Redacción Farmacosalud.com
Se conoce como ‘golpe de calor’ al aumento de la temperatura del cuerpo por una exposición prolongada al sol (insolación clásica) o por hacer ejercicio en ambientes calurosos o con poca ventilación. Se suele asociar este trastorno con la realización de duras tareas laborales de tipo físico o con la práctica de deporte en lugares que registran altísimas y sofocantes temperaturas, pero la realidad es que, realizando una actividad de intensidad moderada o escasa, también puede padecerse. El Dr. Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), se encarga de arrojar luz a todo este asunto, ahora que España está afrontando una torturante ola de calor que parece no tener fin:
1-¿Una persona que sale de un recinto con aire acondicionado y que, al irrumpir al exterior, de repente recibe una ‘bofetada’ térmica propia de una ola de calor, puede sufrir un golpe de calor al cabo de un rato, tras caminar bajo una temperatura ambiental de -por ejemplo- 40 grados centígrados?
Puede ocurrir. De entrada, cabe decir que existe el denominado ‘golpe de calor activo’, en el que el ejercicio (el trabajo físico, la práctica de deporte exigente) desarrollado en condiciones caloríficas extremas se suma como un factor de riesgo a la propia radiación solar y las altas temperaturas. Pero hay también lo que se llama ‘golpe de calor pasivo’, que es aquel que puede sufrir una persona que no está, en un momento determinado, realizando una actividad física intensa, sino que está llevando a cabo un esfuerzo moderado o incluso escaso.
Ese episodio ‘pasivo’ es el que se correspondería con lo descrito anteriormente, es decir, con aquel sujeto que sale de un recinto climatizado con aire acondicionado y que, tras recibir una bofetada térmica cuando sale al exterior, se pone a caminar -incluso con prisas (quizás porque llega tarde a un compromiso)- bajo una temperatura de 40 grados centígrados, unos registros que en estos últimos días no son, ni mucho menos, extraños en la mayor parte del territorio español.
Cuando alguien irrumpe y permanece en un ambiente fresco propiciado por la acción de la climatización artificial, el sistema de termorregulación del organismo se adapta a esa nueva condición mediante mecanismos de vasoconstricción. Lo que ocurre es que, si de repente esa persona entra en un ambiente de calor extremo, se produce una vasodilatación inmediata y el cuerpo desencadena un proceso de sudoración para poder expulsar ese calor. “Cualquier cambio brusco puede tener consecuencias… en el caso de pasar de una temperatura relativamente baja -que pueden ser los 19 o 20 grados del aire acondicionado- a un calor extremo de 40 grados”, y si esa adaptación no se produce de una manera paulatina, tampoco se da tiempo a que el sistema termorregulador pueda ajustarse a la nueva situación, lo que puede comportar que, “aunque no inmediatamente, se manifieste un golpe de calor”, aduce el Dr. Armenteros.
2-¿Una persona que sale de un ambiente fresco y que, de golpe y porrazo, entra en un ambiente apabullantemente tórrido podría estar también en riesgo de sufrir un corte de digestión si acaba de comer?
Por corte de digestión se entiende aquella interrupción del proceso digestivo que tiene lugar dentro del agua pero también fuera de ella por un cambio brusco de temperatura. En el caso de aquel individuo que, tras comer, abandona una climatización refrescante y se introduce en un ambiente radicalmente calorífico, su cuerpo como es lógico intentará paliar el calor excesivo, lo que puede incidir en el riego sanguíneo del sistema digestivo y, con ello, provocar una alteración gastrointestinal. “No sería exactamente un corte de digestión”, pero sí una alteración “que podría dar lugar a náuseas e incluso vómitos”, que son también síntomas frecuentes en los golpes de calor, explica el Dr. Armenteros.
3-¿Cómo evitar sustos?
Para evitar posibles golpes de calor y síntomas gastrointestinales como los descritos tras salir de un ambiente refrigerado e irrumpir en algo así como un infierno de 40 o más grados centígrados, lo que hay que hacer es dejar que el cuerpo se adapte. “Y no tiene que ser durante mucho tiempo, simplemente se tiene que buscar un ambiente o punto intermedio”, como por ejemplo el umbral del local donde se haya estado bajo el influjo del aire acondicionado, con el fin de que el organismo se vaya acomodando a la variación de la temperatura, argumenta el experto. Cuando se compruebe que la piel ha perdido la frescura de la climatización artificial y que, por tanto, su condición ya es la adecuada para recibir la nueva y tórrida temperatura, es el momento de iniciar la marcha por la calle o, por decir algo, salir al exterior.
4-¿Se puede padecer un golpe de calor por comer en exceso y beber demasiado alcohol en poco tiempo, por ejemplo durante una comida al mediodía en plena ola de calor?
“El comer y el beber son factores agravantes del golpe de calor”, sostiene Armenteros. De hecho, si alguien ha comido mucho y ha ingerido alcohol en exceso tiene más posibilidades de sufrir uno de esos trastornos porque el cuerpo, centrado ya en tener que dar curso a una digestión que está resultando sumamente pesada, se ve claramente perjudicado por el esfuerzo de tener que mitigar también los efectos sofocantes de la ola de calor.
