Redacción Farmacosalud.com
Benditas bestias. Nunca una ‘animalada’ ha sido algo tan beneficioso para el ser humano. Porque la animalterapia -o terapia con animales o terapia asistida en animales- logra tales efectos en determinados pacientes que las mascotas se convierten en algo más que en una mera compañía. Por ejemplo, según la psiquiatra del Hospital de Torrejón de Ardoz (Madrid), Helena Díaz, la terapia con mascotas aplicada a pacientes con depresión involutiva durante seis meses reduce el tratamiento con fármacos en un 60% de los enfermos. En el marco del Foro Servimedia-Comunicación sobre ‘Los beneficios de la Terapia Asistida en Animales’, Díaz explica que este tipo de soluciones terapéuticas también consiguen reducir el uso de fármacos en la mitad de los menores con trastorno mental, del mismo modo que logran incrementar en un 70-80% la asistencia a consulta de pacientes con esquizofrenia.
Los datos corresponden a los resultados del programa de animalterapia que el Hospital de Torrejón de Ardoz implantó en su Unidad de Salud Mental hace tres años y medio con la colaboración de la Asociación Yaracán. Hasta ahora, se han beneficiado de estos tratamientos en el hospital unas 70 personas mayores de 65 años con depresión involutiva, 20 jóvenes con esquizofrenia y 45 menores con trastorno de déficit de atención por hiperactividad (TDH). La psiquiatra comenta que aunque el tratamiento farmacológico es “un pilar en el tratamiento de la salud mental, tiene efectos secundarios, por lo que el objetivo siempre es reducir la ingesta de fármacos lo máximo posible a través de terapia”.
Beneficios terapéuticos en muchas enfermedades
Begoña Morenza, directora de la Asociación Yaracán, organización dedicada a la terapia con perros, subraya que la animalterapia también puede también ayudar a pacientes con cáncer, parálisis cerebral o menores con autismo, entre otros casos. “Los perros pueden entrar y salir de nuestra zona de confort sin que nosotros nos inmutemos. Se trata de un complemento a otro tipo de terapias, pero la interacción con los animales provoca una disminución de la presión arterial, genera endorfinas y consigue que los pacientes estén más relajados y se muestren más dispuestos a cooperar en otros aspectos de la terapia”, indica Morenza.
¿Así pues, por qué hay pacientes que reaccionan favorablemente ante unos seres vivos considerados 'no racionales' y no ocurre lo mismo cuando están en compañía de otros seres humanos? Bárbara de Lorenzo Casares, psicóloga del Colegio de Educación Especial Los Álamos-Asociación ¡Sí, puedo! y socia fundadora de la Asociación Global Animal, tiene la respuesta: “A lo largo de la historia, el ser humano ha manifestado un fuerte vínculo con los animales. Edward O. Wilson, biólogo americano, elaboró la teoría de la Biofília, que afirma que los humanos sienten una afinidad innata por todo lo viviente y lo natural. El animal es un estímulo relevante para el hombre, capta su atención y logra que el usuario desvíe el foco de sí mismo, con lo que disminuye la auto-observación de síntomas al conseguirse que el foco del pensamiento se dirija al animal. Al ser humano le resulta más fácil leer e interpretar los sentimientos de un animal a través de su lenguaje corporal que el de otra persona, por lo que empatiza con la mascota con mayor facilidad”.
“Justamente el animal, al no ser un ser ‘racional’, tiene un efecto positivo sobre este tipo de pacientes, ya que éstos no se sienten juzgados, valorados u observados en sus diferencias. Sienten que el animal les acepta tal cual son, incondicionalmente. Esto hace que bajen las barreras psicológicas y mecanismos de defensa, que se sientan libres de expresarse como son de forma espontánea y que se abran y permitan que se acceda a sus miedos o emociones”, señala De Lorenzo. De esta forma, la mascota se convierte “en un facilitador en la creación del vínculo terapeuta-paciente, abriendo un cauce de comunicación emocionalmente seguro que permitirá avanzar en los objetivos terapéuticos con mayor éxito, cosa que contribuirá a la adhesión del paciente a la terapia”, agrega la psicóloga en declaraciones a www.farmacosalud.com.
¿Qué ocurre si una mascota ‘enseña’ los dientes a un paciente?
