Rubén Montoya, autor del libro ‘Pompeya. Una ciudad romana en 100 objetos’ (Crítica): Rubén Montoya (@rubsmontoya) es doctor en Arqueología Romana por la Universidad de Leicester. Allí trabajó desde 2016 como investigador del Arts and Humanities Research Council del Reino Unido. En la misma universidad obtuvo su máster en estudios del Mediterráneo Clásico en 2015 y, con anterioridad, desarrolló sus estudios de grado en Historia en la Universidad Complutense de Madrid. A lo largo de su vida académica ha estudiado Arqueología Clásica en la Universidad La Sapienza de Roma (2012-2013) y ha sido investigador en la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. En la actualidad desarrolla un proyecto de investigación sobre Pompeya y otros yacimientos arqueológicos del área vesubiana en el Real Instituto Neerlandés de Roma.
Redacción Farmacosalud.com
Pompeya lanzó un alarido antes de morir que aún resuena en la eternidad. Las voces de esta ciudad de la antigua Roma no se han apagado, siguen recorriendo las oquedades infinitas de la inmortalidad para contar su tragedia a todos aquellos que visitan sus ruinas. Un volcán destruyó la ciudad, pero bajo el mar de ceniza perduran los latidos de sus habitantes y los objetos que les identifican como a tales. Ahora, con la obra ‘Pompeya. Una ciudad romana en 100 objetos’, el arqueólogo Rubén Montoya desentierra los secretos y las costumbres de los pompeyanos de la época mediante el estudio de los materiales allí encontrados, un centenar de hallazgos que constituyen la prueba más palpable de que únicamente escuchando muy atentamente a esta mítica urbe, se puede llegar a comprender la magnificencia histórica que la caracteriza.
-¿Qué tiene Pompeya que fascine tanto al visitante y al lector, e incluso al visitante que ignora la historia del Imperio Romano?
Pompeya reúne una serie de características que la han llevado a posicionarse como la ciudad romana más admirada y visitada desde su descubrimiento. Y su fama sigue en aumento. Sólo el año pasado se batió el récord de visitas respecto al año anterior, a un ritmo anual que supera ya los varios millones. No importa el grado de conocimiento que el visitante tenga… la magia y el encanto de Pompeya fascina a quien recorre sus calles y rincones más ocultos. Y esto se debe a tres componentes esenciales. En primer lugar, a su excelente estado de conservación, que permite adentrarnos en sus ruinas y trasladarnos, por momentos, a la antigua Roma. En segundo lugar, al impacto que el descubrimiento de esta ciudad tuvo en el siglo XVIII y la fascinación y expectativas generadas desde entonces en el imaginario colectivo.
Y en tercer y último lugar, y no por ello menos importante, sino relacionado con los dos anteriores… el componente trágico de la catástrofe. Pompeya nos permite observar cara a cara los últimos momentos de vida de una ciudad antigua, lejana en el tiempo, en un escenario que nos enfrenta a la angustia, desolación e imprevisibilidad de los desastres que arrasan con miles de vidas humanas. No importa el tiempo que haya pasado. Este acercamiento a los últimos minutos de vida de la ciudad y de sus habitantes se ha hecho más latente a través de la digitalización y las redes sociales, que han permitido una excavación cuasi en directo de la urbe, siendo testigos, a nivel global, de esos últimos momentos de vida y actividad antes de una agónica muerte.
-¿La destrucción de Pompeya en el año 79 a causa de la erupción del Vesubio fue tan devastadora como se ha llegado a describir? ¿Qué ha podido demostrar la arqueología al respecto?
Fue incluso más devastadora que lo que algunas referencias clásicas nos han contado. Las descripciones más detalladas están en dos cartas escritas por Plinio el Joven, años después, a Tácito. Gracias a estas misivas y al impacto que tuvieron en eruditos y anticuarios en el siglo XVIII, tras el descubrimiento de la ciudad, este tipo de erupciones, extremadamente destructivas y agresivas, reciben el nombre de plinianas.
La arqueología no sólo ha confirmado los fatídicos momentos y escenas descritas por Plinio, sino que ha aportado más datos hasta ahora desconocidos. Datos, además, que siguen siendo descubiertos y que siguen aportando novedades en torno a esta erupción. Hoy en día sabemos las fases en las que se produjo, cuánto duraron cada una de esas fases, y cuáles fueron los períodos en los que el volcán dejó de arrojar materiales, por minutos, antes de reanudar su actividad. Todo ello lo sabemos gracias al trabajo de vulcanólogos y al trabajo interdisciplinar en el yacimiento. Los pequeños cambios en la erupción provocaron pausas en la lluvia de materiales y la expansión de gases tóxicos, algo que en el registro arqueológico nos ha quedado perfectamente documentado a través de una estratigrafía perfecta. El trabajo en equipo de arqueólogos y vulcanólogos ha posibilitado reconstruir, momento a momento, cada fase de la erupción en esa ventana de veinticuatro horas en las que no únicamente Pompeya, sino otras ciudades cercanas, quedaron arrasadas.
