Redacción Farmacosalud.com
Es bien cierto que la prisa parece ser una condición sine qua non de la sociedad moderna. ¡Deprisa, deprisa, deprisa…! Todo rápido e inmediato. Ahora bien, ¿toda la connotación negativa que envuelve al concepto prisa en el marco de la sociedad moderna supone renunciar a buscar la otra cara, la positiva? Ni mucho menos. De hecho, la ciencia médica se ha encargado de intentar encontrar esa cara amable centrándose en el tratamiento del trastorno depresivo mayor (o depresión mayor) mediante la ketamina, cuyo efecto terapéutico está guiado por la prisa, en el buen sentido de la palabra, claro. “La línea de trabajo más esperanzadora que hay ahora es el uso de ketamina, que es un anestésico que conocemos desde hace 50 años, y que, administrado a enfermos con depresión, revierte la sintomatología depresiva en pocas horas”, afirma el doctor Víctor Pérez Sola, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar (Barcelona)-CIBERSAM. En otras palabras, que el medicamento tiene prisa por actuar… y por suerte lo consigue.
“Así como con los otros fármacos necesitamos semanas o meses para conseguir una mejoría, con la ketamina en muy pocas horas el enfermo mejora. El problema de este fármaco (y es algo sobre lo que estamos trabajando ahora) es que pese a lograr beneficios en poco tiempo, a las pocas horas el paciente vuelve a recaer en el cuadro depresivo, con lo cual hay que administrar la ketamina un par de veces a la semana para mantener el bienestar del enfermo. Si finalmente se confirman los datos de eficacia, y todos los estudios que se han hecho hasta ahora así lo constatan, podríamos tener un fármaco de administración endovenosa capaz de revertir la sintomatología depresiva en pocas horas, lo cual sería un avance muy importante. También se está estudiando su aplicación intranasal. La ketamina es, sin duda, el fármaco más prometedor que tendremos en los próximos años”, explica el psiquiatra.
Varios caminos abiertos en la lucha contra la depresión
Pérez Sola, asimismo, destaca la comercialización hace tres meses de la vortioxetina, “un fármaco eficaz como antidepresivo y que además mejora los síntomas cognitivos de la depresión”. El doctor se congratula por la aparición de estos avances, sobre todo teniendo en cuenta que van dirigidos a tratar la segunda afección que más discapacidad causa en el mundo. En la órbita de la depresión mayor, además, en ocasiones gira a modo de condición satélite el suicidio, que es la segunda causa de muerte en gente joven. Hoy en día, la investigación sobre el trastorno depresivo trata de avanzar por varios caminos:
-Determinar realmente la magnitud del problema de la depresión (saber cuántos enfermos hay)
-Ahondar en las intervenciones leves o ‘fáciles’ de llevar a cabo en personas que, aunque no están deprimidas, presentan un alto riesgo de desarrollar un cuadro depresivo (mujeres después del parto, enfermos de edad avanzada que padecen una enfermedad crónica discapacitante y que con mucha frecuencia se deprimen, etc). Esas intervenciones, de orientación básicamente psicoterapéutica -incluso utilizando aplicaciones informáticas-, permiten disminuir el riesgo de depresión.
-Reivindicar la aplicación de la psicoterapia, en especial tras los últimos datos de eficacia conocidos, ideales para decirle “a la Administración ‘ojo, estos enfermos necesitan psicoterapia porque sabemos que la psicoterapia funciona’”, señala el jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital del Mar (Barcelona)-CIBERSAM.
-Lograr una mayor tolerabilidad de los fármacos antidepresivos, si bien es algo “difícil porque los fármacos que tenemos ahora ya se toleran muy bien en la mayoría de casos”, apunta.
-Conseguir mayor rapidez en la acción de los medicamentos (como parece que puede hacer la ketamina) porque los que existen en la actualidad tardan casi un mes, o algo más de un mes, en hacer efecto.
-Buscar fármacos que sean eficaces en aquellos enfermos que no responden a un primer fármaco, lo que se conoce como ‘depresión resistente a un primer fármaco’.
-Progresar en otras vías terapéuticas como la denominada Estimulación Cerebral Profunda.
