Autor artículo: Lluís Bohigas
La sangre es el fluido humano más utilizado para analizar las enfermedades que padece una persona; un análisis de sangre es un paso casi obligado en cualquier consulta médica. La sangre es el vehículo de transporte interno del cuerpo humano y por lo tanto transporta información sobre lo que le ocurre. Información que si está fuera de los límites normales, se convierte en una alerta para que el médico pueda identificar un diagnóstico. Pero la sangre no es de fácil acceso; hay que pinchar una vena con cuidado para obtener la muestra suficiente, y esto es doloroso y requiere pericia. Hay otras formas de obtener sangre, como por ejemplo la sangre capilar que utiliza un diabético para analizar su glucemia, pero esto también implica dolor. En el laboratorio clínico se analizan otros fluidos humanos como pueden ser las heces, el sudor, el aliento o la orina. Últimamente está muy de moda analizar la saliva para los análisis del ADN.
La orina tiene la ventaja de que se expulsa de forma normal en grandes cantidades varias veces al día y aporta información sobre el metabolismo del cuerpo humano. El fácil acceso a la orina ha hecho que se utilice también como base para el autoanálisis, es decir, el paciente puede autoanalizarse a partir de su orina. El caso más utilizado es el test de embarazo, y también se utiliza para medir los cuerpos cetónicos. Están apareciendo otras formas de aprovechar la orina como fuente de información sobre lo que está ocurriendo en el cuerpo humano, con la ventaja de que el sujeto a analizar no tiene que hacer ningún esfuerzo especial para ser analizado, es automático. Les quiero comentar dos casos que han aparecido recientemente en los que se utiliza la orina para hacer una análisis ‘point of care’ sin conocimiento del sujeto analizado.
El primero se trata de un bar en Singapur donde han instalado un analizador de la orina denominado ‘Peeanalyzer’ en el urinario del bar. Cuando un cliente va al urinario, automáticamente su orina es analizada por un dispositivo que averigua el nivel de alcohol de la orina. Si el nivel se considera demasiado elevado, se enciende una pantalla encima del urinario que invita al individuo a no coger el coche del aparcamiento y le ofrece avisar un taxi. Si el individuo no hace caso, o es incapaz de leer el mensaje, la información se traslada al vigilante del aparcamiento que tiene las llaves del coche del individuo. Cuando éste vaya a retirar el vehículo, el vigilante le recomendará una alternativa.
El segundo ejemplo se trata de un pañal para bebés que recibe el nombre de ‘Smart diaper’ (pañal inteligente). El bebé orina a placer en el pañal donde se ha incrustado una pegatina que contiene varios reactivos que averiguan si el pipí del niño está infectado, si está deshidratado o bien si sufre algún otro problema. Cuando los padres cambian el pañal mojado, pueden ver si los reactivos han cambiado de color, en cuyo caso podrán avisar directamente al médico, o seguir la recomendación de este producto, que es enviar al médico una foto de la pegatina que muestra los reactivos que han cambiado de color al contacto con el pipí.
Cada vez tenemos más sensores que averiguan diversos aspectos de nuestra vida, por ejemplo los pasos que damos, la dirección que llevamos, etc. En el Foro de Davos del mes pasado se anticipó que en pocos años llevaremos entre 5 y 10 sensores adosados a nuestro cuerpo. Estos sensores se introducen en elementos de nuestra vida rutinaria: teléfono inteligente, reloj, gafas, camiseta, etc. y podrán detectar parámetros como el peso, la temperatura, el ritmo del corazón y guardarlos en el aparato o transmitirlos. Un paso más en este camino es que estos aparatos no sean simples sensores, sino que hagan análisis sencillos como los de la orina que he descrito antes. La función del análisis clínico en el futuro no estará limitada a las cuatro paredes del laboratorio sino que se extenderá a otros aspectos de nuestra vida cotidiana.
Medicina Personalizada y Diagnóstico, MPD17, Lluís Bohigas