Redacción Farmacosalud.com
La Sociedad Española de Farmacia Rural (SEFAR) y la Federación de Empresarios Farmacéuticos de Castilla-La Mancha (FEFCAM) han presentado el ‘Decálogo de reivindicaciones de la Farmacia rural en la COVID19’, un documento que pretende llamar la atención sobre la precaria situación que están padeciendo estos establecimientos en la actualidad. Uno de los puntos del decálogo apuesta por la ‘legalización de la atención farmacéutica domiciliaria, cuyos servicios se han triplicado con la pandemia’. “Son servicios que ya se prestaban en el mundo rural antes de la pandemia por las características de nuestros pacientes y del medio en el que estamos como, por ejemplo, la entrega de tratamientos en el domicilio del paciente, seguimiento domiciliario del usuario, control domiciliario de la adherencia, monitorización domiciliaria de HTA (hipertensión arterial), control de botiquines caseros, etc. Servicios estos que, o bien no están permitidos o bien no están legislados, pero que, a la postre, son la única forma de trabajar de la que disponemos en muchos casos y que suponen, además, un esfuerzo extra para estos compañeros”, comenta Jaime Espolita, presidente de SEFAR.
Vamos, que es un tipo de asistencia que se mueve por una especie de limbo legal, o nadando -si se quiere decir así- entre aguas de alegalidad. Es, por lo tanto, un asunto delicado, ya que, si por ejemplo un farmacéutico asiste a un usuario en su casa y el profesional le contagia -por supuesto, involuntariamente y a pesar de tomar medidas- el COVID-19, el problema está servido. “Ni siquiera haría falta que ocurriese esa circunstancia. Por ejemplo, en el caso de las inspecciones farmacéuticas de la Administración, ellos mismos nos dicen, en muchos casos, que saben cómo se funciona en el mundo rural y que son conscientes de que es absolutamente imprescindible la entrega domiciliaria de medicamentos a según qué pacientes por su situación personal, su aislamiento, etc. así que se hace la vista gorda”, señala Espolita a través de www.farmacosalud.com. “Pero eso no es suficiente, hay que legislar este tipo de servicios -prosigue-. ¿Qué ocurriría, por ejemplo, ante la denuncia de otro agente sanitario? Es necesario poner negro sobre blanco todo aquello para lo que está capacitado un farmacéutico. Esa capacitación no debe menoscabar, en ningún caso, las funciones de otro compañero u otro profesional”.
Ante la saturación de los centros de salud, en muchas zonas rurales los farmacéuticos están adelantando la medicación a sus pacientes, habiéndose visto también en la 'obligación moral' de ampliar los horarios de apertura de sus establecimientos. Además, con las medidas de restricción dictadas para frenar los contagios derivados de la pandemia, la carga de trabajo en las farmacias rurales se ha multiplicado, sin tener la capacidad económica para contratar nuevo personal. “En la mayor parte de estas oficinas de farmacia sólo trabaja el titular quien, si se contagia del virus, se ve obligado a cerrar, con las consecuencias que ello supone para su economía y para la prestación farmacéutica en estas poblaciones”, afirma Espolita mediante un comunicado.
Sin ir más lejos: si un farmacéutico rural enferma de COVID-19 y tiene que cerrar unos días su establecimiento, hay que someter la oficina de farmacia a un proceso de desinfección por parte de una empresa ajena. El precio de este servicio sería muy variable en función de la empresa contratada, el tipo de desinfección o el tamaño del local, pero, teniendo en cuenta que estos establecimientos farmacéuticos suelen carecer de personal y no poseen recursos económicos para poder contratar a un farmacéutico, esta oficina se vería obligada a permanecer cerrada durante, al menos, el periodo de cuarentena. “Esto supone, en la práctica, una situación de ruina para el titular, con lo que este gasto (la desinfección) casi sería lo de menos. Todo ello por no hablar del coste sanitario que supondría dejar sin prestación farmacéutica a sus pacientes”, recuerda el presidente de SEFAR.
Un bucle de riesgo que se retroalimenta
Y por si todo esto fuera poco, parece evidente que si un farmacéutico de una zona rural contrae el COVID-19 y cierra temporalmente, la carga de trabajo (petición de medicamentos, asistencia a usuarios, etc) se trasladará a la farmacia más cercana del municipio más cercano, lo que convierte a esta eventualidad en un bucle de riesgo de contagio y sobrecarga de trabajo que se va retroalimentando. “Obviamente, si hablamos de que los pacientes se verían obligados a desplazarse a otras localidades (en ocasiones a distancias nada desdeñables y pertenecientes a otra Zona Farmacéutica), que el paciente-tipo del mundo rural es de edad avanzada y pluripatólogico. y que desde la Administración se nos insiste en evitar desplazamientos en la actual situación de alarma, sí que puede aumentar considerablemente el riesgo de contagio”, apunta.
