Anthony Sattin, autor del libro ‘Nómadas’ (Crítica): Anthony Sattin es un escritor y locutor británico que ha sido descrito como ‘un cruce entre Indiana Jones y un héroe de John Buchan’ y ‘una de las principales influencias de la literatura de viajes actual’. Durante muchos años fue director de la Principal Film Company y ha escrito, asesorado y presentado producciones televisivas y radiofónicas, como ‘The Thirties in Colour’, de la BBC.
Redacción Farmacosalud.com
«Nómadas. Las raíces del término atraviesan la historia desde su origen, que se remonta a nomo, una palabra del más arcaico indoeuropeo. Tiene múltiples significados. Podría traducirse por ‘una zona determinada’ o ‘una zona delimitada’, pero también como ‘lugar de pastos’. De la misma raíz surge luego nomas, en este caso, se refiere a nómadas que son ya trashumantes y sedentarios, nómadas que ya no se mudan constantemente. Más tarde, la raíz divide su camino y, en el momento en que empiezan los asentamientos en pueblos y ciudades, nómada ya describe a esas personas que viven sin muros divisorios y más allá de cualquier límite fronterizo.
Hoy, los pueblos sedentarios empleamos el término en dos sentidos. Para unos está impregnado de un matiz romántico y nostálgico relacionado con la ausencia de ataduras; para otros conlleva un juicio de valor sobre las personas que se trasladan constantemente, que vagabundean, que migran, gente siempre de paso, en ruta, sin domicilio fijo. Desconocidos». Así se expresa Anthony Sattin en su libro ‘Nómadas (La historia desde los márgenes de la civilización)’.
El nomadismo, un contrapeso perpetuo a los imperios fomentados por las ciudades
«Cuando mi relato comienza, toda la humanidad vivía en ruta por un mundo donde solo había fronteras naturales -un bosque, un río, una montaña, un desierto- y las que los humanos construíamos con ramas y espinos. Cuando termina, los errantes deben abrirse paso a través de un mundo separado por autopistas, fronteras nacionales y acuerdos internacionales entre naciones-estado».
Sattin explora el mundo de los que se desplazan o viajan constantemente, y lo hace a través del paso de los siglos o, mejor dicho, a través de los miles de años que conforman la existencia humana. Hay una conexión que ha sido muchas veces ignorada por la historia: la relación transformadora, y a menudo sangrienta, entre sociedades sedentarias e itinerantes a lo largo de los siglos. En este sentido, los nómadas han sido un contrapeso perpetuo a los imperios creados por el poder de las ciudades humanas.
El autor revisa la singladura del nomadismo desde antes de la Biblia hasta su declive en la actualidad. Retrocede hasta los tiempos de la historia más antigua y, más adelante, realiza una incursión por lo que denomina edad imperial, época en que el nomadismo se vuelve más complejo y en la que se asiste al ascenso y caída de grandes imperios creados por personas que seguían viviendo en perpetua mudanza: mientras en Occidente se va hundiendo el Imperio Romano, en Asia y en el Este europeo manda Atila, el rey de los hunos, una confederación de pueblos nómadas y seminómadas procedentes del área esteparia de Asia Central. Siglos más tarde dominaría el Imperio mongol, asociado a la figura de Gengis Kan (1162-1227), el guerrero y conquistador mongol que unificó a las tribus nómadas de esta etnia del norte de Asia y que fundó el considerado como el imperio más grande de la historia (extendió su dominio a un vastísimo territorio, desde Europa Oriental hasta el océano Pacífico, y desde Siberia y gran parte de China hasta Mesopotamia, la India e Indochina).
‘Nómadas digitales’: la evolución del movimiento está servida
Y Sattin llega, finalmente, hasta el mundo moderno, en el que a ojos de los europeos los nómadas desaparecen completamente. O casi. Ahí está el nuevo concepto de nomadismo, el ‘nómada digital’, que es aquella persona que utiliza Internet para desempeñar su ocupación y/o para vender sus conocimientos a otras personas o empresas, y que trabaja de forma remota, lo que le permite poder vivir viajando.
Sattin no es ajeno a estas y otras nuevas realidades: «Una época en que se viaja cada vez más, en que somos ya tantos los ‘desconocidos’, requiere una interpretación más generosa, especialmente cuando gran parte de lo que decimos, tantas de nuestras ideas y muchos de nuestros bienes y artilugios tienen que ver con la movilidad y el movimiento. Por esta razón en este libro empleo nómada en un sentido distinto según va avanzando el texto. Nada más comenzar el viaje, la uso para referirme a los pueblos de cazadores-recolectores y al poco tiempo también a los pastores trashumantes. Hacia el final, incluye a todas las personas que se desplazan, no solo a las que viven ligeras de equipaje por necesidad, como los nómadas anteriores, sino también a las que optan por esa forma de vida, al número cada día mayor de quienes se describen no como homeless, ‘sin hogar’, sino como houseless, ‘sin casa’, los muchos nómadas modernos que viven en lo que algunos llaman ‘bienes muebles’, en contraposición a los que habitan en ‘bienes inmuebles’».
