Redacción Farmacosalud.com
‘La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla’, decía el filósofo y escritor George Santayana. De hecho, aunque una persona haya encarado ya la recta final de su existencia, todavía tiene vida… y esa vida hay que captarla, sentirla y experimentarla con la máxima calidad de -y valga la redundancia- vida que sea posible. De ahí que haya surgido el voluntariado ‘compasivo’, una red de voluntarios dispuestos a cuidar de aquellas personas que están cubriendo ya la última etapa de su trayecto vital. Esta iniciativa se ha probado con éxito en Sevilla y actualmente el novedoso movimiento está en franca expansión, tal y como afirma Silvia Librada, directora del proyecto Todos Contigo, una de las organizaciones involucradas en el proyecto Sevilla Contigo, Ciudad Compasiva: “Esto ya es una realidad, el proyecto se está extendiendo a otras zonas de Sevilla y a otras zonas de España. Ya son más ciudades las que están comenzando a implementar la metodología Todos Contigo, para el desarrollo de comunidades y ciudades compasivas, como son Badajoz, Getxo y Pamplona en España; Cali, Bogotá, Fusagasugá y Medellín en Colombia, y Buenos Aires en Argentina”.
“La compasión es un movimiento que se está extendiendo muy rápidamente y ya hay más de 20 ciudades de España, Latinoamérica y Portugal que quieren comenzar su desarrollo. Como siempre suelo decir, 'el desarrollo de comunidades y ciudades compasivas comienza en cada uno de nosotros'. Y esta es la verdadera apuesta: hacer que cada persona se implique en los cuidados y acompañamiento de las personas al final de la vida”, comenta Librada en declaraciones a www.farmacosalud.com.
Unos voluntarios formados
La organización New Health Foundation ha presentado los resultados del primer año de vida de San Pablo- Santa Justa Distrito Compasivo, proyecto enmarcado en la iniciativa Sevilla Contigo, Ciudad Compasiva y que persigue convertir la capital andaluza en una ciudad sensibilizada con la compasión y preparada para cuidar a personas al final de la vida o en fase de enfermedades avanzadas a través de las redes del cuidado. Después de 12 meses de trabajo, y en un total de 35 casos seleccionados de personas con una escasa red de apoyo, se ha logrado que la media de cuidadores voluntarios implicados en la atención de cada uno de estos pacientes al final de su vida haya aumentado de 1 a 10. Lo importante es que este incremento de la red de cuidadores ha traído consigo una mejora en la calidad de vida del paciente, sobre todo a la hora de reducir la posible presencia de ansiedad, soledad o depresión. Asimismo, se ha generado una disminución de la sobrecarga emocional y física del cuidador principal y se ha detectado una mejora en la satisfacción de los familiares en relación a la atención prestada.
Los cuidadores que se han unido a la red no son sólo voluntarios/as, también hay familiares, amigos/as, vecinos/as, o antiguos compañeros/as de trabajo de los pacientes que viven la etapa final de su vida. A través del trabajo de la promotora comunitaria, se analizan las redes de cuidado de las personas que afrontan la enfermedad avanzada, y se plantea un plan de acción para informar a las personas identificadas con el fin de que éstas ese unan a la red comunitaria de los individuos que están en situación de necesidad. De manera colateral también se crean contactos en el distrito, a través de conferencias, publicidad y campañas de sensibilización, con el fin de ayudar a aquellos pacientes con más escasa red de apoyo. Gracias a las entidades colaboradoras, también se cuenta con un entramado de centros de asociaciones, centros de día, residencias, asociaciones de voluntariado, etc (además de los propios servicios sanitarios y sociales) que se implican para cubrir estas necesidades junto con la comunidad.
Según Librada, la formación de los voluntarios “es imprescindible para entender cómo cuidar y acompañar al final de la vida, para saber comunicar y para entender la muerte como parte de la misma vida. Desde el proyecto ofrecemos cursos de formación a voluntarios y, además, talleres mensuales sobre consejos prácticos de cuidado y acompañamiento, abiertos a todos los públicos”.
