¡Uff, menudo salto!!
Has apurado demasiado, le espeta el monitor. Te falta experiencia para apurar como lo has hecho hoy.
El monitor de saltos de paracaídas es extremadamente estricto en temas de seguridad. Sabe que un error puede tener consecuencias fatales para el saltador.
Manuel le tiene un gran respeto y no se le enfrenta a pesar de que el tono que ha utilizado Josep, el monitor, era muy duro. Desde el principio del curso, hace unos meses, Josep enseña sin concesiones al compadreo o a la frivolidad este deporte de riesgo a un pequeño grupo de amigos, con edades entre los 30-40 años.
Manuel hace lo imposible para acudir a las clases programadas y mantener una buena forma física. Toda la que le permite su oficio de anticuario que le transmitió su padre, muerto prematuramente hace pocos meses de un cáncer fulminante. Su muerte desestabilizó un poco más la deteriorada relación de pareja, quien continuamente cuestionaba su proyecto profesional por considerarlo inestable, y tampoco admitía que practicase deportes de riesgo, que ella percibía de riesgo extremo. Nunca coincidieron plenamente en el ocio que podían compartir. Finalmente, ella marchó, hace pocos días, a casa de sus padres en el interior del país, donde podría disfrutar de una cómoda y sólida posición económica.
Era jueves noche, hacia las ocho de la tarde. Manuel había tenido un día anodino, con algunas ofertas de pintura modernista de gran calidad, pero el vendedor todavía no estaba maduro. Creía que había heredado una fortuna, y no era el caso. Todavía faltaban unos encuentros para rematar la faena.
Había comprado comida japonesa para no complicarse la cena. Miraba algunos catálogos sin demasiada atención, cuando sigilosamente empezó a invadirle un malestar físico del que no atinaba a encontrarle ni origen ni explicación. En cuestión de unos veinte minutos, el malestar empezó a transformarse en dificultades para respirar, taquicardia, sudoración, sensación de calor y frío; la inquietud y el desasosiego fueron invadiéndolo, hasta llegar al síntoma más desagradable y traumático de una crisis de pánico: LA SENSACIÓN DE MUERTE INMINENTE. Este síntoma, muy común en la crisis de pánico, confiere a esta experiencia un plus traumático del que cuesta tiempo desprenderse, aun con el tratamiento adecuado.
Llamó al Servicio de Urgencias Médicas y su sorpresa fue que la sola presencia de los profesionales en su casa actuó como si de una inyección intravenosa de un potente calmante se tratara.
Tras cierto momento de incredulidad después del diagnóstico de crisis de pánico (lo que suponía aceptar que toda aquella tempestad de síntomas físicos podía tener un origen emocional), rápidamente se dio cuenta de la invasión de miedo irracional que había sufrido. Realmente fue un golpe moral. No entendía como un hombre valiente como él había podido sufrir aquel revolcón. ¡Ni el día del primer salto en paracaídas le había producido tantos síntomas de miedo!!
En la próxima entrega intentaremos acercarnos a la OTRA LÓGICA DEL MIEDO y veremos qué le ocurrió a Manuel durante los siguientes quince días:
TRAS SU PRIMERA CRISIS DE PÁNICO
(Autor del artículo: Doctor Carles Lupresti)