Redacción Farmacosalud.com
A nadie le gusta ir de un lado para otro buscando respuestas. Y menos aún, si la respuesta que se busca está directamente relacionada con una dolencia que, al tiempo que genera interrogantes del estilo ‘¿qué me pasa?’, amarga la vida a cualquiera que la padece. El síndrome de piernas inquietas (SPI) o enfermedad de Willis-Ekbom (EWE) tiene, además, la chocante particularidad de ser un extraño incluso para quien lo sufre, asegura Esperanza López, paciente y presidenta de la Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas (AESPI): “¿Que si el síndrome de piernas inquietas es suficientemente conocido por la sociedad española? No, ni hablar. Es desconocido tanto para muchos de los que lo padecen, como también para una mayoría de facultativos, aunque no tanto como hace unos años”.
El 23 de septiembre es el Día Mundial dedicado a este trastorno de tipo neurológico. Esperanza comenta que “lo más importante para nosotros es que se conozca la enfermedad y que cuando un paciente vaya al médico, sea diagnosticado a la primera consulta y no estemos dando vueltas de consulta en consulta durante años”.
Prevalencia del 5,9% en menores de 18 años
Según un documento difundido por la Sociedad Española de Neurología y la Sociedad Española de Sueño, el SPI es un trastorno sensitivo y motor que se define en base a cuatro criterios diagnósticos mayores [1]: necesidad imperiosa de mover las piernas, generalmente acompañada o causada por una sensación desagradable, de dolor o malestar en las piernas; los síntomas aparecen y se agravan en situaciones de inactividad, como estando sentado o tumbado; los síntomas desaparecen o mejoran sustancialmente con el movimiento o el estiramiento de las extremidades inferiores, al menos mientras dura la actividad, aunque pueden reaparecer inmediatamente al cesar el movimiento, y hay existencia de un claro ritmo circadiano, apareciendo o empeorando los síntomas por la tarde y especialmente al anochecer.
De ahí que, según AESPI, los síntomas asociados al síndrome puedan causar dificultad para iniciar y mantener el sueño. Alrededor del 80% de las personas con SPI realizan movimientos periódicos de las extremidades mientras se duerme, sacudidas que se producen habitualmente con una frecuencia de 20 a 30 segundos durante la noche, a menudo causando continuas interrupciones del sueño.
La prevalencia del síndrome de piernas inquietas en la población general oscila entre el 5 y el 10% [2-4]. Por lo tanto, no se trata ni mucho menos de una enfermedad rara. “Pese a la elevada prevalencia del síndrome de piernas inquietas (SPI), se cuenta con escasa información sobre este trastorno en nuestro país”, se recoge en un artículo de la Revista Clínica Española. Si bien la mayoría de afectados por dicha alteración son personas adultas, también existen pacientes pediátricos o juveniles. Tanto es así, que un trabajo publicado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) habla de “una prevalencia del 5,9% en menores de 18 años [5], entre aquellos que acuden a su centro con algún problema de sueño. Se ha publicado recientemente un estudio, coordinado por Picchietti [6] y realizado en población pediátrica general, en 10.523 niños de 8 a 17 años, y en el que se ha objetivado que un 2% presentan criterios diagnósticos de SPI definitivo”.
“Cuanto más cansado se está, más pronto aparecen los síntomas”
La presidenta de AESPI sostiene que la prevalencia del trastorno es mayor entre las mujeres porque en la manifestación del síndrome “tiene una gran influencia el hierro y, por naturaleza, la mujer tiende a tener más falta de éste que el hombre”. De acuerdo con la Clínica Universidad de Navarra, “en algunos casos el síndrome de piernas inquietas puede ser debido a una lesión de los nervios periféricos, la disminución de los acúmulos de hierro o por el aumento del ácido úrico en la sangre. Sin embargo, en la mayor parte de los pacientes no se evidencia una causa del síndrome, y se define como idiopático. En estos últimos, puede existir un componente de predisposición genética, ya que al menos una tercera parte de los pacientes tiene antecedentes familiares. Por otra parte, se cree que el origen de este síndrome pueda guardar relación con un descenso de la dopamina, que es un neurotransmisor cerebral necesario para la realización y coordinación de movimientos”.
