Dr. David Callejo, autor del libro ‘Lo primero, la vida’ (Planeta): el Dr. David Callejo es médico especialista en Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor del Servicio de Anestesiología Pediátrica del Hospital General Universitario Gregorio Marañón (Madrid). Actualmente forma parte del equipo de anestesia cardíaca infantil, que se ocupa, entre otras cosas, de realizar trasplantes cardíacos en niños. Además, es Prof. de Medicina en la Universidad Complutense y director académico en Grupo CTO. De igual modo, compagina su labor como médico con la divulgación médica, actividad esta última que ya le ha valido la concesión, por parte del portal web #SaludsinBulos, del premio al Mejor Divulgador del año 2020.
Redacción Farmacosalud.com
Un anestesista que pincha a pacientes cada dos por tres al que le dan pavor las agujas. Invitaciones a botellones y gin tonics en quirófano. Profesionales de la anestesia que suspiran por el gran Óscar de la especialidad, o galardón hombre invisible -o sea, pasar completamente desapercibido-… Todo eso y mucho más lo cuenta el autor de ‘Lo primero, la vida (el día a día de un médico que aprendió a darlo todo)’, el libro que ha consagrado al Dr. David Callejo como uno de los facultativos más mediáticos de la escena médica española, como lo demuestra el hecho de que incluso se haya fijado en él la prestigiosa revista ‘Forbes’. Callejo va lanzado y no tiene reparos a la hora de dudar en público de la posibilidad de que la sociedad haya aprendido alguna lección con respecto al COVID-19, al tiempo que critica a los negacionistas inventores del concepto plandemia. El libro hará de todo, menos pinchar… lo ha escrito el Dr. Callejo, el anestesista que temía -y teme- a las agujas.
-Con ‘Lo primero, la vida’, usted ha ganado el premio al Mejor Divulgador médico del 2020. Incluso ha sido nombrado como uno de los 100 mejores Influencers de 2021 por la prestigiosa revista ‘Forbes’. ¿Por qué ese título para el libro, es que hay alguien que aún pueda dudar de que, en esta vida -y nunca mejor dicho- lo primero, es la vida?
La verdad es que los reconocimientos como mejor divulgador en 2020 o estar en la lista de los 100 mejores influencers son cosas superinesperadas que me pusieron muy contento en su momento, pero tampoco les doy demasiada importancia. Lo fundamental es que soy médico, y como médico queríamos hacer ese juego de palabras con el título: que lo primero fuera la vida, porque al final el libro va de eso, va de historias de pacientes y de como esas historias han cambiado de alguna forma mi historia. Así que el título de ‘Lo primero, la vida’ era para hablar tanto de mi vida como de la vida de los pacientes. En el imaginario colectivo está que un buen médico, un buen sanitario, te puede cambiar la vida para bien, y creo que eso es verdad. Pero yo quería contar que los pacientes también pueden cambiar la vida de los médicos, y, en paralelo, quería hablar de lo importante que es esa relación médico-paciente.
-En su obra se cuentan bromas que a menudo se escuchan en quirófano para calmar la tensión del ambiente. No me diga usted, señor anestesista, que se hacen bromas centradas en un hipotético paciente que está en la sala de operaciones…
Yo creo mucho en las bromas y en el humor, también en los momentos tensos. Y sí, muchas veces, cuando el paciente entra en quirófano está muy muy nervioso y, en ocasiones, con una broma o algunas palabras puedes calmarlo mucho. Cuando entra a quirófano algún adolescente, de 15-16 años, le solemos preguntar: ‘ahora que no están tus padres… ¿has hecho alguna vez botellón? Porque es que, si no, va a ser tu primer botellón…’ y generalmente se relajan bastante. Y cuando tenemos un paciente adulto al que le vamos a hacer alguna sedación o al que vamos a dormir, pues muchas veces le digo que le voy a poner un gin tonic, que será el mejor gin tonic de su vida y que, además, no le va a dejar resaca. De distintas formas intentamos calmar un poco esos nervios que son normales antes de una cirugía y el humor es fundamental para poder superarlos.
-Usted admite que tenía miedo a las agujas, instrumento vital para un anestesista; aprensión, no obstante, que ya habría superado. ¿Le han vacunado frente al COVID-19, y, si ha sido así, se mareó cuando le pinchaban, o bien el miedo lo ha perdido cuando ‘pincha’ a los demás?
