María Rodrigo Yanguas, autora del libro ‘No te enroques’ (HarperCollins): María Rodrigo Yanguas es psicóloga sanitaria por la Universidad Complutense de Madrid y doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, y tiene un Máster en Psicología de la Actividad Física y del Deporte. Ha disputado numerosos torneos nacionales e internacionales, llegando a conseguir el título de Maestra Fide de Ajedrez en 2009. Actualmente trabaja impartiendo talleres de Ajedrez Terapéutico, dando conferencias y creando contenidos en la plataforma chess.com. También es presidenta de la Comisión Mujer y Ajedrez de la Federación Española de Ajedrez (FEDA) y entrenadora del grupo de alto rendimiento sub08-10 de la FEDA.
Redacción Farmacosalud.com
William Bill Shankly, el que fuera entrenador del Liverpool, dijo una vez que ‘algunos creen que el fútbol es solo una cuestión de vida o muerte, pero es algo mucho más importante que eso’. Pues, con toda la humildad del mundo, permítannos decir algo tan atrevido como certero: jugar al ajedrez es mucho más que ganar o perder… es conocerse a sí mismo. Palabras estas inspiradas por el buen hacer de María Rodrigo Yanguas, una ajedrecista de tomo y lomo que trata de hacernos ver que un tablero es algo más que un soporte arlequinado… es el escenario en el que podemos desarrollar nuestras capacidades más innatas y, porque no, también las adquiridas con el devenir de nuestra propia existencia. De todo ello se encarga de explicarlo en su libro ‘No te enroques’.
‘Una escuela de vida’
Rodrigo empezó a jugar al ajedrez con apenas 5 años y en el ejercicio de su carrera ajedrecista ha sido galardonada con el título de Maestra Fide en 2009. De sus palabras se desprende que las escuelas infantiles quizás deberían tener en cuenta incluir este juego entre alguna de sus materias o asignaturas en vista de los beneficios que el ajedrez aporta para el alma y el intelecto: “me gusta referirme al ajedrez como ‘una escuela de vida’, en donde se entrena la mente, las emociones y se aprenden valores que nos hacen crecer como personas”.
“El ajedrez es una potente herramienta de entrenamiento cognitivo y emocional… cuando estamos jugando una partida nos convertimos en auténticos estrategas y continuamente estamos planificando, priorizando entre diferentes objetivos, atendiendo a las 64 casillas del tablero, memorizando y manipulando continuamente la información que se desprende de dicho tablero con aquella que tenemos almacenada en nuestro cerebro. También nos ayuda a parar, pensar y controlar nuestros impulsos de mover la primera jugada que se nos ocurre; nos ayuda a saber ganar y perder y con ello a empatizar con nuestro rival, a autoconocernos emocionalmente y saber gestionar las emociones para que jueguen de nuestro bando. Pero de todos los valores que aporta el ajedrez, para mí, el valor estrella es la ‘tolerancia a la frustración’ y muy relacionado con ello el concepto de ‘resiliencia’… el aprendizaje de perder y saber levantarse ante la derrota”, agrega.
Rodrigo escribe: «Desde niña inicié el aprendizaje de la derrota, pero igualmente del saber levantarme y seguir construyendo. Como bien decía Andrés Ferriz —un maestro al que tuve el placer de conocer—, se necesitan cien derrotas para ganar una partida». Vale, de acuerdo, pero gestionar esa paciencia -digámoslo así- cuando alguien sólo contempla la victoria como estilo de vida es algo así como bastante complicado… “¡Claro que no es fácil! -exclama la autora del libro- Es un camino muy largo en donde he ido encontrando muchas situaciones amargas, de derrotas muy dolorosas pero también de victorias que me han inyectado un chute de autoestima y de ganas de seguir trabajando y mejorando. Cuando trabajo con ajedrecistas siempre les recalco la importancia de una planificación y de ir estableciendo objetivos a corto, medio y largo plazo que sean realistas, retadores y temporales”. El objetivo de todo ello es que los jugadores puedan ir visualizando el camino que van recorriendo, además de ir analizando y tomando consciencia de qué cosas están funcionando y cuáles no, para que, en especial en estas últimas, traten de enfocarse y replantearlas para mejorarlas y poder seguir caminando hacia la consecución de sus metas.
¿Dejarse ganar por ‘piedad’ forma parte del vocabulario de esta Maestra Fide?
A ver, está muy bien eso del autoconocimiento, pero es que es muy duro no ganar nunca… y cuando decimos nunca, es nunca… ¿Rodrigo -una ajedrecista tremendamente experimentada- se ha dejado ganar alguna vez por ‘piedad’ hacia el adversario? “¡Sinceramente diría que no, quizá algunas tablas sí que he llegado a dar! Pero eso no quita que mi nivel de juego baje cuando sé que el rival es inferior, y siempre que no estemos en una competición”, revela. “El ajedrez se puede ver como el ‘ensayo’ para nuestra vida. Cuando estamos jugando una partida de ajedrez somos nosotros los únicos responsables del movimiento de las piezas, y cada jugada que se realiza en el tablero trae consigo unas consecuencias. Imagínate si después de estar disputando 30 jugadas y saber que he estado tomando malas decisiones porque mi rival me está ganando, él decide abandonar y dejarse ganar… ¿Qué aprendizaje me voy a llevar? Es cierto que en un primer momento el sentimiento será de felicidad, pero pasado un tiempo se disipará, ya que habré sido consciente de que la victoria no fue real”.
