Redacción Farmacosalud.com
‘Se atribuye a la contaminación atmosférica el 19% de la mortalidad vascular y el 21% de las muertes por ictus’, de ahí que se aconseje ‘desarrollar políticas encaminadas a disminuir la contaminación atmosférica’ como método para prevenir la aparición de accidentes cerebrovasculares, según se desprende del consenso Recomendaciones de la Sociedad Española de Neurología para la prevención del ictus. Actuación sobre los hábitos de vida y la contaminación atmosférica. “Son necesarias políticas que apuesten de forma decidida por la reducción de las emisiones contaminantes en la atmosfera. Las autoridades deben aplicar las recomendaciones europeas e internacionales en este aspecto. Es fundamental el abandono progresivo del uso de combustibles fósiles y potenciar las fuentes de energía no contaminantes. La ‘descarbonización’ debe ser, sin duda, una de las principales prioridades de la política mundial en esta década”, indican los Drs. Andrés García Pastor y Elena López-Cancio, dos de los coautores del nuevo documento.
Este consenso es el resultado de un trabajo en equipo coordinado por el Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN). García Pastor y López-Cancio se encargaron de redactar el texto, que posteriormente fue discutido y consensuado por un comité ad-hoc.
“Es necesario limitar el vehículo privado en zonas urbanas de alta concentración de tráfico”
De acuerdo con el consenso, ‘los principales agentes contaminantes que representan un riesgo para la salud son las partículas en suspensión en el aire (particulate matter, PM) y los contaminantes gaseosos como el ozono (O3), dióxido de azufre (SO2), monóxido de carbono (CO) y dióxido de nitrógeno (NO2). “En el medio urbano la principal fuente de contaminación atmosférica proviene del uso de vehículos de motor de combustión. El tráfico rodado es el responsable de una importante proporción de la contaminación que sufrimos en las grandes ciudades”, argumentan García Pastor y López-Cancio, médico adjunto del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Gregorio Marañón (Madrid), y facultativa del Departamento de Neurología y Unidad de Ictus del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA, en Oviedo, Asturias), respectivamente.
Otros agentes contaminantes son las calefacciones de los hogares (que en muchas ocasiones emplean combustibles fósiles para su funcionamiento), y en zonas más periféricas las industrias que emiten gases y partículas contaminantes. “En este sentido -afirman-, es necesario que las Administraciones promuevan políticas dirigidas a limitar el tráfico rodado en vehículo privado en zonas urbanas de alta concentración de tráfico y apuesten por un modelo de movilidad urbana respetuoso con el medio ambiente”.
El menor acceso a espacios verdes se relaciona con un mayor riesgo de tener un ictus
Según el nuevo texto, ‘en los grandes núcleos urbanos se producen ocasionalmente y durante cortos periodos de tiempos ‘picos’ de contaminación durante los cuales se registra un aumento muy importante de los niveles de partículas y gases contaminantes en la atmósfera. Esta exposición aguda a agentes contaminantes se ha asociado con un aumento de la incidencia de eventos vasculares y en especial de ictus. En un metaanálisis en el que se revisaron más de seis millones de ictus en 28 países del mundo se observó que la tasa de ingresos hospitalarios y la mortalidad por ictus aumentaba en los días en los que se registraba un aumento de los niveles de contaminación atmosférica’.
De hecho, no sólo la contaminación atmosférica se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer un accidente cerebrovascular: hay estudios que han demostrado que la contaminación acústica o un menor acceso a espacios verdes también se pueden relacionar con mayor riesgo de enfermedades vasculares e ictus. "Parece por tanto razonable pensar que vivir en zonas rurales, donde la exposición a estos agentes es menor, pueda asociarse a un menor riesgo de sufrir enfermedades vasculares”, sostienen ambos expertos.
El estrés, tanto psicosocial como laboral, factor de riesgo
Asimismo, el documento indica que ‘la actuación sobre los hábitos de vida constituye una piedra angular en la prevención primaria y secundaria del ictus’. La mayoría de los estudios que analizan el efecto del estilo de vida sobre la posibilidad de padecer un accidente cerebrovascular se centran en la prevención primaria. Se ha estudiado ampliamente qué efecto puede tener una dieta saludable, el tabaco, el alcohol, la obesidad o el ejercicio físico sobre el riesgo de sufrir un primer ictus. “La prevención primaria es una cuestión muy relevante si tenemos en cuenta que más del 70% de todos los ictus son eventos primarios. Actuando sobre nuestro estilo de vida -por ejemplo adoptando una dieta más saludable- podemos reducir hasta en un 20% el riesgo de sufrir un primer ictus”, explican los Drs. García Pastor y López-Cancio.
Por otro lado, el impacto de las modificaciones del estilo de vida tras padecer un primer episodio de esta índole es evidente: los cambios en la dieta son fundamentales para un mejor control de factores de riesgo vasculares relacionados con el ictus como la hipertensión, la diabetes o la dislipemia. “El abandono del tabaco se asocia con una reducción progresiva de sufrir nuevos ictus, y lo mismo ocurre si evitamos el sedentarismo o reducimos el peso”, subrayan ambos facultativos.
Sin ir más lejos, en el documento se apunta que ‘la abstinencia o cese del hábito tabáquico, el cese del consumo excesivo de alcohol, evitar la exposición a estrés crónico, evitar el sobrepeso o la obesidad, seguir una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva y frutos secos, así como la práctica regular de actividad física, son medidas fundamentales para reducir el riesgo de sufrir un ictus’. “Uno de los estudios que podríamos considerar más relevantes sobre esta cuestión es el estudio español PREDIMED. Sus resultados son de enorme interés: se trata de un ensayo clínico que permitió demostrar que la dieta mediterránea (suplementada con aceite de oliva o frutos secos) reducía en aproximadamente un 30% el riesgo relativo de sufrir un evento vascular (infarto de miocardio, ictus o muerte de causa vascular), si bien este beneficio se lograba casi de forma exclusiva por una reducción muy importante del riesgo de sufrir ictus, alcanzando una reducción del riesgo relativo de entre el 46 y 33%”, precisan García Pastor y López-Cancio.
También resultan muy interesantes los estudios y metaanálisis recientes que apuntan al estrés, tanto psicosocial como laboral, como un factor de riesgo en la aparición de un accidente cerebrovascular, “con un hazard ratio del 1,33 (similar al riesgo de ictus asociado con la diabetes)”, especifican los coautores del documento de recomendaciones.