Redacción Farmacosalud.com
El doctor Francisco Tinahones, copresidente del Comité Científico Nacional del II Congreso de Obesidad y Complicaciones Metabólicas, XIII Congreso SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) y XIX Congreso SECO (Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad Mórbida y de las Enfermedades Metabólicas) y de la Sección de Obesidad de la AEC, lamenta profundamente que España ostente “el dudoso honor de ser campeones de Europa en obesidad infantil”. En su opinión, la estrategia educativa es vital a la hora de lograr “una alimentación saludable” en las primeras etapas de la vida de las personas. “No se puede seguir pensando y considerando que la obesidad es un problema exclusivamente de voluntad; que el obeso es obeso porque quiere, no podemos decir que el 50% de la población española que tiene obesidad o que tiene sobrepeso tiene un problema de voluntad”. A juicio del doctor, no estaría nada mal que, por ejemplo en el plazo de una década, la SEEDO, como sociedad científica, desapareciera por falta de trabajo, porque esa sería la mejor prueba de que el exceso de peso ya no estaría constituyendo un problema de proporciones epidémicas.
Tinahones, que preside la SEEDO, apuesta por concienciar a la ciudadanía, a la clase política, a los medios de comunicación, a la clase educativa, en definitiva, a todo el entramado social, de que la obesidad es ahora mismo “la gran epidemia del siglo XXI”. En el vídeo que ilustra este artículo, el experto enumera las patologías que van asociadas al exceso de peso.
“Estamos viviendo un momento, valga la paradoja, dulce en la diabetes”
El doctor Tinahones también ha aprovechado la celebración del II Congreso de Obesidad para poner de manifiesto la importancia del enfoque médico multidisciplinar en el abordaje del exceso de peso. Por ejemplo, la presencia de los cirujanos en la esfera terapéutica de la obesidad -intervenciones de cirugía bariátrica, etc- es tan crucial como puede serla la de los psiquiatras o psicólogos, en el sentido de que ciertos cuadros depresivos comportan que algunos obesos ingieran más cantidad de alimentos como mecanismo compensatorio frente a posibles sentimientos de frustración, por lo que en esos casos procede llevar a cabo un tratamiento de corte psicológico. La necesidad de realizar un abordaje multidisciplinar se ve reforzado también por el importante papel desempeñado por los médicos que, como por ejemplo los cardiólogos, tratan las comorbilidades asociadas al exceso de peso.
Otro de los puntales de la reunión científica de la SEEDO ha sido la aportación de los nuevos avances terapéuticos en una de las principales complicaciones metabólicas de la obesidad, como es la diabetes. Para el galeno, “estamos viviendo un momento, valga la paradoja, dulce en la diabetes, porque hasta ahora prácticamente la mayoría de los fármacos que se utilizaban para el tratamiento de la diabetes provocaban un incremento de peso. Cuando a un paciente con diabetes le prescribíamos insulina porque no quedaba otro remedio, pues el paciente subía de peso. Cuando le prescribíamos sulfonilureas, que es un fármaco clásico para el tratamiento de la diabetes, se incrementaba el peso. Cuando le poníamos glitazona, que era otro fármaco del siglo pasado, incrementaban el peso”.
Aparte de que para un diabético resulta desalentador recibir fármacos que incrementen su peso porque es precisamente la obesidad la que le ha llevado a la diabetes, dicha ganancia de quilos es también perniciosa para la salud de este tipo de enfermos. “Afortunadamente, estamos viviendo ya en este siglo dos nuevas estrategias terapéuticas que, además de bajar la glucemia, provocan un descenso de peso” significativo, aduce el doctor. Estamos hablando de los fármacos análogos de GLP-1 y de los inhibidores de SGLT2. De acuerdo con estudios recientes, gracias a estas dos familias de medicamentos ha descendido “de una forma inimaginable” la mortalidad cardiovascular en el ámbito de los diabéticos, hasta el extremo de que “se ha visto de una forma clara y contundente” que los pacientes que los toman “tienen un riesgo menor” de sufrir un infarto o un ictus, se congratula el experto.