François Kersaudy, autor del libro ‘El médico de Himmler’ (editorial Taurus): François Kersaudy (1948) ha impartido clases de Historia Moderna en la Universidad de Oxford y en la Universidad de París I-Panthéon Sorbonne. Es autor, entre otros libros, de ‘De Gaulle y Churchill’, ‘Hermann Goering: Le deuxième homme du IIIe Reich’, ‘Churchill contre Hitler’, así como del best seller ‘Les secrets du Troisième Reich’. Realizó la traducción al francés de las memorias de guerra de Churchill, por la que fue distinguido como oficial de la Orden del Imperio Británico. Es especialista en la Segunda Guerra Mundial y en historia diplomática y militar. Habla nueve idiomas y ha recibido doce premios literarios franceses y extranjeros.
Redacción Farmacosalud.com
Si bien el escritor y político británico Edward Bulwer-Lytton sentenció en su momento que ‘la pluma es más poderosa que la espada’, una vez estudiada con detenimiento la hazaña del fisioterapeuta Felix Kersten parece razonable deducir que ‘el masaje es más poderoso que la pistola’. Bulwer-Lytton quiso decir que el poder de la letra puede hacer mucho más daño que el furor de una estocada, mientras que Kersten aprovechó sus grandes facultades sanadoras para persuadir nada más y nada menos que al número 2 de la Alemania nazi, Heinrich Himmler, de la necesidad de librar del Holocausto a miles de judíos. Para ser más concretos: Kersten se sirvió del éxito de sus tratamientos para los calambres intestinales de Himmler para convencerle de que tenía que perdonar la vida a un montón de prisioneros. Así, en lugar de recibir honorarios, el galeno pidió que le remuneraran mediante la liberación de judíos y combatientes de la resistencia. La sorprendente historia del fisioterapeuta ‘comecocos’ es revisada por el historiador francés François Kersaudy en su libro ‘El médico de Himmler’. Hasta entonces, varios historiadores habían dibujado un retrato algo confuso sobre Kersten, considerándolo unas veces un benefactor de la Humanidad que incluso mereció ser propuesto para el Premio Nobel de la Paz, y otras un pícaro que actuó siempre en propio beneficio.
«Presiones manuales adaptadas»
Felix Alexandre Edouard Kersten nació en tierras estonias (por aquel entonces bajo dominio ruso), pero se nacionalizó finlandés por motivos ocupacionales. Tras padecer reumatismo articular agudo, se inició en el masaje terapéutico finlandés, disciplina que luego mejoraría al convertirse en alumno del doctor Kô, médico tibetano que le enseñó una técnica milenaria vinculada a la liberación del estrés. Entre los pacientes de su ‘terapia manual o fisionaural’ había empresarios, nobles y magnates tanto europeos como norteamericanos.
«Consiste en el tratamiento y el mantenimiento de los tejidos nerviosos mediante presiones manuales adaptadas. [...] Se puede hablar casi de una terapia de los nervios que se ejerce en profundidad, en la medida en que la piel, los tejidos subcutáneos y los tejidos musculares, con sus vasos y sus nervios, se agarran y se estiran. [...] La terapia fisioneural está especialmente indicada para la mayoría de las dolencias provocadas por una circulación sanguínea lenta, que provoca congestiones y una alimentación insuficiente de los nervios y otros tejidos. [...] Desde un punto de vista biológico, existe una relación estrecha entre la circulación sanguínea y el sistema nervioso», según se lee en la obra.
De aprender de un maestro tibetano a convertirse en ‘Buda mágico’
El caso es que Kersten fue solicitado para atender al Reichsführer Heinrich Himmler, quien estaba aquejado de una dolencia abdominal que le provocaba calambres. El Reichsführer (líder absoluto de la temida policía del partido nazi, las conocidas como SS) quedó tan sorprendido con los resultados terapéuticos de los masajes, que le pidió dedicación absoluta a su caso a cambio de un título de coronel de las SS. Kersten no aceptó la oferta, pero estableció un vínculo especial con Himmler, quien, a su vez, convirtió a Kersten en su médico personal o, en palabras del Reichsführer, en su ‘Buda mágico’. Además, una parte de la familia del fisioterapeuta era judía y éste sabía que su amistad con el alto mando alemán podía ser la diferencia entre la vida y la muerte de los suyos.
