Llevamos muchos años a vueltas con la genética, buscando lo que en su momento parecía ser la última frontera para poder conocer los mecanismos íntimos de las enfermedades, el porqué de muchas de éstas y especialmente en las psiquiátricas poder encontrar indicadores biológicos, objetivos que nos facilitasen la certeza diagnóstica. Si además nos facilitaban el camino terapéutico mediante la farmacogenómica, el futuro era de lo más prometedor.
Efectivamente, la depresión se presenta con distintas formas y características que requiere una visión amplia, de empatía y de buenos conocimientos de lo que supone el dolor emocional y de cuándo éste se convierte en enfermedad para realizar un diagnóstico certero sobre cuya base poner en marcha un tratamiento adecuado, prudente y conforme con el sistema de valores o creencias terapéuticas de cada paciente.
Hoy quisiera referirme a algunos hechos conocidos en el transcurso de la búsqueda de genes que expliquen algunas formas evolutivas de la depresión. El primer hecho se refiere a que lejos de encontrar el gen candidato que nos explicara la depresión, los hallazgos apuntan a que la depresión es un complejo genético al que podrían contribuir potencialmente muchos genes distintos que podrían actuar tanto en solitario como con otros genes, y lo que es más importante, en combinación con factores ambientales como el estrés.
¡Esto es lo más relevante! Haber demostrado a través de la Epigenética que la interacción gen-entorno no es una cuestión de posición filosófica acerca de la pregunta se nace o se hace, sino que en muchos casos ya conocemos el mecanismo de producción.
En la práctica supone calibrar en cada individuo diagnosticado el peso relativo que cada variable puede tener en su evolución y ponderar con perspicacia la auténtica y genuina voluntad de salir hacia adelante como individuo autónomo.
Mucha suerte.
Dr. C. Lupresti. Servicio de Psiquiatría y Psicología. Hospital Quirón. Barcelona.
Instituto Lupresti
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