Redacción Farmacosalud.com
Si los españoles que tienen el colesterol alto formaran un partido político y en las elecciones se mantuvieran fieles a sus siglas, no tendrían rival en las urnas: según se desprende de un estudio difundido por la Sociedad Española de Cardiología, ¡la mitad de los adultos españoles tienen colesterolemia elevada! Ahí es nada, la mitad. El estudio revela que el 50,5% de los sujetos tienen hipercolesterolemia (más de 200 mg/dl) y el 44,9% el colesterol ‘malo’ elevado (más de 130 mg/dl). Por cierto, volviendo a las hipotéticas elecciones 'colesterolizadas'... Hay una persona que, por su tono campechano, simpatía y sinceridad, sobre todo por su sinceridad, podría ser perfectamente una líder de ese partido político imaginario: Rosa Tortajada. Esta mujer destaca sus propias virtudes pero a la vez no esconde sus propios defectos cuando habla de su manera de afrontar la hipercolesterolemia, lo que la hace más humana y posibilita, sin duda, que muchos otros afectados por esta alteración se identifiquen con ella. Y ya se sabe: la identificación del votante con el líder es, a todas luces, vital en las urnas, entre otras razones porque nadie es perfecto y porque los errores existen para ser corregidos.
El colesterol alto irrumpió en la vida de Rosa hace 16 años. Le detectaron dicha alteración metabólica en unos análisis rutinarios. Ella no había notado nada extraño hasta entonces. De hecho, el colesterol elevado es un desajuste metabólico que sólo se nota si está implicado en la aparición de algún tipo de evento cardiovascular. Rosa se medicó y al mismo tiempo logró reducir su peso en 16 kilos, con lo que llegó a controlar los niveles metabólicos (coloquialmente hablando, tenía más de 300 y los rebajó a algo más de 100*). “El colesterol se fue y dejé de medicarme por voluntad propia”, confiesa Rosa, de 56 años de edad y vecina de Sant Joan Despí (Barcelona). Y decimos ‘confiesa’ porque aunque una persona logre llegar a unos buenos niveles de colesterolemia, lo que médicamente procede es seguir manteniendo una medicación preventiva con el fin de que no reaparezcan los índices metabólicos no deseados. Ya lo decíamos al principio: esta mujer es un alarde de sinceridad.
“Camino una hora y media 3-4 veces a la semana y procuro no comer grasas”
Así las cosas, en otro análisis rutinario realizado recientemente le detectaron de nuevo unos niveles de colesterol demasiado elevados, esta vez a 260. “He vuelto a recuperar algo de peso”, señala Rosa. Y es que el resultado obtenido en la báscula es uno de los factores que influyen en la colesterolemia. A este respecto, el doctor Xavier Pintó, jefe de Sección de Medicina Interna y coordinador de la Unidad de Lípidos y Riesgo Vascular del Hospital Universitario de Bellvitge, en l’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), destacaba en una entrevista concedida a www.farmacosalud.com la importancia de “controlar el peso” para poder mantener a raya el colesterol.
“En el segundo análisis -explica Rosa con tono jovial- lo único que me sacaron fue el colesterol. Yo me encuentro divinamente, estoy bien. Camino una hora y media 3 o 4 veces a la semana. Procuro no comer grasas y esas cosas, pero tampoco lo miro especialmente. El médico me dijo que vigilara un poco la dieta, pero tampoco me puso una dieta estricta ni me dijo ‘oye nena, estás en las últimas’. La otra vez (hace 16 años) me puso una dieta estrictísima al tener 300 y pico de colesterol”. Rosa, que es viuda y tiene 3 hijos, toma actualmente simvastatina 20 miligramos una vez al día, media hora antes de la cena. Y la mujer vuelve a sincerarse: “El problema es que es media hora antes de la cena y si salgo a cenar fuera ya la hemos liado… no llevo encima la pastilla. No es que se me olvide tomarla, es que no la llevo encima. Hace 16 años tampoco se me olvidaba; puede que algún día sí, si salía a cenar fuera. Bueno, no hay problema: yo no ceno todas las noches fuera… ¡ojalá fuera así!”, exclama entre risas. Claro que, remarca acto seguido, si cenara cada día fuera de casa ya habría puesto solución al tema de las pastillas y las llevaría siempre consigo, ni que fuera por pura rutina. El incumplimiento terapéutico durante las vacaciones de verano o 'vacaciones terapéuticas' -olvidar tomarse la medicación o dejar de tomarla deliberadamente- es uno de los grandes problemas en el tratamiento del colesterol. En este aspecto, a Rosa que la registren: “Si me voy de vacaciones yo me llevo las pastillas. Me las tengo que tomar, y punto”. A su lado, su inseparable amiga Mayka asiente con la cabeza.
“Claro que piensas en los posibles perjuicios del colesterol, pero no tengo miedo”
Para evitar una elevación del colesterol, Rosa recomienda “ejercicio físico y dieta. Y sobre todo ejercicio, es importantísimo”, recalca, si bien reconoce que ella es fumadora y que sus caminatas no alcanzan la categoría de lo que se podría considerar deporte. Insistimos: sinceridad, por delante de todo. “Claro que piensas que puedes sufrir un accidente cardiovascular por el colesterol alto, por eso me tomo las pastillas. Pero no tengo miedo. Pienso en eso, sé que está ahí pero no me como la cabeza”, asegura con convicción. Porque una cosa es ser consciente de que sufre una alteración metabólica y otra cosa es obsesionarse con ello. Y Rosa no está dispuesta, ni mucho menos, a obsesionarse. Necesita esas energías para controlar el colesterol. Sinceramente (¿les suena eso de la sinceridad?), actuar así es mucho más práctico.
* De acuerdo con los estándares médicos, lo deseable es que el colesterol total sea inferior a 200 mg/dL y que el colesterol LDL o ‘malo’ esté por debajo de 130 mg/dL