“No fue inhabitual que colaboradores de los jerarcas nazis intercediesen ante ellos para salvar a personas judías (la mayoría de las veces, amigos, conocidos, etc.)”, remarca el director del Archivo Histórico de la Fundació Carles Pi i Sunyer (Barcelona), el historiador Francesc Vilanova Vila-Abadal. Sin embargo -y más allá de la figura del fisioterapeuta-, “en una visión de conjunto y con los conocimientos que tenemos acerca del alcance de la destrucción del pueblo judío de Europa, este tipo de intervenciones siempre fueron extremadamente limitadas y, seamos sinceros, con casi ningún riesgo para las personas que planteaban dichas cuestiones”, señala Vilanova, quien aclara a renglón seguido que conoce “muy poco la figura de Kersten” como para poder emitir “una opinión muy concreta” sobre su persona. Por otra parte -agrega-, “como historiador no puedo opinar sobre personajes, públicos o privados, si no es en situaciones muy especiales y directamente relacionadas con las investigaciones hechas y la documentación trabajada”.
«Cuando Himmler estaba muy enfermo se hallaba muy desvalido y era muy influenciable»
En cierta ocasión, Kersten pidió a Himmler que firmara un documento en el que se solicitaba la liberación de algunos amigos y conocidos condenados a muerte. Cuando el Reichsführer accedió, el terapeuta comprendió que podía aprovechar su profesión para salvar vidas, tal y como él mismo relató: «Podía ayudar a las personas sobre todo cuando Himmler estaba muy enfermo. En estas circunstancias, se hallaba muy desvalido [...] y era muy influenciable. De ahí que cuando empezaba una crisis tenía que llegar con mis listas. En esos momentos, firmaba casi todo lo que se le ponía por delante. Pero una vez restablecido, era casi imposible hacerle firmar una liberación. [...] Con estos dignatarios nazis, no se conseguía nada utilizando la lógica y la razón; al contrario, esto les volvía desconfiados. La mentalidad de esas gentes se quedaba estancada a tales profundidades que uno tenía la impresión de estar separado de ellos por un verdadero abismo».
Para Vilanova, que Himmler cediera a las peticiones de su fisioterapeuta no quiere decir, ni mucho menos, que el mandatario nazi fuera una persona débil, sino más bien alguien que, en ciertas situaciones de sufrimiento, podía llegar a ser influenciable, por ejemplo cuando era víctima de aquellas dolencias intestinales que, por lo que parece, eran capaces de doblegar a cualquiera: “Himmler no era una persona débil. Sin embargo, quizá el estado de salud, los fármacos que tomara, etc., facilitaran en ciertos momentos este tipo de gestiones. Lo ignoro, pero no me parece una revelación especialmente notable que obligue a releer la biografía del personaje”.
“El poder real de Himmler era extraordinario”
Lo que sí es seguro es que Himmler, como mano derecha del Führer Adolf Hitler, ostentaba una gran autoridad… tanta, que cada dos por tres ordenaba salvar la vida de prisioneros hebreos sin que nadie del régimen nazi le rechistara. “Himmler, junto a Hermann Goering, Martin Bormann y Joseph Goebbels, representa la más alta jerarquía del poder nazi, tras Hitler. Su poder real era extraordinario, tanto en términos de seguridad y orden público, como en el terreno económico y militar durante la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, era un personaje fundamental en el sistema”, explica Vilanova.
Himmler se relajaba tanto durante los masajes que incluso contó a Kersten que los alemanes planeaban la invasión del Este europeo. Cuando el 20 de enero de 1942 se puso en marcha la ‘solución final de la cuestión judía en Europa’, Kersten comprendió que no podía quedarse de brazos cruzados y acudió a los gobiernos finlandés y sueco para ofrecerles información privilegiada. Las derrotas del ejército alemán en la Unión Soviética llevaron a Himmler a tal estado de ansiedad que empezó a firmar todos los documentos que Kersten le ponía delante con tal de que le quitara el dolor. Además, a estas alturas de su relación, el fisioterapeuta ya había comprendido que podía convencer a su paciente de que el origen de sus males radicaba en los remordimientos que le producían sus propias decisiones en lo tocante a los campos de exterminio.
En sus propias memorias, Kersten escribió: «Me preguntaba qué podía hacer […] por todos estos desgraciados, sobre quienes pesaba una amenaza de aniquilación total. Sabía que en esta batalla solitaria era imposible apoyarme en una instancia superior. Intentaba intervenir a favor de pacientes y conocidos judíos alemanes y neerlandeses que habían solicitado mi ayuda, pero los resultados eran mínimos. […] Cuando intercedía por ellos no encontraba más que burla y hasta ataques contra mi persona. Más de una vez me dijeron que debía estar corrompido por los judíos. En otra ocasión, se manifestó la sospecha de que yo mismo tenía sangre judía. Mi conducta resultaba altamente sospechosa a aquellos que no concebían que una persona consciente de su raza interviniera a favor de la escoria de la humanidad».