Bueno, yo no tenía miedo a las agujas, yo tengo miedo, tengo auténtico pavor a las agujas cuando se utilizan en mi cuerpo. A mí, pinchar a los demás es algo que tengo super-superado. De hecho, me dedico a ello; pinchar a los demás es parte de mi trabajo como anestesista: coger epidurales, vías periféricas, vías centrales, arterias… Sin embargo, cada vez que me pinchan a mí, me voy al suelo. Y con la vacuna, pues bueno, con esto de ser divulgador y para fomentar la vacunación, me decidí a grabar un vídeo mientras me la pinchaban, pero reconozco que casi me voy al suelo en el vídeo. Evité mirar porque, ya digo, las agujas me dan auténtico pánico.
-Una de las historias que cuenta en el libro es la de una parturienta que le confesó que, justo antes de quedarse embarazada de su marido, tuvo sexo sin precaución con un hombre senegalés. Y entonces la mayor preocupación de esta mujer era que el bebé naciera con rasgos africanos… y salió con piel blanca. ¿Ella, pues, contenta? ¿O bien se quejó porque la criatura se parecía demasiado al marido?
Bueno, esa historia parece graciosa pero en realidad es una historia supertensa porque la mujer estaba agobiada de verdad. Y casi lo que más le preocupaba en un momento tan importante como un parto era eso, no decepcionar a su pareja, no decepcionar a su familia… estaba muy muy nerviosa. Algo que podía parecer divertido o una anécdota divertida, en realidad fue una anécdota muy tensa. En el libro jugamos mucho con ambas cosas: hay anécdotas que sí que son divertidas, que nos pueden sacar una sonrisa, pero también hay momentos de mucha tensión en quirófano que creo que tienen al lector pegado a la página con ganas de saber cuál será el desenlace.
-¿El trabajo de un anestesista es como el de los árbitros de fútbol? ¿Es decir, si nadie se acuerda de la labor arbitral, es que no ha habido polémica? ¿Si nadie se acuerda del anestesista, miel sobre hojuelas?
En el libro digo que nuestra labor es muy parecida a la de un portero de fútbol de un equipo grande, aunque también valdría la comparación con un árbitro. Si todo va bien, asumimos que el anestesista ha hecho bien su trabajo. No obstante, si empieza a haber problemas todo el mundo se pregunta si no puede ser por culpa de la anestesia. De hecho, cuando llegué al hospital un anestesista veterano me dijo que mi objetivo como anestesista era que nadie recordara mi nombre. De ahí que uno de los potenciales títulos que estuvimos manejando para el libro fuera ‘Que nadie recuerde tu nombre’.
Al final nos gustó más lo de ‘Lo primero, la vida’. Pero sí que es cierto que a veces tenemos esa labor poco conocida en el hospital y poco conocida por los pacientes… y casi que sólo se acuerdan de nosotros cuando surge algún tipo de complicación. El objetivo de la obra era también un poco eso: contar lo que hace un anestesista en el día a día y ver el papel tan relevante que tenemos en tantos y tantos momentos vividos en el hospital.
-Las amenazas que sufre el personal sanitario son bastante comunes en los centros hospitalarios y en los centros de salud. Durante la pandemia de COVID-19, además de tener que oír un montón de bulos sin base científica, les han amenazado por recomendar la vacunación. ¿Usted que tiene mucha predicación en redes sociales… está sometido digitalmente también a todo este tipo de acoso?
Por desgracia, todos los divulgadores que durante la pandemia nos hemos dedicado a divulgar sobre el COVID o a divulgar sobre las vacunas, hemos sufrido más o menos acoso o ciberacoso en alguna ocasión. Y la verdad es que es una pena, porque lo que estamos intentando es informar para que la gente lo entienda todo... pero hemos recibido acoso.
Hay que hacer una mención especial de las personas negacionistas, las que han creído que todo esto es una plandemia y que estábamos engañando a la gente; reconozco que, a esa gente, les tengo poco respeto por el daño que han hecho a los pacientes y a sus familias, por los bulos que han difundido… Ahora bien, a los negacionistas los diferencio mucho de las personas que han tenido ciertas dudas con las vacunas. Yo creo que la vacuna es un medicamento nuevo y es lógico que las personas hayan tenido dudas sobre si ponérsela o no ponérsela, por lo que es muy importante el trabajo de divulgación realizado, el que se ha centrado en informar y explicar las cosas para que se vacune un porcentaje muy alto de la población, como por suerte así ha sido.
-¿La pandemia, por el contrario, también ha sacado lo mejor de cada uno?
