Redacción Farmacosalud.com
Útil, pero no siempre viable -o al menos aconsejable- para todos: la denominada profilaxis pre-exposición (PPRE) consiste en tomar fármacos antirretrovirales (los usados para tratar a un infectado de VIH) para evitar que se establezca una posible infección por VIH en una persona que está sana. O sea, sería medicarse antes de exponerse a un posible contagio. Para Francesc Martínez, farmacéutico y miembro del grupo coordinador del Grupo de Trabajo Sobre Tratamientos del VIH (gTt), “hay determinados grupos poblacionales con un riesgo mucho más elevado de contraer la infección, por lo que es en estos grupos donde tendría sentido explorar la inclusión de la profilaxis pre-exposición”. Actualmente, la PPRE no está aprobada en España como método preventivo del VIH, el virus causante del sida.
“La opinión de gTt, opinión bastante compartida por otras organizaciones, es que la PPRE es una herramienta que, según los estudios realizados, funciona. Ahora bien, no es una herramienta para todo el mundo, porque a la postre se trata de recibir medicamentos a pesar de estar sano… y un medicamento siempre tiene efectos secundarios y puede tener una toxicidad, con lo que debería ser una herramienta para poblaciones que se encuentran en mucho riesgo de infectarse”, explica Martínez. Otro de los hándicaps que rodean a la profilaxis pre-exposición es el tema económico, tal y como recuerda este farmacéutico: “Los precios de los fármacos antirretrovirales, que son los que se utilizan para la profilaxis, son caros, con lo que esto aún restringe más su potencial uso en términos de evaluación de riesgo-beneficio en salud pública”.
Identificar a los potenciales beneficiarios de la profilaxis pre-exposición
Dicho lo cual, se impone el pragmatismo, básicamente porque diversos estudios han puesto de manifiesto el coste-efectividad de la PPRE si esta se proporciona a las personas que podrían estar más expuestas al VIH y si se administra de acuerdo con un enfoque basado en la prevención integral y la promoción de la salud sexual, indican desde gTt. Según el portavoz de esta organización, a grosso modo los grupos poblacionales para los que tendría sentido someterse a una PPRE serían aquellas personas que tienen un mayor riesgo de exposición al VIH en sus prácticas sexuales, como por ejemplo algunos hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres (HSH) y que podrían no utilizar siempre el preservativo o no utilizarlo nunca. Actualmente, la vía sexual es la principal fuente de contagios por VIH.
Otro grupo poblacional que podría ser incluido en este tipo de prevención serían los trabajadores sexuales, ya sean hombres o mujeres, individuos que, “en determinados contextos, pueden verse de alguna manera condicionados a llevar a cabo prácticas de riesgo, como no poder utilizar de manera constante el preservativo o no poder asegurarse de que lo han utilizado de manera consistente". Y, por último, los usuarios de drogas intravenosas que comparten equipos y materiales para la inyección de sustancias.
"Por todo ello, habría que identificar a aquellas personas que se encuentran en mayor riesgo y evaluar sus prácticas sexuales, o sea, realizarles una entrevista en profundidad para poder definir exactamente si se encuentran en una situación de suficiente riesgo como para valorar la posibilidad de la profilaxis pre-exposición”, señala. En los Estados Unidos, donde la PPRE está disponible desde hace unos años, a los beneficiarios se les realiza un seguimiento clínico periódico que incluye asesoramiento sobre salud sexual, pruebas de laboratorio y test de detección del VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS).
La PPRE es uno de los grandes protagonistas del Día Mundial del SIDA (1 de diciembre) del 2015, ya que la prevención es uno de los motores de la jornada de este año. Otro de los temas a debate en dicha jornada es el diagnóstico tardío del VIH, factor que incrementa 10 veces la mortalidad de los pacientes en el primer año. Un estudio revela que, a pesar de los avances registrados en materia diagnóstica, la detección tardía sigue siendo un problema importante en la atención del VIH, incidiendo especialmente en población con nivel de educación inferior, inmigrantes y heterosexuales y de mayor edad.
