Redacción Farmacosalud.com
Casi tres años en lista de espera de un trasplante de seis órganos, sintiendo cada día como los minutos corren contrarreloj y el cuerpo de un hijo se deteriora en esa carrera de fondo por ganar una batalla al destino. Casi tres años con el teléfono siempre encendido, y unos padres jóvenes e inexpertos que han tenido que aprender medicina a pasos forzados. Así ha sido la vida de Amparo y Víctor, los padres del pequeño protagonista de esta historia, hasta finales de febrero, cuando el suena el teléfono y lo coge Víctor González, de 32 años, en Barcelona. Al otro lado le saluda la Dra. Esther Ramos, jefa de la Unidad de Rehabilitación Intestinal y Trasplante Multivisceral del Hospital La Paz de Madrid. “Ha surgido un posible donante para su hijo; todavía no puedo confirmarles si los órganos del donante serán válidos, pero deben ustedes salir lo antes posible hacía Madrid porque necesito que, en caso de ser afirmativo, el pequeño Víctor esté antes de seis horas aquí para prepararle para la cirugía”.
La familia empezaba a temer que su oportunidad no llegase nunca, ya que el niño empeoraba, cada vez se le notaba más cansado, más débil. "Sabíamos que si no llegaba esa llamada, estábamos muy cerca del final”, comentan. Anteriormente, la madre, Amparo, manejaba sin ninguna dificultad un catéter y tomaba apuntes de los muchos fármacos inmunosupresores que tenía que tomar su hijo durante el resto de su vida. Cuando Amparo llevaba 27 semanas embarazada, les dijeron que algo iba mal. “Tras una ecografía rutinaria me dijeron que el niño venía con gastrosquisis”. El diagnóstico era claro: fallo intestinal... necesitaba un trasplante multivisceral y, hasta que llegase, tenía que vivir conectado a una máquina de nutrición parenteral y alimentarse a través de un catéter durante 18 horas al día.
Estómago, hígado, duodeno, intestino delgado, segmento de colon y páncreas
Una vez en Madrid, llegó la intervención y… todo fue un éxito. “Verle después de la operación fue impresionante. Le habían cambiado el estómago, hígado, duodeno, intestino delgado, segmento de colon y páncreas. La alegría y el miedo se intercambian los papeles en cuestión de segundos. Todo es intenso”, refieren los testigos de la escena.
La pandemia de coronavirus, además, ha sumado muchos nervios a una situación que no puede ser más difícil.... el hospital entero se convierte en una batalla campal contra un virus del que se desconoce casi todo. Al padre de Víctor le piden que no visite al niño para protegerles, dado que creen que es peligroso que haya más acompañantes que uno por familia. “Me he pasado casi los dos últimos meses encerrado en una habitación de la casa de acogida de la asociación de pacientes NUPA, con otra familia y su hijo en fase de recuperación", relata el padre.
Los padres de Víctor sabían que lo prioritario era minimizar el riesgo de contagio, en tanto que un contagio podía desestabilizar la adaptación del injerto donado. Le hicieron las pruebas del COVID-19 en varias ocasiones a varios los niños de la planta. Si alguno daba positivo se lo llevaban a otra zona del hospital. La enfermería tomó todas las medidas de precaución posibles. El pequeño Víctor ha echado mucho de menos a su papá... al resto de la familia... pasar dos meses sin poder abrazarse... sin salir a coger aire.
“Contra todo pronóstico, la evolución de Víctor ha sido impecable. Ingreso muy breve en la Unidad de Cuidados Intensivos y luego alta a domicilio apenas a los dos meses del trasplante”, señala la Dra. Ramos. El equipo médico lo tiene claro, y la familia también: nada de esto sería posible si alguien no hubiera tenido un acto de solidaridad tan enorme como donar los órganos de su hijo, en el peor momento de sus vidas, cuando acaban de perderlo.