De ‘La lista de Schindler’ a la enciclopedia de Kersten
El terapeuta consiguió convencer a Himmler de que, antes de que los rusos ganaran la guerra, le convenía liberar a miles de prisioneros de los campos de concentración para que la Humanidad no lo juzgara posteriormente con demasiada severidad. Le propuso respaldar el plan de usar a la Cruz Roja sueca para trasladar, a través de un convoy de autobuses blancos, a miles de escandinavos, holandeses, belgas, franceses y, en general, judíos hasta Suiza.
El 12 de abril de 1945, Himmler firmó un documento que frenaba la ejecución de los hebreos todavía vivos en los campos y que permitía al gobierno sueco enviarles ayuda. Por desgracia, para entonces el régimen nazi ya había exterminado a unos seis millones de judíos.
Es de sobras conocida la historia de Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó a un millar de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y cuya historia fue popularizada en la película ‘La lista de Schindler’. Pero se sabe mucho menos sobre la hazaña de Kersten, a pesar de que el Congreso Judío Mundial estableciera en 1947 que este hombre había salvado en Alemania a ‘100.000 personas de diversas nacionalidades, incluidos unos 60.000 judíos, [...] a riesgo de su propia vida’. “Posiblemente, para el Estado de Israel, Kersten debería estar entre los Justos del Mundo que ayudaron a los judíos europeos en medio de la persecución nazi. Sin duda alguna, su actuación fue muy loable en este sentido”, sostiene Vilanova.
Himmler estuvo buscando el Santo Grial por la montaña de Montserrat
Vale la pena, asimismo, hacer un apunte sobre la visita que hizo Himmler a España y el trasfondo esotérico que subyació a una de las actividades de su expedición. Vilanova es coautor del libro ‘Nazis en Barcelona’ (editorial L´Avenç), en el que el alto jerarca alemán ocupa un protagonismo destacado. “Himmler visitó Madrid y Barcelona en octubre de 1940 para cerrar una serie de acuerdos con el gobierno franquista sobre colaboración policial e intercambio de información acerca de disidentes alemanes y españoles, asuntos de interés sobre la guerra iniciada en Europa, etc. Fundamentalmente, se trataba de asegurar la colaboración de la dictadura española, a pesar de que el régimen franquista era oficialmente neutral. Las conversaciones políticas importantes las tuvo en Madrid”, indica Vilanova.
“En Barcelona hizo una escala antes de su vuelta a Berlín, supuestamente por su interés en la leyenda del Santo Grial y la posibilidad de encontrar algún rastro suyo en la montaña de Montserrat*. Visitó una cheka, se le ofreció una cena de gala en el Ayuntamiento, visitó un campamento de jóvenes falangistas, le ofrecieron un festival de danzas folklóricas y poca cosa más. Lo más interesante ya lo había hecho en Madrid”, especifica el director del Archivo Histórico de la Fundació Carles Pi i Sunyer.
El Reichsführer, pues, se ocupó de cerrar acuerdos policiales y políticos con las autoridades franquistas, pero también tuvo tiempo para dar rienda suelta a una de sus obsesiones: encontrar el Cáliz de Cristo, búsqueda a la que se entregó en cuerpo y alma durante toda la Segunda Guerra Mundial. En un artículo publicado en 'National Geographic', se dice que el lugarteniente de Hitler buscó sin descanso el Santo Grial en un intento de dotar a la mitología nazi de un artefacto capaz de subyugar a sus enemigos en la batalla por la supremacía de la raza aria. Según habría escuchado Himmler, una antigua canción folclórica catalana era la prueba irrefutable de que el Santo Grial descansaba en el Monasterio de la montaña de Montserrat, dado que la composición popular hablaba de una ‘fuente de vida’ oculta en el castillo original sobre el que se edificó la abadía posteriormente. Lo que al parecer Himmler estuvo buscando en el templo era dicha fuente, que a su juicio tenía que ser el mismísimo Cáliz de Cristo.
No lo encontró allí ni en ningún otro sitio.
*esta montaña está ubicada en la provincia de Barcelona