Identificar en AP a las personas a las que habría que ofrecer la prueba de detección
“Uno de los grupos de mayor riesgo en este aspecto -comenta Martínez- son las personas con bajo nivel de estudios. También aquellas con bajo nivel de recursos económicos, como suele ocurrir con el tema de la inmigración. En primer lugar, hay que ser consciente de que has tenido una práctica de riesgo y para ello hay que tener un cierto grado de formación sanitaria básica para saber cómo prevenir las infecciones de transmisión sexual, que actualmente es la principal vía de transmisión del VIH”.
Tampoco estaría de más facilitar la detección del VIH, según afirma el portavoz de gTt: “Desde organizaciones como la nuestra tenemos acceso a un perfil de usuario que muchas veces no acude a la Atención Primaria o al sistema de salud en general, de manera que lo que son las pruebas de detección del VIH en el contexto comunitario en el que nos movemos las organizaciones tiene un sentido. También estaría la vertiente de la salud pública… el sistema sanitario público tendría que potenciar más la detección de aquel perfil de personas a las que podría ser interesante ofrecerles la prueba. En ese sentido, yo no sé si una buena opción podría ser la de formar adecuadamente al personal sanitario de Atención Primaria para que pudieran identificar a aquellos sujetos a los que convendría ofrecer la prueba de detección”.
En cuanto a las terapias existentes, en los últimos años se ha llegado a un punto de control y de cronificación de la infección por VIH gracias a la eficacia de los tratamientos. De hecho, se están desarrollando tratamientos cada vez mejor tolerados, en tanto que han logrado superar la toxicidad de unos fármacos que años atrás controlaban el VIH pero generaban una serie de efectos secundarios que afectaban la calidad de vida de los pacientes. De igual modo, con el paso del tiempo se ha ido reduciendo el número de tomas de pastillas. “Se está investigando la formulación de una combinación de antirretrovirales en una inyección que se daría cada mes o cada dos meses, por lo que el paciente no tendría que estar tomando medicamentos cada día como hasta ahora. Eso permitiría asegurar la adhesión al tratamiento porque, si una persona tiene que administrarse una inyección bimestral, sólo tiene que acordarse 6 meses al año; en cambio, si tiene que tomar cada día un medicamento, se tiene que acordar 365 veces al año. Y aparte está el impacto sobre la calidad de vida, dado que en el caso de los 365 días el afectado tiene que pensar a diario en el tratamiento del VIH”, apunta el farmacéutico.
En paralelo, se están investigando estrategias para controlar la infección sin intervención de agentes antirretrovirales. Son vacunas terapéuticas y, por otro lado, modificaciones genéticas de células sanguíneas que buscan no ser susceptibles al VIH, proyectos terapéuticos de los que “aún no se sabe si acabarán resultando exitosos o si serán aplicables a gran escala”, matiza Martínez.
Persiste el miedo al VIH, pero en algunas personas no es así y asumen riesgos
Con los progresos en el tratamiento antirretroviral y la mayor esperanza de vida están aumentando las complicaciones psicológicas de los enfermos de VIH, no sólo por la acción del virus sobre el sistema nervioso central, sino también por la cronicidad o los problemas sociales asociados a la patología. A juicio de Martínez, “la atención psicológica de estos pacientes es un tema en el que se puede avanzar. Es verdad que hay hospitales que tienen servicios de VIH muy avanzados, como por ejemplo el Hospital de Can Ruti*, donde tienen una atención psicológica dentro de la misma unidad de VIH. Pero es verdad que no son ni mucho menos tantos los hospitales que disponen de estos recursos integrados”.
