Redacción Farmacosalud.com
La inminente oleada de jubilaciones previstas para los próximos años entre los pediatras de Atención Primaria (AP) es una de las preocupaciones del nuevo presidente de la Asociación Española de Pediatría (AEP), el Dr. Luis Carlos Blesa. En su opinión, si no se defiende esta especialidad y no se incentiva la llegada de nuevos pediatras, “incluso podría llegarse a la desaparición” de estos profesionales “en el ámbito asistencial de la AP”.
Blesa considera que las repercusiones psicológicas sufridas por niños y adolescentes a raíz de la pandemia de COVID-19 es una de las razones que explicarían las autolesiones observadas en una cuarta parte de los menores que acuden a Urgencias por motivos psiquiátricos. A este respecto, el presidente de la AEP cree que los pediatras, especialmente los de AP, que son los que tienen más contacto con las familias y por ello las conocen mejor, pueden “ayudar a implementar medidas de apoyo” para los afectados y su entorno afectivo. El Dr. Blesa no olvida tampoco otra de las problemáticas que inciden en la población pediátrica, la de la obesidad, ahora agravada por la pandemia: “Nosotros, como pediatras y con la AEP como transmisor, promocionaremos una y otra vez en todos los ámbitos de la salud infanto-juvenil, y espero que cada vez con mejores recursos, mecanismos para intentar revertir la tendencia al exceso de peso. Sobre todo, lo haremos a través del fomento de hábitos de vida saludables, especialmente en el campo de la alimentación y de la actividad física”.
-Hasta el momento, todos los presidentes de AEP habían sido pediatras de hospital, pero usted es pionero, ya que es el primer pediatra procedente de la Atención Primaria (AP) que preside dicha organización. De hecho, la mayoría de los pediatras trabajan en AP…
Efectivamente, en la actualidad la Asociación Española de Pediatría acoge a unos 12.000 pediatras asociados, de los que un poco más de 6.000 trabajan en la Atención Primaria, mientras que los otros 6.000 trabajan en la atención hospitalaria; luego el porcentaje está bastante igualado. Eso no quiere decir que sean dos facciones que funcionen de manera independente o que exista una cierta confrontación, sino todo lo contrario: somos profesionales que trabajamos en los dos ámbitos asistenciales y ambos somos totalmente imprescindibles, somos complementarios, y eso es lo que hace que el buen funcionamiento de uno repercuta en el otro, y viceversa.
Que la AEP, que es la organización de pediatras nacional más numerosa, siempre haya estado presidida por compañeros del ámbito hospitalario yo creo que responde más bien a una tradición, o quizás a razones de mayor prestigio, o a una mayor disponibilidad… es difícil de saber. Supongo que antes también había una menor posibilidad de que pediatras que trabajaban de una forma más anónima en Centros de Salud pudieran ser más conocidos o más accesibles a ojos de otros compañeros que desempeñaban su labor a quilómetros de distancia. Yo creo que, en ese aspecto, la globalización, la facilidad de acceso y la comunicación de unos a otros es lo que ha posibilitado que todos seamos mucho más conocidos, independientemente de dónde trabajemos. Insisto: esto no hay que vivirlo como dos facciones dentro de la Pediatría, sino todo lo contrario. Nos interconectamos y ambos grupos somos imprescindibles.
-¿Qué hará la AEP ante la inminente oleada de jubilaciones previstas para los próximos años entre los pediatras de Atención Primaria?
La respuesta es compleja y difícil porque no depende sólo de lo que pueda hacer una sociedad científica profesional. Lógicamente, ahí influyen otros aspectos que nos transcienden y que dependen fundamentalmente de nuestros gestores y administradores, y de las visiones y también de las decisiones políticas, sobre todo si se quieren tomar a medio y largo plazo. Porque los profesionales de Pediatría, como especialistas médicos que somos, no somos profesionales fabricados de la noche a la mañana, sino que se necesita una cierta previsión a medio y largo plazo porque, con independencia de que todo salga a la primera, alguien que quiera dedicarse a la Pediatría u otra especialidad médica como mínimo necesita el acceso a una facultad de Medicina, que ya de por sí es difícil, 6 años de estudios en la universidad, y un año para prepararse de cara al examen MIR (médico interno residente). Y si apruebas y sacas la plaza disponible, pues tienes 4 años por delante en el caso actual de la Pediatría, que pueden ser 5 en otras disciplinas -puede que en un futuro sea así también para la Pediatría-. Todo ello significa que, para formar a un pediatra, se requiere un mínimo de 11 o 12 años, contando con que todo salga a la primera.
