Carles Brasó, autor del libro ‘Los médicos errantes’ (Editorial Crítica): Carles Brasó Broggi (Barcelona, 1979) es doctor en historia económica (UPF, 2010), sinólogo y licenciado en sociología y estudios de Asia Oriental. Ha publicado artículos sobre economía e historia contemporánea de China en revistas como ‘China Perspectives’ o ‘Modern Asian Studies’, y un libro sobre los orígenes de las reformas económicas en China: ‘Trade and technology networks in the Chinese textile industry. Opening up before the reform’ (Palgrave Macmillan, 2016). Actualmente, es investigador Ramón y Cajal en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Redacción Farmacosalud.com
Guerra Civil Española, Guerra de China contra Japón, Guerra Fría… como denominador común, un grupo de facultativos voluntarios que, viviendo de una forma nómada, entregaron su vocaciones profesionales y sus convicciones más íntimas al servicio de ciertos ideales, como los movimientos internacionalistas, la influencia comunista o la lucha contra el fascismo. En las conflagraciones bélicas en las que estuvieron presentes pudieron sacar su vena más altruista y galénica dando a conocer la práctica de aquellas innovaciones médicas que habían visto aplicar en los campos de batalla. Pero, paradojas de la vida, a muchos de estos médicos errantes les costó horrores acostumbrarse a los tiempos de paz… ¿Por mucho que la paz cueste, nunca es cara?
‘Los médicos errantes. de las Brigadas Internacionales y la revolución china a la guerra fría’
El libro escrito por Carles Brasó se titula ‘Los médicos errantes’, mientras que el subtítulo reza con la frase ‘De las Brigadas Internacionales y la revolución china a la guerra fría’. A primera vista, parece como si pueblos y épocas históricas tan diferentes no tuvieran nada en común como para ser vinculados en una misma obra. No obstante, lo que se hace el autor del relato es ir más allá de la Historia clásica e introducirse en vericuetos algo más inexplorados. “La historia global intenta encontrar estos vínculos para ir más allá de la historia tradicional, muy centrada en los estados-nación. Uno de estos vínculos son las biografías de personas cosmopolitas que ejercieron de puente entre varios países. Este es el caso de este libro, que es una suerte de biografía grupal de unos doctores y enfermeras que compartieron una vida nómada: así pues, viendo en unas mismas biografías varios conflictos que ocurrieron en países distintos y distantes, se obtiene una visión general de éstos que trasciende o que es diferente de las narraciones históricas nacionales tradicionales”, explica Brasó.
La Guerra Civil Española y la guerra de China contra Japón, que trascendieron sus fronteras y se convirtieron en avanzadillas de los grandes contiendas bélicas del siglo XX, fueron casi coincidentes en el tiempo. Así, el conflicto español empezó en julio de 1936, mientras que la guerra de China contra Japón lo hizo justo un año más tarde. Fueron los dos mayores conflictos bélicos que se libraron justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, de tal modo que entre julio de 1937 y septiembre de 1939, y a pesar de la distancia geográfica entre ambas conflagraciones, las dos guerras coexistieron, de ahí que la prensa internacional y la opinión pública percibieran que eran acontecimientos muy parecidos.
“Tanto en China como en España se establecieron gobiernos de coalición en los que entraron los partidos comunistas de ambos países (el gobierno del frente popular en España y el frente unido en China) que se enfrentaban a fuerzas que se inspiraban en el fascismo internacional (el militarismo japonés y el ejército de Franco). Asimismo, los países occidentales (Francia, Estados Unidos, Reino Unido) decidieron no intervenir, de modo que los gobiernos chino y español sólo pudieron contar con la ayuda de la Unión Soviética, a pesar de que buena parte de la opinión pública internacional estaba a su favor”, detalla Brasó.
