Redacción Farmacosalud.com
Dicen que las verdades ofenden… pues no siempre es así.
Por ejemplo, ahí está Silvia Aleixandre, afecta de hipoacusia (déficit de audición), para quien la frase ‘estás más sordo/a que una tapia…’ -a veces pronunciada a gritos para que la persona con pérdida auditiva la escuche bien- no es una desconsideración, ni mucho menos: “no es que ofenda, es que en realidad es algo positivo porque hace que poco a poco te vayas concienciando. Al principio te resistes a admitir que estás empezando a oír menos porque eso te hace sentir mayor. Cuando la gente de mi alrededor me decía ‘pero, ¿qué te pasa, es que no me oyes?’, yo respondía ‘sí, pero es que no te he entendido’. Pero poco a poco vas siendo consciente de que, efectivamente, necesitas buscar ayuda para recuperar tu audición”.
Fue hace unos dos años cuando Silvia empezó a notar que no entendía del todo las conversaciones. Fue a un centro auditivo y le explicaron que, efectivamente, cuando uno nota que no comprende lo que le dicen -debido a la imposibilidad de escuchar con claridad, no por un tema neurológico- es porque sufre hipoacusia. “Probé sus audífonos y no me fue nada bien; tengo los oídos muy sensibles y notaba que los moldes que me habían puesto me molestaban", recuerda.
"Un año después, decidí volver a probar, esta vez en un centro auditivo Aural de Madrid. La verdad es que sus audífonos me resultaron mucho más cómodos, tuve mucha conexión con la audioprotesista, y me adapté en Aural”, asegura Silvia.
“No me apetecía estar todo el rato pidiendo que me repitieran lo que no entendía”
Si bien esta mujer ha llevado una vida más o menos normal una vez declarada su pérdida auditiva y mientras estaba pendiente de someterse a tratamiento, ha conocido a pacientes con su mismo problema que sí han notado los efectos de la afección en su vida diaria, por ejemplo dejando de quedar con los amigos por la incomodidad que supone no poder participar en las conversaciones. Silvia no sufrió las consecuencias sociales más desagradables de la enfermedad, pero decidió buscar una solución porque “no me apetecía estar todo el rato pidiendo que me repitieran lo que no entendía… no es cómodo ni para uno mismo, ni para los demás”.
Tal y como ha relatado al principio, a ella le costó -como les ha ocurrido a otras personas con hipoacusia- encontrar un audífono ajustado a sus preferencias. El dispositivo que lleva ahora Silvia es “un RIC de la marca Widex; es muy pequeño y se pone detrás de la oreja, y, como tengo el pelo largo, no se me ve nada. Eso para mí también era importante. Mi audífono me va fenomenal: me ha cambiado la vida porque me siento mucho más segura. De hecho, algún día que he salido con prisas y se me ha olvidado ponérmelo, me he sentido más insegura”.
“Si los jóvenes van con auriculares, ¿por qué vamos a tener complejos por llevar audífono?”
En cuanto a aquellos pacientes que optan por no buscar una solución a su hipoacusia porque esta alteración del oído suele verse como un síntoma de envejecimiento, Silvia les diría que “acudan a un centro auditivo y busquen una solución para su problema, que no pasa nada. Es cierto que todavía se asocia el audífono a las personas mayores. Pero no es así, puedes tener pérdida auditiva a los 40, a los 50 o a los 60. Es como perder visión y ponerse gafas”.
“Estos dispositivos han mejorado muchísimo -afirma-. No tienen nada que ver con los que yo recordaba haberles visto a mi padre u otras personas de mi familia. Ellos decían que no los usaban porque oían ruidos; ahora nada de eso sucede. Mis audífonos adaptados en Aural Centros Auditivos tienen un sonido muy natural y son muy estéticos… casi ni se ven. Además, con ellos puedes oír directamente las conversaciones o los audios del móvil, y eso se valora mucho. Tenemos que quitarnos complejos absurdos y hablar de esto con normalidad; si los jóvenes van con auriculares por la calle -que se ven más que un audífono-, ¿por qué vamos a tener complejos por llevar audífono?”.