Según Martínez, “la propia infección lleva asociado un estigma que incrementa, y eso se ha visto en muchos estudios, la prevalencia de problemas psicológicos; después está el propio virus, que a largo plazo podría estar condicionando un deterioro cognitivo que también acaba repercutiendo en la parte psicológica, y luego está, posiblemente, el efecto de toxicidad a largo plazo de algunos medicamentos… es un coctel que aumenta de manera exponencial la posibilidad de desarrollar una patología psicológica o psiquiátrica. Entonces, sí que es importante un abordaje multidisciplinar de la infección por VIH”.
Y es que, a pesar de los años transcurridos desde que se dio a conocer el sida y los avances registrados en los tratamientos, todavía existe un estigma social revoloteando alrededor del infectado de VIH. “Aunque la gente sepa que el VIH ya no es lo que era gracias a los tratamientos, la gente sigue teniéndole mucho miedo, en parte por el estigma y la discriminación con los que se asocia. Nosotros lo vemos en nuestra organización, donde atendemos a recién diagnosticados que expresan su miedo por el hecho de haberse infectado, y sobre todo el miedo que se genera alrededor. O sea, si la propia persona que se infecta tiene este miedo, es porque todavía la infección por VIH está lejos de la normalidad que sería deseable y continúa generando actitudes negativas en muchas personas", opina.
La otra cara de la moneda son aquellas personas que han perdido el temor, o han bajado la guardia por diversos motivos. “La propia cronificación de la enfermedad ha reducido el número de mensajes a nivel de salud pública. Como en los años 80 la gente se moría de sida, resultaba muy importante hacer campañas de sensibilización para que la gente utilizara el preservativo. Esa urgencia desapareció (gracias a los tratamientos que cronifican la patología) y además existen nuevas generaciones que quizás han perdido ese miedo o bien no tienen en cuenta el concepto de las prácticas de sexo más seguro. Esa parte se ha relajado”, afirma el farmacéutico.
“Junto a esa relajación, también existe un miedo por desinformación. Hoy en día hay gente que conoce menos sobre las vías de transmisión de la enfermedad de lo que se conocía años atrás, cuando todo el mundo tenía muy claro que ‘a través del sexo sí, pero por darte un beso no’. Son cosas muy básicas que parece que con el tiempo se han perdido. Además, existe el evidente miedo a cualquier patología infecciosa, dado que las infecciones siempre conllevan un estigma por el hecho de que se pueden transmitir de una persona a otra”, aduce. “Aun así, la pérdida del miedo no es, ni mucho menos, la única explicación para las nuevas infecciones. Las desigualdades de género, poder, la salud emocional o el uso de sustancias pueden jugar un papel muy importante en la exposición al VIH”, remarca.
Percepción, calidad de vida y expectativas de las personas con hepatitis C
Por otra parte, gTt presenta en el Congreso GeSIDA 2015 el póster ‘P-029 Percepción, calidad de vida y expectativas de las personas con hepatitis C en España’. Debe tenerse en cuenta que numerosos enfermos de VIH están coinfectados con la hepatitis C.
La investigación, basada en una encuesta, concluye lo siguiente: “En el presente estudio se identificaron una serie de factores relacionados con la percepción de los pacientes con hepatitis C españoles encuestados que podrían haber condicionado sus expectativas de futuro y su calidad de vida. Así, se observó que factores tales como tener infección asintomática o implicarse en la toma de decisiones médicas se relacionarían con una mayor calidad de vida y mejores expectativas de futuro. En cambio, tener una mala relación con el médico, haber sufrido discriminación o no participar en la toma de decisiones sobre la propia salud serían factores que actuarían en sentido contrario. Dichos hallazgos podrían ser utilizados para un mejor seguimiento de los pacientes, poniendo en valor su percepción y potenciando aquellos aspectos capaces de mejorar su calidad de vida”.
* Hospital de Can Ruti: es el nombre con el que se conoce popularmente al Hospital Germans Trias i Pujol, ubicado en Badalona (Barcelona).