¿La patria de los nómadas es el nomadismo?
Como tampoco es ajeno a la incomodidad que a ciertas autoridades gubernamentales les supone la existencia de colectivos que se desplazan con asiduidad y que se mueven por diferentes países sin que las fronteras estatales representen ningún obstáculo. «Da igual hablar con un bereber o un beduino, con un gaucho o un moken, la conversación versa siempre sobre lo mismo: la supervivencia, o la pervivencia, el orgullo tribal, la necesidad de vivir conciliado con el entorno, el respeto a todo lo que les ofrece la naturaleza, y las dificultades de llevar una vida nómada cuando los Gobiernos, todos los Gobiernos, solo aspiran a que se establezcan definitivamente en algún sitio», se puede leer en ‘Nómadas’.
Ahí está, por ejemplo, el caso de los Tuareg y el prisma por el que han sido observados desde determinados poderes oficiales, según apunta Idalia Rosado a través del Servicio Social del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África (PUEAA) de la Universidad Nacional Autónoma de México: “Los (as) Tuareg han representado un obstáculo y amenaza para la conformación de un Estado. Desde la colonización, la etnia tuareg se configuró como la piedra en el zapato de los franceses; posteriormente, fueron concebidos como un atraso para los Estados independistas, como Malí y Níger. Asimismo, el nomadismo tuareg fue visto como una afrenta a la seguridad nacional y a la modernización del país”.
“Un supuesto muy naturalizado es que el colonialismo aniquiló por completo el nomadismo de las poblaciones indígenas, que eran ‘bandas primitivas’ en cuyo proceso de evolución fueron convirtiéndose en sedentarios y reemplazándose por éstos […] En el contexto argentino y latinoamericano, a diferencia del oriental asiático y africano, las categorías de adscripción étnica nómade* se encuentran completamente invisibilizadas (lo cual no quiere decir que sean inexistentes, nuestro caso etnográfico lo demuestra) y sin reconocimiento jurídico/político”, sostienen por su parte los investigadores Leticia Katzer, Pablo Giménez Zumbo, Horacio Chiavazza, Virginia Miranda Gasull y Silvina Velez en su artículo ‘Bio-historia del nomadismo y de la producción territorial en el NE de Mendoza: lectura interdisciplinaria desde la ecología, la arqueología y la etnografía’, fechado en 2017.
*Nómade: nómada
“Este modo de residencia, de territorialidad que se estructura desde la lógica nómade, no está reconocido por el Estado, no está reconocido jurídicamente, no está contenido en la legislación vigente, que por el contrario prescribe el arraigo y radicación a un espacio fijo. En consecuencia, la relación gobierno-nómada es una relación de negación puesto que las formas generales de clasificación administrativa, aun cuando desde 1994 incluyen la adscripción étnica, excluyen en su misma definición categorías de adscripción nómada”, se recoge en el mismo documento.
Visibilizar a las mujeres nómadas, una asignatura pendiente
«La ausencia de documentos de los pueblos nómadas nos obliga a mirarlos a través de los ojos de los pueblos sedentarios, por eso esta última sección del libro testimonia cómo han respondido las sociedades sedentarias a los nómadas. De ella se deriva algo fundamental que hoy muchos admiten ya: que siempre resulta más valiosa la cooperación que la competencia, y que los nómadas son importantes para nuestra forma de vida, la de los pueblos sedentarios, y cruciales en nuestra forma de entendernos a nosotros mismos», escribe Sattin.
«Espero mostrar que los nómadas se han visto reducidos a las anécdotas y reflexiones de nuestros literatos e historiadores, como si se empeñaran en confirmar la observación de Gilles Deleuze: “Los nómadas no tienen historia, solo tienen geografía”. La frase es demasiado perfecta, porque por supuesto que los nómadas tienen historia, su historia, pero cuando me topé con ella me sirvió para entender por qué es muy raro que nuestras propias historias mencionen a los nómadas. Se trata de una omisión engañosa, que además quiere decir que nos hemos perdido la orgullosa y meritoria historia de esos pueblos. De esta obra espero que al menos aliente la idea de que no es cuestión de distinguir entre nómada y/o sedentario, y es que, lo reconozcamos o no, nos guste o no, los nómadas han constituido siempre la mitad de la historia humana y han hecho contribuciones esenciales al progreso de lo que muchos historiadores tradicionalmente han llamado civilización», añade el autor del libro.
Otro de los olvidos históricos del oficialismo con respecto al nomadismo es el que rodea al papel de la figura femenina en el desarrollo y mantenimiento de esta forma de vida itinerante. A este respecto, Sattin destaca «la falta de detalles sobre el papel desempeñado por las mujeres en la cultura nómada. Sabemos, por ejemplo, que las escitas eran mucho más influyentes que sus coetáneas de los imperios chino y romano. Es evidente, porque sabemos también que los escitas tuvieron como mínimo una reina y enterraron al menos a algunas mujeres con gran boato».