Redacción Farmacosalud.com
La apnea obstructiva del sueño (AOS) es una enfermedad muy prevalente que tiene como tratamiento de referencia la administración de presión positiva continua en la vía aérea (CPAP). Los pacientes con AOS que ya se benefician de la CPAP en sus domicilios y no tienen la COVID-19 ni síntomas de sospecha deben continuar tratándose con la CPAP con normalidad, mientras que los pacientes con COVID-19 o sospechosos de tener la infección por SARS-CoV-2 pueden continuar con esta terapia si viven solos y suspenderla durante los catorce días de aislamiento si tienen convivientes o algún cuidador. Estas son algunas de las recomendaciones sobre apnea del sueño en tiempos de COVID-19 elaboradas por un grupo de expertos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
El riesgo de usar una CPAP durante la infección o sospecha de SARS-CoV-2 reside en una mayor posibilidad de contagio del cuidador o convivientes del paciente, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). La CPAP forma parte de los equipos de soporte respiratorio no invasivo (SRNI), que entrañan un aumento del riesgo de transmisión del coronavirus debido a la aerosolización de las partículas que se producen desde la válvula espiratoria de los mismos, por las posibles fugas perimascarilla o por la boca, en el caso de las mascarillas nasales, mientras que en el caso de las mascarillas oronasales la distancia de dispersión de las gotas es variable dependiendo del modelo y de si tiene sistema de fuga controlada. La aerosolización del SARS-CoV-2 permanece en el aire 1,1 horas, por lo que se requiere un mayor periodo de aislamiento si se usan estos equipos de SRNI. Y también hay que tener en cuenta que una exposición a mayor carga viral se asocia con el desarrollo de una forma más grave de la enfermedad COVID-19 y un peor pronóstico.
En caso de no poder suspender la terapia con CPAP por algún motivo, el paciente debe seguir las medidas generales de aislamiento, utilizando una habitación independiente, siempre que sea posible, intensificando la distancia de seguridad, la adecuada ventilación de la habitación y manteniendo ésta cerrada en todo momento. De seguir con el tratamiento de CPAP en el domicilio, hay que realizar los cambios necesarios en el sistema de fungibles de los equipos de CPAP (mascarilla nasobucal sin válvula espiratoria, filtro antivírico de baja resistencia y válvula espiratoria tras el filtro) y, para ello, ponerse en contacto con la empresa de TRD (Terapias Respiratorias Domiciliarias) correspondiente y advirtiendo siempre a la empresa que se trata de un paciente con sospecha/infección por SARS-CoV-2 para que el personal que acuda a atenderle pueda disponer del equipamiento de protección individual (EPI) adecuado.
En paralelo, debe evitarse el uso de humidificador hasta la finalización del aislamiento debido al posible incremento de transmisión del virus, y seguir los consejos de limpieza de los equipos.
Efectos negativos del confinamiento en pacientes con epilepsia
El COVID-19 está causando efectos negativos en los pacientes con epilepsia, especialmente relacionados con las medidas de confinamiento durante el pico de la pandemia. Así lo demuestra un estudio llevado a cabo por la Unidad de Epilepsia del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Vall d’Hebron y el Grupo de Investigación en Epilepsia del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR, en Barcelona), que ha observado que el insomnio, la ansiedad o la falta de recursos económicos dificulta el control de las crisis epilépticas.
El trabajo, publicado en la revista ‘Acta Neurologica Scandinavica’, consistió en la realización de encuestas telefónicas a 255 pacientes con epilepsia durante sus visitas de control que se llevaron a cabo entre el 16 de marzo y el 17 de abril de 2020. En la encuesta se pretendía averiguar el impacto que estaba teniendo la pandemia y el confinamiento en estos pacientes. Durante el mes de duración del estudio, los investigadores detectaron que el control de las crisis epilépticas empeoró en 25 de los enfermos participantes.
Por otro lado, cerca de la mitad de los encuestados tuvo ansiedad y/o depresión durante la época del confinamiento, y un alto porcentaje de pacientes experimentó cambios en sus pautas del sueño, sobre todo insomnio. Este hallazgo se corresponde con trabajos previos que relacionan la privación del sueño con la aparición de crisis epilépticas. Además, cerca de un tercio de los pacientes explicó que los ingresos económicos de su entorno familiar se habían reducido a causa de la pandemia.
“Con este estudio hemos observado que estos factores asociados al confinamiento se relacionarían con un peor control de las crisis epilépticas en los pacientes”, explica la Dra. Elena Fonseca, investigadora clínica del Grupo de Investigación en Epilepsia del VHIR, adjunta en Neurología del Hospital Universitario Vall d’Hebron y primera autora del trabajo.