En esta línea, cuando Rodrigo disputa partidas con sus alumnos a modo de entrenamiento trata de dar el 100% de sí misma y demostrar su nivel, especialmente porque es importante mantener el estatus de nivel profesor-alumno. “Aunque al principio perderán todas las partidas, llegará un día en el que conseguirán rascarme unas tablas o una victoria, ¿Sabes lo increíble que será para ellos? Porque serán conscientes de que han sido ellos los responsables de este resultado y no he sido yo quien se ha dejado ganar”, señala la ajedrecista.
¿Hablamos de un juego o… de un complot estratégico?
La autora de ‘No te enroques’ ríe cuando se le pregunta si el ajedrez es un juego, una disciplina, un deporte, o un complot estratégico: “¡Todo junto! Y además añadiría un arte. Es un JUEGO, porque está impregnado de un componente lúdico muy potente que hace que se te pasen las horas jugando sin darte cuenta. Es una DISCIPLINA porque exige constancia y dedicación si queremos progresar en él. Es un DEPORTE, en particular es el deporte-ciencia por excelencia, en el que se requieren de habilidades mentales, como buenas funciones ejecutivas, memoria y atención para vencer a tu adversario; pero también estar en forma para poder aguantar al 100% las 4/5 horas de duración de cada una de las 9 partidas que suele tener un torneo. Es un COMPLOT ESTRATÉGICO, porque como he comentado antes somos auténticos estrategas manejando nuestro ejército de 16 piezas que danzarán por las 64 casillas del tablero, estableciendo objetivos a corto, medio y largo plazo, y teniendo en cuenta las intenciones del rival (¡que también juega!), al que tratamos de sabotearle todos sus planes para poder así llegar a tumbar a su rey en señal de victoria”.
“Por último, diría que es ARTE, porque no hay dos partidas iguales. Cada vez que jugamos somos artistas creando con nuestra mente una nueva e irrepetible partida que se quedará grabada para la historia”, apunta.
Según Rodrigo, jugar al ajedrez nos aporta unos valores que no se aprenden en otros ámbitos existenciales. Nos enseña la importancia de la constancia y la perseverancia para la consecución de objetivos; parar y reflexionar y ser conscientes de que cada uno de nuestros movimientos, cada una de las decisiones que vamos tomando en nuestra vida, acarrean unas consecuencias y tenemos que poner en una balanza los beneficios y perjuicios de cada una de ellas, para después decidir cuál es el movimiento oportuno. Nos enseña también que la vida no es color de rosa, que habrá derrotas, planes que se nos tuercen, pero que depende de nosotros superarlos y seguir caminando. “Y también nos ayuda a empatizar -afirma-. Investigaciones científicas han demostrado que cuando jugamos al ajedrez se están activando las mismas áreas cerebrales que en la ‘teoría de la mente’. Y es que cuando estamos disputando una partida, constantemente tenemos que ponernos en la mente del rival para tratar de adivinar cuál es su jugada, el plan que quiere llevar a cabo, para poder así anticiparnos y reaccionar. Pero es que, además, aprendemos a ganar y a perder, y también a saber que cuando acaba una partida -especialmente cuando hemos salido victoriosos- nuestro adversario está sintiendo una emoción muchas veces opuesta a la nuestra, quizá de tristeza, rabia y frustración, y que tenemos que saber empatizar y comportarnos frente a él”.
En virtud de esa capacidad de empatizar, uno puede llegar a la conclusión de que el ajedrez nos puede hacer mejores personas, ni que sea un poquito... ¿ahora bien, a ser peores personas también nos puede ayudar? “Ja ja ja… creo que no nos ayuda a ser peores personas. Aunque lo único que podría decir es que la mayoría de los ajedrecistas anteponemos la razón a la emoción y que sabemos mantenernos fríos en situaciones de máxima tensión, dado que llevamos toda nuestra vida jugando en tensión constante y hemos aprendido a gestionarla… pero no diría que esto sea malo”, contesta Rodrigo.
En el tablero, alguna que otra enfermedad puede perder la partida
El ajedrez, asimismo, tiene una vertiente terapéutica para aquellas personas aquejadas de ciertas afecciones. En ‘No te enroques’ hay un capítulo en el que Rodrigo cuenta su experiencia profesional utilizando el ajedrez como una herramienta de entrenamiento cognitivo y emocional en el ámbito de la Salud Mental. “He trabajado con muchas patologías diferentes, como esquizofrenias, trastornos de personalidad, TDAH, Asperger y autismo, entre otras. El objetivo de estos talleres no era formar campeones, sino utilizar el ajedrez para el trabajo cognitivo y emocional frente a estas enfermedades”, explica.
