Redacción Farmacosalud.com
Sin lugar a dudas, es toda una nueva vuelta de tuerca en lo que es el binomio salud-alimentación. Tantos años hablando de los problemas que puede acarrear el consumo elevado de proteína de origen animal (en especial la carne roja), y ahora un estudio establece que el cumplimiento de este tipo de régimen proteico en adultos a partir de los 65 años de edad está asociado a una menor mortalidad. Claro que, tratándose de personas de edad avanzada, el concepto de 'reducción de la mortalidad' se refiere a prolongación de la supervivencia o esperanza de vida. Y, en este aspecto en concreto, se sabe que la esperanza de vida de los ancianos que siguieron con más fidelidad esta dieta aumentó entre 1 y 2 años más, aproximadamente. Al haberse observado una relación lineal entre ingesta de proteína animal y letalidad, "se puede decir que la mortalidad disminuyó un 4% / año cuanto mayor fue la ingesta de proteína animal (en relación al total de kilocalorías de la dieta)”, revela el Dr. Tomás Meroño, investigador del área CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) y la Universidad de Barcelona (UB), y primer firmante del trabajo.
Las principales fuentes de proteína animal en la población estudiada fueron los lácteos, la carne roja y las carnes procesadas (jamones, embutidos, etc.). Estas fuentes aportaron un 72% de la proteína animal de la dieta. El pescado y otras carnes blancas (pollo, pavo, etc.) constituyeron únicamente un 15% del total de este tipo de aporte proteico.
El consumo de pescado parecía presentar los efectos más beneficiosos
A todo esto, se llevó a cabo un análisis -que no se incluyó en la publicación de la investigación- para ver cuál de todas las fuentes de proteína animal podría ser la más beneficiosa. “Si bien ninguna mostró una ventaja estadísticamente significativa, la proveniente del pescado parecía presentar los efectos más beneficiosos. Este dato coincide con otros estudios realizados en un mayor número de personas y con adultos de mediana edad. En este punto debería haber más investigaciones centradas en poblaciones de adultos mayores”, señala desde www.farmacosalud.com el Dr. Meroño.
El nuevo estudio, de carácter internacional, ha sido liderado por el grupo de Biomarcadores y Metabolómica Nutricional y Alimentaria de la UB y del CIBERFES que encabeza la catedrática Cristina Andrés-Lacueva, miembro de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la UB, en colaboración con grupos de investigación de Italia y EEUU, el IRCCS INRCA Istituto Nazionale di Ricovero e Cura per Anziani y el NIA, National Institute of Aging. El trabajo ha sido publicado en ‘The Journals of Gerontology’ y tiene como base el estudio InCHIANTI, que, vinculado a la región de la Toscana italiana, ha seguido durante 20 años a 1.139 participantes (56% mujeres) de más de 65 años con una edad media de 75 años, y en el que se han recogido datos completos sobre la ingesta de alimentos.
A pesar de que las necesidades totales de proteínas en este sector de población son mayores que en adultos de mediana edad, la ingesta inadecuada de tales sustancias nutricionales es frecuente. De ahí el objetivo de evaluar las asociaciones a largo plazo del consumo de proteínas animales y vegetales con la mortalidad en adultos mayores. “Este estudio es el primero que muestra una asociación inversa entre las proteínas animales y la mortalidad en mujeres y hombres mayores de un país Mediterráneo. El aumento de esta ingesta proteica puede estar inversamente relacionado con la mortalidad por su efecto protector sobre la fuerza muscular, fragilidad, sarcopenia o las respuestas inmunitarias, por lo que debemos indagar más en esta línea”, explica mediante un comunicado Meroño.
Un estudio con resultados sorprendentes, si bien cabe matizarlos
La verdad es que, a primera vista, resulta bastante sorprendente que el consumo de proteína animal reduzca la tasa de letalidad en personas de edad avanzada, ahora que se está diciendo que la población general consume demasiada proteína animal, sobre todo cuando se habla de carne. En todo ello coincide, aunque con matices, el investigador del CIBERFES: “sí que nos vimos sorprendidos por los resultados, ya que nuestra hipótesis de partida era que la ingesta de proteína vegetal y no la de origen animal iba a estar inversamente asociada con la mortalidad. No obstante, al discutir los datos obtenidos con especialistas clínicos en gerontología, el resultado no fue tan sorprendente. Una baja ingesta proteica y una mayor tendencia a la degradación de masa muscular son problemas comunes en los adultos mayores. De sostenerse esta situación en el tiempo, puede derivar en una sarcopenia (falta de fuerza y/o masa muscular), que se sabe que está asociada a mayor riesgo de fragilidad y mortalidad”.
Por lo general, los alimentos de origen animal son más densos en proteínas que los alimentos de origen vegetal. Considerando que los ancianos presentan alteraciones en la palatabilidad y en el deseo de comer, se puede especular que aquellos que coman menos productos de origen animal presentarán “una menor ingesta total de proteínas en sus dietas”, apunta el Dr. Meroño.
Por otro lado, es importante considerar que el estudio fue realizado entre 1998-2018 y que las fuentes principales de proteína vegetal fueron los cereales (pan y pastas). En este sentido, “nuestros resultados contrastaron parcialmente con un estudio realizado en una población asiática de adultos mayores, en los que se observó una relación inversa con la proteína vegetal, la cual en su mayoría provino de alimentos basados en soja. De este modo, no pudimos distinguir si es la calidad de la proteína (su valor biológico) o su cantidad (factor relacionado a la densidad de proteína/gramo de alimento) lo que estuvo detrás del efecto observado. La industria alimentaria está incrementando la oferta de productos ricos en proteína de origen vegetal y, por lo tanto, habría que analizar el impacto de estos nuevos productos en la salud de los adultos mayores”, indica.