“Pero, además, en muchos casos el paciente rural ni siquiera podría desplazarse a otras poblaciones por su edad, su estado de salud, por vivir en soledad y por la ausencia de transporte público en sus localidades, con lo que nos enfrentamos a problemas de salud aún más importantes al no poderse garantizar el acceso a un bien esencial como es el medicamento”, advierte Espolita.
Riesgo de desaparición por despoblación, continua bajada de márgenes del medicamento…
Según SEFAR, las farmacias ubicadas en poblaciones de menos de 1.000 habitantes están abocadas a desaparecer si las autoridades no atienden las demandas del sector, expresadas en el decálogo que acaban de dar a conocer junto a FEFCAM. “Un modelo como el nuestro, creado para conseguir el acceso universal al medicamento y lograr la capilaridad que hoy existe, no puede permitirse que desaparezcan estas oficinas de farmacia, que prestan un servicio esencial en muchos pueblos de España”, añade el máximo representante de SEFAR.
“Ya de por sí, y si no se empiezan a tomar medidas estructurales de forma urgente, este tipo de farmacias ya están en riesgo de desaparecer en un corto-medio plazo por fenómenos como la despoblación, la continua bajada de precios y márgenes del medicamento y porque, a día de hoy, si quitamos de la ecuación el factor vocacional, no ofrecen ningún tipo de incentivo que garantice un relevo generacional. Si a eso le unimos que estos compañeros no disponen, en la mayoría de los casos, de un ‘colchón’ financiero que les pueda permitir estar sin ningún tipo de ingresos durante el cierre, sí que es bastante probable que no vuelvan a abrir”, enfatiza Espolita.
Un servicio básico donde no hay médico ni enfermero, y a veces ni alcalde ni policía
Por su parte, Mariano González, presidente de FEFCAM, explica que “la red de farmacias de Castilla la Mancha es muy extensa y hay farmacias en núcleos muy pequeños que proporcionan un servicio sanitario básico allí donde no hay médico, enfermero, y a veces ni alcalde ni policía”. “Nuestro modelo -continúa González-, en el que la titularidad está unida a la propiedad, garantiza que la decisión profesional prevalecerá sobre la empresarial. Aprovechar a los farmacéuticos, que tienen el conocimiento y la experiencia y tienen un trato muy cercano con los vecinos de estos pueblos, es responsabilidad de todos”.
El ‘Decálogo de reivindicaciones de la Farmacia rural en la COVID19’ busca visibilizar y concienciar sobre las graves carencias que amenazan la supervivencia de un servicio básico, según aseguran los creadores del documento. Estas son sus reivindicaciones:
1. Establecimiento de un fondo de compensación que asegure la viabilidad económica de las farmacias rurales que prestan un servicio esencial.
2. Racionalización y pago de los servicios de guardia.
3. Establecimiento de servicios profesionales remunerados.
4. Cesión y/o ayudas municipales para los locales.
5. Legalización de la atención farmacéutica domiciliaria, cuyos servicios se han triplicado con la pandemia.
6. Desgravaciones fiscales para combustible y vehículo, imprescindibles en los desplazamientos obligatorios y habituales de los farmacéuticos rurales.
7. Acceso a los planes europeos de desarrollo rural.
8. Mejora de las telecomunicaciones.
9. Consideración de la farmacia rural como establecimiento sanitario esencial.
10. Dispensación de medicamentos de ámbito hospitalario que no requieran de monitorización.
Características clínicas de los pacientes de más de 80 años hospitalizados por COVID-19
Por otro lado, una investigación liderada por médicos internistas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y vinculada al Registro SEMI-COVID-19 describe las características clínicas de los pacientes de más de 80 años hospitalizados por COVID-19 en España, así como los factores de riesgo de mortalidad a su ingreso. La edad avanzada es un factor de riesgo bien conocido de mal pronóstico en COVID-19. No obstante, hasta ahora, pocos estudios se habían centrado específicamente en pacientes muy ancianos hospitalizados con coronavirus en territorio español. La investigación muestra que la edad, ser varón y el estado funcional deficiente en el preingreso hospitalario ─no las comorbilidades, dado que no fueron predictivas─ se asocian de forma independiente con la mortalidad hospitalaria, así como que la infección por SARS-CoV-2 grave al ingreso se relacione con un mal pronóstico. Cabe destacar que el 30,8% de los pacientes del estudio presentaban enfermedad cardiovascular aterosclerótica, el 25,6% diabetes mellitus, el 30,5% demencia y un 21,0% tenían un índice de Barthel (valora el estado funcional del paciente) inferior a 60 (dependencia severa). Asimismo, la tasa global de letalidad se situó en el 46,9%, aunque este indicador aumentó con la edad (80-84 años: 41,6%; 85-90 años: 47,3%; 90-94 años: 52,7%; ≥95 años: 54,2%).