Ahora bien. No es absolutamente imposible que un perro, por poner un ejemplo de mascota, se enfade o asuste por cualquier motivo y en un momento dado ‘enseñe los dientes’ al enfermo. De Lorenzo opina que una escena de este tipo, aparte de ser difícil que se produzca, no llegaría a mayores. En otras palabras, en argot coloquial se podría decir que ‘está todo controlado’: “Esta es una situación bastante improbable, ya que el perro está específicamente seleccionado y preparado para cada terapia y para cada población diana, con una alta tolerancia al estrés incluso con aquellos pacientes que no controlan sus impulsos o son bruscos en sus movimientos. Además, antes de que el perro llegue a enfadarse muestra señales de estrés que el técnico en IAA -Intervenciones Asistidas con Animales- es capaz de detectar, por lo que es probable que se saque al perro de la sesión antes de que se pueda producir una situación de riesgo y se marquen nuevos límites con el usuario en el trato con el animal”.
“Pero, si esta situación llegara a darse, hay un terapeuta con la capacidad para reaccionar y trabajar esta situación. En todo caso se podría generar una fobia o miedo al animal susceptible de ser trabajado, pero no agravaría en principio la enfermedad o trastorno de base, aunque pospondría el proceso terapéutico planteado inicialmente”, aduce la experta. En cualquier caso, superar una dificultad de esa índole -logrando que animal y persona se ‘reconcilien’- podría ser incluso beneficioso para la terapia del enfermo, aclara la psicóloga. “En la vida todos tenemos conflictos interpersonales que forman parte de la convivencia normal: mediar y trabajar para superar las dificultades es preparar al paciente para desenvolverse en su vida diaria con éxito; entrenar la inteligencia emocional, la solución de problemas y las habilidades sociales en sesión con el animal permitiría la generalización a las relaciones sociales del usuario, mejorando sus interacciones con otros”, agrega.
¿Y si a un paciente, de entrada, ya no le gustan los animales?
Otro de los problemas que pueden encontrarse los especialistas en IAA remite a aquellas personas que, de entrada, no sienten simpatía por las mascotas. De hecho, hay sujetos que tienen pánico o sienten aversión hacia los animales, sean éstos de compañía o no. Para De Lorenzo, ese obstáculo inicial no tiene por qué impedir que los pacientes acaben beneficiándose de la animalterapia, si bien habría que variar las estrategias terapéuticas para poder llevar a buen puerto el tratamiento: “Si nos apoyamos en la Teoría de la Biofilia, la búsqueda y afinidad del hombre por los seres vivos es algo innato, por lo que esa aversión o pánico tendría que ver con alguna experiencia traumática producida a lo largo de la vida, consciente o no, vivida en primera persona o a través de otro pero que ha afectado el desarrollo natural de la persona. Este pánico en sí ya condiciona de una u otra manera la vida de la persona, y es necesario y positivo trabajar la habituación al animal de manera previa y específica antes de plantearse otros objetivos terapéuticos”.
Por cierto, hay casos de animales que, al haber sido maltratados, sufren algún tipo de trauma psicológico (son extremadamente huidizos) o bien padecen alguna secuela física. Pues bien. Aquí se aplicaría el ‘hoy por ti, mañana por mí’: animales y humanos se ayudan mutuamente, hasta el extremo de que la persona enferma puede llegar a superarse aún más a sí misma y su enfermedad en el intento de cuidar y mejorar el estado -mental o físico- de la mascota. “Para la persona enferma o con alguna discapacidad -apunta la especialista-, el paso de ‘ser cuidado’ a ejercer el rol de ‘cuidador’ (experiencia que no suelen vivir en ningún ámbito de su vida), sobre un animal en este caso, tiene un gran efecto sobre su autoestima, creando en la persona un sentimiento de utilidad y valía a pesar de sus limitaciones. Uno de los beneficios de la terapia asistida con animales en el usuario es el llamado ‘enfoque exterior: el animal ayuda a las personas que padecen enfermedades mentales o trastornos del ánimo a desviar el foco de sí mismos, lo que disminuye la auto-observación de los propios síntomas y, al focalizarse el pensamiento en el animal, se mejora el estado de ánimo”.
