Mar Gómez, autora del libro ‘Meteorosensibles’ (Ediciones Península): Mar Gómez es doctora Cum Laude y licenciada en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid en la especialidad de Física de la Atmósfera. Su andadura profesional comenzó en el departamento de meteorología de Telecinco y, posteriormente, como presentadora del tiempo en Telemadrid. Actualmente trabaja como responsable del área de meteorología en eltiempo.es. Ha colaborado con medios como National Geographic, QUO, Europa FM, Cadena SER, RNE, Onda Cero y Cadena Cope, habiendo participado también como divulgadora científica para cadenas internacionales como la BBC, TRT World o Reuters, y nacionales, como TVE, La 2, Telecinco, Cuatro, Telemadrid y Euskal Telebista. En 2021 publicó ‘En qué se parecen las gotas de lluvia al pan de hamburguesa’.
Redacción Farmacosalud.com
«Podemos poner un nombre a aquellas personas que tienen una cierta sensibilidad a los cambios de variables meteorológicas como la humedad, la temperatura, la presión atmosférica o el viento. Estos cambios pueden dar lugar a la aparición de dolencias físicas y estados psicopatológicos que aparecen como consecuencia de variaciones en la actividad neurotransmisora central. Cuando esto sucede decimos que estas personas son meteorosensibles», se lee en el libro ‘Meteorosensibles’, escrito por la Dra. Mar Gómez.
“La meteorosensibilidad no es una enfermedad”
Según Gómez, la ciencia ha venido prestando atención a los individuos que tienen una sensibilidad a los cambios de tiempo y que, por ello, “experimentan un agravamiento en ciertas patologías de su salud física y mental”. De hecho, en el libro de Gómez hay una amplia bibliografía que así lo demuestra, si bien “hacen falta muchos más estudios con unas muestras de pacientes mucho más amplias, y sobre todo ante ciertas variables meteorológicas, donde hay alguna discrepancia, y que se realicen además más análisis para poder estar alineados”, aduce esta especialista en Física de la Atmósfera.
La biometeorología es la disciplina científica que estudia las relaciones entre los organismos vivos y los procesos atmosféricos. Está dividida en varias partes: la que focaliza en la vertiente humana (presta atención a la salud humana), y las que se centran en los ámbitos agrícola y zoológico. Hay una ciencia, por tanto, que se dedica a analizar en exclusiva cómo impactan esos procesos atmosféricos en los organismos que se encuentran en todo nuestro planeta y, en ese sentido, ‘Meteorosensibles’ “es un buen punto de partida para que en un futuro podamos ampliar mucho más los estudios y los conocimientos en este campo”, afirma Gómez.
«Hoy en día, se estima que el número de personas meteorosensibles está creciendo constantemente», advierte la meteoróloga a través de su manual. Así, se estima que entre el 30 y el 60% de la población puede ser meteorosensible, aunque la cifra depende de cada país. Por ejemplo, en Alemania aproximadamente el 54% de ciudadanos son sensibles a esos cambios de tiempo; en Polonia la cifra oscilaría entre el 50 y el 70%, mientras que en Canadá el porcentaje se situaría en el 61%. “La meteorosensibilidad no es una enfermedad”, es una condición que podría estar influenciada por el “estrés, la sobrecarga de trabajo que llevamos y el estilo de vida poco saludable que en muchos casos tenemos”, sostiene Gómez. Muchas personas que son meteorosensibles normalmente residen en áreas urbanas, donde los microclimas artificiales establecidos en hogares y oficinas, sumados a la falta de ejercicio u otros factores, pueden favorecer que las personas tengan “más sensibilidad” cuando permanecen o salen al exterior debido a los “cambios bruscos” de ambiente experimentados, señala.
Cambio climático y nuevas enfermedades… una asociación que no ha hecho más que empezar
Obviamente, el más que preocupante -por amenazante y en algunos casos ya activo- cambio climático también tiene su protagonismo en la nueva obra de esta divulgadora científica: «No hay que olvidar que el cambio climático también está afectando de forma relevante a nuestra salud, y lo seguirá haciendo». El panorama es verdaderamente desalentador, ya que la modificación del clima planetario propiciada por el calentamiento global “nos está trayendo muchos fenómenos meteorológicos adversos”, siendo “muy probable también que nos traiga el desarrollo de nuevas enfermedades, tanto mentales como físicas”, precisa a modo de aviso la Dra. Gómez.
Sin ir más lejos, ya se han acuñado algunos términos nuevos que recogen la repercusión psicológica asociada a este insólito escenario. Uno de ellos es la solastalgia, una palabra introducida en 2005 y que alude a una forma de angustia o de estrés mental, incluso más bien de estrés existencial, causado por el cambio climático al que estamos asistiendo. Si bien la nostalgia (tristeza melancólica o pena) aparece cuando, por ejemplo, nos alejamos de nuestro hogar, la solastalgia es una angustia que surge “cuando observamos que se está deteriorando el medio ambiente y lo que nos rodea”. Este tipo de calamidades afectan en grado sumo a las “personas que están muy conectadas con el entorno natural. Es como una especie de desolación que sentimos ante determinadas situaciones del medio ambiente”, explica Gómez.
Otro de los términos que han aparecido a raíz del calentamiento global es la ecoansiedad, que no es más que el temor que surge ante la posibilidad de que se produzca un cataclismo ambiental. Para ser más exactos, es una forma de estrés que empieza a manifestarse ante la observación o constatación de los cambios asociados al cambio climático y que, en paralelo, va acompañado -sobre todo entre las nuevas generaciones- de una honda preocupación por la incertidumbre que depara el futuro.