A nivel científico se han publicado algunos artículos en los que se han investigado los beneficios que tiene la práctica ajedrecista en pacientes de la Tercera Edad. “Aunque los resultados son muy positivos y prometedores, aún es muy temprano y se necesitan más investigaciones para poder afirmar que jugar al ajedrez pueda frenar el desarrollo devastador de las patologías neurodegenerativas”, matiza la autora del libro.
Sea como fuere, hay que desterrar la idea de que «el ajedrez es para listos». “¡El ajedrez es para tod@s! No entiende de edades (he visto jugar con mis propios ojos a peques de 4 años contra personas de 80 años), ni de género, ni de idiomas (yo he jugado con gente de otros países con los que no teníamos en común ninguna lengua, pero hemos sabido comunicarnos a través del tablero). Una de las cosas más bonitas que he visto es cuando veo reunirse alrededor de un tablero a diferentes generaciones familiares, un niet@ contra un abuel@ o contra un padre o una madre. ¡Es una de las magias del ajedrez!”
El ajedrez es una potente herramienta de entrenamiento para mantener nuestra mente activa. Al igual que los médicos recomiendan estar físicamente activos, también lo hay que estar mentalmente para tener una vida más funcional y un buen envejecimiento. Según Rodrigo, para beneficiarse de la magia del ajedrez no es necesario tener un nivel alto… y es que incluso se puede sacar algo bueno sin ni tan siquiera conocer las reglas de este juego... “simplemente con las piezas y el tablero ya se pueden entrenar muchas funciones del cerebro. En uno de los capítulos del libro podéis encontrar diferentes ejercicios prácticos para poder realizarlos. ¿Te atreves a realizar alguno? Y, además, lo mejor de todo es que… ¡es un entrenamiento cognitivo muy barato! El coste de un tablero y unas piezas de ajedrez es muy barato y dura para siempre”.
Meterse en el caparazón, o la tortuga que se enroca
Enrocarse -en el ejercicio de la vida cotidiana- tiene algo así como una cierta connotación negativa, como si alguien se encerrara en sí mismo y no viese más allá de lo que es su propia condición. No obstante, en el ajedrez enrocarse es aquel movimiento defensivo en el que el rey y la torre del mismo bando cambian simultáneamente su posición, lo que puede ayudar a superar el acoso del adversario, hasta el punto de que el enroque puede contribuir a ganar la partida. “El título del libro ‘No te enroques’ es una metáfora ante la vida, en el sentido de no te líes con tu propia vida. Muchas veces nos quedamos atrapados inconscientemente en una espiral de pensamientos y emociones ante una situación/problema que nos impide continuar dando pasos. Es por ello que hacer un STOP, parar por un momento el mundo alocado y desenfrenado en que vivimos, TOMAR aire, autoconocernos y replantear nuestros pasos hará que cojamos impulso para conseguir desenrocarnos y seguir caminando”.
“Pero claro que hay momentos en los que sentimos la necesidad de ser tortugas y queremos meternos dentro de nuestro caparazón, estar en nuestra base segura para recargar energía, aislándonos de los problemas. Yo siempre trato de razonar con mis pacientes que este período tiene que ser limitado en el tiempo, y les animo a atreverse a ir sacando su cabeza poco a poco para seguir caminando”, sostiene Rodrigo.
“¡Recibir un jaque mate en la vida siempre es duro, se siente una punzada en el corazón indescriptible!”
Sigamos recorriendo el tablero del lenguaje ajedrecista… la expresión ‘jaque’ (un jugador amenaza directamente al rey del otro y está obligado a avisar al adversario de tal circunstancia) ya intranquiliza, pero es que lo de ‘jaque mate’ (el rey amenazado ya no puede hacer nada por escapar y pierde la partida) francamente, asusta, sobre todo si se sufre en las propias carnes más allá del tablero de ajedrez… “¡Recibir un jaque mate en una partida, en un proyecto, en una relación, siempre es duro, se siente una punzada en el corazón indescriptible! Estoy segura de que muchos de vosotros mientras leéis estas líneas os vienen a la mente situaciones en las que habéis tenido que tirar el rey”, comenta la escritora.
“Pero cuando perdemos la partida -prosigue-, tenemos dos opciones: o quedarnos llorando las penas, quejándonos de la mala suerte, buscando excusas externas que nos impidan avanzar, o, por el contrario, aceptar la derrota, hacer una autorreflexión, colocar las piezas y comenzar una nueva mano sabiendo que nos hemos llevado un aprendizaje que vamos a poder aplicar para la siguiente partida, para el siguiente proyecto… en definitiva, para nuestra vida. Y es que de eso trata la partida de nuestra existencia: de ir planeando una estrategia y objetivos, de jugar en sociedad, con todas nuestras piezas, de tener en cuenta las jugadas del rival, de dar jaques y asumir que el adversario también amenazará a nuestro rey, de ir aprendiendo de cada uno de esos lances para hacernos más fuertes y de este modo continuar moviendo nuestras piezas… y así, para que cuando la vida nos acabe dando jaque mate, podamos estar satisfechos del trayecto vital que hemos recorrido”.