Pero lo más interesante es que la labor minuciosa de las recientes excavaciones nos permite identificar cómo durante la erupción, nuevos seísmos y temblores azotaron la zona, provocando derrumbes en la propia ciudad mientras sus calles y edificios estaban siendo enterrados bajo una lluvia de piroclastos*. Estoy seguro de que esta microhistoria de la erupción será ampliada con nuevos datos obtenidos de los distintos estudios en marcha.
* Piroclasto: fragmento sólido de material volcánico expulsado a través de la columna eruptiva durante una erupción volcánica
-Un aspecto curioso que han revelado las excavaciones arqueológicas realizadas en la Pompeya romana es el hallazgo de ambulatorios y casas asociadas a doctores o cirujanos.
Pompeya ha sido un laboratorio para la arqueología clásica y, en este sentido, resulta muy interesante observar, a escala urbana, la presencia de ciertos profesionales. La Casa del Cirujano recibe su nombre por el conjunto de instrumental médico hallado en su interior; instrumental que, en mayor o menor cantidad y en distintas variantes, ha sido encontrado en otros puntos de la ciudad. El hallazgo de objetos destinados a la práctica médica y quirúrgica nos ha dado la oportunidad de adentrarnos en el conocimiento de este campo y concluir, siguiendo las fuentes, que se trataría de profesionales privados que podrían haber ejercido su actividad en algunas estancias de su casa o en establecimientos concretos. Fuera de Pompeya, en Rimini, una casa destinada exclusivamente a ambulatorio romano constituye una excepción…
Pero no tenemos que salir de Pompeya para ver que, más allá de los sets quirúrgicos o facultativos que ciertos pompeyanos podían poseer, existieron espacios destinados a lo que las fuentes denominan ‘taberna medica’. De todos los establecimientos excavados en la ciudad, uno posee la evidencia y material suficientes como para ser identificado, de manera plausible, a mi juicio, como un ambulatorio médico: y ello se debe a su aspecto comercial y a su ubicación en una de las arterias principales de la ciudad, así como a la gran cantidad de instrumental médico y pequeños recipientes con mezclas de ungüentos asociados a remedios medicinales. La mezcla de estos datos nos permite atisbar la existencia no sólo de médicos o cirujanos, sino también de espacios para la práctica de su ciencia, a modo de ambulatorios y de boticas para la venta y distribución de remedios.
-¿En la Casa del Cirujano en concreto, qué tipo de instrumental médico se ha llegado a encontrar? ¿Era similar al que hoy conocemos?
Lo impresionante del hallazgo es la cantidad de instrumentos médicos encontrados; un conjunto de 40 objetos destinados a distintas actividades e intervenciones facultativas. Su forma y su variedad hacen que estemos ante un material que podría ser confundido con el que utilizamos en la actualidad: desde fórceps y pequeñas cuchillas a modo de bisturí, hasta catéteres para intervenciones, dilatadores anales, pinzas quirúrgicas, espátulas y objetos asociados a la higiene bucal. El impacto que tuvo en la comunidad científica fue abrumador, ya que en pleno siglo XVIII, un hallazgo de tal género, tan cotidiano a las prácticas médicas del momento, resultó fascinante.
Pero en la taberna médica anteriormente descrita se hallaron algunos objetos más, hasta 55, incluyendo, además, copas de sangrado para las intervenciones, y morteros para mezclar las sustancias, meterlas en recipientes y finalmente distribuirlas, a modo de botica. A pesar de los avances que hoy en día poseemos, la evidencia arqueológica muestra tintes cotidianos… imaginen en pleno siglo XVIII, cuando la ciudad estaba siendo redescubierta y se halló el primer set quirúrgico en un contexto doméstico como Pompeya… no es difícil comprender el impacto que generó por aquel entonces.
-Pompeya destacaba también por los ungüentos y las cremas, usados para diferentes finalidades. Incluso se especula con que la ciudad podría haber tenido una calle comercial dedicada sólo a la venta de tales productos... ¿cómo era esta industria pujante y cuáles eran sus fines?
Los ungüentos y las cremas también jugaron un papel muy relevante en los tratamientos de salud, pues el mundo de la medicina también estaba relacionado con numerosos remedios caseros, como bebidas y lociones que, ingeridas o aplicadas sobre partes específicas del cuerpo, ayudaban a calmar ciertas dolencias. Algunas etiquetas halladas en recipientes cerámicos de muchas casas sugieren que ciertos posos secos de vino, crema de leche o miel -muchos de ellos provenientes del norte de África- pudieron servir para este uso medicinal. Algunos autores han querido identificar incluso a una mujer, Gavia Severa, como comerciante especializada en la venta de lociones y líquidos, dado que su nombre aparece en algunos recipientes cerámicos que los contenían.
Si volvemos a la taberna médica de Aulo Pumponio Magoniano o a la Casa del Cirujano, resulta fascinante imaginar como estos remedios hechos con sustancias locales o importadas compartían estantería con el numeroso instrumental médico que se ha localizado en muchas casas pompeyanas. Los morteros encontrados en la taberna facultativa, además, indican que allí mismo se mezclaban algunos remedios antes de ser distribuidos.