Tres doctores y una enfermera alemanes que destacaron en la lucha contra el fascismo
De todos es sabido que es muy arriesgado -e injusto- generalizar a la hora de juzgar actitudes o comportamientos. Sin ir más lejos, durante la Segunda Guerra Mundial los facultativos alemanes no tuvieron muy buena prensa, especialmente por ser acusados de colaboracionismo con el exterminio nazi. Ahora bien, en ‘Los médicos errantes’ hay tres doctores y una enfermera alemanes que destacaron en la lucha contra el fascismo en todo el mundo. “Y este no fue un caso aislado: hubo una importante comunidad de alemanes exiliados que combatió a Hitler- asegura el autor de la obra-. Sin embargo, es cierto que importantes asociaciones de médicos alemanas, así como hospitales y departamentos universitarios, no sólo en el campo de la Medicina, sino también en todos los ámbitos científicos en general, aceptaron explícitamente el nazismo en algunos casos, o, en otros, no quisieron o no pudieron criticarlo”.
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, aunque únicamente se pudo culpar de delitos concretos a una parte muy minoritaria de la sociedad alemana (ocurrió lo mismo con los médicos), se discutió acerca de lo que podría llegar a denominarse “crimen colectivo” por haber ocultado o silenciado crímenes contra la humanidad como el Holocausto, recuerda Brasó. “Así que esta cuestión no se limita solamente a los médicos, sino al papel que tuvo la sociedad alemana frente al auge de Hitler y las políticas de exterminio”, comenta. Por cierto, Brasó desconoce cuál fue la suerte y el destino de los galenos que trabajaron en el gueto de Varsovia (Polonia), recinto en el que murieron decenas de miles de judíos. Los médicos polacos que aparecen en el libro estaban en China cuando se produjo el Holocausto. Con todo, al ser de procedencia judía, todos ellos perdieron a sus familias, algunos en el gueto de Varsovia, y otros en los campos de exterminio.
La violencia antisemita de la postguerra, las campañas de Stalin contra los médicos…
Por otro lado, y contrariamente a lo que se pueda pensar, a muchos facultativos ‘errantes’ les costó horrores acostumbrarse a los tiempos de paz en Europa. Y es que, en muchos casos, la concordia -en términos absolutos- tardó mucho en llegar. “Este fue el caso de Polonia, por ejemplo, donde la violencia antisemita persistió tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Luego llegó la violencia de las campañas de los últimos años de Stalin, entre 1951 y 1953, que se cebó contra los médicos y, en general, con la población cosmopolita que tenía contactos con extranjeros. Estas campañas alcanzaron a prácticamente todos los países de Europa del Este. Muchos retomarían sus vidas errantes, cambiando de domicilio o bien emigrando hacia otros países”, detalla el doctor en historia económica.
Uno de los nombres que aparecen en el libro de Brasó es el del Dr. Flato (Szmul Mosze Flato). A juicio del autor de la obra, su figura como médico errante merecería incluso un libro aparte por su papel en varias contiendas bélicas: “es uno de los personajes más fascinantes. Después de la Segunda Guerra Mundial, Flato regresó a Polonia y se integró en el servicio de espionaje militar de la Polonia socialista. Allí realizó varios viajes y organizó una red de espionaje hasta que fue purgado por las campañas estalinistas, si bien posteriormente fue rehabilitado y regresó a China, donde vivió varios años justo antes de la Revolución Cultural. Todo este segundo periplo de Flato en China se analiza en el libro de forma muy somera, así que parece claro que este doctor todavía nos puede deparar nuevas sorpresas”.
