Peter Frankopan, autor del libro ‘La Tierra transformada’ (Crítica): Peter Frankopan es catedrático en Global History por la Universidad de Oxford (Reino Unido), para la que dirige el Centre for Byzantine Research, y es research fellow del Worcester College de Oxford. Ha dado conferencias en las principales universidades de todo el mundo, incluídas Cambridge, Yale, Harvard, Princeton, Nueva York, el King’s College de Londres y el Institute of Historical Research, y es autor de ‘El corazón del mundo. Una nueva historia universal’ (Crítica, 2016), ‘Las nuevas rutas de la seda’ (Crítica, 2019) y ‘La primera cruzada’ (2022).
Redacción Farmacosalud.com
‘La Tierra transformada’: «todos deberíamos estar agradecidos por los dramáticos cambios que ha experimentado el clima del planeta desde sus orígenes. De no ser por la intensa actividad del sol, los repetidos impactos de los asteroides, las épicas erupciones volcánicas, las extraordinarias transformaciones de la atmósfera, los espectaculares movimientos tectónicos y la constante adaptación de la vida durante miles de millones de años, hoy no estaríamos aquí. Los astrofísicos se refieren a la región habitable alrededor de una estrella como la “zona de Ricitos de Oro”, el espacio ni demasiado caliente ni demasiado frío en el que puede prosperar la vida».
El ser humano no se conforma con ser testigo de todo ello. Interviene, y a muy a menudo lo hace de tal manera que cambia ciertas reglas del juego en su propio beneficio. Eso es así, hasta que el progreso que acompaña a su expansión llega a su límite y entonces fluye en todo su esplendor el colapso. Este proceso escénico, marcado por su carácter cíclico, es una de las representaciones más típicas de las artes homínidas. ‘El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra’, dice el proverbio, aunque, a la hora de analizar la historia de las civilizaciones, quizás habría que otorgarle más plurales a los mismos tropiezos. ‘La Tierra transformada (el mundo desde el principio de los tiempos)’, de Peter Frankopan, relata la historia de la humanidad con el cambio climático como hilo conductor. Debería ser de lectura obligatoria en los centros de enseñanza.
El péndulo sigue con lo suyo
La huella antropomorfa ya lleva mucho tiempo haciéndose notar por este planeta. «Resulta sorprendente que hace tres mil años -y quizá incluso antes- las cuestiones acerca de las amenazas de la superpoblación, la fragilidad de las estructuras sociales y políticas y los riesgos planteados por la interdependencia ya hubieran empezado a inquietar a pensadores, sacerdotes, burócratas y gobernantes. No solo se tenía conciencia, sino que había un interés de primer orden en los problemas imprevistos que podían presentarse de repente y amenazar con el desastre», escribe Frankopan.
«Los peligros derivados de la degradación del medioambiente, el consumo excesivo de los recursos y una carga demográfica insostenible no pasaron desapercibidos para los pueblos que vivieron hace miles de años. Por ejemplo, ‘La epopeya de Atrahasis’, un texto de la época del primer imperio babilónico conservado en tablillas de arcilla de cerca de tres mil setecientos años de antigüedad, evidencia una conciencia nítida de los riesgos que conllevaba traspasar los límites ecológicos».
Todo vuelve. Es inevitable. Es como el péndulo, que se aleja en una dirección y, cuando llega a su cénit, vuelve irremediablemente hasta alcanzar el cénit de la otra dirección, la contraria, y así una y otra vez. En ‘La Tierra transformada’ se pone de manifiesto en varias ocasiones: «la sostenibilidad era una cuestión que también inquietaba a los autores romanos. Lucrecio describe a la Tierra como la madre de la raza humana, pero compara su situación actual con la de “la mujer cuando envejece” y sus “años fértiles” han llegado a su fin: en otras palabras, el planeta tenía recursos finitos que había que cuidar con esmero. “Nuestra pobre Tierra” dice, “está agotada, exhausta ya no da a luz más grandes épocas”. Los campos no producen ya cosechas abundantes y dan solo rendimientos “mezquinos y tacaños”. […] Esto no tenía ninguna relación con el cambio climático y sí con la incompetencia humana, al menos según Columela, un autor romano famoso por sus obras de agronomía».
La política ecologista no es un invento moderno
Con el paso de los siglos, las generaciones que iban relevándose aprendían sobre la marcha, conforme iban apareciendo nuevos retos que, disfrazados de inéditos, no hacían más que reproducir viejos problemas. «Entre 1500 y 1800, el comercio global se expandió a un ritmo sin precedentes, con un crecimiento medio del 1% anual: para 1800, los buques transportaban veintitrés veces más mercancías que trescientos años antes. […]
Que tales exigencias ejercían presión sobre los ecosistemas ya era algo sabido en la antigüedad, pero fue hacia 1500 cuando la idea empezó a expresarse de forma más enérgica y con mayor frecuencia en Europa occidental. Mucho antes de esa fecha, el agotamiento de los bosques germanos había llegado a ser tan grave que la protección era la norma y se requería un permiso especial para talarlos. En la década de 1230, el arzobispo Everardo de Salzburgo prohibió de manera expresa la transformación de los bosques propiedad de la Iglesia en tierras de cultivo, con el fin de permitir que los árboles volvieran a crecer».
¿De verdad la compasión fue la que condujo a la abolición de la esclavitud?