Pero no hay que pensar sólo en tiempos venideros… también es preciso valorar lo que está sucediendo ya en la actualidad. Es evidente que los daños producidos por los fenómenos meteorológicos extremos propios del calentamiento global, como las inundaciones o los huracanes devastadores, las sequías que obligan a abandonar el hogar, etc., tienen un claro impacto en la salud humana. Y lo tienen a un nivel no solamente físico (víctimas directas del fenómeno meteorológico extremo, como puede ser, por ejemplo, resultar lesionado o herido), sino también a nivel mental, por el hecho de verse empujados, en muchas ocasiones, a tener que buscar nuevos horizontes en otras zonas del mundo dejando atrás toda una vida.
Y, por si todo esto fuera poco, “sabemos que los trópicos se están expandiendo debido al calentamiento global, y, lógicamente, habrá especies que se encontrarán más a gusto (mosquitos, por ejemplo) en un nuevo hábitat, en regiones donde antes no existían esas temperaturas. Y esto puede dar lugar al desarrollo de nuevas enfermedades”, subraya Gómez. La deforestación de amplias zonas contribuye, asimismo, a todos estos procesos de transformación, de tal modo que especies que viven en esas regiones boscosas o selváticas podrían verse ahora obligadas a emigrar a otras regiones y tener que interactuar con otros animales o con el propio ser humano, con lo que hay una probabilidad más alta de que puedan aparecer afecciones zooníticas (o zoonóticas: patología que puede transmitirse entre animales y seres humanos).
No todo lo positivo es… positivo, en el sentido ‘beneficioso’ de la palabra
El libro de la Dra. Gómez, por otro lado, se ocupa de descubrirnos algún que otro fenómeno de la Física que, a pesar de tener una naturaleza aparentemente insensible, en determinadas circunstancias lleva aparejada una trascendencia muy ‘humana’. Este es el caso de la ionización: «Pero si hay un factor atmosférico que parece ser especialmente relevante para nuestra salud mental, es el de la ionización atmosférica y, en concreto, los vientos que transportan masas de aire ionizadas con una carga positiva […] Antiguamente en algunos países árabes se trataba con indulgencia a los culpables de ciertos delitos de agresión y violencia* cometidos durante la presencia de un tipo de viento conocido como el hamsin o khamsin, un nombre que significa cincuenta, en referencia al número de días que se estima que sopla en esas zonas. Este viento cálido, seco, local y polvoriento es frecuente en el norte de África y la península arábiga y tiene una gran concentración de iones positivos».
*delitos en cualquier caso menores, considerados como tales únicamente cuando tienen leves consecuencias (nota del redactor a partir de las declaraciones de la Dra. Gómez realizadas en el marco de la entrevista concedida a www.farmacosalud.com)
Pese al fuerte influjo de los vientos ionizados sobre la salud humana, Gómez no considera que haya que declarar la existencia de un nuevo trastorno mental asociado a la ionización positiva. Básicamente, porque “los fenómenos atmosféricos no crean nuevos trastornos mentales ni nuevas enfermedades, sino que pueden agravar ciertos síntomas que nosotros ya padecemos”. En el ámbito eólico en concreto, existe evidencia científica en el caso del ya mencionado hamsin y su influjo sobre la población de áreas muy desérticas, y las repercusiones generadas por corrientes propias de zonas montañosas, como el efecto foehn.
“Lo que debemos saber -prosigue la autora de 'Meteorosensibles'- es que nos encontramos rodeados de átomos, de moléculas que tienen una carga neutra, pero a veces esos átomos pierden o ganan electrones y adquieren una carga eléctrica, convirtiéndose en iones positivos o negativos. Los iones positivos están vinculados con un estado de bienestar más deficiente, tanto físico como mental, mientras que con los negativos ocurre lo contrario: tenemos un mejor estado físico y mental. La ionización positiva está vinculada con el insomnio, las cefaleas, los trastornos de ansiedad… incluso la ionización positiva que aparece en ese efecto foehn puede estar vinculada y relacionada con tasas de suicidio”.
¿La luz solar convierte a los estúpidos en amables, y a los amables en estúpidos?
Otro de los temas abordados en ‘Meteorosensibles’ gira en torno al astro-rey, o sea, el sol. «Ya forma parte de la sabiduría popular que recibir la luz del sol parece hacer que nos sintamos de mejor humor […] Así que los cambios de tiempo pueden afectar no solo a tu estado físico sino a tus emociones y a tu estado de salud mental tanto positiva como negativamente». Ahora bien, eso no quiere decir que la abundancia o la carencia de luz solar puedan generar cambios bruscos de conducta, es decir, que -por poner un caso- un estúpido pueda llegar a comportarse de manera amable (abundancia de luz solar), o que una persona amable pueda llegar a comportarse como un estúpido insufrible (por carencia de ella).
La vitamina D (la vitamina asociada al sol) aporta beneficios para la salud al estar estrechamente vinculada con la producción de serotonina y, por lo tanto, con la regulación de nuestro estado de ánimo. De ahí que cuando llegan los meses de otoño o invierno -estaciones en las que hay menos horas de luz solar- algunas personas sufran el denominado ‘trastorno afectivo estacional’, alteración que les hace sentirse más decaídas, desanimadas o apáticas, precisamente por esa carencia o falta de horas de luz solar… “pero no tienen por qué cambiar su comportamiento de forma drástica”, puntualiza Gómez. Así que una persona amable a la que le afecte la carencia de luz solar “no tiene por qué convertirse de repente en un estúpido insufrible”, sino que es muy probable que, únicamente, acabe entrando en un estado de cierto decaimiento, comenta la experta.