Redacción Farmacosalud.com
Las autoridades sanitarias decidieron prohibir un componente del plástico, el bisfenol-a (BPA), en varios productos destinados al uso humano, como por ejemplo el recubrimiento de biberones o los envases para alimentos infantiles, por considerar que actúa como un disruptor endocrino y que, por tanto, es nocivo para la salud, Sin embargo, el BPA ha sido reemplazado por “compuestos muy similares pero no regulados. Esto se conoce en la jerga de los reguladores como ‘la sustitución lamentable’, y responde a esa maniobra de sustituir algo malo por algo peor, pero que no está sujeto a regulación”, advierte el Prof. Nicolás Olea Serrano, catedrático Emérito de la Universidad de Granada, facultativo especialista en el Hospital Clínico San Cecilio de esta ciudad hasta hace poco y autor del libro ‘80 recomendaciones para evitar los tóxicos’ (RBA- colección Integral).
Por cierto, a quien le ilusione el hecho de residir en un lugar aislado, muy alejado de los núcleos urbanos, y comer de lo que le da la naturaleza del entorno que sepa que -según Olea- ese estilo de vida no le libra de los contaminantes y los micro y nanoplásticos: “no, no es posible encontrar un lugar limpio”, sentencia el experto.

Prof. Nicolás Olea Serrano
Fuente: RBA
-Un disruptor endocrino (DE) se define como una sustancia química exógena que tiene efectos adversos para la salud de un organismo intacto o su descendencia, como consecuencia de cambios en la función endocrina. De hecho, vivimos rodeados de sustancias químicas que alteran nuestro equilibrio hormonal. ¿Qué es lo peor que nos puede pasar por culpa de la acción de los DE?
Difícil saber qué es lo peor. Podríamos pensar que lo más preocupante sería la infertilidad, ya que la exposición a disruptores endocrinos está vinculada tanto a la infertilidad del varón (bajo contaje espermático y mala calidad seminal) como al de la mujer (endometriosis, ovario poliquístico o miomas uterinos). Pero, realmente, es la exposición del embrión/feto y primera infancia lo que más nos inquieta, más que nada porque creemos que las exposiciones tempranas tendrán consecuencias importantes sobre efectos adversos observados en la edad adulta, desde obesidad y diabetes hasta cáncer en órganos dependientes de las hormonas.
-¿Qué disruptor endocrino le inquieta especialmente?
Hemos dedicado mucho tiempo, esfuerzo y presupuesto a caracterizar la exposición, mecanismos de acción y efectos de un componente del plástico policarbonato y las resinas epoxi, que es el bisfenol-a (BPA). La evidencia de daño es clara y ha sido suficiente para que la Administración tomara cartas en el asunto prohibiendo, por ejemplo, su empleo en los biberones de policarbonato (2011), los envases para alimentos infantiles (2018), los tickets y recibos de papel térmico (2020) o el recubrimiento interior de las latas de conserva (2025).
Lo que más nos preocupa es que, siendo el BPA uno más entre la gran familia de los ‘bisfenoles’, que son igualmente tóxicos, hemos asistido a su sustitución por compuestos muy similares pero no regulados. Esto se conoce en la jerga de los reguladores como ‘la sustitución lamentable’, y responde a esa maniobra de sustituir algo malo por algo peor, pero que no está sujeto a regulación.
-Asimismo, ya se han detectado microplásticos en la leche materna, el cerebro humano y el semen… ¿qué consecuencias tiene todo ello para las personas?
Sabemos poco y lo poco que sabemos es muy preocupante. Son varios los mecanismos mediante los cuales los micro y nanoplásticos están actuando sobre la economía tisular y celular. En primer lugar, causan perjuicios por su propia composición química (por ejemplo bisfenoles y ftalatos, que son disruptores endocrinos). En segundo lugar, hay el efecto inespecífico vinculado a la inflamación que estas micro y nano partículas producen a nivel local, por ejemplo en la pared intestinal o el epitelio respiratorio.