En cuanto a la posible repercusión de los malos hábitos de vida occidentales (sedentarismo, obesidad, etc.) en la aparición del síndrome, Esperanza cree que, “desde luego, el sedentarismo y la obesidad son enemigos del SPI/EWE”, si bien considera que los especialistas médicos son los más indicados para arrojar más luz sobre este aspecto.
Esperanza, que tiene 62 años y reside en Meis (Pontevedra), empezó a padecer el síndrome de piernas inquietas a los 20 años de edad y fue diagnosticada a los 44. “El trastorno me ha afectado muchísimo, ya que no tenía calidad de vida y tenía que seguir con mi vida, mi trabajo y mis hijos”, explica esta mujer. Algo que sorprende del SPI es el hecho de que el cansancio general pueda desencadenar un movimiento de piernas. En este sentido, Esperanza considera contradictorio que estar cansado/a implique tener la necesidad irresistible de mover las extremidades inferiores: “Sí, cuanto más cansado se está, más pronto aparecen los síntomas… aunque sea contradictorio, es así”.
“Hay que ir al médico si existe afectación del sueño más de 3-4 veces al mes”
Por ahora, el síndrome de piernas inquietas es una dolencia crónica. “De momento no tenemos esperanzas de que aparezca una solución para que tengamos una cura. Los tratamientos existentes son efectivos pero en ningún caso afectan al 100% de los síntomas, ya que siempre tenemos crisis. Yo personalmente tengo medidas correctoras en mi alimentación y ejercicio diario, pero tengo que tomar medicación igualmente. Un paciente de SPI/EWE debe empezar un tratamiento o visitar a un especialista en cuanto la enfermedad empieza a afectar el sueño más de tres o cuatro veces al mes”, especifica Esperanza.
Según el Instituto del Sueño, para tratar el SPI existen medidas no farmacológicas como mantener un horario de descanso regular, realizar ejercicio físico moderado (a últimas horas de la tarde) y reducir el consumo de café, tabaco y alcohol. También es importante evitar ciertos fármacos que pueden empeorar los síntomas (antihistamínicos, algunos sedantes que bloquean la dopamina, y ciertos antidepresivos) y “si se identifican posibles causas del SPI, lo primero es intentar corregirlas (déficit de hierro, fármacos antidepresivos y algunos bloqueantes de la dopamina, alteraciones en el funcionamiento renal, etc.). Entre las medidas farmacológicas figuran los agonistas dopaminérgicos, antiepilépticos, opioides y benzodiacepinas (estas últimas pueden ser útiles si fallan otros tratamientos), indican las mismas fuentes.
Referencias
1. 10. Walters AS, LeBrocq C, Dhar A, Hening W, Rosen R, Allen RP, et al.; International Restless Legs Syndrome Study Group. Validation of the International Restless Legs Syndrome Study Group rating scale for restless legs syndrome. Sleep Med. 2003; 4(2): 121-32.
2. J. Ulfberg,B. Nystrom,N. Carter,C. Edling Prevalence of restless legs syndrome among men aged 18 to 64 years: an association with somatic disease and neuropsychiatric symptoms Mov Disord, 16 (2001), pp. 1159-1163 Medline
3. M.M. Ohayon,T. Roth Prevalence of restless legs syndrome and periodic limb movement disorder in the general population J Psychosom Res, 53 (2002), pp. 547-554 Medline
4. R.P. Allen,A.S. Walters,J. Montplaisir,W. Hening,A. Myers,T.J. Bell Restless legs syndrome prevalence and impact Arch Int Med, 165 (2005), pp. 1286-1292
5. Kotagal S, Silber MH. Childhood-onset restless legs syndrome.Ann
Neurol. 2004;56: 803-7.
6. Picchietti D,Allen RP,Walters AS, Davidson JE, Myers A, FeriniStrambi L. Restless legs syndrome: prevalence and impact in children and adolescents. The Peds REST study. Pediatrics. 2007;120:253-66