Redacción Farmacosalud.com
Desde luego, amor de madre sólo hay uno. Cuando Gloria supo que tenía cáncer de mama, lo primero que hizo fue olvidarse de ella misma y acordarse de su hijo: ‘Si me muero no pasa nada porque mi hijo está muy sano’, pensó. “Lo primero era mi hijo, y lo más importante era que él estaba bien”, recuerda Gloria. Pero la inmensa generosidad de ese primer momento sucumbió posteriormente a las embestidas del tormento: “después ya fue la desesperación: ves lo que has hecho toda la vida y ves que morirás pronto… ves la muerte de cerca. Es muy duro”. A pesar de que ella se sentía muy arropada por su entorno, nunca pudo imaginar que un animal sería la muleta que, desde un punto de vista anímico, le serviría para apoyarse en esos momentos tan difíciles. “Sin ‘Tro’, sin mi perro, hubiera cogido una depresión por culpa del cáncer”, asegura Gloria en su promoción de la perroterapia como método para derrotar moralmente a un tumor maligno. Ya se sabe: el perro es el mejor amigo del hombre (entendido como conjunto hombre-mujer). Y Gloria, una vez más generosa, reivindica esa máxima homenajeando a su querido ‘Tro’ mediante esta entrevista.
Gloria Beascoechea tiene actualmente 50 años de edad y reside en Molins de Rei (Barcelona). En 2011 acudió varias veces al Centro de Atención Primaria (CAP) al notar que “tenía un pecho, el izquierdo, más fuerte que el otro”. “Me dijeron que era normal porque hay gente que tiene un pecho más blando que otro”, añade. Una mamografía y una ecografía dieron la razón a los médicos, pero “al cabo de un tiempo se me deformó el pecho izquierdo y fui de urgencias”, rememora esta mujer. A partir de aquí, fue arrastrada por un torrente de emociones fuertes que empezó con un diagnóstico. “Me delegaron al Hospital Duran i Reynals (l’Hospitalet de Llobregat, en Barcelona) y me diagnosticaron un cáncer de mama de los malignos, muy grande”. Pero ahí, a su lado, ya estaba su perro de raza beagle, su ‘Tro’, que por aquel entonces tenía tres meses de vida. “Él notó que yo tenía cáncer. Cuando yo me levantaba por la noche para ir a urgencias por culpa del tumor, le decía al perro ‘quédate quieto’; él sabía que yo estaba mal y se quedaba quieto, inmóvil, a pesar de que acostumbra a no estar nunca quieto. Como me veía llorar, él se ponía junto a mis pies… cuando volvía del hospital, me lamía el brazo izquierdo (el del lado canceroso). Olisqueaba y no armaba jaleo… y eso que es un perro muy travieso”.
De hecho, los beagle tienen fama de ser unos perros muy ladradores y con tendencia a alterarse con facilidad ante la presencia de estímulos. Si a eso se le suma que, por lo general, se distraen o aburren a la más mínima, no resulta extraño que Gloria califique a ‘Tro’ de animal ‘travieso’.
Quimioterapia, operación, radioterapia, y después…
“Me hicieron quimioterapia -prosigue Gloria-, me operaron y después hubo radioterapia. La operación fue conservadora y por lo tanto no me extirparon el pecho, pero al ser un tumor muy grande me sacaron todos los ganglios. Como habrían quedado dos pechos diferentes, me hicieron la cirugía estética del pecho derecho (el sano). Todo quedó perfecto y dejaron los dos pechos iguales… puedo ir a perfectamente a la playa y hacer un topless, pero lo del topless no lo hago”. Si bien ‘Tro’ lamía el brazo izquierdo de su dueña antes de la intervención, “cuando me operaron lo hacía al revés, como si quisiera no dañarme el lado del pecho operado”, revela esta vecina de Molins de Rei.
Tras permanecer más de un año de baja, parecía que la pesadilla había terminado. Asistió a terapia de grupo en el hospital y llegó la hora de reincorporarse a su trabajo en una tienda de deportes. Sin embargo, Gloria se sentía muy fatigada y no había manera de recuperar las fuerzas. Al cabo de un año, se alarmó porque la espalda no dejaba de dolerle. “De un dolor del 1 al 10 (10 el dolor más fuerte), yo tenía 8-9”, relata. Y como propina, por decirlo de algún modo, soportando un linfedema* en el brazo izquierdo. Un segundo golpe diagnóstico la dejó casi KO: “me encontraron un tumor en la vértebra C7 de la columna vertebral, dijeron que una célula tumoral había escapado del pecho y se había alojado en la espalda, y por lo tanto era metástasis; no me podían hacer una punción en la vértebra porque era muy complicado”. Una vez más, ahí estaba su inseparable ‘Tro’ para acompañarla en los momentos más amargos, distrayéndola con sus travesuras caninas. “Cuando estaba enferma, pensaba en mi perro y no en la enfermedad. Al principio la música me servía mucho como terapia, pero después lo que más me ayudaba era el perro. Sin ‘Tro’, sin mi perro, hubiera cogido una depresión por culpa del cáncer. Yo he tenido otros perros, pero quererlo como a él… ‘Tro’ me hacía salir a la calle tres veces al día, eso me ayudaba”, relata.
Gloria adora a ‘Tro’, pero no cree que sea el perro ideal para otros enfermos
Así las cosas, en 2014 la sometieron a un nuevo tratamiento, convirtiéndose en la primera persona del Duran i Reynals a la que le practicaron una radiación ultraconcentrada -varias sesiones de radioterapia en una sola- en la vértebra C7, según asegura Gloria. “Había la posibilidad de quedarme en una silla de ruedas… no pasó nada, la sesión salió bien”.
Aunque Gloria, la medicina y ‘Tro’ han conseguido pararle los pies al cáncer, los efectos de la enfermedad han sido devastadores en la capacidad de trabajar de esta mujer. La fatiga crónica, el linfedema, la necesidad de someterse de por vida a controles médicos muy frecuentes y rigurosos por la tendencia que tenía su tumor a expandirse por el cuerpo… demasiadas cosas como para reincorporarse a la vida laboral, y buena prueba de ello es que le han concedido la incapacidad absoluta. Para Gloria empieza una nueva vida. Una nueva singladura que, en parte, se parece a la anterior por la compañía a todas horas de su gran amigo, su ‘Tro’, cuya raza beagle, paradójicamente, no recomienda como método de perroterapia a otros enfermos de cáncer. “No los recomiendo porque debes tener mucha fuerza para sujetarlos, recomiendo un perro más tranquilo… ‘Tro’ tiene demasiada fuerza, es muy suyo”. En este sentido, ‘Tro’ se comporta como un beagle ‘auténtico’, dado que -según los expertos en comportamiento canino- la poderosa capacidad olfativa y el instinto de rastreo que caracteriza a esta raza les empuja a seguir un rastro contra viento y marea, estén o no atados con correa. De eso no se ha librado ni tan siquiera la mismísima Gloria, su cómplice en esta gran aventura llamada vida.
*Linfedema: acumulación de líquidos por obstrucción en los canales linfáticos