Redacción Farmacosalud.com
Dime con quién andas y te diré quién eres… Es una de las clásicas frases sabias. Ahora, surge otra máxima que, más que una connotación moralizante, tiene un sentido mucho más ‘terrenal’: dime a qué velocidad andas y te diré cómo te encuentras. Y es que medir la velocidad a la que se camina es una herramienta útil para detectar un elevado riesgo de muerte o deterioro funcional en personas aparentemente sanas, según una revisión liderada por el Parc Sanitari Pere Virgili (Barcelona) y publicada recientemente en la ‘Revista Española de Geriatría y Gerontología’. De hecho, un estudio realizado en Estados Unidos establece que el 30% de ancianos examinados “andaban a una velocidad inferior a 0,8 m/s, por lo que se podrían considerar personas con algún grado de fragilidad”, comenta el doctor Marco Inzitari, director asistencial del Parc Sanitari Pere Virgili.
La revisión realizada por el centro barcelonés sintetiza la evidencia de muchos estudios recientes sobre este tema con una visión práctica y crítica a la vez. Así, en el trabajo se recoge que una velocidad de la marcha inferior a 0,8 m/s (2,9 km/h) implica que la persona se encuentra en un estado de fragilidad y que tiene, por tanto, un mayor riesgo de sufrir problemas de salud. En cambio, velocidades de 1 m/s o superiores se asocian a una supervivencia mayor a la estimada para un subgrupo de edad y sexo. Debe destacarse que la revisión alude sólo a personas mayores, es decir, que tengan 65 años de edad o más.
Por más lento que se camine, es muy difícil que un adulto sano vaya a menos de 0,8 m/s
El indicador de la rapidez en la marcha es muy fiable porque, por más lento que uno camine desde joven, en condiciones normales es muy difícil desplazarse a una velocidad inferior a 0,8 m/s (2,9 km/h). Así pues, situarse en esos registros a la hora de desplazarse a pie es una clara muestra de un más que probable estado de fragilidad, tal y como remarca Inzitari: “En principio, una velocidad de la marcha baja, como 0,8 m/s o menos, no es habitual, así que es todavía más difícil pensar que podría ser habitual en la vida de una persona, por muy lento que acostumbrase a caminar. Normalmente este enlentecimiento al caminar se relaciona con un estado de fragilidad. Sin embargo, a partir de la detección de esta ‘alarma’ -cabe recordar que la velocidad de la marcha no diagnostica, sino que es una prueba de cribado y seguimiento- se tendría que hacer una valoración integral, más extensa. Así, el resultado de la prueba tendría que contextualizarse y enmarcarse en una visión más global de la persona”.
“En el estudio más extenso -explica el doctor- que se ha llevado a cabo sobre velocidad de la marcha, un meta-análisis de 9 estudios de población con más de 34.000 participantes (todos personas mayores de la comunidad), publicado por la revista JAMA y liderado por la Dra. Studenski de la Universidad de Pittsburgh (EUA), en el que también participó el Parc Sanitari Pere Virgili, se obtuvieron los siguientes resultados: un 30% andaban a una velocidad inferior a 0,8 m/s, por lo que se podrían considerar personas con algún grado de fragilidad, es decir, con mayor riesgo de padecer eventos de salud adversos en el futuro; un 40% andaban a 1 m/s o más, por lo que se podrían considerar personas con un estado de salud ‘robusto’, y otro 30% estaban entre 0,8 y 1 m/s, estado que se podría considerar pre-frágil (personas que necesitan una valoración y seguimiento más estricto que aquellas que andan a 1 m/s o más)”, explica el doctor.
La prueba podría aplicarse en ancianos que tienen problemas leves de autonomía
Se calcula que entre un 10 y un 40% de las personas mayores de 65 años pueden encontrarse en un estado de fragilidad, es decir, son vulnerables y por lo tanto pueden sufrir efectos adversos de salud como discapacidad, deterioro cognitivo, institucionalización, caídas y muerte. Sin embargo, la mayoría de ellas no sufre problemas de salud evidentes y no está diagnosticada. A pesar de que la fragilidad se relaciona con múltiples factores, como una pérdida de peso no intencional, debilidad muscular, agotamiento y poca actividad física, la velocidad de la marcha ha demostrado ser el marcador más eficaz para detectar a personas que se encuentran en ese estado, han apuntado fuentes del Parc Sanitari Pere Virgili. Por ello, desde este centro abogan por la incorporación de dicho indicador a la práctica clínica diaria con el fin de poder diseñar precozmente actuaciones que posibiliten modificar el riesgo de debilidad física (actuaciones como ejercicio físico, intervenciones nutricionales y evaluación geriátrica personalizada) y poder así revertir la situación de los pacientes.
“Dado que la evidencia científica relativa a la prueba ya está bastante consolidada, desde el Parc Sanitari Pere Virgili proponemos que se pueda introducir como un cribado para detectar fragilidad en la comunidad, por ejemplo, en Atención Primaria. A lo mejor, para la implementación, se podrían proponer algunos grupos de más riesgo -como personas más mayores, a partir de una edad determinada, y otras que tengan problemas de salud leves o dificultades también leves para realizar las actividades diarias- para empezar a valorarlos”, aduce Inzitari.
Una valoración que podría ser útil en casos de cirugía y tratamiento de cáncer avanzado
Según el doctor, “también se está estudiando el apoyo” que la medición de la velocidad de la marcha “puede ofrecer en ámbitos médicos y su utilidad para prever el riesgo de complicaciones en pacientes mayores que se sometan a una cirugía, así como en la valoración del tratamiento a pacientes mayores con cáncer avanzado. En este último caso, serviría para tomar decisiones como, por ejemplo, someter al paciente a un procedimiento más o menos agresivo, teniendo siempre en cuenta otros elementos de la valoración y procediendo de manera consensuada con la persona”.
Medir la velocidad de la marcha es una prueba barata, no invasiva para el paciente y de rápida ejecución, en tanto que sólo con un cronómetro, dos marcas en el suelo y una mínima estandarización, un profesional sanitario ya puede obtener una medida más sensible que las que proporcionan otros índices utilizados en la práctica clínica. En caso de que un anciano vaya a una marcha inferior a 0,8 m/s (2,9 km/h), se recomienda “someter a la persona a una valoración geriátrica integral”, procedimiento que contempla la inclusión de “aspectos de valoración médica geriátrica, así como aspectos funcionales, cognitivos, psicológicos, sociales y de entorno. Esta herramienta integral es la mejor que existe para orientar sobre la necesidad de pruebas más específicas y tratamientos eventuales (no solo farmacológicos, ya que también pueden incluir aspectos de ejercicio físico y nutricionales, por ejemplo).
Un marcador útil tanto para hombres como para mujeres
Por sexos, la velocidad a la hora de caminar es un marcador de riesgo de muerte o de deterioro funcional igual de efectivo tanto para hombres como para mujeres de edad avanzada.
Además del Parc Sanitari Pere Virgili, en el estudio han colaborado investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y del Servicio de Geriatría del Complejo Hospitalario de Navarra (Pamplona).