Redacción Farmacosalud.com
En los últimos años -desde hace casi dos décadas-, Europa echaba de menos alguna novedad farmacológica para tratar la obesidad. Sin ir más lejos, meses atrás el doctor Manel Puig decía, en su condición de presidente de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), que “andamos faltos de una vertiente farmacológica” en el ámbito del tratamiento e investigación de la obesidad, terreno en el que “se va progresando con cierta lentitud”. Finalmente, tras casi dos décadas sin novedades farmacológicas para el exceso de peso, Europa ha pegado un acelerón y ha dado luz verde, con pocas semanas de diferencia, a dos medicamentos para combatir la obesidad: Bupropión/Naltrexona (comercializado como Mysimba®), y Liraglutida 3.0* (Saxenda®). Con ello, se sigue la estela de los Estados Unidos, donde se han prodigado más esta clase de fármacos. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ya ha dado su visto bueno a ambas novedades terapéuticas, por lo que en pocos meses ya podrían estar disponibles para ser administradas a los pacientes.
Tanto Bupropión/Naltrexona como Liraglutida 3.0 están indicados para el manejo del peso en pacientes adultos con un índice de masa corporal (IMC) de ≥ 30 kg/m² (obeso), o ≥ 27 kg/m² a < 30 kg/m² (sobrepeso). Por lo tanto, no van dirigidos a pacientes de obesidad mórbida, ya que en este caso estaríamos hablando de un índice de masa corporal superior a 40. Bupropión/Naltrexona está indicado para personas con factores de riesgo asociados con el peso (por ejemplo, diabetes tipo 2, dislipidemia o hipertensión controlada), mientras que en el caso de Liraglutida 3.0 la indicación va dirigida a pacientes con al menos un factor de riesgo asociado con el peso, como las alteraciones de la glucemia (prediabetes o diabetes mellitus tipo 2), hipertensión, dislipemia o apnea obstructiva del sueño.
Fin al tratamiento si en un plazo determinado no se pierde el 5% del peso inicial
Según la AEMPS, ambos tratamientos deben conjugarse con una ‘dieta hipocalórica y una actividad física incrementada’. Según el doctor Francisco Tinahones, miembro de la Sociedad Española Para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) e investigador principal de CIBERobn, “la dieta hipocalórica y los cambios del estilo de vida tienen que ser un acompañante en cualquier tratamiento médico para la obesidad. La efectividad de estos fármacos es muchísimo mayor si el paciente tiene una adherencia a la dieta e incrementa su actividad física. Una dieta hipocalórica podría ser una dieta que disminuye aproximadamente unas 500 kilocalorías las necesidades diarias. Por ejemplo, una persona que tenga unas necesidades diarias de unas 2.400 calorías, que pueden ser unas cantidades calóricas para un hombre con una actividad física no excesivamente importante, pues sería bajar su aporte en unas 500 calorías. En una mujer que pueda estar en torno a 1.800-2.000 calorías, sería bajar aproximadamente 500 kilocalorías al día”.
El tratamiento con Bupropión/Naltrexona debe interrumpirse si después de 16 semanas los pacientes no han perdido al menos el 5% de su peso corporal inicial, mientras que el caso de Liraglutida debe interrumpirse si después de 12 semanas con la dosis de 3 mg/día los pacientes no han perdido ese mismo porcentaje de peso corporal inicial. “Para que se apruebe un fármaco para la obesidad, uno de los requisitos que se pide es que el fármaco provoque un descenso de peso medio en torno al 5%, o superior al 5%. Suele aplicarse prácticamente a todos los medicamentos que se aprueban para la obesidad. En cierta medida, es bastante lógico que se exija esa efectividad al tratamiento para continuar subvencionándolo. Con este tipo de fármacos, siempre hay una tasa de no respondedores, que puede estar entre el 15-20% de pacientes; si no ha habido respuesta al fármaco, no tiene mucho sentido seguir prescribiéndolo”, apunta el doctor Tinahones.
Control del apetito y retardo del vaciamiento gástrico
Los principios activos de Mysimba® son naltrexona (usada para tratar la intoxicación por opiáceos y el síndrome de abstinencia al alcohol) y bupropión (empleado para dejar de fumar). En el ámbito de la obesidad, ambos compuestos actúan sobre circuitos clave del cerebro con el fin de llevar a cabo un control del apetito. Bupropión y naltrexona inciden en la melanocortina y ésta disminuye la proteína agouti, que es estimulante del apetito. “En resumidas cuentas: el efecto de las dos moléculas es anorexígeno (disminución de las ganas de comer), a nivel del sistema nervioso central”, explica el facultativo. En cuanto a Liraglutida (Saxenda®), sus mecanismos de acción son diferentes: aparte del control del apetito, también propicia “un retardo en el vaciamiento gástrico”, lo que comporta que “el paciente tenga más saciedad”, precisa.