Por lo tanto, con la dificultad añadida de que no se pueden ver o implementar los resultados en muy poco tiempo, está claro que cuanto más se demoren las decisiones, más difícil será solucionar una problemática que vemos todos los profesionales de Pediatría, especialmente en AP. Los pediatras que tenemos una cierta edad, que somos propietarios de las plazas en este escalón asistencial, no vemos un recambio generacional protagonizado por pediatras jóvenes. Una de las cosas que más influyen en esta situación es que no se forman muchos especialistas en Pediatría. Quizás habría que aumentar su número, pero de nada sirve incrementar la dotación de médicos en esta especialidad si luego los puestos laborales que se ofertan en los Centros de Salud o AP no son laboralmente atractivos para ellos, en gran medida porque se centra todo en la carga asistencial del profesional que trabaja en AP.
Hay que tener en cuenta que el profesional médico tiene que desarrollar también otras labores, ya sean docentes o investigadoras. Esta es una profesión que requiere una formación continuada y constante, ya que si no tienes una formación continuada prácticamente todos los años, pues rápidamente quedas desfasado en conocimientos, y eso perjudica al propio Sistema Sanitario y a la calidad de la atención que se presta a los pacientes. Por lo tanto, si bien tiene que haber una parte asistencial dentro de los puestos laborales, también tiene que haber otra parte del horario dedicada a labores docentes, investigadoras, que incluya reuniones, cursos de formación, etc.
Nosotros somos una sociedad científica, no una organización sindical, y, aunque no es precisamente nuestra mayor reivindicación, también es cierto que las dotaciones económicas a nivel de plantilla y de recursos y los propios sueldos de los profesionales tampoco son, precisamente, algo de lo que podamos estar muy contentos, puesto que son de los más bajos en Europa.
Así pues, si a unas condiciones laborales no demasiado atractivas y unos sueldos muchas veces insuficientes le unimos el hecho de que en Pediatría de AP uno no pueda labrarse un prestigio desarrollando una labor más gratificante desde el punto de vista profesional (labor científica o investigadora), pues eso conlleva que los pediatras que terminan su período formativo tengan más facilidades a la hora de optar por otras posibilidades; es la ley de la oferta y la demanda: no se forman muchos pediatras, y encima a los que se forman se les ofrecen otros puestos, bien en la medicina privada, bien en los hospitales, donde a lo mejor pueden obtener un mayor prestigio o dedicarse a una parte de la Pediatría más gratificante o más estimulante, o bien simplemente emigran a otros países europeos donde el profesional médico español está muy bien considerado… y es que hay que reconocer que el sistema MIR español forma especialistas que están muy bien considerados en otros sistemas sanitarios y en otros países.
-¿Qué retos se ha marcado al frente de la AEP?
La Pediatría es una especialidad global, compleja, y con muchos campos de actuación, lo que comporta que nuestros propósitos de mejora puedan ser innumerables. Probablemente, nuestra mayor prioridad sea defender el modelo pediátrico español, en el que el niño y el adolescente es atendido por los profesionales mejor formados y preparados para ello, que somos los pediatras, tanto en el nivel asistencial de AP como en el de atención especializada hospitalaria. Esa es la prioridad para poder afrontar el problema más urgente y más importante, el de la propia existencia de la Pediatría en Atención Primaria, en tanto que si no adoptamos medidas rápidas, incluso podría llegarse a la desaparición de esta figura profesional en el ámbito asistencial de la AP.
Por otra parte, cabe decir que la Pediatría es una parte de la Medicina que a su vez está compuesta de muchas especialidades. De hecho, hay aproximadamente una veintena de disciplinas pediátricas. Al igual que en la Medicina del adulto puede haber especialistas en Cardiología, Nefrología, Oncología, Urgencias, Radiología e Intensivos, etc, en el ámbito pediátrico pasa lo mismo y hay especialistas que se dedican a la Nefrología infantil, Neumología infantil, Cardiología infantil, Neonatología, etc.
En definitiva, que en Pediatría existen unas necesidades intrínsecas a su propia diversidad y complejidad, de ahí que cada especialidad no pueda ejercerla cualquier profesional, sino aquel que tenga los conocimientos, habilidades y capacidades necesarios para poder desarrollarla. Y eso implica una formación, la adquisición de unos conocimientos y una determinada estancia en los servicios de la disciplina en la que uno quiera especializarse. Todo ello tiene que estar regulado de una forma oficial y eso es por lo que abogamos: por el reconocimiento oficial de las áreas de capacitación específica de las diferentes especialidades que conforman la Pediatría.
