Redacción Farmacosalud.com
El reciente Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC por sus siglas en inglés) ha dedicado una de sus sesiones a repasar las manifestaciones cardiovasculares más frecuentes del COVID-19. Respecto al COVID Persistente o Long COVID, más allá del cansancio, la fatiga, la disnea (falta de aire) y la sensación de debilidad generalizada, “el síndrome de taquicardia postural ortostática, que se caracteriza por un incremento sostenido de la frecuencia cardiaca al realizar un mínimo esfuerzo, es una de las manifestaciones más comunes entre los pacientes con COVID Persistente, desde el punto de vista específicamente cardiovascular”, explica el Dr. Héctor Bueno, vicepresidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Aquellos que han sufrido una enfermedad por COVID-19 más grave y han requerido hospitalización tienen más riesgo de sufrir COVID Persistente, aunque también influyen otros factores como la edad, el sexo o aspectos sociodemográficos. El Long COVID incluye más 200 síntomas de curso fluctuante que provocan que un tercio de los pacientes sean incapaces de volver a su puesto de trabajo o retomar una actividad física normal.
Disociación entre los síntomas y las pruebas objetivas de salud
Además, durante el encuentro, los expertos han subrayado que uno de los problemas más típicos del COVID Persistente es la disociación entre los síntomas y las pruebas objetivas de salud. “Es común que los pacientes presenten una debilidad y una astenia intensas y, sin embargo, los resultados de las pruebas de evaluación de función cardiopulmonar o muscular sean bastantes normales”, indica el Dr. Bueno. Tal y como indica el vicepresidente de la SEC, “el Long COVID es un problema importante. En primer lugar, a nivel individual por el impacto que tiene en las personas que lo padecen y en su calidad de vida. En segundo lugar, a nivel científico porque no se saben los mecanismos exactos involucrados y se necesita más investigación. En tercer lugar, a nivel asistencial porque no sabemos cómo tratar o prevenir esos síntomas. Y, por último, a nivel del sistema sanitario porque tiene un impacto en los reingresos, en las atenciones médicas y en las consultas”.
Precisamente, los expertos han repasado las tasas de rehospitalización de algunos países, destacando en Europa la de Reino Unido, donde el COVID ha provocado un 30% de reingresos, frente al 4% de España, pasando por el 10% de Italia. Para el Dr. Bueno, los reingresos tienen mucho que ver con el funcionamiento del sistema. “Si das altas precoces, las tasas de reingresos es más alta. Puede que España, después de la primera ola, haya sido más conservadora y no haya dado de alta a los pacientes de forma tan rápida hasta que no estuvieran más estables. Aunque esto es solo una hipótesis. Lo que sí es poco probable es que la enfermedad sea distinta entre unos países y otros”, reflexiona.
Entre las consecuencias generalizadas agudas del COVID-19, las más frecuentes son las neumológicas y el cuadro inflamatorio. “En lo que respecta al corazón, tenemos la miocarditis (inflamación del miocardio) y también fenómenos trombóticos, como el tromboembolismo pulmonar y trombosis arteriales como el infarto o el accidente cerebrovascular”, detalla Bueno. Estas condiciones revierten relativamente pronto, pero una pequeña proporción de pacientes mantiene cierto grado de daño miocárdico persistente. Además, un estudio sueco publicado en la revista ‘The Lancet’ ha demostrado que los pacientes que padecen COVID-19 tienen un riesgo tres veces más alto de sufrir un infarto de miocardio o accidente cerebrovascular.
Nueva diana farmacológica para el aneurisma de aorta abdominal
La tirosina hidroxilasa (TH), una enzima fundamental en la síntesis de catecolaminas, neurotransmisores y hormonas que juegan un papel crítico en el control de la función cardiovascular, ha sido identificada como una potencial diana farmacológica en el aneurisma de aorta abdominal (AAA), una enfermedad con alta incidencia en individuos de edad avanzada y para la cual no existen tratamientos farmacológicos que frenen su avance y su complicación clínica. Así lo confirma un estudio desarrollado por los investigadores del CIBER de Enfermedades Cardiovasculares (CIBERCV) en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona (IIBB-CSIC) –José Martínez González–, el Instituto de Investigación del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (IIB Sant Pau) –Cristina Rodríguez Sinovas– y el CNIC –Vicente Andrés–, que ha sido publicado en la prestigiosa revista ‘Hypertension’.
El aneurisma aórtico abdominal es una afección potencialmente mortal, cuya prevalencia puede llegar a alcanzar hasta el 8% en varones de más de 65 años, caracterizada por una degeneración de la pared de la aorta que conlleva la dilatación localizada y permanente de la aorta abdominal. Se trata de una enfermedad degenerativa crónica en la que el diámetro aórtico tiende a expandirse de manera progresiva, lo que incrementa el riesgo de ruptura aórtica, la complicación más grave de esta enfermedad, responsable de aproximadamente el 2% del total de muertes en varones de edad avanzada.
En el nuevo trabajo, la investigadora del CIBERCV en el IIB Sant Pau Cristina Rodríguez Sinovas indica que han identificado a la tiroxina hidroxilasa como potencial diana farmacológica. “Hemos demostrado el incremento de la expresión de este enzima y de otros genes de la vía de síntesis de catecolaminas, tanto en el aneurisma humano como en dos modelos animales de AAA, caracterizando el perfil de expresión de la TH en la pared vascular”, indica la investigadora, incidiendo en que “lo más interesante es que mostramos que la inhibición farmacológica de la enzima es capaz de limitar el desarrollo de aneurismas en estos dos modelos animales, preservando la integridad de las láminas elásticas y reduciendo el estrés oxidativo y la inflamación vascular”.