-Fomentar el uso de las nuevas tecnologías (apps, webs, etc) como métodos para hacer asequibles las terapias de baja intensidad, cuyos “datos de eficacia que estamos teniendo son muy buenos”, asevera el doctor.
“Con el cambio de hora, a algunos enfermos ya les decimos ‘sube la medicación’”
El trastorno depresivo mayor suele manifestarse o agravarse en un cambio de estación, como en primavera y muy especialmente en otoño, época en que se producen recaídas coincidiendo con la disminución de las horas de luz. “Si bien hay enfermos que realmente no tienen ese ritmo circanual, hay un porcentaje importante de pacientes que sí lo tienen, presentando episodios depresivos sobre todo con los cambios de luz en otoño. Cuando se va a producir el cambio de hora, a algunos enfermos ya les decimos ‘sube la medicación’ o ‘vuelve que nos tenemos que ver’”, indica Pérez Sola.
El llamado trastorno afectivo estacional (TAE) es un subtipo de la depresión mayor que se relaciona con la falta de exposición a la luz durante el otoño y el invierno. En el TAE es muy frecuente que los pacientes presenten sintomatología atípica de depresión. O sea, a diferencia de lo que ocurre en un cuadro depresivo, los pacientes con TAE tienen mucho sueño durante el día, presentan mucha sintomatología ansiosa y en vez de tener anorexia aumentan de peso, en parte por su especial ansia por la ingesta de dulces. Según el especialista, la depresión mayor puede confundirse con otros trastornos mentales, por lo que “cuando ves lo que puede ser un cuadro depresivo siempre tienes que hacer el diagnóstico diferencial. Esencialmente, los diagnósticos diferenciales de estos enfermos se hacen con respecto a los trastornos de ansiedad (aunque muchas veces dichos trastornos se den de forma comórbida), o bien con otras patologías mentales como trastornos psicóticos o trastorno bipolar. Lo que diferencia al trastorno bipolar de la depresión mayor es que el paciente bipolar ha tenido un período de hipomanía o de manía. Si el enfermo no ha tenido un período de hipomanía o manía, las depresiones bipolares y las depresiones no bipolares son muy difíciles de diferenciar”.
Cuantos más episodios depresivos se tienen, más posibilidades hay de recaer
Con frecuencia, el individuo que sufre depresión mayor se resiste a aceptar que está enfermo. Los síntomas más habituales que se presentan son tristeza, ganas de llorar, incapacidad para motivarse, astenia, cansancio, etc. “La mayoría de esas personas -especifica-, sobre todo en los primeros episodios, piensan que el estado en el que se encuentran es culpa suya, que son ellos los que no son capaces de estar bien y de activarse y tener un rendimiento normal. Y, de hecho, eso dificulta muchísimo el diagnóstico de la depresión, porque los enfermos no suelen ir a los médicos por esto. Les cuesta muchísimo pensar que la depresión es una enfermedad y que tiene un tratamiento”.
Ante tal panorama, nadie mejor que el entorno de la persona deprimida para darse cuenta de que algo no funciona como es debido. No tener capacidad para hacer cosas, estar desmotivado y desanimado o pasarse el día sin salir de una habitación o tumbado en el sofá son los signos más habituales de depresión que la familia o amigos del afectado reconocen con más facilidad. “Por norma general, los pacientes saben que están pasándolo mal y que algo les ocurre, pero suele ser la familia, los amigos o el entorno quienes dicen ‘oye, tú no eres las misma persona que eras hace un año’. Por desgracia, la depresión tiende a la recurrencia, o sea, si has tenido una depresión, tienes un 50% de posibilidades de tener una segunda, y si has tenido una segunda un 90% de hacer una tercera”, sostiene el facultativo. En los casos de recurrencia, los familiares suelen darse cuenta enseguida de la reaparición del problema y son lo que toman la iniciativa de llevar al paciente a la consulta del médico.
Sufrir una depresión siendo muy tímido e introvertido tampoco es obstáculo para que los más allegados perciban la aparición del trastorno, ya que un individuo muy tímido e introvertido que se encuentra bien goza como cualquier otra persona de sus propios focos de interés o aficiones (ver películas, conectarse a chats, etc), mientras que si está deprimido nada le motivará y se quedará, por decirlo de un modo gráfico, tumbado en la cama mirando el techo a todas horas.