«A menudo, hubo que pagar un alto precio medioambiental. La explotación excesiva de la tierra dañaba los suelos, hacía disminuir la fertilidad y fomentaba la erosión. Ya a principios del siglo XVIII algunos comentaban que los campos se habían convertido en “barrancos estériles y rocosos, tierras yermas, baldías… agotadas en exceso y no tan fértiles como antes”. En la década de 1730, un clérigo de Barbados anotaba que “la faz de la tierra parecía, por así decirlo, una costra seca, quemada y agrietada”; mientras que otro contemporáneo señalaba que “la sequía excesiva, la cantidad de personas que han huido y la condición miserable y la pobreza” de una isla en la que apenas un siglo antes se habían forjado fortunas colosales hacían que la hambruna y el desastre parecieran inevitables».
Uno de los pasajes más estremecedores de la nueva obra de Frankopan remite a la sospecha de que el fin de la esclavitud en el Nuevo Mundo no tuvo un origen del todo piadoso, sino que, en cierto modo, también se gestó por motivos puramente pragmáticos: «según Eric Williams, uno de los historiadores más influyentes del Caribe, la degradación ecológica fue una bendición encubierta, ya que contribuyó a reducir la rentabilidad y, por tanto, facilitó el camino hacia la abolición de la esclavitud. La realidad comercial, más que la sensibilidad compasiva, fue lo que marcó la diferencia».
Quite los gorriones del paisaje y verá lo que pasa
En la era contemporánea, más péndulo… «juzgado en su conjunto, el siglo que siguió al estallido de la Primera Guerra Mundial fue una secuencia de catástrofes sin parangón en la historia de la humanidad y del mundo natural. Millones de personas murieron en guerras (mal) planificadas en cortes, cancillerías, despachos presidenciales o campamentos revolucionarios. Millones murieron en persecuciones fundadas en odios irracionales y prejuicios grotescos acerca de la raza, la religión o la etnicidad. Millones más murieron de inanición en hambrunas deliberadas o por falta de acceso a la asistencia médica más básica. El sufrimiento de los últimos cien años ha sido, de lejos, el mayor de la historia conocida en términos de las dimensiones y horror que alcanzó.
El elevado coste humano de ese período tiene un equivalente en el daño infligido al mundo natural. El último siglo fue testigo de cambios ecológicos profundos debido al impacto de, entre otros factores, la urbanización masiva y la extracción a gran escala de los recursos necesarios para proveer de alimentos, servicios y energía a los habitantes de ciudades de tamaños sin precedentes. […] El petróleo moldeó la historia de Oriente Próximo y, podría decirse, mucho más».
La obsesión humana por cambiar las leyes medioambientales da lugar, en el nuevo libro, a la revelación y posterior exposición de errores de bulto, como el que se vivió en China a mediados del siglo pasado. «En este contexto, se lanzó una campaña nacional para “acabar con las cuatro plagas”, alentada por Mao, que en 1958, proclamó que “todo el pueblo, incluidos los niños de cinco años, debe movilizarse para eliminar las cuatro plagas”, a saber, las ratas, las moscas, los mosquitos y los gorriones. […]
Lo que no se tuvo en cuenta era que, si bien los gorriones efectivamente comían grano, también consumían una gran cantidad de insectos. La exterminación de tantísimos de estos pájaros (que durante años se convirtieron en una auténtica rara avis) provocó la pérdida de grano como consecuencia de la infestación de insectos y, por tanto, tuvo un impacto directo en el rendimiento de las cosechas. Esto agravó los problemas derivados de la veloz modernización, urbanización e industrialización del país. El resultado de todos esos esfuerzos, en palabras de un destacado historiador, fue “la mayor hambruna creada por el hombre de la historia”. […]
La vida vegetal también sufrió, pues en el esfuerzo desesperado por mantenerse con vida la gente arrasó con todo lo que era, o parecía, comestible: semillas y raíces arrancadas del suelo; hojas y corteza de árboles. El medioambiente tardó décadas en recuperarse».
Expectativas tan abrasadoras como desesperantes
Y así llegamos hasta la más rabiosa actualidad, marcada por el cambio climático que, favorecido por el calentamiento global -se ha dicho incluso ‘ebullición global’-, ya forma parte de la colección más incómoda reunida por el progreso humano. Según Frankopan, «el verano de 2022 podría haber servido para convencer incluso a los más escépticos de que algo extraño está ocurriendo con los sistemas meteorológicos globales»… sin ir más lejos, olas de calor récord, sequías pertinaces, lluvias extremas casi apocalípticas, etc., etc.
No obstante -la evidencia vaticinadora que desprende el libro es aterradora-, tal y como «ha señalado recientemente la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria del gobierno británico, al final es fácil responder a la pregunta de cómo se resuelve el problema del cambio climático: será la naturaleza, no la acción humana, la que se encargue de llevar las emisiones netas a cero. Lo hará mediante una despoblación catastrófica, ya sea ésta resultado del hambre, las enfermedades, los conflictos o una combinación de todo ello Si somos menos los que quemamos combustible, talamos bosques y extraemos minerales de la corteza terrestre, la huella humana se reducirá de forma drástica y estaremos más cerca del paraíso sostenible y exuberante de nuestro pasado fantástico. Quizá encontremos el camino de regreso por medios pacíficos; un historiador no apostaría por ello».
¿Una vez más, tropezando con la misma piedra?