Tercero, por su incorporación intracelular y efecto sobre el metabolismo celular y el estrés oxidativo. Cuarto, por ser vectores de contaminantes microbianos (plastisfera) capaces de modificar, por ejemplo, la microbiota intestinal (el Caballo de Troya de la microbiota, ha sido llamado por algunos). Y quinto, porque los microcoplásticos en su paso por el medioambiente también incorporan residuos de compuestos químicos persistentes y se convierten en vehículos de exposición a COPs* y compuestos organoclorados y polibromados, cuya toxicidad está muy bien caracterizada.

Fuente: RBA
Como verá, se abre un enorme abanico de posibilidades para mecanismos de toxicidad que tan sólo ahora empezamos a entender. La gran pregunta es: ¿cuánto de la carga de enfermedad en dolencias de gran prevalencia es posible atribuir en la actualidad a la exposición al plástico? No lo sabemos a ciencia cierta, pero el mejor criterio será actuar preventivamente evitando la exposición… no vaya a ocurrir que los efectos sean acumulativos e irreversibles.
*COP: contaminante orgánico persistente
-Su libro ‘80 recomendaciones para evitar los tóxicos’ persigue reducir la exposición a disruptores endocrinos y microplásticos. Por curiosidad: ¿alguien que viva en lo alto de una montaña de un paraje solitario, muy alejado de núcleos urbanos, y coma de lo que le da la naturaleza del entorno, también está sometido a los peligros de los DE y minipartículas plásticas?
Interesante pregunta. En nuestra publicación ‘The human connection: First evidence of microplastics in remote high mountain lakes of Sierra Nevada’ (Environ Pollut.) ya mostrábamos la abundancia y tipos de microplásticos en las lagunas de Sierra Nevada, situadas a 3.000 m sobre el nivel del mar, y sugeríamos que tanto la actividad humana (senderismo) como la deposición atmosférica eran causa de la contaminación. Respuesta: no, no es posible encontrar un lugar limpio.
-En su manual, usted explica cómo protegernos de los tóxicos presentes en objetos cotidianos y alimentos y en nuestros hogares y espacios públicos. ¿Podría detallarnos alguno de esos consejos?
Para ser conciso: saca el plástico de tu cocina; reduce el plástico en el envasado de alimentos (compra a granel, de cercanía y de temporada, no ultraprocesado, no superempaquetado); opta por lo ecológico y paga el precio justo por tu comida; consume agua municipal del grifo; sé cuidadoso con cosméticos y productos de cuidado personal; elige donde compras y comparte con el vendedor tus inquietudes; ventila tu casa, airea y aspira el polvo.
-¿Por qué 80 recomendaciones y no más (o menos)?
Hubo que poner un tope para esta primera entrega…. habrá más. De hecho, ya se van amontonando las nuevas recomendaciones.
-¿Existe algún disruptor endocrino o algún tipo de micro o nanoplástico del que sea imposible librarse?
Todo va a depender de la respuesta de la Administración y de nuestro poder como ciudadanos. De entrada, le diré que el Tratado Global sobre Plásticos (Ginebra, agosto, 2025) fue un fracaso porque los países productores de petróleo se negaron a admitir una reducción de la producción anual de plástico, que ya alcanza los 400 millones de Tm anuales. Su respuesta fue clara: son los consumidores los que no gestionan bien la basura plástica. Los productores no van a dejar de fabricar plásticos y las cifras alcanzarán los 1.800 millones de TM en 2050.
La respuesta de los ciudadanos es muy clara: lo primero, REDUCIR el uso de estos materiales; lo segundo, REUTILIZAR; en tercer lugar, alargar la vida, es decir, REPARAR (y por qué no ZURCIR), y, por último, RECICLAR. Así que no me vengan responsabilizándome sobre este gran desaguisado de consecuencias previsibles sobre la salud humana y el medioambiente. Hemos hipotecado la salud de las generaciones futuras, algo que dichas generaciones no nos perdonarán jamás.
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El Hospital Clínico San Cecilio ha colaborado en las gestiones para la realización de la entrevista