La depresión mayor, también cosa de niños
Por cierto, durante mucho tiempo se pensaba que la depresión era una patología poco frecuente en niños y adolescentes. “Ahora sabemos que es una patología tan frecuente como en adultos. El problema de la depresión mayor en niños y adolescentes, sobre todo en niños, es que los síntomas son diferentes a los síntomas que se dan en los adultos; en los adultos lo más frecuente es la apatía, la inhibición, el llanto, la tristeza… sin embargo, en los menores la apatía e inhibición se traducen muchas veces en irritabilidad, ‘cabreos’ y lo que se conoce como disforia (sensación de rabia interna que no se sabe expresar y que mantiene al afectado en un estado de enfado permanente)”, refiere el psiquiatra.
A la hora de abordar terapéuticamente una depresión mayor, Pérez Sola defiende las virtudes tanto de la psicoterapia como del tratamiento farmacológico, e incluso la combinación de ambos procedimientos: “Los dos tratamientos son muy útiles; tanto la psicoterapia bien hecha como los fármacos bien prescritos prácticamente son igual de eficaces a medio y largo plazo. Es verdad que, actualmente, los fármacos son algo más rápidos y también mucho más baratos que la psicoterapia, dado que el tratamiento farmacológico para la depresión cuesta unos 10 euros mensuales. La psicoterapia tiene otro problema: debes tener psicólogos bien formados. Lo ideal y lo más eficaz sería que se pudieran combinar ambos tratamientos, pero eso es complicado, sobre todo en la sanidad pública. También es importante destacar que cuando un enfermo no mejora con psicoterapia o no mejora con fármacos, y eso lo solemos ver en un mes y medio o dos meses, hay que variar la estrategia. O sea, si ha recibido psicoterapia y no ha mejorado suficientemente, que reciba farmacoterapia, y a la inversa”.
Más de la mitad de las personas que consumen alcohol en exceso sufre depresión
El alcohol es un factor de riesgo de un sinfín de enfermedades corporales, como la cirrosis hepática, el ictus o el cáncer. Sin embargo, también puede ser el causante de disfunciones mentales, como la depresión. Según se ha expuesto en la VI Jornada de Patología Dual, organizada por Benito Menni CASM de Hermanas Hospitalarias, más del 50% de las personas que consumen alcohol en exceso -más de dos unidades de bebida estándar al día, en el caso de las mujeres, y más de cuatro en hombres- padece depresión. Los datos han sido extraídos de los dispositivos de Benito Menni CASM que están especializados en el tratamiento de drogodependencias -los Centros de Atención y Seguimiento de Drogodependencias (CAS) de Granollers, l’Hospitalet de Llobregat y Sant Boi de Llobregat (Barcelona)-, y de la Unidad de Patología Dual (UPD), referente en toda Cataluña en el tratamiento de la patología dual -existencia de un trastorno adictivo y otro mental- por dependencia de alcohol.
Por otro lado, las intoxicaciones etílicas son las intoxicaciones más frecuentemente atendidas en los Servicios de Urgencia, debido, entre otros factores, al fácil acceso a las bebidas alcohólicas y el bajo riesgo percibido por los jóvenes de las consecuencias nocivas del consumo de grandes cantidades de alcohol durante un periodo corto de tiempo. En ese sentido, un reciente estudio realizado en el Servicio de Urgencias del Hospital Universitario de Salamanca refleja que las intoxicaciones etílicas suponen el 38% de las intoxicaciones atendidas, aunque el alcohol está también presente en el 43% del total de intoxicaciones. Estos datos han sido presentados en la IV Jornada sobre Alcohol y Alcoholismo de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Durante la Jornada también se ha presentado una encuesta llevada a cabo por el Grupo de Trabajo de Alcohol y Alcoholismo de la SEMI y realizada con los alumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca sobre el consumo de alcohol entre los jóvenes. De este análisis se desprende que casi el 40% de los alumnos encuestados son identificados como bebedores de riesgo.