Redacción Farmacosalud.com
Gente que ha perdido a algún ser querido por culpa del coronavirus, gente que ha agotado sus ahorros, gente que no puede poner en marcha proyectos personales a la espera de la evolución de la pandemia… Las repercusiones del COVID-19 son tan demoledoras como variadas y, llegados a este punto, uno empieza a preguntarse si la población general no ha pasado ya de la preocupación y resignación iniciales, a la indignación y ansiedad permanentes. “Evidentemente, se han terminado muchas cosas, como los ahorros dinerarios, y esto coloca a la gente en una posición muy vulnerable, tanto desde el punto de vista obviamente económico como desde el punto de vista emocional. Pero es que también se han terminado los ahorros de energía, por decirlo de alguna manera”, afirma el Dr. Carles Lupresti, psiquiatra y director del Instituto Lupresti (Barcelona).
“A la hora de afrontar el estrés, no hay nada peor que intentar sobreponerte a él, vislumbrar esperanzas y, justo cuando estás recuperando un poco tu energía gracias a dichas esperanzas, ver como viene otro golpe de estrés, como es por ejemplo la llegada de una nueva ola de infecciones por coronavirus. A veces es mucho más fácil adaptarte a un estrés muy grave pero puntual - un entorno social que responde bien a tus necesidades es una gran ayuda para la recuperación- que no este estrés casi intermitente que estamos padeciendo”, argumenta el experto.
“La incertidumbre quizás sea uno de los elementos que el ser humano peor tolera”
“Así pues, se ha terminado también una buena parte de esperanza y, además, ha quedado un remanente de duelos mal resueltos; muchas otras cosas tampoco han quedado resueltas. Y, aunque parece que con lo de la vacuna frente al COVID-19 hay algunas vías de solución, el problema principal es que se mantiene la incertidumbre. La incertidumbre quizás sea uno de los elementos que el ser humano peor tolera… necesitamos certezas, necesitamos estabilidad para todo (para organizar nuestra vida, para organizar nuestro futuro, para que las empresas organicen sus inversiones…) Necesitamos certezas para asegurarnos proyectos personales que impliquen estabilidad en cuanto a ingresos económicos, y ello también está relacionado con la formación: por ejemplo, sin ir más lejos, toda esta situación de pandemia ha afectado -no sé hasta qué punto-, pero ha afectado al programa estudiantil Erasmus”, señala el Dr. Lupresti.
“Son muchas cosas las que hemos perdido y, si bien la reacción inicial ante la crisis sanitaria fue de adaptación, lucha y solidaridad (los aplausos para los profesionales sanitarios), progresivamente, con la persistencia del estrés, toda esta energía de la que hacíamos gala en un principio se ha ido consumiendo”, subraya el psiquiatra.
A la vista de la evolución de la pandemia, no resulta nada extraño que haya personas que lleven meses enfadadas con todo y con todo el mundo. La pandemia, como todas las situaciones límite, tensa las costuras de cualquier sistema y pone en evidencia lo mejor pero también lo peor de las personas. “Y, añadido al problema -por decirlo así- bélico en sí mismo, hay un aspecto muy relevante que es lo que genera más frustración y desesperanza: la gestión de todo ello. Las soluciones a problemas tan graves como los que estamos sufriendo no solamente descansan en la aparición de nuevos recursos como vacunas o medicamentos, sino que a veces lo más importante es el ejercicio de un liderazgo adecuado. Si no hay este liderazgo, se instala la desesperanza, la sensación de indefensión, y todo eso tiene repercusiones en nuestro sistema inmunitario, sin duda”, comenta el Dr. Lupresti.
“La gente necesita soluciones más inmediatas”
Lógicamente, desde un punto de vista anímico y mental el comienzo de la vacunación frente al COVID-19 permite ver algo de luz al final del túnel, “aunque sea difícil apreciar cuán lejos está esa luz”, sostiene Lupresti. A su juicio, probablemente la opinión pública ha estado focalizándose demasiado en las vacunas, que, aun siendo un recurso “muy importante”, no deja de ser una solución de “medio o largo plazo… y la gente necesita soluciones más inmediatas, necesitamos ver el pasado mañana, no dentro de 6 meses”.
Para el gestor del Instituto Lupresti, últimamente están apareciendo hallazgos científicos muy relevantes a los que “no se está dando la cobertura mediática que merecen, como por ejemplo el antirretroviral que parece que disminuye de una forma espectacular la carga viral en los enfermos, o el suero con anticuerpos que está desarrollando la compañía Grifols. Creo que este tipo de soluciones médicas son soluciones, en algunos aspectos, más inmediatas”.
¿Qué ocurre con las repercusiones emocionales en las personas de edad avanzada?
Por otro lado, cabe destacar que hasta el momento se ha hablado muy poco de las repercusiones psíquicas de la pandemia de COVID-19 en la tercera edad. Al fin y al cabo, el grupo poblacional de mayor riesgo son los ancianos, quienes han registrado las mayores tasas de mortalidad. En opinión de Lupresti, los profesionales de las residencias o geriátricos “se están dejando la piel” para cuidar tanto física como moralmente a los residentes.
Otro tema es la situación de aquellas personas de edad avanzada que no viven en residencias y que están solas, ya que la soledad “no ayuda en nada a sobrellevar esta clase de situaciones. Este grupo de población está sufriendo una deprivación afectiva y social, por no hablar de la percepción de riesgo que uno tiene cuando está en esta franja de edad”, sostiene.
“La farmacología puede mejorar la capacidad de afrontamiento ante escenarios de estrés”
¿Así las cosas, qué tratamiento procede para personas que, psíquicamente hablando y con independencia de su edad, han quedado o están quedando muy tocadas por la pandemia? “En estas circunstancias, esa es la pregunta del millón… porque, al abordar cualquier alteración emocional o patología psiquiátrica, el aspecto psicosocial es un factor muy importante”, remarca Lupresti.
Como recursos psicosociales, ahí está el restablecimiento o reforzamiento de una red social de apoyo, el mantenimiento de contactos afectivos (tener un grupo de amigos para poder salir y disfrutar de actividades recreativas y culturales tipo teatro, cine, música…) "Todo ello es un alimento para el alma. Pero, precisamente ahora, no podemos disponer en la medida de lo que sería necesario de estos elementos terapéuticos y nos tenemos que limitar a recibir un apoyo emocional brindado a distancia, o bien recurrir a elementos farmacológicos que, por suerte, pueden mejorar la capacidad de afrontamiento ante escenarios de estrés”, explica el psiquiatra.