
Xabier Irujo
Fuente: Crítica
Xabier Irujo, autor del libro ‘La mecánica del exterminio’ (Crítica): Xabier Irujo es director del Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, Reno (Estados Unidos), donde ejerce como catedrático de estudios sobre genocidio. Licenciado en Filología, Historia y Filosofía, posee dos doctorados en Historia y Filosofía. Ha dirigido numerosas tesis doctorales y forma parte de los comités ejecutivos de cinco editoriales académicas y universitarias. Es autor de más de diez libros, entre ellos ‘Gernika. 26 de abril de 1937’ (Crítica, 2018), y ha recibido premios y distinciones a nivel nacional e internacional.
Redacción Farmacosalud.com
“Un SS* se encontraba ejecutando menores de edad que se acercaban al borde de la fosa y se ponían de pie frente a él para ser disparados en el cuello, por la parte posterior. Uno de esos niños llegó ante él, se puso en posición y en ese momento se dio la vuelta y, con voz tranquila, le preguntó: ‘¿Estoy bien colocado?’”. Estremece imaginar cómo la máquina de exterminio nazi llegó a normalizar, incluso entre las propias víctimas de sus fechorías, la barbarie de sangre y muerte -y gas asfixiante, mucho gas- que caracterizó a este terrible período de la historia europea. El libro ‘La mecánica del exterminio’, de Xabier Irujo, no ahorra detalles a la hora de recordar que la maldad humana suele ponerse a prueba a sí misma para ver qué nuevas metas puede alcanzar en su particular búsqueda del perfeccionamiento de la crueldad.
*SS: las Schutzstaffel, popularizadas como las SS, fue una organización político-policial que ofrecía servicios de seguridad al servicio de la Alemania nazi
-Su libro analiza los procedimientos para destruir vidas humanas en los campos de concentración nazis. ¿Qué métodos eran los más crueles por el sufrimiento infligido a las víctimas, y cuáles eran los menos despiadados -si bien hay que matizar mucho el concepto de ‘menos despiadado’ tratándose de exterminio de personas inocentes- por causar menos sufrimiento a la víctima antes de morir?
En el libro se documentan numerosos procedimientos de exterminio utilizados en los campos de concentración nazis, todos ellos marcados por su crueldad y naturaleza despiadada. No se puede categorizar ningún método como ‘menos cruel’, ya que todos implicaban un sufrimiento extremo. Morir en una cámara de gas suponía asfixia angustiante, convulsiones, desesperación extrema, ardor interno, dolor, sufrimiento físico indescriptible y una muerte agonizante. Por otro lado, morir de hambre no sólo implicaba un dolor físico prolongado debido a la inanición, sino también un sufrimiento psicológico devastador: una lucha constante por el instinto de supervivencia, el deterioro mental causado por la desnutrición y el sentimiento de abandono y desesperanza total.

Fuente: Crítica
En cuanto a la muerte por arma de fuego, contrariamente a lo que vemos en los documentales, muchas personas no morían en el acto. Tras varias horas de ejecución, las fosas donde las arrojaban se convertían en ‘fosas gimientes’, ya que muchas víctimas continuaban vivas tras haber sido disparadas. Tal vez una de las peores torturas era ser testigo de la ejecución de seres queridos, especialmente en casos como las ejecuciones masivas que a menudo incluían varios miembros de una misma familia, lo que añadía un sufrimiento emocional insoportable a las ya terribles circunstancias del momento. Estos procedimientos se aplicaban indiscriminadamente a personas de todas las edades y condiciones, tanto civiles como militares.
Un testimonio puede aportar una dimensión humana a lo que digo. En una habitación que olía a sangre humana se hallaba, inmóvil, con los ojos cerrados, una mujer que esperaba su ejecución abrazada a su hija; ella no quería ver cómo mataban a su bebé. El SS Peter Voss, el verdugo, dio varias vueltas en torno a la madre y a la niña buscando un lugar en el pequeño cuerpo de la pequeña al que disparar. Cuando la madre se dio cuenta, comenzó a retorcerse y a girar para apartar a su hija de la pistola. Tres disparos consecutivos resonaron. La niña fue alcanzada. Su madre, sintiendo la sangre de su hija corriendo por su cuerpo, perdió el control y arrojó el pequeño cadáver a la cara de su asesino mientras él apuntaba el cañón de su arma hacia ella. Voss quedó petrificado. Cuando sintió la sangre en su mejilla, soltó su pistola y procuró limpiarse la cara con la mano.
