Redacción Farmacosalud.com
Hace casi un año, un documento del Ministerio de Sanidad español establecía que ‘no hay evidencia de transmisión’ del coronavirus SARS-CoV-2 ‘a través del manejo de cadáveres de personas fallecidas por COVID-19. El riesgo potencial de transmisión se considera bajo y está vinculado al contacto directo con el cadáver o sus fluidos, así como con fómites contaminados’. Actualmente, todo parece indicar que este enunciado sigue siendo válido, es decir, que el riesgo de contagio a partir de una persona que ha muerto por coronavirus es bajo, ya que, por ahora, no se conoce ni un solo caso de transmisión del COVID-19 derivada de la manipulación de cuerpos de individuos que hayan perdido la vida a causa del SARS-CoV-2.
“Respecto a las personas fallecidas por COVID-19 y la capacidad infectiva de estos cadáveres, es complejo responder de manera tajante, dado que la reciente aparición de este virus como agente infeccioso entre humanos implica una carencia de conocimientos científicos objetivos y amplios que sólo podrá ser suplida con los años”, argumentan las Dras. Silvia Carnicero, Teresa Hermida y Rita María Regojo, miembros del Grupo de Trabajo de Autopsias de la Sociedad Española de Anatomía Patológica (SEAP-IAP).
“Aun así -subrayan-, lo que sabemos hasta la fecha es que el virus puede persistir en las superficies hasta 8-9 días, de ahí la necesidad de realizar una exhaustiva limpieza de superficies con agentes inactivantes (etanol y lejía, fundamentalmente). Ello, unido a la utilización de completos Equipos de Protección Individual y la práctica de autopsias en salas con niveles de bioseguridad equivalentes a un nivel 3, ha dado como resultado que hasta la fecha no haya sido publicado ni un solo caso de infección probada derivada de la manipulación de cadáveres infectados por SARS-CoV-2”.
¿Los centros disponen de instalaciones con los adecuados niveles de bioseguridad?
Todos los cuerpos sin vida que se autopsian y que son manejados por patólogos, médicos forenses y técnicos de autopsia se consideran, a priori, potencialmente infecciosos, es decir, de biorriesgo, y como tal se manipulan. “Sin embargo, y a pesar de ello, no todos los centros disponen de unas instalaciones que permitan mantener los adecuados niveles de bioseguridad, hecho que se puso de relieve en la actual pandemia del COVID-19”, exponen las facultativas. Además, según agregan, “en España no existe una regulación específica en esta materia para las salas de autopsias, si bien se asimila la existente para los laboratorios generales que manipulan agentes infecciosos”.
Por otro lado, no todos los agentes infecciosos lo son por la misma vía, es decir, no se trasmiten igual, de modo que las medidas de bioseguridad que deben adoptarse tampoco son las mismas. “Es decir, no es lo mismo tener un accidente laboral con un cadáver infectado con VIH, que sólo puede transmitirse a través de, por ejemplo, un pinchazo (de modo que sólo corre riesgo una única persona), que con uno que se encuentre afectado por un virus de transmisión aérea, como pueden ser los virus SARS o MERS, cuya aerosolización puede afectar potencialmente a todos los trabajadores de la sala y, sin las adecuadas medidas de contención, a las áreas adyacentes y al entorno”, explican las Dras. Carnicero, Hermida y Regojo. Todos estos aspectos vienen recogidos de manera protocolizada en el Libro Blanco de la Sociedad Española de Anatomía Patológica de 2019.
Tal y como se ha apuntado anteriormente, los datos que se han podido obtener hasta la fecha sobre el potencial infectivo del coronavirus tras el fallecimiento son escasos (se acaba de cumplir el primer año de ‘convivencia’ con el nuevo virus). “De nuevo debemos reiterar que, dado que este virus se transmite por vía aérea -por aerosolización-, no tiene el mismo riesgo realizar una autopsia con apertura de cavidad torácica y con manipulación de los pulmones que la simple manipulación del cadáver para su entierro o incineración, donde es menos probable que se generen dichos aerosoles”, precisan Carnicero, Hermida y Regojo.
Sólo existe un estudio publicado hasta la fecha sobre la permanencia del coronavirus en cuerpos sin vida: tras realizar test PCR RT de SARS-CoV-2 a los cadáveres, en distintos intervalos de tiempo, hasta las 24 horas, se obtuvieron PCR positivas hasta 24 h postmortem. Con todo, “que el virus se encuentre en el cadáver no implica que sea infectivo (este es un aspecto que no se ha podido abordar en los estudios, dado que, como hemos dicho, no se ha probado ningún caso de transmisión), pero eso es algo éticamente muy difícil de probar. Aun así, se considera una buena práctica esperar al menos 24 horas antes de realizar una apertura necrópsica, ya que la muerte como proceso biológico no inactiva los agentes infecciosos de forma general”, aducen.
¿Está justificado 'precintar' los cadáveres con bolsas y no abrirlas en el velatorio ni en el funeral?
Los estudios existentes hasta la fecha, aunque manejan grupos de casos pequeños, apoyan la idea de mantener una actitud cautelosa frente al cadáver de un fallecido por COVID-19, debiéndose asumir por tanto todas las medidas de bioseguridad establecidas para proceder al estudio autópsico. “Dicho esto, consideramos que las autopsias de pacientes COVID deben llevarse a cabo de manera segura, como cualquier otro trabajo. Al fin y al cabo, estamos hablando de Seguridad Laboral y, por extensión, de Salud Pública”, afirman las integrantes del Grupo de Trabajo de Autopsias de la Sociedad Española de Anatomía Patológica.
¿Llegados a este punto, y de acuerdo con la experiencia existente, está justificado 'precintar' rápidamente en una bolsa a una persona que acaba de fallecer por COVID-19 y que dicho cadáver ya no pueda ser visto por familiares ni allegados antes del funeral, ni durante el funeral, como ha ocurrido en velatorios y ceremonias fúnebres? “Se trata de una cuestión que deben responder los especialistas en Sanidad Mortuoria, dado que es a ellos a quienes corresponde evaluar cómo deben manejarse los cadáveres a nivel nacional para su manipulación en traslados y en el destino final del mismo”, señalan las Dras. Carnicero, Hermida y Regojo. Sea como fuere, a este respecto debe imponerse, una vez más, la prudencia: “Desde nuestro punto de vista, creemos que deben aplicarse criterios de precaución y prevención en materia de Salud Pública”, sostienen las facultativas.
Bibliografía
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