Una variada tipología de ayudas prestadas
Dependiendo de las necesidades identificadas, algunos voluntarios que comienzan a ser parte de la red comunitaria hacen tareas tan sencillas como hacer la compra, sacar el perro, ir a la farmacia, etc. “Estas tareas tan sencillas -prosigue- pueden ser realizadas por cualquier persona; son pequeños gestos que pueden ayudar mucho a un cuidador/a que sufra sobrecarga de tareas de cuidado. Por otra parte, algunas otras personas que hayan pasado por el proceso formativo o tengan más estrecha relación con la persona que afronta la enfermedad, puede ofrecer acompañamiento mientras se ofrece un respiro al cuidador. Se trata de aumentar la red de apoyo para, entre todos, cuidar a los que afrontan la enfermedad avanzada. En estos momentos tan cruciales de la vida, toda ayuda es agradecida. De esta manera concienciamos en la necesidad de crear redes comunitarias, y de repartir la responsabilidad de cuidar y crear comunidades compasivas”.
En función del perfil del voluntario y del rol que le toque en los cuidados (amigo, hijo, hermano, padre/madre, etc), las necesidades se cubren dependiendo de las actividades básicas e instrumentales de la vida diaria. Por ejemplo, hay quienes ayudan en el aseo (familiares de primer grado habitualmente) o quienes pueden ayudar en el desahogo (amigos por ejemplo) o actividades de entretenimiento (nietos, sobrinos). “Un proyecto sobre la identificación de estas necesidades nos permitió ver cómo podemos ayudar dependiendo de ese rol que nos toque vivir como cuidador”, precisa la experta.
En los doce meses de la iniciativa sevillana, casi 2.700 personas han participado de manera directa en las más de 40 acciones de sensibilización y formación realizadas, adscribiéndose al proyecto 42 organizaciones, 9 de las cuales pertenecientes al distrito San Pablo-Santa Justa, uno de los más poblados de Sevilla. Precisamente se eligió en su momento este distrito de manera piloto por concentrar una población de 60.000 vecinos, por sus características sociodemográficas y por reunir elementos favorecedores para la realización de intervenciones comunitarias y vecinales: tenía la población más envejecida, contaba con el más alto número de solicitudes para la ley de la dependencia y tenía ya una red de voluntariado formada.
No hace falta estar solo y ser anciano para recibir las atenciones compasivas
Este proyecto ha permitido que, por primera vez, los sistemas sanitarios, sociales y comunitarios estén juntos e implicados en la identificación de personas beneficiarias de la atención integral a los cuidados paliativos cubriendo todas aquellas necesidades detectadas por los miembros de la comunidad. Todo ello ha sido posible gracias a la constitución de comisiones de trabajo entre los profesionales de cuidados paliativos, centros de salud, servicios sociales y promotora de la comunidad, cuyos responsables se reúnen puntualmente para la identificación de las necesidades.
Según Librada, el paciente candidato a recibir las atenciones del movimiento compasivo no tiene por qué estar marcado por la soledad, dado que “cualquier persona puede beneficiarse del proyecto, que ahora está siendo pilotado en el distrito San Pablo-Santa Justa. Se accede al proyecto a través de centros de salud, centros de servicios sociales, y residencias y centros de día del distrito. Además, también se puede contactar con Fundación New Health directamente. Los requisitos para entrar en el programa no son el nivel de soledad, sino el hecho de afrontar la enfermedad avanzada y/o final de la vida. Desde el proyecto creamos (cuando no existen) y gestionamos (cuando sí existen) las redes de cuidados”. Tampoco importa la edad de los pacientes, puesto que “el final de la vida no sólo afecta a personas ancianas”, recuerda la directora del plan Todos Contigo.
“Cuando nada se puede hacer, se puede hacer mucho… porque cuidar de otro es un hermoso privilegio. Ayudar a quien sufre es parte de la esencia de nuestra humanidad. Acompañar en la vida y en la muerte es un valor que nos da sentido como sociedad y como comunidad”, apostilla el presidente de New Health Foundation, Emilio Herrera.