-¿Cómo ha incidido el COVID-19 en su especialidad? ¿Con escasa repercusión del nuevo coronavirus entre la población infantil y adolescente?
Dentro de la pandemia de COVID-19, que realmente es preocupante, con una afectación global en todo el mundo, en todos los tramos etarios, en toda la sociedad y a todos los niveles, quizás podamos decir que, afortunadamente, los niños en especial, y en un grado intermedio los adolescentes, han tenido un comportamiento mucho menos relevante en cuanto a la incidencia-frecuencia de afectados y la gravedad de las manifestaciones clínicas y sus consecuencias, y en cuanto a lo que es el papel dentro de la transmisión de la pandemia; por fortuna, en esta crisis la población pediátrica ha tenido un comportamiento mucho menos relevante en lo relativo a la epidemiología.
Está claro que, en estos momentos, tras un año y varios meses de pandemia, podemos concluir con cierta evidencia o tenemos los conocimientos suficientes para poder afirmar y saber que los niños se afectan menos y que, cuando se afectan, lo hacen de una forma muchísimo más leve, muchas veces de manera asintomática, otras veces con clínica leve. Los casos graves son excepcionales. Además, sabemos que, a diferencia de otros virus respiratorios que conocemos como por ejemplo el de la gripe, el niño no juega un papel importante como agente transmisor de la epidemiología de la COVID-19. Los casos COVID en pacientes pediátricos casi siempre están asociados al hecho de que un adulto, normalmente el padre o la madre, o sea, en el ámbito familiar o bien en un contacto sociofamiliar, haya contagiado al menor de corta edad y a menudo al adolescente. Realmente, los casos de transmisión son más bien de adulto a niño que no de niño a niño o de niño a adulto. Este último tipo de contagio, del que hay muy pocos casos registrados, está poco demostrado.
-Recientemente se han detectado casos de patologías respiratorias ‘fuera de temporada’ en niños, sobre todo de corta edad. Estamos hablando de bronquiolitis, laringitis, neumonías y procesos catarrales banales, que son enfermedades propias de otoño-invierno. ¿Cree que es un fenómeno pasajero, o bien puede haber alguna otra tendencia biológica detrás?
En efecto, en el marco de lo que son fenómenos de interferencia viral que apenas conocemos -o bien sólo conocemos una parte de ellos-, el predominio tan importante del coronavirus ha influido en el hecho de que en esta temporada haya habido mucha menos evidencia sobre la presencia de otros virus. Al mismo tiempo, la implantación de la distancia social, el uso de mascarilla, el lavado de manos y otras medidas de higiene, la no permanencia en espacios cerrados o el hábito de adoptar una mayor ventilación en interiores ha condicionado las oportunidades de aparición de otros gérmenes o microorganismos de transmisión respiratoria. Es decir, se les ha impedido o se les ha dificultado en gran medida su desarrollo, lo que ha comportado que epidemias clásicas y típicas de los meses fríos en España, como las de la gripe o las de bronquiolitis por el virus respiratoria sincitial, prácticamente hayan desaparecido o hayan sido muy mínimas.
Sin embargo, estamos viendo que fuera de esos períodos fríos, y cuando parece que el coronavirus ya va remitiendo sobre todo gracias a la implantación de las mencionadas medidas y al avance en la vacunación -importantísima esta última para el control del COVID-19, lo que ojalá nos permita volver pronto a una situación muy similar a la prepandemia-, algunos virus que tenían una expresión frecuente y típica en determinadas estaciones han sido desplazados y están siendo vistos en períodos del año en que no son habituales, sin que se sepan muy bien las causas de este fenómeno. Insisto, no tengo la respuesta exacta de por qué está pasando eso; quizás sea por razones de ocupación de nichos epidemiológicos entre microorganismos, fenómenos de interferencia viral, o simplemente todo ello guarde relación con los períodos y ondas que se producen dentro de la epidemiología de los diferentes microorganismos.
-Una cuarta parte de los menores que acuden a Urgencias por motivos psiquiátricos se han autolesionado, según se desprende de un estudio conocido hace poco. ¿El Servicio de Pediatría puede hacer algo al respecto en labores preventivas, puede prestar algún tipo de ayuda específica?