-¿Cómo amaba el ciudadano de la Pompeya romana?
A pesar de la distancia espacial y temporal que nos separa de la vida cotidiana de la antigua Roma, Pompeya nos ha legado información sobre las formas del amor en una ciudad romana que tienen mucho de cotidiano o contemporáneo. Aproximarnos a la realidad que muestra la evidencia arqueológica conlleva aceptar los riesgos de una óptica sesgada, pues no dejamos de estar insertos en unas dinámicas temporales, espaciales, sociales y culturales muy distintas a las de la Antigüedad. Por ello, antes de ver cómo amaba el ciudadano Pompeyano, debemos partir de la premisa de que nuestras etiquetas y visiones sobre el amor y sobre la sexualidad (por ejemplo: heterosexualidad, homosexualidad, etc.) no existían en la época romana y por ello no pueden ser aplicadas como tales al mundo antiguo.
En la antigua Roma, la realidad en torno al amor y la sexualidad estaba más relacionada con la identidad del género del individuo que con su orientación sexual. Por aquel entonces, lo normativo a nivel social giraba en torno a hombres adultos y libres y los sectores inferiores, esto es: mujeres, niños y esclavos. Partiendo de esta base, los grafitos pompeyanos nos han dejado la evidencia más palpable de una comunicación en primera persona, cargada de emociones, que nos permite acercarnos a las relaciones de hombres con mujeres, mujeres con hombres, mujeres con mujeres y hombres con hombres. Las palabras del comediógrafo latino Plauto (254-184 a.C.) en su obra ‘Curculio’ reflejan muy bien esta realidad: “Ama lo que desees, mientras te mantengas lejos de mujeres casadas, viudas, vírgenes, hombres jóvenes y niños libres”. No cumplir con las normas implicaba subvertir el orden y, en algunos casos, como en los de violación de ciudadanos romanos, se incurría en delitos regulados por estrictas leyes.
-¿Si tuviera que elegir uno solo de los objetos de Pompeya que describe este libro por la información o la curiosidad que revela, con cuál se quedaría?
Me quedaría con el espejo en plata que presento para hablar de la belleza femenina. Los objetos dicen mucho de nuestra identidad y, para mí, un espejo, que refleja la realidad tal y como es, independientemente del material del que esté hecho (en nuestro caso de plata) y de la persona que lo sostenga, rica o pobre, es uno de los objetos más sinceros para contar una historia que contiene infinitas identidades.
Mi historia de Pompeya, subjetiva, como la belleza misma, ha atisbado numerosas identidades y realidades desde mi perspectiva personal… y las he presentado a través de mi experiencia de estudio sobre el mundo antiguo. Un espejo, de manera similar, reflejaría la imagen de quien se observa en él… una imagen que cambiaría en función del material del que estuviera hecho el mismo. Ovidio afirmaba: “No hay un solo tipo de belleza; que cada uno elija la que mejor le siente, consultando primero su propio espejo”. Y con esta frase quiero indicar que, a pesar de elegir el espejo para ilustrar la subjetividad de las identidades y las elecciones personales, no hay un solo objeto que pueda elegir, sino múltiples maneras de aproximarnos a cada uno de ellos. Y me gustaría invitar al lector a que se sumerja en mi selección de 100 objetos y reflexione sobre esta idea: ¿qué objeto elegiría? ¿hay alguno que le transporte a una realidad que no he presentado o plasmado en el libro?
-¿Cómo se consiguió inmortalizar el momento exacto de la muerte de varias personas que se exponen en Pompeya y que, sin duda, impacta en el visitante? ¿Cómo se han conseguido esos calcos?
Todo sucedió en febrero de 1863. Antes se habían realizado varios intentos para recuperar la impronta en restos orgánicos. Tras hallar, el día 3 de febrero, los restos de varias víctimas a unos cinco metros de altura, cerca de las Termas Estabianas, Giuseppe Fiorelli decidió introducir yeso en la oquedad visible entre los huesos y el material volcánico. Tras retirar el lapilli** y los piroclastos, se cercioraron de que la técnica era exitosa. Acababan de inmortalizar la catástrofe, recuperando la impronta de las cuatro víctimas que habían estado huyendo en las horas finales de la erupción, tras sobrevivir en una jornada agónica.
La noticia fue anunciada un 15 de febrero y, desde entonces, la técnica se ha perfeccionado, lo que ha permitido estudiar desde las vestimentas hasta los objetos que portaban dichas personas, además de poder llevar a cabo análisis óseos de los huesos que quedan en el interior de los contenedores de yeso. Si a las condiciones de la catástrofe le unimos ahora la posibilidad de observar, cara a cara, la lenta agonía de quienes perecieron durante la erupción, el impacto en el imaginario colectivo es tan grande que no resulta extraño que los calcos en yeso de las víctimas de la erupción constituyan una de las atracciones más destacadas de esta ciudad legendaria.
** lapilli: pequeños fragmentos de lava arrojados por los volcanes