Cambios de nombre para evitar ciertos problemas
Entrando ya de lleno en los nombres y apellidos de los protagonistas del libro (si bien algunos de ellos llegaron a modificar su identidad por razones personales y no tan personales), cabe decir que toda esta plantilla errante se configuró como un equipo internacional de doctores que, primero integrados en las Brigadas Internacionales favorables a la República española, y después como colaboradores de la Cruz Roja China, destacaron por la continuidad de su compromiso ideológico y su sacrificio personal. Hablamos, por ejemplo, de Ianto Kaneti, búlgaro, los alemanes Rolf Becker y Edith Marcus, los polacos Samuel Moses Flato o Wolf Jungermann, etc. Algunos, como Flato, cambiaron su nombre para evitar ser identificados como judíos (así, pasó a llamarse con el nombre polaco de Stanislaw); otros como el austríaco Fritz Jerusalem o el húngaro György Schön cambiaron su apellido para esconder su pasado familiar y pasaron a llamarse Fritz Jensen y György Somogyi. “Estos cambios de nombre, que al principio complicaron un poco la investigación, añaden otro elemento del carácter nómada del grupo”, señala Brasó.
Aunque en ‘Los médicos errantes’ se viene a destacar la relevancia de los conocimientos médicos atesorados por esos voluntarios internacionales, Brasó admite que, en realidad, estos 17 facultativos y 2 enfermeras en concreto “no inventaron nada, en el sentido de que no publicaron ningún ensayo científico revolucionario o novedoso. Su importancia radica en que llevaron consigo varias innovaciones que vieron en los campos de batalla y las dispersaron por todos los países. Su papel en la formación de médicos chinos, por ejemplo, en la guerra de China contra Japón fue importante”. Fueron, pues, divulgadores y formadores en zonas donde había gran escasez de profesionales sanitarios, como en el interior de China. Este fue su principal mérito.
En definitiva, que fueron divulgadores y formadores con una vocación irremediablemente nómada, tanto durante su etapa en ambas guerras, como de sus trayectorias previas y posteriores, estrechamente ligadas a los movimientos internacionalistas, la influencia comunista, la Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría. Errantes y, por ello, con un rumbo personal tan imprevisible como necesitado de recursos adaptativos, tal y como certifica el experto: “Sus vidas personales fueron también muy inciertas, con muchas encrucijadas. Muchos se divorciaron, cambiaron de nombre, de trabajo, de domicilio… sus hijos tuvieron que adaptarse a vivir en países extraños… también, en lo ideológico, sus posturas fueron cambiando; algunos se desengañaron rápido de la ideología comunista, mientras que otros mantuvieron sus convicciones, aunque no del mismo modo en que lo hicieron cuando llegaron a España a luchar en la Guerra Civil…”
El carácter cosmopolita, actitud sospechosa si se vivía en la Europa del Este
Según Brasó, durante la Guerra Fría estos facultativos errantes no colaboraron directamente con la Unión Soviética. Regresaron a sus países de origen, Polonia, Alemania, Austria, Checoslovaquia, Rumanía, Bulgaria y Hungría, “y se adaptaron lo mejor que pudieron al establecimiento del telón de acero y el ascenso de los regímenes de signo estalinista. Algunos colaboraron con estos regímenes y se incorporaron a la vida política, otros llevaron vidas discretas, y el resto decidió emigrar hacia otros países en cuanto tuvieron la oportunidad. Sin embargo, si algo tenían en común, era su carácter cosmopolita, una característica que resultaba sospechosa en el opresivo ambiente de la Guerra Fría en Europa del Este”.
Ávido de conmovedoras y apasionantes biografías que contar, este historiador propone sumergirse en otros escenarios y relatos cuando se le pregunta por el papel que desempeñaron los galenos españoles durante la Segunda Guerra Mundial: “este es un tema para otro libro. Conozco solamente algunos casos aislados que quizás no son representativos. En 1939, los médicos Frederic Durán Jordà y Josep Trueta se exiliaron en Londres y llevaron consigo todo el conocimiento que habían acumulado en los bombardeos de Barcelona -Guerra Civil-, realizando innovaciones muy destacadas en el tratamiento de los heridos (el método Trueta) y en la conservación y transfusión de sangre (Duran Jordà). Este conocimiento fue de gran utilidad cuando Londres empezó a sufrir los bombardeos tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Pero seguro que existen muchos más casos como este…”