Redacción Farmacosalud.com
El Grupo de Trabajo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) ha lanzado el documento-guía en formato infografía ‘Obesidad: Valoración integral y tratamiento personalizado en 3 pasos’ en el que se resumen todos los aspectos que, desde el punto de vista de la especialidad de Medicina Interna, son claves para el diagnóstico y estratificación del exceso de peso (1), evaluación de comorbilidades asociadas (2) -como diabetes, enfermedad cardiovascular o apnea del sueño, entre otras-, y para su tratamiento personalizado (3) -incluyendo un estilo de vida saludable- y el ‘ejercicio físico en la obesidad’ con una propuesta semanal de entrenamiento. Uno de los puntos del abordaje terapéutico individualizado aboga por la administración de varios medicamentos para perder peso, como son liraglutida 3.0, orlistat y bupropion/naltrexona.
“Hay dos fármacos más que están aprobados en EEUU por la FDA (Food and Drug Administration): Fentermina-Topiramato y Lorcaserina; sin embargo, no han sido aprobados por la EMA (European Medicines Agency) al considerarse que la pérdida de peso obtenida es modesta y los riesgos (síntomas depresivos, cognitivos y riesgo cardiovascular...) superan los beneficios esperados. La Sibutramina es un fármaco también empleado hace unos años para el tratamiento de la obesidad, pero se suspendió su comercialización (2010) precisamente por la elevación del riesgo cardiovascular asociada al uso crónico de este medicamento”, refiere a través de www.farmacosalud.com la Dra. Maribel Pérez Soto, miembro de la SEMI y coautora de la infografía-guía.
A pesar de que existe la posibilidad de combinar liraglutida 3.0, orlistat y bupropion/naltrexona para potenciar la pérdida ponderal, la Dra. Pérez Soto desaconseja esta opción de tratamiento porque los beneficios logrados no compensan el coste para la persona obesa: “en cuanto al uso combinado, estrictamente sí sería posible, sobre todo con orlistat, que al no tener acción a nivel del Sistema Nervioso Central se podría combinar con los liraglutida o bupropion, pero, por un lado, se potenciarían los efectos secundarios y, por otro, el gran coste para el paciente no compensaría el beneficio a largo plazo. Yo no los uso combinados, más bien si con uno de ellos no consigues el efecto deseado, puedes cambiar (a otro) para dar una nueva oportunidad al propósito de alcanzar los objetivos”.
El pilar del tratamiento, la lucha contra la vida sedentaria y contra la alimentación inadecuada
“No tenemos que olvidar que el pilar del tratamiento de la obesidad es la modificación de los estilos de vida sedentaria y alimentación inadecuada. A pesar de que debemos tratar la obesidad como la enfermedad crónica que es, no podemos caer en su ‘medicalización sistemática’. Los fármacos antiobesidad, al igual que la cirugía bariátrica, son una herramienta muy potente para ayudarnos a conseguir que nuestros pacientes consigan adherencia a una dieta equilibrada rica en frutas y verduras y a la realización de ejercicio físico de forma regular. Una vez conseguido este hábito y estilo de vida saludables, podríamos prescindir de su uso y evitar así posibles efectos secundarios a largo plazo. Si no lo conseguimos, la re-ganancia de peso es un hecho, con o sin fármacos”, advierte la experta.
Aparte de Pérez Soto, en la elaboración del nuevo documento han participado también el médico internista de la SEMI Pablo Pérez Martínez, y Felipe Isidro, miembro del Grupo de Ejercicio Físico de la Sociedad Española de estudio de la Obesidad (SEEDO).
Desde la SEMI se reitera que la ‘obesidad representa un problema prioritario y creciente de salud pública cuyo abordaje trasciende del ámbito sanitario y requiere la implicación de las autoridades y la sociedad civil’. A juicio de los internistas, el exceso de peso debe 'entenderse como una enfermedad metabólica y sistémica' que hay que abordar de forma integral y multidisciplinar y con un tratamiento personalizado, individualizado y centrado en cada paciente.
