a otros tratamientos. Uno de ellos es la aplicación de compresas húmedas (se administra un corticoide y encima se le aplica una compresa húmeda para favorecer la efectividad del tratamiento). Si este procedimiento falla, se puede recurrir a la fototerapia (exponerse al sol artificial mediante rayos ultravioletas; los rayos B de Banda Estrecha son los menos dañinos para la piel). En este caso, la experta recuerda que en niños pequeños este método no es viable, ya que tienen que “meterse dentro de una cabina”.
Rotación de tratamientos
Según Baselga, otro tratamiento indicado para la dermatitis atópica son los inmunosupresores, “que obvian los efectos nocivos del corticoide oral (el fármaco que más se utilizaba hasta hace pocos años cuando un brote era muy severo)”, con lo que “ahora tenemos alternativas más seguras y podemos escoger entre varios tratamientos y hacerlos rotacionales para no cargar siempre el mismo órgano”. Se puede utilizar ciclosporina (hay que vigilar el riñón) y metotrexate (hay que vigilar el hígado). Dado que cada uno de estos fármacos “tiene su toxicidad”, se pueden ir rotando en su administración, pero se trata de medicamentos “muy efectivos y muchas veces son la solución, porque si no el niño con piel atópica muchas veces entra en barrena”, argumenta la especialista. Es decir, para la doctora entrar en barrera significa que “la dermatitis cada vez está peor, cada vez se rasca más, se sobreinfecta más y vamos de mal en peor y por mucho que pongamos cremas hay que sacarlo a flote (al paciente)”. Una vez conseguido ese objetivo terapéutico, ya se puede “continuar con el tratamiento habitual”, concluye.