Aparte de las consecuencias físicas asociadas al contagio y desarrollo del COVID-19, consecuencias que, como he dicho anteriormente, afortunadamente han sido mucho menores en la infancia, existen unas repercusiones psicológicas. Y lo que es el tema de la repercusión psicológica de la pandemia no tiene por qué haber sido menor en la infancia y adolescencia con respecto a otras etapas de la vida. Al margen de la afectación en la socialización, vida y contacto con los niños, la propia pandemia ha condicionado la mortalidad muchas veces de familiares, abuelos, a veces incluso padres. No poder salir (confinamiento) y las consecuencias laborales y sociales padecidas por progenitores y familiares (pérdidas de empleo, dificultades económicas) son circunstancias que inciden en la salud mental del niño y del adolescente. Está claro que una de las repercusiones de este escenario ha sido, efectivamente, la aparición de esos intentos de autolesión o autolisis y también de alteraciones en la conducta alimentaria. Asimismo, se han producido fenómenos de ansiedad y depresión.
En cuanto a lo que los pediatras podemos hacer, pues por supuesto que podemos ayudar a implementar medidas de apoyo, especialmente los pediatras de AP, que somos los que tenemos más contacto con las familias y las conocemos, y solemos saber sus dificultades, no sólo médicas sino también las asociadas al contexto del niño o del adolescente. Podemos actuar desde los Centros de Salud, especialmente en estas situaciones tan difíciles para toda la sociedad en general.
-¿Se están tomando las medidas adecuadas para frenar y revertir la obesidad infantil en España? ¿Cuál es el papel de los pediatras en esta cuestión?
Hace ya tiempo que se vienen mandando señales de peligro, especialmente por parte de los pediatras, en el sentido de que nos estamos moviendo en una sociedad que tiene unas tendencias favorecedoras de la obesidad y el exceso de peso, y que van hacia la adquisición y consumo fácil, rápido y sencillo de alimentos a menudo poco saludables, que quizás son de los que más se publicitan o más se favorece su consumo desde determinados sectores. A eso se le suman dificultades, a veces, para poder realizar una actividad física adecuada en el marco de una sociedad cada vez más mecanizada que favorece que se recurra menos al ejercicio a la hora de desarrollar la actividad habitual, y en donde la tecnología evita a menudo hacer esfuerzos físicos.
Digamos que todo ello implica una mayor y peor alimentación junto con un menor gasto energético o metabólico debido a la menor práctica de ejercicio físico. Se produce, de este modo, un favorecimiento de la obesidad, cuyas cifras en las últimas décadas están siendo preocupantes. En los últimos años se había conseguido que no se tendiera a un empeoramiento de tales cifras, incluso se habían logrado que fueran ligeramente mejores, pero la pandemia no ha favorecido dicha tendencia y, claramente durante el último año, los indicadores de exceso de peso han empeorado. Nosotros, como pediatras y con la AEP como transmisor, promocionaremos una y otra vez en todos los ámbitos de la salud infanto-juvenil, y espero que cada vez con mejores recursos, mecanismos para intentar revertir la tendencia al exceso de peso. Sobre todo, lo haremos a través del fomento de hábitos de vida saludables, especialmente en el campo de la alimentación y de la actividad física.
-¿Qué avance en medicina pediátrica que se haya conocido recientemente o que esté cerca de conocerse le gustaría destacar?
Los avances en Pediatría son innumerables… la verdad es que es difícil que me quede con uno solo. Porque la Medicina en general y la Pediatría en particular, y la Ciencia a un nivel global, avanzan a una velocidad que cada vez es más exponencial, de ahí la relevancia de la formación continuada que ya he comentado. Si tuviera que destacar algunos avances, me inclinaría por los logrados en las terapias genéticas y la aplicación de tratamientos sustitutivos en determinadas enfermedades genéticas o afecciones que no tenían solución hasta hace unos años. Se han dado grandes pasos en terapias individualizadas, por ejemplo en el campo de la Oncología. Esos podrían ser los progresos más relevantes, igual que los logrados en el campo de los trasplantes y en el ámbito de los conocimientos en Inmunología.
Se han registrado avances en todas las ramas de la Pediatría: Cardiología, Digestivo, Nefrología, Neumología, técnicas en Intensivos... son innumerables y cuantiosos. Por otro lado, esta pandemia nos ha vuelto a poner encima de la mesa la importancia de las medidas preventivas, en este caso, de la vacunación. Gracias a las vacunas, especialmente defendidas por los pediatras, hemos visto como se ha conseguido disminuir hasta cifras insospechadas algunas enfermedades que hace sólo unas décadas tenían una frecuencia muy importante, y que hoy prácticamente han desaparecido. Pero a veces la sociedad no valora la importancia de continuar con esas pautas de vacunación tan relevantes. Y, en el caso concreto de la pandemia por COVID-19, hemos visto que con las vacunas podemos conseguir acercarnos a esa normalidad prepandemia que todos deseamos.