A criterio del doctor Tinahones, la aprobación de esos dos nuevos medicamentos “es una magnífica noticia porque en Europa los fármacos para la obesidad se estaban haciendo tremendamente restrictivos. Por el contrario, en Estados Unidos se tomó en consideración la magnitud de la epidemia brutal de obesidad que sufrían y sufren los países desarrollados… Estados Unidos tenía hasta hace poco 9 fármacos aprobados para la obesidad y aquí solamente teníamos uno, Orlistat. Ahora, afortunadamente, en cuestión de un mes se han introducido en el mercado dos fármacos más”.
El riesgo de los pacientes que ‘entran y salen’ de su sobrepeso
No obstante, los pacientes no deben ‘confiarse’ solamente por el hecho de que hayan aparecido esas dos novedades terapéuticas. Imaginemos que una persona ha adelgazado gracias a los nuevos tratamientos. ¿Existe el riesgo de que ese individuo se relaje en sus normas dietéticas porque, consciente o inconscientemente, sabe que si engorda siempre podrá someterse de nuevo a los efectos de dichos fármacos con el fin de volver a perder peso? En otras palabras: ¿estaríamos ante un riesgo de obesos que ‘entran y salen’ regularmente de su situación de sobrepeso? “Ese siempre es el riesgo para cualquier fármaco indicado para la obesidad -reconoce Tinahones-. Ningún fármaco para la obesidad es eficaz si no va acompañado de un cambio en el estilo de vida del paciente. Por eso, tiene mucho sentido que, aparte del fármaco, se obligue al ‘clínico’ a prescribir al paciente una dieta hipocalórica. Porque si el paciente deja el fármaco y vuelve a una dieta hipercalórica, vuelve a recuperar el peso perdido. Por eso es fundamental convencer a esa persona de que, después de dejar el medicamento, siga una dieta hipocalórica, porque si vuelve a ‘las andadas’ volverá a recuperar el peso en cuestión de meses”.
Recientemente, la SEEDO, la SEEN y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) argumentaban que la obesidad es la segunda causa prevenible de desarrollo de cáncer tras el consumo de tabaco. “Ese es un dato absolutamente real”, afirma el experto. A lo que añade: “la obesidad provoca una serie de efectos secundarios y comorbilidades que van más allá de la diabetes, la hipertensión o la alteración en los lípidos. El exceso de peso es un factor de riesgo de desarrollar determinados cánceres; en mujeres, el cáncer de endometrio es tremendamente prevalente en mujeres con obesidad. Hay una relación muy directa entre el grado de obesidad y el envejecimiento global; el sobrepeso va más allá de los problemas metabólicos”. Para el doctor, perder peso es tan difícil y ganarlo tan fácil porque “la oferta energética es desmesurada con respecto al gasto que hacemos. En las últimas décadas se ha disminuido de una forma importante la actividad física y, por el contrario, la oferta calórica no está limitada, es una oferta calórica muy importante”. Tinahones recuerda, además, que existen otros factores que, en menor medida, también pueden estar influyendo en el incremento de la prevalencia de la obesidad, como son determinados contaminantes y cambios en la microbiota intestinal.
“En algunos ambientes, todavía se ve que un niño con unos kilos de más es más sano”
Este especialista destaca los avances que, desde un punto de vista informativo, se han producido en las últimas décadas con respecto a la consideración de la obesidad como una enfermedad crónica. De todos modos, “probablemente hemos avanzado poco en acción”, puesto que, si bien la teoría está bastante aprendida, otra cosa es la práctica y que “los pacientes hagan caso a las recomendaciones”, apunta el doctor. “Todavía no ha calado en la población que un niño obeso será, casi con toda seguridad, un obeso en la edad adulta. Todavía, en determinados ambientes, se sigue viendo que un niño con unos kilitos de más es más sano que un niño delgado. En las consultas de pediatría todavía hay más visitas porque un niño no come que porque tenga sobrepeso. En ese ámbito de la población todavía hace falta incrementar la información y la educación”, concluye Tinahones.
* Liraglutida 3.0: conocido también como Liraglutide 3.0