Redacción Farmacosalud.com
Una de las situaciones inherentes a las celebraciones que se suceden en estas fechas van asociadas a ambientes en los que se experimentan exposiciones puntuales a fuentes sonoras de alta intensidad. Los fuegos artificiales, los petardos y las fiestas y cotillones son ejemplos claros. El Dr. Alfredo García, jefe de servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario HM Puerta del Sur (Móstoles, en Madrid), asegura que “debemos pensar que si nos encontramos en un entorno lo suficientemente ruidoso como para que tengamos que elevar la voz para comunicarnos con las personas que están cerca, estamos poniendo en riesgo nuestra audición. Para prevenir el daño debemos evitar estos ambientes, y si esto no es posible, al menos situarnos lo más distantes posible de la fuente sonora”.
De hecho, el principal riesgo que se sucede en estas fechas está en que esos ruidos de corta duración, pero de muy elevada intensidad, causen lesiones en el oído interno. Estos daños suelen producirse en ocasiones puntuales, bien debido a un evento accidental, como puede ser una explosión, o con más frecuencia en entornos festivos como los que se celebran en esta época del año. “Algunas de estas celebraciones incluyen el lanzamiento de petardos o fuegos artificiales que pueden llegar a alcanzar intensidades de entre 140 y 160 decibelios (dB), y que si se producen a distancias cortas generarán una lesión del oído interno, con frecuencia irreversible”, recuerda el Dr. García.
Exposición moderada
Más allá de estas fechas, la exposición al ruido puede causar daño en las delicadas estructuras del oído interno. “Este daño puede ser temporal o permanente, y manifestarse como pérdida de audición, acúfenos (ruidos en el oído) o ambos”, indica el Dr. García.
Hay que pensar que, en la naturaleza, con la salvedad de ejemplos concretos como puede ser un trueno muy intenso o una cascada muy próxima, no existen ruidos de intensidades por encima de los 80 dB. Por ello, el oído no ha desarrollado durante la evolución mecanismos de protección eficaces ante sonidos que superen esta barrera. La probabilidad de que un ruido produzca lesiones en el oído depende de su intensidad, de la proximidad de la fuente sonora y de la duración de la exposición. Así, ruidos de una intensidad moderadamente elevada, que superen ligeramente los 80 dB (el ruido de una hora de máxima intensidad de tráfico), solo causan daño cuando la exposición es prolongada, como sucede en determinados entornos laborales o por el abuso en la utilización de auriculares para escuchar música.
Uno de cada cinco adultos, perjudicados por la pérdida de audición
Por otro lado, la pérdida de audición es un problema frecuente, ya que afecta a uno de cada cinco adultos y a la mitad de la población a partir de los 80 años. La edad es uno de los principales factores de pérdida auditiva. Al igual que ocurre con la vista, con el paso de los años vamos perdiendo oído. Es lo que se conoce como presbiacusia. Este deterioro comienza a edades relativamente tempranas, hacia los 30 o 40 años de edad. Sin embargo, al tratarse de un deterioro progresivo, no siempre se es consciente de ello.
La Dra. Michalina Rusiecka, especialista en Otorrinolaringología del Hospital HM Sant Jordi (Barcelona), explica algunos de los síntomas que pueden alertar de una pérdida auditiva, como dificultad para escuchar las consonantes, pedir a los demás que repitan lo que han dicho, subir el volumen de la radio o el televisor e incluso abstenerse de participar en las conversaciones y evitar ciertos entornos sociales. Otro signo de alerta de la presbiacusia “que consiste en identificar peor las voces femeninas que las masculinas”, señala la Dra. También pueden ser síntomas de esta pérdida progresiva de la capacidad de audición elevar el volumen más de lo habitual o tener dificultad para comprender a personas que acabamos de conocer o seguir conversaciones, especialmente si hay ruido de fondo. “Se puede tener la impresión de que las personas hablan entre dientes o balbucean e incluso experimentar pitidos en los oídos”, explica la Dra. Rusiecka.
Pero no solo la edad provoca deterioro auditivo. “Son muchos los factores que pueden contribuir a esta pérdida, motivo por el cual resulta difícil distinguir entre la presbiacusia y la pérdida causada, por ejemplo, por una exposición prolongada al ruido”, señala la especialista de HM Hospitales. Esto resulta especialmente significativo en profesionales expuestos a ruidos fuertes de forma continuada, como el uso de motosierras, taladros y herramientas similares. También algunas enfermedades pueden estar detrás del problema, como la diabetes o la hipertensión, precisamente más frecuentes en personas de edad avanzada. Del mismo modo, explica la Dra. Rusiecka, “algunos medicamentos pueden ser tóxicos para las células sensoriales de los oídos y contribuir a esa pérdida”. La quimioterapia, el sildenafilo o la gentamicina son algunos ejemplos de tratamientos que pueden dañar nuestro oído interno.
Acudir al otorrino para buscar la mejor solución
Ante una pérdida repentina de la audición siempre hay que consultar a un especialista. Si, por el contrario, se trata de una pérdida progresiva, es posible que el paciente tarde en ser consciente del problema e incluso otras personas de su entorno lo detecten antes que él mismo. En el momento en el que surja la duda o haya una afectación de la vida diaria, es recomendable acudir al médico.
El tratamiento depende de las causas de la pérdida de audición. Si se trata de un simple tapón de cerumen, lo que también puede reducir nuestra capacidad auditiva, basta con retirarlo. En otros casos, es posible recurrir a la cirugía, por ejemplo, cuando hay una anomalía del tímpano. Sin embargo, “la presbiacusia no tiene cura, al igual que la pérdida progresiva de audición debida a factores como el ruido, pero no por ello se debe dejar pasar”, advierte la Dra. Rusiecka. Y es que actualmente existen distintas opciones que, de la mano de la tecnología, pueden ayudar al paciente a llevar una vida totalmente normal como audífonos, amplificadores de sonido para el teléfono móvil u otros dispositivos de asistencia a la escucha.