En el estudio se realizó una regresión logística univariante y multivariante para evaluar los predictores de mortalidad al ingreso. Precisamente, al ingreso hospitalario, los factores de riesgo independientes de muerte fueron: saturación de oxígeno (SatO2) inferior al 90%, temperatura superior a 37,8ºC, puntuación ≥2 de qSOFA (escala que evalúa el fallo orgánico) o los infiltrados unilaterales-bilaterales en las radiografías de tórax, así como distintos parámetros y hallazgos analíticos que se especifican y desgranan en el artículo.
Hiperglucemia y COVID-19
A todo esto, los resultados de una reciente investigación liderada por médicos internistas y vinculada al Registro Clínico SEMI-COVID-19 de la SEMI confirman que la hiperglucemia es un factor de riesgo fuerte y un predictor importante de mortalidad en pacientes de COVID-19 hospitalizados no críticos, independientemente de los antecedentes de diabetes, y se asocia con mayor necesidad de ventilación mecánica, ingreso en UCI y riesgo de muerte en el contexto del COVID-19. Así se desprende de los resultados de dicha investigación, que han sido publicados en ‘Annals of Medicine’, en un artículo científico que firman 25 especialistas en Medicina Interna.
Por ello, los investigadores concluyen que “la detección de hiperglucemia en pacientes con y sin diabetes y el tratamiento temprano de la hiperglucemia deben ser obligatorios en el manejo de pacientes hospitalizados con COVID-19”, y que “la hiperglucemia de admisión no debe pasarse por alto, independientemente de los antecedentes de diabetes”. Según los hallazgos del estudio, la probabilidad acumulada de mortalidad fue significativamente mayor en sujetos con hiperglucemia en comparación con pacientes con normoglucemia, independientemente de la presencia de diabetes. De los 11.312 enfermos, solamente 2.128 (18,9%) tenían diabetes y 2.289 (20,4%) fallecieron durante la hospitalización. Las tasas de mortalidad hospitalaria fueron del 15,7% para individuos con glucemia <140 mg/dl, del 33,7% para aquellos con 140-180 mg/dl y del 41,1% para pacientes con > 180 mg/dl de glucemia. Por tanto, la hiperglucemia ─después de ajustar parámetros por edad, diabetes, hipertensión y otros factores de confusión─ fue un factor de riesgo independiente de mortalidad y, además, también se asoció con requisito de ventilación mecánica, ingreso en UCI y mortalidad.
Cómo prevenir problemas de la voz causados por el uso de mascarillas
Las mascarillas se han convertido en un elemento clave de protección frente al contagio por COVID-19, pero también actúan como barrera en la proyección de la voz y la comunicación oral. Como consecuencia de ello, las personas, de manera intuitiva, levantamos la voz al hablar, lo que pone en riesgo la salud de las cuerdas vocales y favorece la aparición de disfonías y otras patologías más graves. Así lo ha puesto de manifiesto la vocal del Colegio Profesional de Logopedas de la Comunidad de Madrid (CPLCM), Carolina Vittar, en la mesa ‘Consecuencias de la pandemia en la ciudadanía’, en el contexto de la IV edición del Día de las Profesiones.
Un estudio reciente concluye que las mascarillas atenúan las frecuencias altas del sonido de nuestra voz. En concreto, las mascarillas quirúrgicas reducen entre 3 o 4 los decibelios (dB) y las mascarillas N95, hasta 12 dB. Esto significa que “la calidad del habla en combinación con el ruido del ambiente, la distancia social y la falta de información visual (la mascarilla elimina la posibilidad de poder leer los labios) hace que el habla en muchos casos se vuelva ininteligible y eso es lo que hace que forcemos nuestra voz”, explica la logopeda. Además, Vittar advierte de que este esfuerzo continuado podría provocar disfonías y que éstas se instalen como patología. Para prevenir esta situación y mejorar la comunicación entre personas, la vocal del CPLCM ofrece las siguientes recomendaciones:
• No gritar. Debes usar un poco más de intensidad, “el volumen más alto”.
• Hablar a un ritmo que te permita articular mejor.
• Llamar la atención de la persona con la que queremos hablar.
• Utilizar más gestos con las manos.
• Ahora la expresión con los ojos juega un papel clave. Es importante buscar el contacto visual con la otra persona antes de comenzar a hablar.
• Si estás en una sesión online, deja tiempo para ese período de retraso de llegada de la información.
• Utilizar sistemas de amplificación, como micrófonos.
• Reducir el ruido de fondo.
• Si vas a dirigirte a una clase o sesión en la que te vayan a seguir en remoto, en ese caso no deberías esforzarte, pero si tienes algunos oyentes enfrente deberías asegurarte de que los micrófonos estén conectados para que puedan escuchar mejor tu voz.