Pasaron unos segundos antes de que el SS Albert Kurschus se diera cuenta de que su jefe ya no controlaba la situación. Luego tomó apresuradamente el brazo de Voss y éste ordenó que continuasen con la ejecución. «¡Ya he tenido suficiente por hoy!» exclamó. Y se fue. Ejecutaron a la mujer.
-¿Desde un punto de vista puramente organizativo, la maquinaria de exterminio nazi era perfecta, o bien presentaba defectos que la hacían menos eficiente (por suerte para los que quedaron vivos, por mala suerte para los que murieron entre grandes sufrimientos)?
Desde un punto de vista logístico, la maquinaria de exterminio nazi, aunque terriblemente efectiva, no era perfecta. Los procedimientos de aniquilación comenzaron a aplicarse en la primavera de 1933 y fueron constantemente testados mediante ensayo-error y optimizados, sobre todo a partir del verano de 1941. Para ilustrar este hecho podemos decir que más del 85% de los 17 millones de víctimas mortales del Holocausto aún estaban vivas en la primavera de 1942, lo que significa que los procedimientos instaurados a partir de la primavera o el verano de 1942 resultaron ser mucho más eficaces.
Sin embargo, estos procesos, diseñados para maximizar la eficiencia, a menudo dependían de recursos limitados, improvisaciones locales y un sistema de transporte que en ocasiones resultaba caótico, lo que provocaba demoras y sufrimientos adicionales para las víctimas. Por otro lado, si bien la falta de una metodología perfectamente válida pudo permitir que algunas personas sobrevivieran, también intensificó el sufrimiento de quienes murieron bajo esas condiciones atroces.
Para hacernos una idea del nivel operativo de los mecanismos de exterminio nazis: los métodos implementados a partir de 1942 permitieron matar a más de 12.000 personas al día de media y eliminar sus cadáveres. Un ejemplo: El 9 de abril de 1946, el psicólogo Gustave Gilbert interrogó a Rudolf Höss -comandante de Auschwitz**- en Núremberg***. Gilbert cuestionó a Höss sobre la viabilidad técnica de matar a dos millones y medio de personas en tan sólo 31 meses. Höss respondió apáticamente que no habría sido difícil exterminar incluso a un mayor número. Explicó que “era posible matar 2.000 cabezas en media hora”. El problema no eran las ejecuciones, adujo; era la cremación lo que llevaba la mayor parte del tiempo. En tono descriptivo escribió: “sólo puedo recordar un transporte que consistía en 900 prisioneros rusos que fueron gaseados allí… y recuerdo que llevó varios días quemar sus cuerpos”.

Imagen de las fosas comunes de Bergen-Belsen tras su liberación en abril de 1945. Bergen-Belsen fue un campo de concentración nazi ubicado en la Baja Sajonia, en Alemania
Fuente: By No 5 Army Film & Photographic Unit, Oakes, Harry (Sgt) - This photograph BU 4260 comes from the collections of the Imperial War Museums (collection no. 205194194)
Difusión: Wikipedia
**Auschwitz: complejo de campos de concentración y exterminio de la Alemania nazi en Polonia
***Los juicios de Núremberg fueron un conjunto de procesos emprendidos por los aliados, vencedores de la Segunda Guerra Mundial, en los que se juzgaron los crímenes cometidos por los nazis
-Los sistemas y recintos de aniquilamiento promovidos y dirigidos por el Tercer Reich han sido ampliamente abordados en libros históricos, novelas, películas, teleseries, etc. En la memoria colectiva figuran las cámaras de gas, o los asesinatos a tiros de prisioneros sin el más mínimo motivo que los justificara, es decir, por puro placer. ¿Ha hallado usted alguna metodología nueva de los nazis, o bien ahonda en cuestiones que hasta el momento se habían tocado muy superficialmente?
Mi libro ahonda con muchísimo detalle en los mecanismos de exterminio que se aplicaban en los diversos procedimientos de ejecución, ya fuera mediante la inhalación de gas venenoso, ejecuciones con arma de fuego u otros métodos.
En el caso de las ejecuciones con arma de fuego, por ejemplo, detallo cómo se llegó a perfeccionar este sistema mediante ensayo y error: seleccionando armas de fuego específicas, eligiendo calibres de bala adecuados, determinando el lugar de impacto, estableciendo distancias adecuadas entre los ejecutores y las víctimas en función del tipo de ejecución a tiros, analizando la posición y postura de las víctimas, ajustando las dimensiones de las fosas y muchos otros aspectos que suelen estar desfigurados o apenas mencionados en las obras sobre el Holocausto.