La prevalencia de la obesidad se ha triplicado en la última década
Según recuerda el Dr. Pérez Martínez, “la obesidad es una enfermedad de gran complejidad en la que intervienen múltiples factores. Su prevalencia se ha triplicado en la última década, rondando el 20% de la población mundial. En España, se sitúa en torno al 23% y en las consultas de Medicina Interna su prevalencia es incluso algo superior. A día de hoy, sigue estando infradiagnosticada e infratratada”. En la misma línea se pronuncia la Dra. Pérez Soto, quien recuerda que “si incluimos también los datos de sobrepeso, las estadísticas más recientes muestran que casi el 60% de los adultos en Europa viven con pre-obesidad, mientras que en España el 44% de los hombres y 31% de las mujeres tienen sobrepeso. Todo ello supone alrededor de un 10% de gasto total en salud”. De ahí que sea “necesario identificar nuevas formas de gestionar la obesidad”, como sería trabajar desde una perspectiva no únicamente clínica, sino también “política y social”, señala mediante un comunicado Pérez Soto.
El exceso de peso juega un papel esencial en el desarrollo de otras afecciones no transmisibles como la diabetes mellitus tipo 2 (DM2), la hipertensión arterial (HTA), la dislipemia, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, que en la actualidad son las principales causas de mortalidad.
Por ello, sostiene el Dr. Pérez Martínez, es “importante realizar el despistaje de las principales comorbilidades asociadas a la obesidad y al sobrepeso, tanto metabólicas como no metabólicas, que afecten negativamente a la calidad de vida, y que además de las ya mencionadas, incluyen el síndrome de apnea-hipopnea del sueño, enfermedad renal crónica, enfermedad del hígado graso no alcohólico, osteoartritis, infertilidad o hipogonadismo, enfermedad por reflujo gastroesofágico y síndrome depresivo, entre otras”. Todo ello comporta que la obesidad deba ser considerada una patología crónica que precisa de un abordaje integral y mantenido en el tiempo.
“Hay que cambiar el discurso que culpabiliza y estigmatiza a la persona obesa”
Tal y como ya se ha apuntado anteriormente, la modificación de los hábitos alimenticios y la promoción de un estilo de vida saludable que incluya la práctica de ejercicio físico de forma regular debe ser el pilar sobre el que pivote el tratamiento tanto del sobrepeso como de la obesidad. En este sentido, la educación sanitaria es fundamental y las edades más tempranas son críticas para ello. Sin embargo, en ocasiones este abordaje no es suficiente y se recurre a un tratamiento farmacológico y, en ocasiones, incluso a la cirugía. “Los tratamientos farmacológicos actualmente autorizados para el tratamiento de la obesidad deberían estar financiados según unas indicaciones consensuadas entre las distintas sociedades científicas y el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, en base a las evidencias científicas disponibles”, reitera el facultativo.
“Es importante reconocer la obesidad como una enfermedad crónica y cambiar el discurso que culpabiliza y estigmatiza a la persona obesa y nos obliga a incluir al paciente como protagonista principal en su propio tratamiento, con el convencimiento de que ellos solos no pueden solucionarlo”, argumenta la Dra. Pérez Soto.
Por tanto, la obesidad es una enfermedad crónica compleja que precisa de un enfoque multidisciplinar en el que el médico internista debe jugar un papel relevante. La atención a las personas con exceso de peso es una parte esencial de la visión integral que la Medicina Interna aporta al sujeto enfermo. “Es necesario que todos los pacientes diagnosticados de sobrepeso o de obesidad reciban información de calidad sobre modificación de los hábitos alimenticios y sobre adopción de estilos de vida saludable”, aduce Pérez Martínez. Además -agrega-, cabe tener en cuenta que “la lucha contra las desigualdades sociales, económicas y culturales son claves para su correcto abordaje. Cada persona con obesidad es diferente. Por lo tanto, es necesario una aproximación individualizada, centrada en el paciente”.
En palabras de Felipe Isidro, “es necesario reducir sedentarismo y moverse más en la vida diaria, así como mejorar la calidad y funcionalidad muscular y, con todo ello, la salud metabólica y la calidad de vida”. Así, la realización de “una dosis mínima eficaz de ejercicio aumenta los niveles de fuerza, la funcionalidad y la aptitud cardiorrespiratoria; mejora la función mitocondrial y la comunicación metabólica entre múltiples sistemas y tejidos; evita la sarcopenia y la debilidad muscular; disminuye la inflamación crónica, y disminuye los riesgos de caídas en personas mayores”.
“Detrás de cada persona con obesidad existe una historia diferente que nos obliga a identificar no sólo factores dietéticos, sino también de actividad física y condicionamientos psico-sociales que, a la larga, van a jugar un papel determinante no solamente en la pérdida de peso, sino en lo que es la clave del éxito: evitar la re-ganancia ponderal”, concluye Pérez Soto.