Redacción Farmacosalud.com
La ciencia es pasión, incertidumbre, vocación y también una profesión que requiere compromiso y garantías laborales. Esta es una de las principales reflexiones de ‘Ser científico. La ciencia como vocación y profesión’, el nuevo libro del Dr. Lluís Montoliu, investigador científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), vicedirector del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) y consejero científico de la Fundación Lilly. En esta obra, editada por Comares con el apoyo de la Fundación Lilly, el autor narra su experiencia de más de cuatro décadas en el mundo de la investigación y ofrece una visión honesta y cercana de lo que significa dedicarse a la ciencia con el fin de inspirar a las futuras generaciones de investigadores.

Fuente: Comares
Montoliu defiende que la investigación debe ser reconocida como un trabajo con derechos y obligaciones, sin que ello reste importancia a la vocación: “ser científico es también un trabajo, con todo lo que comporta (o debería comportar): salario digno, prestaciones laborales, horarios, formación continua, vacaciones, compromisos, objetivos a cumplir, etc”.
Infancia, escuela y jubilación
El libro está dirigido a un amplio público, desde jóvenes interesados en la ciencia hasta científicos consolidados que podrán verse reflejados en los contenidos del manual. Montoliu describe las distintas fases de la carrera científica, desde los primeros pasos en la infancia y la escuela hasta la jubilación. El autor explica cómo la vocación puede surgir en edades tempranas y cómo la elección de estudios y formación posterior moldea el futuro de un investigador, que ha de ser curioso, perseverante, escéptico y humanista.
Desde la universidad hasta la obtención de un doctorado, cada decisión es clave en el desarrollo profesional de un científico. Sin embargo, Federico Mayor, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular y director del Instituto de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid, aboga por que la juventud desdramatice estas decisiones: “hay tiempo para corregir, para equivocarse en sus elecciones académicas. Hay que dejarse llevar por lo que a uno le gusta y se le da bien”.
Uno de los puntos esenciales del libro es el periodo postdoctoral, que a menudo implica formarse en el extranjero. Montoliu relata los desafíos y aprendizajes de esta etapa, así como el regreso a España y la creación de un laboratorio propio. “El momento de establecer tu propio laboratorio es crucial. Es cuando realmente empiezas a definir tu identidad científica y el rumbo de tus investigaciones”, señala.
Publicación de artículos, asistencia a congresos…
El autor también aborda otros aspectos esenciales como la publicación de artículos, la asistencia y organización de congresos, la participación en sociedades científicas, la supervisión de tesis doctorales o la formación de futuros científicos. “Divulgar no es sólo un requisito, sino la manera de compartir nuestro conocimiento con la comunidad científica y con la sociedad en general”, sostiene.
Por su parte, Elea Giménez, autora del prólogo, científica titular del CSIC e investigadora principal del proyecto TeresIA (Terminología en español e inteligencia artificial), indica que Montoliu, como biólogo y genetista, aporta su visión desde las ciencias experimentales, pero “es sensible -y así lo manifiesta- a las diferencias que podrían darse si el libro fuera escrito por un humanista o una científica social (canales e idiomas de publicación, metodologías e incluso espacios de investigación o financiación de los proyectos)”.

(de izq. a dcha): Verónica Fuentes, coordinadora y redactora jefa de SINC; Lluís Montoliu, autor del libro, investigador científico del CSIC y vicedirector del Centro Nacional de Biotecnología (CNB); Eva Ortega-Paíno, secretaria general de Investigación; Elea Giménez, científica titular del CSIC e investigadora principal del proyecto TeresIA; José Antonio Sacristán, director de la Fundación Lilly, y Federico Mayor, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular y director del Instituto de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid.
Fuente: Fundación Lilly / Alabra