Como se suele decir, el demonio está en los detalles, y este manual aborda con suma precisión y abundancia de detalles estas operaciones, desvelando aspectos a menudo ignorados en otros estudios. He mencionado antes las fosas gimientes. August Häfner fue testigo de la manera en que, el 22 de agosto de 1941, varios mujeres y niños judíos fueron ejecutados en la localidad ucraniana de Bila Tserkva, a manos de voluntarios ucranianos: “La Wehrmacht**** ya había cavado una fosa. Los menores fueron trasladados en un camión. Los voluntarios ucranianos estaban de pie, temblando. Los bajaron del camión. Los alinearon a lo largo de la parte superior de la fosa y les dispararon para que cayeran en ella. Los ucranianos no apuntaban a ninguna parte en particular del cuerpo. Caían en la fosa. Los gemidos de los menores eran indescriptibles... a muchos les dispararon cuatro o cinco veces antes de morir”. Los supervivientes eran enterrados vivos".
****Wehrmacht: fuerzas armadas del Tercer Reich
-¿Qué me dice de los soldados alemanes que, estando totalmente en contra de tales atrocidades, estaban obligados a cometerlas? ¿No fueron también ellos víctimas de la maquinaria del Tercer Reich?
Si bien hubo algunos casos de resistencia ante la comisión de estas atrocidades, las dimensiones del Holocausto hablan por sí solas: probablemente conocemos los nombres de unos quince campos de concentración, pero la realidad es que existieron más de 42.000 instalaciones para prisioneros, la mayoría de ellas campos de concentración. Por sistema, no se obligaba a nadie a trabajar en estos recintos ni a colaborar en las labores de ejecución. Era un trabajo voluntario, con la alternativa de ser enviado al frente.
Respondiendo a la segunda pregunta, los verdugos eran seres humanos y, aunque esto que voy a decir no los eximirá jamás de su responsabilidad, cabe destacar que muchos padecieron trastornos derivados de sus actos. Por ejemplo, numerosos ejecutores cayeron en el alcoholismo. De hecho, la implementación de campos equipados con cámaras de gas se debió, en parte, a un intento de evitar el contacto físico directo entre las víctimas y los ejecutores, buscando con ello reducir el daño psicológico que estos últimos sufrían.

Herbert Backe
(Imagen recortada) Fuente del original: Bundesarchiv, Bild 183-J02034 / CC-BY-SA 3.0
Difusión: Wikipedia
Por muy brutales que fueran los verdugos, no podían evitar ser personas, con todas las implicaciones psicológicas que ello conlleva. Un caso ilustra este hecho. Un SS se encontraba ejecutando menores de edad que se acercaban al borde de la fosa y se ponían de pie frente a él para ser disparados en el cuello, por la parte posterior. Uno de esos niños llegó ante él, se puso en posición y en ese momento se dio la vuelta y, con voz tranquila, le preguntó: “¿Estoy bien colocado?”. Esto destruyó por dentro a aquel hombre. Pidió su traslado al frente. Buscaba que lo mataran.
Quiero subrayar que el hecho de que fueran seres humanos no los exime de su culpa, todo lo contrario, son culpables porque actuaron como seres humanos, conscientes de que lo que estaban haciendo era una atrocidad.
-¿Había algún tipo de clasificación de ideas macabras, es decir, existía algún tipo de competición para ver qué método propuesto e ideado era el más eficiente y fácil de llevar a cabo?
Sí, existía una clasificación de ideas sobre metodología y eficiencia con el objeto siempre de determinar los sistemas más efectivos, rápidos y económicos de llevar a cabo las ejecuciones. Un caso ilustrativo es el de los Einsatzgruppen, las unidades de aniquilación que utilizaban fundamentalmente armas de fuego. Estas unidades debían reportar meticulosamente el número de víctimas mortales. Entre ellas existía una fuerte competitividad, lo que quedó patente cuando, a finales de 1941 y principios de 1942, se realizó el primer cómputo general de víctimas. Un informe especial del Einsatzgruppe A calculó que el número de personas asesinadas en la región báltica ascendía a unas 229.000 en seis meses. Estaban muy satisfechos con estos resultados.
Sin embargo, la irrupción del SS Herbert Backe en escena cambió radicalmente la perspectiva y la dinámica del Holocausto. Este personaje adujo que, para principios de febrero de 1942, su sistema había permitido eliminar a casi 2 millones de personas en el mismo período, fundamentalmente prisioneros de guerra soviéticos. Esto irritó considerablemente a los mandos de los Einsatzgruppen, pero el mecanismo de exterminio de Backe, mediante la combinación de hambre y frío, fue considerado tan eficiente, que se implementó una red de campos basados en ese modelo.
La constante búsqueda de mecanismos de optimización de la eficiencia caracterizó las diversas maquinarias de exterminio nazis.