Redacción Farmacosalud.com
Uno de cada cinco individuos hipertensos sin enfermedad cardiovascular de 60 años o más atendidos y con seguimiento en Atención Primaria tiene Enfermedad Renal Crónica (ERC) leve-moderada, siendo la mayor edad, sexo masculino, insuficiencia cardíaca, albuminuria, fibrilación auricular, fumadores, dislipidemia, diabetes mellitus y obesidad los principales factores de riesgo. Esta es la conclusión a la que ha llegado un estudio publicado en la Revista Nefrología de la Sociedad Española de Nefrología (S.E.N.). “Sería peligroso dar la impresión de que existe un enfermo tipo para la insuficiencia renal puesto que, como puede verse en el estudio, son múltiples y muy numerosos los problemas que pueden asociarse a la aparición de enfermedad renal. No obstante, atendiendo a las prevalencias de cada factor de riesgo encontradas en el estudio, el perfil más habitual sería una mujer hipertensa (todos los pacientes incluidos en este estudio padecían de presión arterial elevada), diabética y con colesterol elevado. Es decir, unas señas que cumple una parte muy grande de la población mayor de 60 años”, indica el doctor Nicolás Roberto Robles Pérez-Monteoliva, coordinador del Grupo de Trabajo de Prevención de Riesgo Cardiovascular y Renal de la S.E.N. y miembro del Comité de Investigación de la S.E.N.
“La relación entre hipertensión arterial e insuficiencia renal es conocida desde antiguo -apunta el doctor Robles Pérez-Monteoliva-. Ya Frederick Agbar Mohamed, en el siglo XIX, señaló la presencia de presión arterial elevada como causa de algunos de los trastornos visibles en el síndrome urémico. Hoy en día entendemos que la relación entre riñón e hipertensión es un ‘ouroboros’, una serpiente que se muerde la cola, de tal manera que el riñón es uno de los principales participantes en la génesis de la hipertensión llamada esencial y ésta, a su vez, produce daño renal. De hecho, por encima de los 65 años la enfermedad vascular hipertensiva es la principal causa de entrada en diálisis en España y otros países desarrollados”.
“La mujer tiene una función renal inferior al varón a lo largo de su vida”
El trabajo publicado en la Revista Nefrología se basa en los datos del Sistema de Información para el Desarrollo de la Investigación en Atención Primaria (SIDIAP), que contiene información clínica de los pacientes atendidos en los 274 centros de salud de Atención Primaria del Institut Català de la Salut (ICS), que aglutina a un total de casi 6 millones de pacientes. Se asume que hay ERC cuando el filtrado glomerular estimado (FGe) desciende por debajo de los 60ml/min/1,73m2, y según revela el estudio de la S.E.N., un 18,8% de los individuos estudiados presentaron ERC moderada con FGe entre 30 y 59, el 72,2% de ellos con FGe entre 45 y 59. La prevalencia en mujeres ha demostrado ser de un 19,9%, superior a la de los hombres, que se sitúa en un 17%. Esta prevalencia aumentaba con la edad, alcanzando su pico en mayores de 80 años con un 39,4%.
Según el experto, “la mujer tiene una función renal inferior al varón a lo largo de su vida. Generalmente un 20-25% menos que los varones según los estudios realizados. Como el valor umbral para considerar insuficiencia renal (filtrado glomerular < 60 ml/min) es único para ambos sexos, la consecuencia es que siempre habrá mayor número de mujeres con ERC en cualquier muestra poblacional. Por otra parte, es probable que los varones con mayor riesgo cardiovascular y con mayor mortalidad y morbilidad secundaria a éste (incluyendo insuficiencia renal) hayan fallecido y no aparezcan en los estratos de mayor edad del estudio, donde predominan las mujeres por su mayor supervivencia”.
Necesidad de un control renal en mayores de 60 años, particularmente en mujeres
En cuanto a los factores de riesgo que presentan las mujeres con ERC, los determinantes “vienen a ser los mismos que en el varón, con una diferencia: en la mortalidad cardiovascular, la edad representa un factor de riesgo independiente de mucho mayor peso en la mujer (cuatro veces más) que en el varón. Si tenemos en cuenta que la función renal va disminuyendo con la edad, mientras que los otros factores de riesgo cardiovascular se mantienen estables o incluso menguan, es probable que este sea el factor de mayor peso en las mujeres ancianas. Todo esto viene a reforzar la necesidad de controlar la función renal en la población mayor de 60 años, particularmente en el sexo femenino”, asevera el doctor Robles Pérez-Monteoliva.
Las muertes producidas por la Enfermedad Renal Crónica han aumentado un 82% entre 1990 y 2010 en todo el mundo, una cifra solo superada por el VIH/SIDA y la diabetes. Esta patología supone un mayor riesgo de morbimortalidad cardiovascular y de progresión a Insuficiencia Renal Terminal (IRT) en la población general y en pacientes hipertensos. De hecho, la hipertensión arterial (HTA) es la segunda causa de IRT, una enfermedad cuyos casos están aumentando, sobre todo en pacientes mayores de 45 años.
Tal y como sostiene la investigación, el control de la presión arterial (PA) fue inferior en los individuos con ERC a pesar de una mayor exposición a fármacos, lo que reflejaría la mayor dificultad de control de la presión arterial en estos individuos. Dada la importancia del control de la PA en la evolución de la ERC, se recomienda priorizar y optimizar el control de la presión arterial en estos pacientes. Con el seguimiento de esta cohorte, los autores esperan identificar los factores asociados a una mayor progresión a insuficiencia renal terminal e incidencia de episodios cardiovasculares, lo que permitiría una mayor actuación preventiva precoz en los individuos de mayor riesgo.
Medidas preventivas para el colectivo hipertenso y con ERC
El doctor Robles Pérez-Monteoliva concreta en tres grandes apartados algunas de las medidas encaminadas, por un lado, a actuar preventiva y precozmente en los hipertensos con enfermedad renal crónica, y por otro evitar el empeoramiento y mortalidad de la ERC en dicho colectivo:
a) Como todas las enfermedades vasculares, el tratamiento se basa en la prevención del riesgo cardiovascular con hábitos de vida saludables: evitar la obesidad, hacer una dieta mediterránea sin excesos calóricos (es decir, en cantidades razonables) e incrementar el ejercicio físico (bastan 30 minutos 3 veces a la semana) como pilares fundamentales.
b) Por otra parte, es imprescindible vigilar la PA, el colesterol y la glucemia. A partir de los 30 años se debería realizar como mínimo un control anual. Habitualmente se dice que el colesterol es un asesino silencioso, pero esta definición también puede valer para la hipertensión. La mayoría de las personas hipertensas nunca llegan a tener síntomas acompañantes, por ejemplo, el dolor de cabeza que habitualmente se atribuye a la presión arterial elevada.
c) Del mismo modo, debería realizarse una determinación de creatinina para valorar la función renal, especialmente cuando ya existen factores de riesgo cardiovascular. En los pacientes diabéticos (e incluso en los hipertensos sin diabetes) el estudio de la albúmina en orina estaría también indicado.