Redacción Farmacosalud.com
Bajo el lema ‘Llama a la vida’, España ha puesto en marcha la Línea 024 de Atención a la Conducta Suicida con el objetivo de evitar que las personas que piensan quitarse la vida culminen sus intenciones, y al mismo tiempo dar apoyo a sus familiares y allegados. Este número de teléfono funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año. Carles Alastuey, psicopedagogo y portavoz de Después del Suicidio-Asociación de Supervivientes (DSAS), entidad que acompaña y asiste a ciudadanos que han sufrido la pérdida de un ser querido por una conducta suicida, se felicita por la creación del nuevo servicio porque con ello se da respuesta a una demanda social, pero acto seguido matiza que su utilidad real es algo dudosa: “el 024 no es la solución a la conducta suicida y creo que -ojalá me equivoque-, en realidad no contribuirá a reducir su número. Puede ayudar a acompañar a las personas que están en esa situación de emergencia, pero no es una medida que pueda contribuir claramente a la reducción de la cifra de suicidios en España. Sería un error pensar que el 024 va a ser la solución a la gravedad de dichas cifras”.
Para Alastuey, la disminución de esas estadísticas sólo puede llegar por la vía de la mejora de la formación de los profesionales de la salud y la potenciación de la concienciación de la sociedad en general. La ciudadanía, según recuerda el portavoz de DSAS, debe ser consciente de que cualquier persona puede idear o pensar en quitarse la vida, independientemente de que padezca o no un trastorno mental.
“No sabemos exactamente qué red se establecerá con los sistemas públicos de salud mental”
La línea 024, que se configura como un servicio gratuito, accesible, inmediato y confidencial, está atendido por personas expertas en el manejo de este tipo de situaciones extremas. “Si bien el servicio lo gestiona Cruz Roja, no sabemos exactamente qué conexiones o qué red se establecerá con los sistemas de salud mental y de atención públicos. Habrá que ver finalmente qué recursos se destinan y, sobre todo, qué resultados se obtienen, porque al parecer en los primeros días se ha registrado un alud de llamadas. Cuando conozcamos toda esta información podremos acabar de valorar sus efectos, que esperamos que sean muy positivos. Por supuesto, esperamos que la iniciativa logre el mayor de los éxitos”, comenta Alastuey.
El servicio inspirado en el lema ‘Llama a la vida’ da asistencia urgente a personas con ideas suicidas ya establecidas -en este caso, la emergencia para evitar tales actos es total y prioritaria-, y es de prever que también sea útil a la hora de disuadir a aquellos individuos que, muy hundidos moralmente, empiezan a pensar que su propia muerte es la solución a todos sus problemas. “Nuestra esperanza es que el 024 sirva para todo ello… normalmente, los números de emergencias generan una enorme expectativa y precisamente ese factor los pone a prueba, sobre todo en lo concerniente a su capacidad de respuesta y reconducción de situaciones tan extremas”, sostiene Alastuey.
Preocupación por un posible ‘efecto llamada’ que pueda llegar a desbordar la Línea
“Aparte de atender llamadas de emergencia (en las que claramente una persona siente el impulso o la amenaza de acometer un acto suicida), prevemos que también habrá muchos sujetos que, simplemente, contactarán con el 024 para manifestar un malestar o una alteración emocionales. Habrá que ver con qué recursos va a contar el teléfono y hasta dónde se va a poder reconducir a estas personas. Ahí está un poco el quid de la cuestión porque, sabiendo que los recursos de que dispone actualmente la red pública de atención son muy escasos, y prueba de ello es que las listas de espera son muy numerosas, nos preocupa que se genere un ‘efecto llamada’ y que luego desde el 024 no se pueda atender correctamente a todos los afectados”, argumenta el psicopedagogo.
¿Y qué ocurre en aquellos casos en los que, desgraciadamente, ya se ha producido un suicidio? ¿Qué apoyo tienen los familiares y allegados de la persona que se ha quitado la vida? “Si hoy en día el suicidio es aún una conducta totalmente estigmatizada e invisibilizada, todavía lo es más la pérdida de un ser querido por suicidio -contesta Alastuey-. Las familias y el entorno más cercano que han sufrido la pérdida viven, muchas veces, con vergüenza, con culpabilidad, con ocultación y en silencio este tipo de muerte. Todo ello tiene unas consecuencias graves en la evolución del duelo, ya que se corre un mayor riesgo de que devenga un duelo crónico y traumático. No hay en este momento recursos específicamente destinados ni tan siquiera a informar -ya no a acompañar- a las personas que sufren una pérdida por suicidio… no hay prácticamente servicios claramente destinados a un colectivo que es muy numeroso”.
Según datos del INE, en 2020 se registraron 3.491 muertes por suicidio en España, lo que supone un 7,4% más que en 2019, informa el Ministerio de Sanidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa en como mínimo un rango de 6 las personas muy afectadas o gravemente afectadas por la pérdida de un ser querido a causa de este tipo de defunciones. “Por tanto -remarca-, si hacemos una multiplicación, la cifra de personas que anualmente quedan tremendamente afligidas por una pérdida de esta índole es muy elevada y, en realidad, no se sabe nada acerca de ellas… no se habla, no se informa del tema; no tienen ningún tipo de acompañamiento social porque, insisto, la conducta suicida está tan invisibilizada y estigmatizada y hay tanto tabú en torno a ella, que desgraciadamente va asociada a un gran desconocimiento con respecto a los allegados de las personas fallecidas”.
¿Entidades como DSAS pueden llegar a suplir las carencias dels sistema público asistencial?
“Aunque es muy importante puntualizar que el duelo no es ninguna enfermedad ni ningún síndrome, hay procesos de pérdida que son tan traumáticos en sí mismos, como es el suicidio de un ser querido, que pueden causar una profunda afectación en el tiempo y en las emociones. No existe ningún recurso público específico que permita el acompañamiento de esas personas. Y los profesionales de la salud tampoco conocen los mecanismos que deben poner en marcha para atenderlas, por lo que les es muy difícil acompañar, aconsejar u orientar dentro del entramado público a individuos que, simplemente, a menudo lo que necesitan es una serie de sesiones de acompañamiento en las que puedan expresar sus temores, sus angustias, sus inquietudes y sus interrogantes alrededor de una pérdida tan dolorosa”, detalla el portavoz de DSAS.
Precisamente, según agrega, entidades como DSAS son las que, con su trabajo, suplen las carencias del sistema público: “desde hace más de 10 años, nuestra posición es la de acompañar y provocar -digamos- un cambio de visión sobre la pérdida y un cambio en el paradigma con respecto a la atención de los 'supervivientes', que es el término con el que nos referimos a las personas que han sufrido una pérdida derivada de un suicidio. Pero, evidentemente, nuestra entidad no es capaz de abordar cifras tan elevadas de suicidios. Estamos hablando de un problema de enorme gravedad que, en este momento, está situado numéricamente por encima de los fallecimientos por accidentes de tráfico y muertes violentas, como las de violencia de género. Y, sin embargo, a todas estas pérdidas se les dedican unos recursos y unas campañas publicitarias con el fin de que la sociedad pueda comprender la magnitud de la tragedia, algo que no se está haciendo con los suicidos”.