Dr. Fernando Malmierca Sánchez
Podemos afirmar que España dispone del mejor modelo posible de atención sanitaria al niño. Y ello no es la opinión subjetiva de los especialistas pediátricos, sino que a estas alturas ya hay trabajos de campo que aportan evidencia sobre esa bondad atribuida al sistema de salud español.
Si queremos saber qué características tiene ese modelo que lo hace diferente de otros sistemas implantados en países de nuestro entorno, lo primero que destaca es que dichos países tienen alguna de nuestras características, pero no son muchos los que las tienen todas. Aunque no hay que decir que somos únicos, dado que varios países o regiones tienen nuestras mismas características.
Para definirlo, podríamos decir que tenemos en todos los niveles asistenciales una atención ofrecida por especialistas formados ampliamente en Pediatría, mientras que, en los que no disponen de este sistema, la formación es parcial, menor en tiempo y en experiencia.
Si queremos diseccionar aún más la organización de esta especialidad en nuestro país, podemos decir que hay una Pediatría de Atención Primaria (PAP) en todo el ámbito extrahospitalario que convive con una pediatría general ofrecida en todos los hospitales, y que ambas se complementan con el conjunto de pediatras especializados en diferentes campos que ejercen en casi todos los hospitales. De esta manera, se le da al niño una atención de tipo general, integral y muy especializada llevada a cabo por pediatras con la formación MIR de Pediatría, que realizan actualmente en un mínimo de cuatro años.
Pero no todo es tan ideal, ni en la atención primaria, ni en la atención hospitalaria. La situación real es la que vamos a exponer de una manera muy esquemática a continuación, ya que se necesitaría más espacio para explicarla y, sobre todo, para reflejar las soluciones que constantemente estamos pidiendo a las diferentes administraciones desde la Asociación Española de Pediatría (AEP), así como desde otras sociedades pediátricas.
En la PAP la problemática es muy clara. Además de en otros informes hace tiempo difundidos, se ha puesto de manifiesto en la reciente encuesta realizada por la Organización Médica Colegial (OMC) que, en algunas zonas de España, un 25% de las consultas de PAP están siendo atendidas por no especialistas pediátricos. Las causas, entre otras, el insuficiente número de plazas de formación vía MIR convocadas anualmente, a lo que se unen las malas condiciones laborales y profesionales de muchas de las plazas dotadas por el Sistema Nacional de Salud.
Las soluciones podrían pasar por convocar suficientes plazas MIR y aprovechar todas las unidades docentes existentes, calculándolas en relación con las necesidades actuales y previendo las próximas jubilaciones, así como atender a lo solicitado por las asociaciones en relación con las condiciones laborales y profesionales.
En la pediatría hospitalaria, cabe destacar lo ocurrido estos últimos años en relación con las tasas de reposición, mejor dicho, de no reposición. Con la disculpa de la crisis no se han cubierto todas las plazas que iban quedando vacantes, pero sobre todo no se han repuesto (incluso no se han creado según necesidades) las especialidades pediátricas, es decir, las Áreas de Capacitación Específica (ACE), lo que da lugar a una paradoja incomprensible e inaceptable.
Efectivamente, se da la paradoja de que esos pediatras especializados en determinadas áreas de capacitación vienen funcionando desde hace más de 30 años, dando una asistencia pediátrica especialista de grandísima calidad, y existen de facto en las carteras de servicio de un gran número de hospitales españoles.
Lo que está ocurriendo es claro: se están jubilando esos superespecialistas que a su vez han formado a numerosos pediatras, pero no se convocan esas plazas con el perfil adecuado, y siempre con la formación pediátrica reglada previa.
Las soluciones parecen fáciles, pero hay falta de voluntad política; hay que desarrollar cuanto antes lo regulado en el RD 639/2014 de troncalidad y a continuación dotar las plazas existentes, y las que deban existir, con esos pediatras formados vía ACE para que aporten al niño una atención siempre pediátrica y, cuando corresponda, añadida con la especialización necesaria en cada caso.
De no corregir estas dos circunstancias la consecuencia será clara: un gran descenso en la calidad de la asistencia sanitaria a los niños españoles.