Me gustaría decir que sí. De hecho, al principio de la pandemia se comentaba que ‘de esta saldremos mejores’, pero, en mi opinión, la realidad es que no ha sido así. Quiero pensar que esta crisis sanitaria nos ha dejado alguna enseñanza, como la enseñanza de que no se puede recortar en sanidad, y que hay que cuidar y apoyar más al personal sanitario… Sin embargo, según van avanzando los meses, tengo la sensación de que todo ello se va a olvidar; se van a olvidar los aplausos a la 8 y deduzco que (y eso es triste) todo va a seguir igual. Así que no tengo tan claro que de esta vayamos a salir mejores.
-Antes de ser médico, le ha tocado ser paciente. Primero, por un neumotórax (creación de una cámara de aire entre las dos pleuras de los pulmones, lo que puede causar la muerte). Asimismo, ha sufrido una hernia discal lumbar y una hernia cervical. ¿Lo ha superado todo con buena nota?
Me tocó ser paciente en momentos que, además, me cambiaron como persona y también como futuro médico. Cuando tuve los neumotórax fue en 1º de Medicina. Estuve bastante tiempo ingresado en el hospital, incluso en Unidades de Cuidados Intensivos, y ahí aprendí mucho sobre cómo quería que me trataran, cómo me gustaba que me trataran y cómo me gustaría a mí tratar a la gente. De modo que, cuando pasé a ser estudiante en el hospital, tenía muy presente el tiempo que pasé ingresado. Y después, ya como residente, tuve episodios de hernias discales por los que estuve a punto de pasar por el quirófano. También estuve en la Unidad de Dolor Crónico y allí aprendí lo mal que lo pasan los pacientes con dolores crónicos, y como el dolor te puede llegar a cambiar la vida y el carácter. Eso es algo que también me ha ayudado a tratar con este tipo de pacientes posteriormente, en mi vida profesional.
-Usted atendió a un paciente de una neuralgia del trigémino, una patología que causa mucho padecimiento en forma de dolor y que, por ello, es una de las afecciones que va más asociada al riesgo de suicidio. Este hombre intentó quitarse la vida, pero el Dr. Callejo intervino en las maniobras quirúrgicas que permitieron salvarle la vida, de ahí que la hija de dicho enfermo le agradeciera su intervención. ¿En concreto, que hizo usted por esa familia?
El caso de ese paciente no lo recuerdo especialmente. El tema es que su hija me empezó a contar la historia, y a mí me sonaba… fue un caso muy dramático: el hombre decidió tirarse a las vías del metro y fue llevado al hospital en ambulancia prácticamente muerto. En estos casos, se mete al paciente en quirófano y se le aplican todo tipo de medidas (cirugía, transfusiones…) para intentar reanimarlo. Y yo era uno de los que estaba ahí, en quirófano, intentando reanimarlo. Su familia se acuerda de mí porque fui la primera persona que, tras la cirugía, habló con ellos, y les explicó la situación y la gravedad de dicha situación. Ya digo que no recuerdo muy bien aquella conversación, si bien la hija la recordaba a la perfección y me lo quiso agradecer.
La enseñanza que saco de todo esto es que, quizás como médico tú no puedas recordar a todos tus pacientes, pero si tú tratas bien a un paciente y más en una situación crítica, ellos te van a recordar a ti de por vida.
-Actualmente, su trabajo en el Hospital Gregorio Marañón remite al Servicio de Anestesiología Pediátrica. ¿Cómo se portan los niños cuando usted trabaja? ¿Son angelitos o diablillos?
Para mí, trabajar con niños es lo mejor de mi profesión y no lo cambiaría por nada del mundo. Es verdad que para ser anestesista pediátrico hay que dar cuidados especiales a los pequeños. Intentamos que el período de separación de los padres sea lo menos traumático posible. En algunos hospitales incluso intentamos que los padres entren a quirófano. No pinchamos ni hacemos nada de daño al niño hasta que no esté dormido y, para eso, le acercamos una mascarilla a la cara. Hay que intentar jugar con ellos. El trabajo de anestesista pediátrico es muy bonito desde antes de que se duerma el niño, y también una vez que ya está dormido, por lo especialmente cuidadosos que hay que ser con este tipo de pacientes. Así que, ya digo, dentro de mi especialidad, trabajar con niños -y es que dudé incluso con hacer la especialidad de Pediatría- creo que es lo mejor que me ha podido pasar.