Cómo evitar intoxicaciones alimentarias en verano
Por otro lado, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) advierte del peligro que las intoxicaciones alimentarias pueden generar al organismo especialmente durante el periodo estival. Este tipo de episodios se producen con más frecuencia en verano porque las altas temperaturas favorecen el desarrollo de microorganismos y, asimismo, en esta época resulta también más complicado conservar los alimentos a la temperatura adecuada cuando se ingieren fuera de casa. La Dra. Ana Isabel Sánchez Marcos, miembro del Área de Nutrición de la SEEN, destaca que “los microorganismos son seres vivos que necesitan que el alimento, que les sirve de vehículo y de hábitat, les brinde unas condiciones favorables como disponibilidad de nutrientes, temperatura adecuada y un entorno no agresivo (condiciones de acidez, salinidad, humedad). Con estas condiciones favorables, si les concedemos el tiempo necesario, se reproducirán pudiendo alcanzar dosis infectivas y, además, aquellos que son toxigénicos producirán toxinas”.
La intoxicación alimentaria es una enfermedad que se produce por la ingesta de alimentos con presencia de gérmenes patógenos o sus toxinas, por virus o por parásitos. De acuerdo con la Dra. Sánchez Marcos, esta patología “puede tener su origen en la ingestión de bacterias o virus vehiculados en el alimento (infección), en toxinas producidas por aquellas previamente formadas en el alimento (intoxicación), o en formas parasitarias en fases concretas de su ciclo evolutivo (infestación)”. Algunos ejemplos de infecciones son la salmonelosis y la hepatitis A; de intoxicaciones por sus toxinas, el botulismo y la gastroenteritis, y por enterotoxina estafilocócica y de parasitosis, la triquinelosis y la anisakiasis.
Los síntomas de una intoxicación alimentaria son náuseas, vómitos, diarrea, dolor, calambres abdominales y, en algunas ocasiones, fiebre. Según el informe de la EFSA (European Food Safety Authorithy) publicado en 2020, las afecciones más comunes transmitidas por la comida son las derivadas de los microorganismos campylobacter, salmonella, yersinia, la bacteria escherichia coli y listeria. Este mismo informe alerta de que las enfermedades zoonóticas transmitidas por los alimentos son una amenaza importante y generalizada para la salud pública mundial. En la Unión Europea se notifican más de 350.000 casos cada año y es probable que el número real sea mayor.
Recomendaciones
En cuanto a los consejos para evitar intoxicaciones alimentarias, la especialista recuerda la importancia de tener en cuenta las ‘Reglas de Oro’ de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo cumplimiento está encaminado a asegurar una adecuada manipulación y conservación de los alimentos. Entre estas recomendaciones se encuentra la de consumir productos que hayan sido tratados o manipulados higiénicamente. La experta precisa que “no hay que tomar leche cruda sin tratamiento térmico previo. Las carnes, el pescado y los productos de repostería deben estar refrigerados o congelados. En los establecimientos de restauración es obligatorio el empleo de ovoproductos en la elaboración de platos con huevo crudo como mayonesas, salsas, cremas, etc., en los que no se alcancen los 75 °C. Si se preparan estos alimentos en casa hay que consumirlos inmediatamente o conservarlos en frío y desechar las sobras”.
También es necesario cocinar correctamente los alimentos de origen animal, ya que pueden estar contaminados por microorganismos, y, además, hay que ingerir la comida poco tiempo después de haberla cocinado. Por otra parte, la endocrinóloga sostiene que es vital conservar correctamente los alimentos cocidos e indica que si no se pueden consumir inmediatamente o se quieren guardar las sobras, deben conservarse refrigerados a 5°C como máximo o congelados.
Sánchez Marcos resalta, asimismo, la relevancia de calentar suficientemente los alimentos cocinados, así como evitar el contacto entre éstos y los productos crudos. “Un alimento cocinado puede volver a contaminarse por contacto con los alimentos crudos o con objetos que anteriormente hayan contactado con un alimento crudo (cuchillos, tablas, superficies, trapos, etc.). El trapo de cocina o la bayeta pueden ser un vehículo de contaminación, por lo que es preferible emplear papel de cocina”, explica.
Otras de las precauciones pasan por adoptar una correcta higiene de la persona que va a manipular la comida y una limpieza adecuada de todas las superficies de la cocina, así como mantener los productos alimenticios fuera del alcance de insectos, roedores y animales de compañía. Por último, la facultativa subraya que solo hay que utilizar agua potable, y que hay que descartar la ingesta de alimentos perecederos expuestos a temperatura ambiente.
En la mayoría de los casos, la intoxicación alimentaria es leve y desaparece sin tratamiento, si bien algunas personas requieren ir al hospital. Por ello, la endocrinóloga aconseja consultar al médico cuando se presenten algunos síntomas de alarma como episodios frecuentes de vómitos e incapacidad para tolerar líquidos, aparición de vómitos o heces con sangre, diarrea durante más de tres días, dolor extremo o calambres abdominales intensos, fiebre (temperatura superior a 38 °C), y signos o síntomas de deshidratación (sed excesiva, sequedad de boca, poca cantidad o ausencia de orina, debilidad grave, mareos o aturdimiento).
En caso de necesitar tratamiento domiciliario, la especialista argumenta que dicho abordaje puede consistir en un reemplazo de líquidos perdidos y en la administración de antibióticos en algunos casos, y advierte que no deben tomarse medicamentos antidiarreicos sin prescripción médica, ya que pueden agravar el cuadro.