De acuerdo con De Lorenzo, “en la relación con el animal existe el llamado ‘factor de reciprocidad’ (Bryant 1990), relacionado con la experiencia de dar y recibir cuidados y apoyo del animal que, en el caso de un animal maltratado, potenciaría el vínculo y el apoyo mutuo”. En la actualidad, uno de los colectivos en los que se está aplicando con éxito la terapia asistida con animales -para ello se utilizan perros maltratados-, es el de las mujeres víctimas de la violencia de género, precisa la psicóloga. “El éxito de la terapia se debe a que se consigue que la mujer maltratada desarrolle ese enfoque exterior, desplazando su papel de víctima para volcar su atención en el animal que ha pasado por una experiencia similar”, añade.
Los perros y caballos son los animales más usados en terapia por sus especiales características y la especial vinculación con el hombre a lo largo de la historia. “También son conocidos los beneficios que tienen los delfines y osos o leones marinos, aunque el acceso a terapia con estas especies es más limitada por su menor disponibilidad. Pero la realidad es que otros muchos animales pueden ser usados en función de los objetivos que pretendan alcanzarse: existen granjas terapéuticas en las que el contacto y cuidado de animales como vacas, conejos o gallinas tienen efectos beneficiosos sobre los usuarios”.
“Las dos perras me dan seguridad cuando voy por la calle”
José Manuel Jerónimo, usuario de un programa de trabajo con animales de la Fundación del Lesionado Medular (FLM), explica a www.farmacosalud.com que “desde que me quedé en silla tras la lesión medular, hace 15 años, tengo dos perras. Aparte de ser animales de compañía, me han proporcionado cariño, me han prestado ayuda, independencia y facilidades en el día a día, como por ejemplo abrirme puertas, cogerme cosas del suelo, ayuda en el paseo… También me dan seguridad cuando voy acompañado de ellas por la calle”.
Pero una mascota es un ser vivo, y como tal está expuesto a morir algún día. Lógicamente, una pérdida de este tipo supone, para el ser humano que haya compartido experiencias con el animal de compañía fallecido, un shock emocional muy fuerte. Jerónimo había establecido un vínculo muy estrecho con una de las dos perras, Tina, “que lamentablemente falleció hace algo más de dos meses. Fue un golpe durísimo. Tenía una complicidad especial con ella, sólo le faltaba hablar. Nos entendíamos con la mirada… era un miembro más de la familia. Era muy dócil y alegre”.
Jerónimo ha participado recientemente en una exhibición con mascotas en el marco de la II Jornada de Educación y Adopción de Animales de Compañía, encuentro que se ha celebrado en Villaviciosa de Odón (Madrid). En concreto, tanto él como otro usuario de la FLM, Alberto Ruiz, mostraron al público lo que son capaces de hacer con Cheto y Danko, dos perros labradores de la escuela de formación Petuluku, que colabora con la mencionada entidad de lesionados medulares desde 2014.
A todo esto, el novelista y representante del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid, Gonzalo Giner, advierte que no todos los canes son igualmente válidos para realizar terapias, ya que “hay razas más capacitadas para unas tareas que para otras”. Así, señala que para realizar terapia asistida las razas más recomendables son aquellas que tienen una mayor capacidad de aprendizaje, entre las que destacan los border collie, los golden o los pastores alemanes.
Las virtudes caninas y de los équidos, al descubierto
A juicio de De Lorenzo, los perros “muestran un especial afecto y apego por los seres humanos y su adiestramiento resulta muy fácil, especialmente en algunas razas como el Golden Retriever o el Labrador, y en individuos concretos seleccionados para tal fin. Su colaboración con el hombre a lo largo de la historia ha sido muy rica y variada: desde la realización de numerosos trabajos, como en tareas de salvamento, rastreo, o como perros-guía. Su capacidad para ayudar a personas ciegas o con otras discapacidades físicas está plenamente demostrada y por ello se ha ampliado su participación como coterapeutas en otras áreas y poblaciones susceptibles de intervención terapéutica”.
En cuanto a los caballos, la psicóloga del Colegio de Educación Especial Los Álamos-Asociación ¡Sí, puedo! opina que son seres “muy inteligentes y con una especial sensibilidad, lo que les permite trabajar con personas que presentan alguna limitación, ya sea de tipo intelectual, emocional, comunicativa o motora. El vínculo que se crea entre jinete y caballo permite el desarrollo y ajuste de toda el área afectiva. La terapia asistida con caballos se emplea de manera especial en personas con discapacidad motora debido a los beneficios físicos que se derivan del movimiento multidimensional de su marcha: la biomecánica del caballo permite ejercitar tanto de forma pasiva como activa la biomecánica del jinete, mejorando su equilibrio, coordinación, tono y movilidad”.