Los beneficios que aportan los alimentos vegetales parecen ser acumulativos en el tiempo
“Una cosa distinta es el impacto ecológico de la producción de alimentos de origen animal -prosigue Meroño-. Sobre esto no hay duda. Sin embargo, es importante considerar que los hábitos alimentarios son difíciles de cambiar y que, por otra parte, los beneficios de una dieta rica en alimentos de origen vegetal parecen ser acumulativos en el tiempo. Así, es importante concienciar a la gente de que el envejecimiento saludable comienza aproximadamente a los 30 años y que los beneficios de reducir el consumo de carnes rojas a edades más tempranas podría traducirse en mayores beneficios durante edades más avanzadas. Nuestro trabajo estuvo centrado en pacientes con una edad al inicio mayor de 65 años. En estas condiciones, se tiene que vigilar la ingesta de proteína de los adultos mayores para conseguir mejores resultados de salud”.
Durante los 20 años de seguimiento (1998-2018), se registraron 811 muertes (292 por causas cardiovasculares y 151 por cáncer) y la ingesta de proteína animal se asoció inversamente con la mortalidad por cualquier causa y la letalidad cardiovascular. Asimismo, la ingesta de proteína vegetal no mostró asociación con mortalidad, pero se encontró una interacción con la hipertensión, observándose un moderado efecto protector de la proteína vegetal en los participantes hipertensos.
Asimismo, las afecciones inflamatorias crónicas o agudas pueden perjudicar la relación directa entre el consumo de proteínas y la fuerza muscular en este sector poblacional, aumentando la necesidad de incrementarlas en la dieta. En la investigación no fue posible determinar si el efecto protector de la proteína animal se debe a la calidad proteica o al mayor contenido de proteína de los alimentos de origen animal. Por otro lado, las principales fuentes proteico-vegetales fueron -como se ha mencionado anteriormente- los cereales (mayoritariamente pan y pastas), y esto pudo ser un factor por el que cual no se vio un efecto protector de la proteína vegetal.
“Necesitamos más estudios para ofrecer recomendaciones sobre la ingesta de proteínas en la dieta de los mayores, con alimentos densos en nutrientes, como huevos, leche y pescado”, comenta la catedrática Cristina Andrés-Lacueva.
¿Así pues, en términos de prolongación de la vida, un anciano vegano parte con desventaja?
Llegados a este punto… ¿el nuevo estudio evidencia que un anciano vegano (se abstiene del uso de productos de origen animal en su alimentación) tiene menos posibilidades de vivir más años que un individuo de edad avanzada que consume proteína animal? “No exactamente -responde Meroño-. En nuestro estudio ninguno de los participantes llevaba una dieta ni tan siquiera vegetariana*; por lo tanto, no tenemos datos ciertos sobre qué pasaría ante estos patrones dietéticos. Estamos de acuerdo en que es poco probable que una persona, a sus 65 años o más, decida tener una dieta vegana. No obstante, si se da el caso, esa persona debería de vigilar atentamente su ingesta proteica y suplementar su dieta, ya sea con batidos de proteína de origen vegetal (hay de soja en el mercado) o con aminoácidos de cadena ramificada (cruciales para sostener la masa muscular). La pérdida de fuerza y masa muscular es una alteración sumamente importante en los adultos mayores”.
“Si una persona lleva durante varios años de su vida una dieta vegetariana o vegana, puede ser que tenga una expectativa de vida similar a la de una persona con una dieta omnívora. Incluso hay estudios que reportan una mayor esperanza de vida en sujetos vegetarianos debido a la asociación entre esas dietas y una menor presión arterial y colesterol en sangre. Son necesarios más estudios para poder entender el impacto a largo plazo de patrones dietéticos tales como el vegetarianismo o el veganismo”, sostiene Meroño.
“Asimismo, tampoco está totalmente definido quiénes deberían suplementar su dieta y cuáles serían los suplementos más efectivos para según qué tipo de persona. En este aspecto y para cerrar el tema de ‘proteína animal sí o no’, quiero destacar la primera de las tres ‘R’ del desarrollo sostenible, que es ‘Reducir’: Reducir el consumo de proteína animal y reducir la explotación de los recursos terrestres e hídricos para su producción. Ya hay investigaciones que demuestran que una dieta con menor impacto medioambiental es también una dieta saludable por su asociación con un menor riesgo de patologías crónicas”, concluye el científico.
*No es lo mismo seguir un régimen vegetariano que uno vegano. Consultar aquí las diferencias.
Colaboradores del estudio: Unidad de Nutrición del Cáncer de IDIBELL; Unidad de Geriatría ASL de la Toscana Centro Florencia (Italia); Clinical Research Branch, National Institute on Aging, NIH, Baltimore, Maryland (USA), y Geriatria, Accettazione geriatrica e Centro di ricerca per l’invecchiamento, IRCCS INRCA, Ancona (Italia).
Artículo de referencia:
Meroño T, Zamora-Ros R, Hidalgo-Liberona N, Rabassa M, Bandinelli S, Ferrucci L, et al. Animal protein intake is inversely associated with mortality in older adults: the InCHIANTI study. J Gerontol A Biol Sci Med Sci. 2021;glab334.