Redacción Farmacosalud.com
El multimillonario Elon Musk ha anunciado recientemente que su compañía Neuralink ha implantado su primer implante cerebral -al que ha llamado 'Telepatía'- en un ser humano, noticia que ha causado un gran revuelo en todo el mundo. Al parecer, este dispositivo servirá para controlar con la mente varios dispositivos tecnológicos, como por ejemplo un ordenador. La intención es que implantes cerebrales como el promovido por Musk beneficien sobre todo a personas con graves problemas de movilidad, como pacientes con parálisis por lesión medular, o también a personas afectas de enfermedades que merman las capacidades lingüísticas y otras funcionalidades, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). ¿Así pues, hasta dónde ha llegado por ahora la ciencia en el ámbito de los implantes cerebrales ideados para ayudar a personas discapacitadas?
De entrada, cabe decir que, con anterioridad al anuncio de Musk, ya se habían presentado algunas herramientas que inciden en el cerebro y que tienen un uso médico o asistencial, ya sea mediante un doble implante a nivel cortical (puente digital inalámbrico entre los niveles encefálico-cerebral y medular) que permite a sujetos tetrapléjicos volver a la deambulación física, o ya sea mediante una neuroprótesis que posibilita que una persona con parálisis cerebral recupere la capacidad del habla, aunque sea expresándose mediante una pantalla.
El auge creciente de las neuroprótesis
“Ya hay trabajos en ese sentido. El anuncio de Musk, realizado como si su implante fuera una especie de novedad mundial, no es así, no es ninguna novedad. De hecho, llega tarde. Hace ya décadas que se están investigando interfaces cerebro-computador, que es lo que su dispositivo es. De hecho, en 2022-2023 se publicaron numerosos trabajos completos en revistas científicas de alto impacto en los que se explicaba que se habían empleado diferentes interfaces en pacientes con lesión medular -haciendo un puente entre el cerebro y la médula inferior a la lesión- hasta conseguir que el individuo lesionado volviera a activar los músculos de las piernas a voluntad”, argumenta el Dr. David Ezpeleta, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y responsable del Área de Neurotecnología e Inteligencia Artificial (IA) de la SEN.
Ezpeleta, asimismo, cita el caso de una neuroprótesis utilizada en una paciente de ELA que no podía articular palabra, o un estudio centrado en una persona aquejada de un ictus de más de 15 años de evolución que también padecía anartria (es decir, no podía hablar), pero que conservaba activa el área cerebral del lenguaje. En este último caso, el uso de una neuroprótesis, sumada a unos sensores en los músculos fonatorios que detectaban el intento de movilización para el habla, y un sistema de Inteligencia Artificial (IA) entrenado con la misma paciente, lograron que aquella persona generara unas 60-80 palabras por minuto en una pantalla. “Pudo volver a comunicarse a voluntad… es fascinante”, afirma el vicepresidente de la SEN. “Sí se están haciendo cosas, por supuesto que sí. Hace años ya que van publicándose cosas muy interesantes, avances que, desde luego, constituyen una gran esperanza para tratar déficits neurológicos severos que hasta hace no mucho tiempo eran intratables”, agrega.
¿El implante de Musk está provisto de la suficiente evidencia científica?
Más allá de los usos médicos que podría tener la ‘Telepatía’ de Musk, a algunos científicos no les ha gustado ni pizca la manera en que se ha presentado esta prueba-piloto. El Dr. Ezpeleta es uno de ellos: “todas las noticias que supongan un avance médico son bien recibidas. Lo que no me parece bien ni a mí ni a la mayoría de las personas adscritas al mundo de la ciencia que han opinado sobre este tema es la forma en que se ha comunicado la noticia de la colocación de un implante cerebral en un ser humano. Se ha hecho sin aportar ningún estudio científico publicado anteriormente, ni tampoco se ha hablado de la experimentación con simios realizada por investigadores del equipo de Musk… sabemos que la mayoría de los que fueron usados en las pruebas del dispositivo murieron. Decir que ahora se ha puesto el implante a un humano y anunciarlo a 170 millones de seguidores en la red X, no parece la forma más correcta de comunicar un avance científico”.
Otro de los temas espinosos asociados a esta clase de dispositivos cerebrales es el que gira en torno a los riesgos que corren los pacientes que se someten a la intervención de implante. “Es una técnica invasiva. Hay que abrir el cráneo y colocar el dispositivo sobre la superficie cerebral. En el caso de Neuralink sabemos -en virtud de la poca información de que disponemos, difundida por la misma empresa- que la operación la realiza un robot específicamente diseñado para ello. Este robot ha sido creado para aumentar o maximizar la precisión de la colocación del implante y disminuir de este modo los riesgos quirúrgicos”, señala Ezpeleta.
Sea como fuere, el dispositivo implantado es un “cuerpo extraño dentro de la cabeza”, de manera que, potencialmente -comenta el experto-, para el paciente existen una serie de problemas de seguridad:
• Problemas a corto plazo: desde la posible disfunción del propio dispositivo hasta la posibilidad de que se desplace del sitio donde fue emplazado
• que provoque una hemorragia interna local en la zona cerebral o intracraneal
• que cause una infección
• y más a medio / largo plazo, y dado que este tipo de implantes se colocan sobre la superficie pero tienen unos sensores o ‘pelitos’ que se introducen en el parénquima cerebral, que provoque una fibrosis del tejido que rodea al dispositivo. Esto podría conllevar una pérdida de eficiencia del implante o incluso la aparición de crisis epilépticas o cualquier otro evento neurológico causado por el hecho de tener una cicatriz, aunque pequeña, en el cerebro.
Medicina, transhumanismo y posibles usos incorrectos de la supertecnología
Todas aquellas neuroprótesis que son capaces de descodificar de algún modo la señal cerebral necesitan de la IA para poder conseguirlo. Es evidente que los avances en IA, sobre todo la generativa, van a dar un acelerón más a este tipo de ingenios. “Lo correcto sería que los implantes cerebrales, una vez demostrada su seguridad, fueran utilizados para paliar déficits neurológicos concretos. No obstante, también se abre la puerta a que en el futuro -actualmente no es posible- personas sanas puedan llegar a implantarse determinados sistemas que les puedan permitir aumentar sus capacidades cognitivas, perceptivas, afectivas, atencionales, motoras, etc. Se abre, pues, la puerta al transhumanismo”, refiere el responsable del Área de Neurotecnología e Inteligencia Artificial de la SEN.
E, inevitablemente, se corre el riesgo también de que se haga un “uso incorrecto de este tipo de tecnología, dado que son artilugios que podrán acceder a información cerebral, por lo que si se utilizan equivocadamente, podrían llegar a atentar contra la privacidad e incluso podrían servir para manipular la conducta de las personas”, apunta el facultativo.
“Esos últimos escenarios que he mencionado son, en la actualidad, escenarios teóricos, pero posibles… de manera que es bueno que se lleve a cabo un debate y se intenten canalizar este tipo de ‘entusiasmos’ científicos. Sólo así los organismos reguladores y la comunidad científica (que incluye a bioingenieros, bioinformáticos, médicos, neurocientíficos básicos, neurólogos, neurocirujanos, psiquiatras, psicólogos y otros especialistas en el cerebro) podremos estar atentos y, de este modo, velar para que las cosas se hagan bien. Es decir, velar para que los nuevos dispositivos se empleen para mejorar la vida de las personas enfermas y no se caiga, debido a usos indeseados, en una potencial y peligrosa pendiente deslizante”, concluye Ezpeleta.