Redacción Farmacosalud.com
Sevilla ha acogido recientemente el II Congreso de Obesidad y Complicaciones Metabólicas, XIII Congreso SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) y XIX Congreso SECO (Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad Mórbida y de las Enfermedades Metabólicas) y de la Sección de Obesidad de la AEC. En la nueva edición del Congreso SEEDO se ha hablado de la prevención de la obesidad, con el fin de que sujetos que presentan sobrepeso cambien su estilo de vida y eviten llegar a convertirse en obesos. Las estrategias para lograr esos descensos de peso pasan por la realización de actividad física y la adopción de dietas de tipo hipocalórico. En el encuentro científico también se han abordado los cambios en el estilo de vida que deberían llevar a cabo las personas que ya han desarrollado obesidad, al tiempo que se han revisado las estrategias encaminadas a lograr que un paciente obeso pueda dejar de serlo. De igual modo, se ha debatido sobre las comorbilidades asociadas al exceso de peso -diabetes, síntomas de la apnea del sueño, hipertensión, alteraciones de los lípidos- con el objetivo último de poder revertirlas.
Dos medicamentos que han aparecido en los dos últimos años han sido motivo de atención en el Congreso SEEDO, por cuanto que son dos fármacos que “pueden ayudar al paciente a ese cambio en el estilo de vida y a incrementar la pérdida de peso después del cambio del estilo de vida”, comenta el doctor Francisco Tinahones, copresidente del Comité Científico Nacional del II Congreso de Obesidad. Uno de los medicamentos, liraglutide 3.0, “tiene una estrategia diferente a los fármacos que hacían perder peso de forma tradicional, es decir, actúa sobre el vaciamiento gástrico, retarda el vaciamiento gástrico, y eso hace que el paciente tenga menor apetito y se sacie con más facilidad”, remarca. Liraglutide 3.0, asimismo, actúa con éxito a nivel del sistema nervioso central. El otro fármaco (mysimba, basado en dos principios activos, naltrexona y el bupropión) es una mezcla de medicamentos utilizados en psiquiatría que, combinados en dosis menores, contribuyen a bajar el apetito actuando a nivel del sistema nervioso central.
Tanto liraglutide 3.0 como naltrexona/bupropión “han demostrado que un porcentaje altísimo de pacientes pierden más del 5%” de peso, una cifra considerada relevante, dado que actualmente, para aprobar fármacos para el tratamiento de la obesidad, “se exige que un porcentaje alto de pacientes pierdan más del 5% del peso”, destaca el especialista. A modo de ejemplo, en un sujeto que pesa 80 quilos debería lograrse un descenso de entre 4 y 5 quilos, una bajada que tiene "una repercusión muy importante en las comorbilidades que se asocian a la obesidad. Por ejemplo, un paciente que pierde el 5% de su peso y está con tratamiento antidiabético, puede reducir el tratamiento antidiabético… e incluso dejar de tomarlo si estamos en etapas iniciales”, señala. Es decir, aunque esos adelgazamientos no pueden llevar al paciente a una situación de "normopeso”, sí que generan un beneficio “muy significativo” en la salud del enfermo, resalta el doctor Tinahones.
Pero, tal y como se ha sugerido anteriormente, la toma de medicamentos no es la única estrategia que se aplica en el tratamiento de la obesidad. La necesidad de adoptar un enfoque multifactorial y multidisciplinar en este ámbito se resume en el vídeo que sigue a continuación, donde Tinahones explica por qué este año se celebra de nuevo un congreso de forma conjunta con sus colegas los cirujanos.
“Vivimos en un ambiente claramente obesogénico”
Uno de los grandes problemas que se presentan a menudo en el tratamiento de la obesidad es la falta de colaboración del afectado. Y es que, según Tinahones, lo que los médicos ofertan al paciente “es 6-7 meses de dieta baja en calorías”, un régimen alimenticio que, para poder ser cumplido, requiere mucha fuerza de voluntad por parte del obeso “porque vivimos en un ambiente claramente obesogénico”, caracterizado por los siguientes factores:
• La acción de la industria alimentaria, que “está continuamente estimulando a que consumamos determinados productos”, de tal manera que la vida social que tiene la mayoría de la gente “muchas veces dificulta el seguimiento de una dieta”
• El estrés, una de las razones principales de abandono de un tratamiento dietético
• La calidad del descanso, dado que hay una relación muy directa entre el descenso en las horas de sueño y el incremento de la prevalencia de la obesidad
• El diseño del entramado urbano, en tanto que “la mayoría de las ciudades son poco amigables para hacer ejercicio”, si bien se trata de una dificultad urbanística que “parece” que esté en proceso de ser solucionada
• La escasa adaptación del ser humano al exceso alimenticio: evolutivamente, nuestra especie ha vivido grandes episodios de hambruna y "llevamos relativamente muy poco tiempo" con exceso y fácil disponibilidad de alimentos
En ese entorno de ambiente “obesogénico” -precisa el experto-, la adherencia terapéutica cobra una especial relevancia, por lo que la confianza con el médico que diseña las estrategias para perder peso se convierte en algo “muy importante”, sobre todo teniendo en cuenta que en tales escenarios debe imponerse un abordaje multifactorial del problema (incremento de la actividad física, descenso de la ingesta calórica, toma de fármacos adecuados…) En este sentido, Tinahones destaca que los nuevos fármacos anteriormente descritos “pueden ayudar de alguna forma a la adherencia” del paciente al tratamiento, ya que si en las dos o tres primeras semanas se hace un esfuerzo para seguir una dieta hipocalórica y en paralelo un medicamento incrementa la pérdida de peso, la persona obesa sometida a terapia “recibe un mayor estímulo, una mayor motivación” a la hora de intentar adelgazar. El facultativo avisa que, en el ámbito de la obesidad, “no hay fármaco que sirva si el paciente no cambia de hábitos, es decir, no hay un fármaco milagroso” que haga perder peso al paciente que sigue con su estilo de vida habitual, el previo al inicio del tratamiento.